viernes, 26 de junio de 2009

LA DOLOROSA EN ISLA NEGRA (Parte 3).

-Eres una vaca, que horribles son tus ubres.
Cuando dije eso, ella me miró fijo a los ojos; sabía que mentía, sabía que yo valoraba esas tetas y que me maravillaba con ellas. Di tres cachetazos en sus melones los que se movieron de manera enloquecedora como si tuvieran una vida propia e independiente del resto del cuerpo; ahogó un quejido ¡Eras delicada de tetas, dolorosa mía, como una buena y dulce hembra¡. Atenacé sus carnosos pezones y se los torcí, giré los dedos y casi doy 3 vueltas.
-¡Aaaaah, aaay¡
Cerró los ojos de dolor y corrieron 2 lágrimas por su cara.
-Ahorra los quejidos para después- le dije. Sin soltar los pezones, tiré de ellos, de a poco, muy de a poco; tiré, tiré; me retiraba hacía atrás y ella avanzaba hacia adelante tratando inútilmente de neutralizar la tensión; seguí tirando, tiré tanto que ella dejó de pisar en los libros que yo le había puesto como promontorio y puso la punta de sus pies en el suelo. Seguí tirando.
-¡AAAAAAH, AAAY¡
Sus tetas abundantes se estiraron y perdieron volumen para ganar longitud. ¡Que elástica puede llegar a ser la piel cuando la tensión es mucha¡ los que no lo han visto no lo creerían. Le di unas buenas y brutales sacudidas como si se tratara de ropa mojada.
-¡AAAAAAY, AAAAAH.
Su grito fue feo y parecía estar siendo desgarrada. La solté. Su respiración se agitó y estaba derechamente sollozando, volví a abofetearle la cara.
-¿No tienes suficiente, depende de ti seguir?
Como lo suponía no respondió nada. Seguí con la revisión. Pasé por su abdomen y caderas, por la parte baja del vientre; metí el índice en su ombligo de gorda y escarbé como si tratara de apuñalarla con mi dedo. No encontraba feo el cuerpo de ella. No me importaba que estuviera rellenita, eso le daba un especial encanto; tal vez si hubiera sido otra mujer no habría ocurrido lo mismo, es que, como ya lo he dicho, el cuerpo de Claudia era naturalmente un 8, lleno de curvas que habrían seguido existiendo si el tejido adiposo se hubiera acabado; no obstante ello quise atormentarla psicológicamente aprovechándome de su complejo; ella sabía que su cuerpo me enloquecía pero su complejo era tan grande que mis palabras, de todas formas, resultarían peor que los azotes. Hundí mis dedos en las gorduras de sus caderas y tiré de ellas.
-Mira que chancha estás, cerda asquerosa, mírate, eres un asco. Debes mirar lo fea que eres.
Fui a buscar el espejo de cuerpo entero que había en el baño y lo instalé en la pared frente a Claudia de manera que ella misma se mirara. Luego volví a enterrar los dedos, esta vez en la gordura de debajo del ombligo y dije,
-mira este neumático, veo que llevas repuestos para auto, que prevenida eres jajaja.
Apreté muy fuerte y ella lanzó un "aaaaay", luego dijo "por Dios". Yo lancé una carcajada y comencé a sacudirle todas las gorduras de su abdomen.
-Mira Claudia, mírate, eres una gelatina.
Le lancé cachetazos a cada una de las gorduras de su vientre el que se remecía como el agua dentro de una olla llenada al tope. Di 1, 2, 3, 4, 5 cachetadas en su guata.
-¡AAAAAAH¡ POR DIOS, NO, NO POR FAVOR- y estalló en fuertes sollozos.
-jajajaja.
Mi risa era falsa, en realidad no quería seguir; sin embargo ella no cedía ante el asalto de mi crueldad. Continué con el periplo de mi mano. Pasé por los pelos sedosos de su pubis, metí los dedos dentro de su agujero vaginal, jalé de sus labios, acaricié su clítoris. Tomé una mata de su matorral y tiré como si pretendiera arrancarlo pero sin esa intención sino sólo para causar dolor. Dio un grito, quedé con unos pocos pelos en mi mano. Volví a escarbar con los dedos su vagina, se había calentado. Me gustaba la humedad que había encontrado ya que era señal de que empezaba a disfrutar. Estuve masturbándola unos minutos, luego llevé los dedos a su boca y le ordené que los chupara.
-Cómete tus jugos de puta.
Comenzó a lamer con avidez; estuvo así un rato, tal vez 5 minutos. Miré el reloj; eran ya las 7 de la tarde y yo tenía hambre. Calenté agua en la cocina a fin de preparar un café. Me hice un sanwhich de mantequilla y jamón de pavo y luego encendí de nuevo la TV. Me dispuse a comer. En la tele pasaban una película de wester, algo aburrida pero la estuve viendo mientras comía. Demás está decir que la dolorosa seguía atada, casi colgando y no debía comer (y seguramente tenía un hambre mayor del que yo sentía) sólo mirarme a mí hacerlo. Una vez terminada mi merienda decidí estirar las piernas y dar un paseo por alrededor de la cabaña. Cuando estaba abriendo la puerta, de pronto escuché el ¡STOP¡. Miré a la dolorosa, la palabra mágica que había estado esperando. Mi corazón se alegró y sonreí, pero ella continuaba con la cara seria, me miraba fijo.
-¿Te vas?, recuerda el límite que prometiste respetar, no debes dejarme sola- era eso, mi alegría había sido prematura.
-No te preocupes, Claudia, sólo me fumaré un cigarro aquí afuera.
-quédate.
-son tan sólo unos minutos.

Y salí de la cabaña. Ya había anochecido, hacía brisa y ese olor de pinos y eucaliptos mezclado con el aroma típico de la costa de Isla Negra me invitó a respirar hondo. Caminé hacia unos arbustos para encontrar el objeto que tenía pensado. Fue fácil hallarlo, se trataba de una varilla. La corté de una rama. Era dura, larga, flexible y fina; excelente combinación. La probé, jugando con ella como si se tratara de un florete; estaba perfecta. Luego entré.
-¿Ves, Claudia? ya llegué, tomó sólo unos minutos.
Ya dije que Claudia estaba casi colgando (sólo casi) atada de manos desde la viga del techo. Me propuse ensayar otra postura para darle una azotaina diferente. En la cabaña había una gran mesa que moví hacia donde estaba Claudia. La tomé en brazos (en verdad pesaba) y la puse sobre la mesa. Debo decir que continuaba atada de las muñecas y con los brazos en alto hacia el techo, lo mismo sus tobillos, de tal manera que quedó sentada sobre el mueble con las piernas juntas y extendidas, es decir, tan sólo apoyaba en la mesa su trasero y piernas. La gordura de su bajo vientre se apelotonó sobresaliendo hacia arriba al quedar su cuerpo en ángulo recto. Sin duda esta posición era más cómoda que la anterior, sin embargo estaba destinada a la próxima tortura.
La planta de sus pies quedó expuesta a mi vista; estaban muy heridas, las toqué levemente con la varilla y percibí un pequeño gesto de dolor. En sesiones pasadas yo la había torturado haciéndole cosquillas en esa parte. Soy ignaro en esos temas, pero creo que existen en la planta algunas terminales nerviosas que despiertan de forma especial la sensibilidad; las cosquillas, aunque tortura enloquecedora, eran una humorada, un instante en que lo lúdico de la sesión se potenciaba al máximo, mas ahora esa no era mi intención. Sus plantas estaban muy lastimadas y yo iba a comenzar a golpear despiadadamente sobre tan delicada superficie. Agité la varilla en el aire y le dije:
-esto va a doler, mi chancha.
El primer impacto hizo que doblara las piernas intentando recoger su cuerpo. Di un segundo golpe y volvió a hacer lo mismo. Me obligó a atarle sus pies a la mesa de manera que quedaran fijas las piernas a ella y no pudiera moverse. La varilla es fina y cada golpe afecta la primera capa de la piel, sin embargo causa un profundo dolor, máxime si golpeamos sobre una superficie herida. Lancé un tercer golpe.
- zzzzzzzz, oooh.
Le descargué un varillazo en los pechos y le dije:
-deja de chillar. Mira, puerca, te voy a dar sólo 10 varillazos en los pies, pero por cada grito y quejido te ganarás 2 más.
La ataqué con una descarga de golpes propinados con toda la fuerza de mi brazo. Al golpe 1 apretó los ojos, ahogó el lamento. Como no pudo recoger las piernas por estar fijas a la mesa entonces acercó su tronco a los pies haciendo bailar sus tetas.
-jajajajaja, ¿dolió? y es sólo el comienzo, te faltan 9 aún.
Le dí otro y otro y otro. Al quinto golpe no pudo aguantarse.
-GGRRR, ¡AAAY¡
Gritó y abrió desmesuradamente los ojos y empezó a bufar -uf, uf, uf, uf. Le dí el sexto -¡AAAAAY¡- volvió a agigantar los ojos y su cara tembló como en un ataque epiléptico. Al número 7 descargó un "mmmmmm" contenido. Llegó el 8, el 9 y finalmente el 10, en todos ellos también conteniendo los lamentos, con los ojos cerrados y apretados, crispando mandíbulas y labios.
-Ahí están los 10, pero te quejaste 3 veces y 3x2= 6, jajaja, te faltan 6 más.
-no sigas por favor.
-tú sabes cómo debes pedírmelo, Claudia.
-no, no.
Su lamento era entrecortado y con hipos.
-Sólo 6 más.
De pronto e intempestivamente descargué un golpe.
-¡AAAAY¡
luego otro y otro hasta completar los 6. En todos ellos gritó sin dejar de llorar.
-Las 6 veces te quejaste, Claudia, en consecuencia tu multa a pagar asciende a 12 varillazos.
-no, no por favor.
Agrandó sus ojos y me miraba fijo como una loca.
-Por favor, es insoportable.
-si es insoportable dime que pare.
-PAARAAAA, NO SIGAAAS.
-así no, Claudia, tú sabes cómo debes pedirlo.
A estas alturas yo no sabía qué pensar. Realmente era un suplicio atroz el que sufría mas no se rendía ¿qué debía hacer?, miré sus pies; estaban al rojo e hinchados ¿debía continuar con 12 varillazos más? sus lágrimas no podían ser fingidas.
-Eres una enferma perturbada, Claudia, tan sólo debes pronunciar la palabra y todo acaba.
Ladeó la cabeza y descansó su frente en un brazo. Paró de llorar y quedó en silencio, luego dijo en un susurro -aún no, todavía no es tiempo. Lo dijo sin mirarme a la cara. Ya no podía más, bastaba con decidirlo, la desataba y nos devolveríamos a la ciudad, pero nunca más vería a la dolorosa, de eso estaba seguro. Ella no diría STOP en toda la noche, era una masoquista suicida.
-Eres una perturbada.
-Lo sé, podemos dejarlo hasta aquí.
Su voz sonó fría y lejana. En ese instante pensé en la dolorosa como el ser humano más solo del mundo, me superaba a mí en soledad, su trastorno era extremo ¿cuál era la necesidad de sentir dolor a ese nivel?.
-¿Qué quieres demostrar? ¿cuál es el fin de todo esto?
-ya déjalo, me voy, no eres el que busco, me equivoqué contigo. Siempre me equivoco con los hombres.
Dijo eso con voz y mirada acerada. Me llené de ira y descargué un varillazo. Recogió su cuerpo y movió los deditos de sus pies como saludando el golpe: había cerrado los ojos y pudo contener el grito; sin duda lo estaba esperando y me había provocado. Le di 11 varillazos seguidos, sin ninguna tregua; se contuvo en todos pero al número 12 soltó un "aaaaaay" desesperado. Me dijo,
-debes multarme con 2 golpes.
Hundí mis dedos en su teta derecha, salvajemente y dije,
-el que castiga soy yo, ¿entendido?
CONTINUARÁ.
Nota : Las fotografías son una contribución de Lilith, fotógrafa y viajera de un periplo que no termina jamás. Mis eternos agradecimientos a ella.

2 comentarios:

Unknown dijo...

gozo con tus historias Cristian...pero no puedo compartir conyigo el tratar de esa manera a una niña rellenita, ni aun en el juego de roll.(una apreciacion muy personal).


en el fondo...esta historia tuya...es como un desafio,,,de quien cedera primero...y espero leer muy pronto lo que sigue....

lady morbo dijo...

Ya te leí entero, tan interesante y atrapadora tu forma de relatar tus experiencias y sentires, el sentir abierte y transparente de un Dom, me encanta como escribes, no pude parar de leer hasta que acabé (en ambos sentidos, je je)