viernes, 19 de diciembre de 2008

LA MUJER LLAMADA YEGUA .

Interesantes diálogos tengo con Maritxu, ella es de Bilbao, País Vasco y su fantasía utópica es vivir en un mundo donde las mujeres sean consideradas animales, más específicamente, animales de tiro o utilizables en el trabajo, o como ella dice, una yegua.
En la fantasía de Maritxu las mujeres deben tirar del arado con una yunta de bueyes en la cabeza, tirar carruajes, ser animales de carga o constituir un engranaje de algún artefacto mecánico en que el trabajo físico de la yegua sea el factor de movimiento ¡vaya fantasía¡ demanda una cuota importante de esfuerzo y ejercicio el llevarla a la practica, eso sin contar con los estimulantes azotes que ella imagina caerían en su desnudo cuerpo brillante de sudor, para así acelerar la faena. En el delirante mundo de Maritxu las yeguas tendrían prohibición de hablar ya que los equinos no hablan, pero si habría libertad para gritar, llorar, quejarse y, como no, relinchar. No llevarían más vestidos que los arneses, correas o alguna cuerda o cadena para someterlas. No podrían faltar las riendas en la boca para poder direccionarlas si es que de tirar de algún carro se tratase, así como tampoco los aros atravesados en la nariz y en los pezones. El sello de sus dueños quedaría estampado en sus nalgas o espaldas con hierros candentes.
-Maritxu ¿por qué te gusta esa fantasía de Pony girl?
-Pues porque me pone cachonda- me contesta ella.
-pero ¿por qué? ¿cómo, el hecho de imaginar ser una yegua se conecta con tu placer sexual?-
-Tío, yo qué se, no se explicarlo, sólo sucede. Hago juegos con mi novio en que yo actúo como yegua y él me llama potranca, me hace cargar cosas, me pone riendas en el hocico, me azota la grupa y me mojo toda, enloquezco de placer.
Maritxu se molesta cuando insisto en preguntarle las causas últimas (o primeras) de sus calenturas ; goza con hablarme de ellas, se moja haciéndolo, pero no tolera escarbar dentro de sí para saber cómo nace todo; se lo reprocho. Una vez la llamé "superficial"; no creo que mi amiga sea una mujer superficial, pero lo hice a fin de irritarla e impelerle a que me hablase de las causas. Se que no es fácil hacerlo, requiere algo de esfuerzo, pensar mucho, revisar la historia personal y, por lo demás ¿qué importa? ¿qué utilidad tiene saber del mecanismo que acciona lo placentero? (las mujeres son tan practicas y concretas).
-joder ¡que preguntas haces¡ no soy ninguna supeficial eh. Me gusta ser llamada yegua, no se bien por qué. Desde pequeña admiré a los caballos; su porte, su apostura, la firmeza de sus músculos, la fuerza y, en cierto sentido, su arrogante orgullo. Como a los 13 años fuí testigo, en el campo de mi abuelo, de la cópula entre un caballo y una yegua. Me impresioné con la verga del macho, con los bufidos de las dos bestias. Fue la primera vez que me humedecí con la imagen de esos animales. Quiero igualar a las yeguas; tal vez tengo la misma fuerza de ellas; quiero ser admirada como se admira a una yegua, en ella todo es grande; el tamaño, la grupa, el útero, los relinchos; son animales formidables y, ahora que lo pienso, (que me obligas a ello, tío) el hombre los admira tanto que por eso los debe someter; quiere tener para sí esa fuerza, el hombre quiere ser dueño de ese porte, de la grupa, de la fuerza vital de ellas y así quiero ser poseída, así deseo ser tratada por un hombre, porque mis calenturas son la de una bruta y preciso ser domeñada, que se me dirija la vitalidad, por eso deseo ser llamada yegua. Cada vez que mi novio lo hace o me golpea las nalgas, relincho de dicha hasta babear de puro placer. Me doy el lujo de volver a la pureza de nuestros más remotos ancestros. ¡Mira tío, todo lo que me has sacado¡, ahí está la respuesta que buscas, es la pureza, eso es, siendo yegua soy pura, soy yo misma, la original. Vamos, que va, llamadme yegua otra vez, jajajajajaja.

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