viernes, 2 de enero de 2009

CAMINANTE .

Treinta y seis años de edad, sin previsión social, sin trabajo, sin pareja, flaco, con las costillas salientes, absolutamente solo y buscando delirante por los rincones y los basureros; el candidato perfecto para terminar en la calle y durmiendo debajo de los puentes. De soñador ya casi nada queda, sólo unas cuantas masturbaciones raquíticas y unas migajas de alucinaciones fraternales. Pero yo siempre estuve medio solo, desde chico me supe enajenado, desde antes de entrar al colegio ya lo sabía ,........... y lo que pasaría.
En el colegio siempre me hice amigos de los discriminados, una suerte de solidaridad al encontrar en la marginalidad un punto en común con ellos: NERDS, morenos, aindiados, pobres de población y campamentos, niños con algún retraso mental, hueones con mal aliento, lentos, feos, brutos, con bajas notas, flojos, tímidos, perdedores, cabros acomplejados, díscolos e indisciplinados; todos esos fueron mis amigos y compañeros. Me juntaba sólo con ellos y lo prefería así aunque a veces fueran más brutales que los demás enrielados. A pesar de eso y de mis arranques de fraternidad para con los oprimidos, aún con ellos yo me sentía solo y distinto, incluso incómodo; no por desprecio o porque me creyera mejor -juro que no hay vanidad ni orgullo en mí- sino porque encontraba que no hablaban el mismo lenguaje que yo y me veía forzado a convivir en sociedad con los demás. No era de ese lugar y no era esa mi especie.
Al colegio, en principio, fuí por obligación, pero después me gustó ya que se me daba un espacio de lugar y tiempo en que no estaba con mi familia; con esta me pasaba lo mismo que con la gente, me sentía solo entre los míos. Esto no se trata de desamor o de odio, mucho menos a mi familia a la cual amo, sino de un comezón interno, perenne y que nunca acabó, un picor que siempre estaba presente recordándome que por algún extraño error de fábrica nací como humano cuando debió hacer sido de otro modo y en otro lugar y dimensión. Es dificil vivir así, viviendo la vida de otros, simulando que uno está cómodo, aparentando felicidad y buena disposición cuando en realidad no se encuentra sentido a las cosas.
No todos pueden entender lo que trato de explicar; aquí no hay bajoneo o tristeza por algo que no haya resultado, o desaliento o frustración; no busco que me den ánimos, ni que me lancen esos "tira pah rriba", "que la vida es bonita y vale la pena vivirla", "que hay que luchar", "que no hay que echarse a morir", ni tampoco busco una sobada de lomo. Los que dicen eso o cosas por el estilo -y me lo han dicho y seguirán diciendo- en realidad no tienen ni la más remota idea de lo que se trata todo esto porque ellos están dentro del medio, pertenecen a este mundo y hablan su lenguaje, es más, puedo decir que estos se vuelven peligrosos cuando llegan a percibir y entenderme realmente, cuando vislumbran que yo soy de una especie diferente, ya que su incomprensión se vuelve odio irracional y fastidio de mí. Lo he vivido y créanme que he tenido que desarrolllar habilidades que no tenía para defenderme.
El caso es que estoy aquí, buscando, tratando de crear un puente que me conecte, porque hasta para mí la soledad es insufrible y entiéndase por soledad el convivir en sociedad con los demás, con una especie diferente, en un lugar diferente, que no es el propio, a eso llamo soledad. Paradógicamente los momentos en que menos pesada se me hace esta soledad es cuando estoy lejos de los demás, es decir cuando estoy solo y aislado es cuando menos estoy solo ¡que loco¡ , ¿no?. Estoy buscando a mi jauría, a mi clan, a los de mi raza. Se que están por ahí; a veces los he visto en la calle cuando salgo a caminar y a rastrojear en la basura; creo reconocerlos en la mirada y en sus ademanes, pero están desconfiados y no admiten, ni creen.
Cuando nos encontramos en esta vida, le hablé de todo este rollo a Claudia. Se mostró entusiasmada e identificada con mis palabras. Estuvimos celebrando el encuentro de mundos varios meses, culeando con euforia y extravagancia y jugando juegos increíbles y morbosos (para los demás). Casi no podíamos creerlo .... yo no podía creer tanta felicidad, pero se acabó, no se qué pasó con ella, le dio miedo o que se yo; un día desapareció y me dejó solo, me quedé caminando por la calle, nervioso como un esquizofrénico, con la sopa calentada y sin poderla tomar. No creo haberme equivocado con Claudia, se que existió, tengo buen ojo para estas cosas, se que nos logramos comprender, que construí un puente con ella y que nuestra relación fue un coloquio en el mismo dialecto. Tendrá que aparecer y la estaré esperando.
La esperanza, la que nunca falta, la que no depende de la voluntad nuestra porque se manda sola; viene cuando no la queremos y se va cuando la necesitamos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Soledad desde pequeño? Se aprende a vivir con ello...creo.
Es extraña esa sensación de impertenencia que siento de igual forma, también evado esa soledad cuando estoy sola...
Gracias por pasar.

K. dijo...

Es el peso de darse cuenta de "qué extraño (en rareza y en ser ajeno) es lo cotidiano" para aquellos que logran escapar de él.
Como el cuento del pueblo de locos, donde el único que estaba cuerdo era llamado loco, siendo los otros los locos; lo importante es no tirarse al pozo de la locura para ser como los demás. Es preferible tener la duda sobre lo ""correcto"" siempre.
Los demás (los otros)son momentos en nuetras vidas, pequeños acontecimientos que nos muestran solo parte de la inmensa cantidad de iguales a ellos que podemos encontrar. Cuando no tienen igual y son realmente necesarios para complementar nuetro momento, entonces vuelven.