miércoles, 4 de mayo de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 12)

El comandante tenía razón, todos tenemos nuestros vicios y el mío era especial, eso creía, estaba seguro de ello, seguro de su excepcionalidad. Una vez había hablado a Joshua de lo que sentía en las tardes rojas del basural a la entrada de la noche, del gozo que me provocaba el paisaje siniestro y maldito, de la combinación fascinante de los colores, hedores, sombras, pájaros negros y los árboles secos, pero él no me había comprendido, me lo había dicho así precisamente: no os comprendo, habláis como un demente o un poseído por demonios. Ni pensar en contarle lo que había experimentado ante los crucificados, ni pensar en hablarle de mi deseo recóndito de sentir, aunque fuera por un segundo de mi vida, lo que experimentaba un hombre crucificado en medio del botadero y con el reflejo del sol rojo sobre mi cuerpo lacerado y escarnecido, ni pensar en revelarle mi curiosidad ávida de saber lo que veían, de lo que sufrían con la humillación, los condenados a la cruz. Todos teníamos nuestros vicios, es verdad, mas el mío era extraordinario, no era como el del borracho, el de frecuentar rameras o tomar de la bebida amarga-dulce. Algo me decía que la cruz entrañaba un misterio escondido en lo más hondo de mi corazón o de mi cabeza como si alguien lo hubiera sepultado allí para que nadie lo viera, pero que al final se me revelaría inevitáblemente a mí mismo por sí solo o por medio de aquél que lo sepultó en mi alma el cual un día, sin previo aviso, aparecería ante mí explicándome todo.
Comprendí la razón de la no presencia de mujeres en esa crucifixión; todos sabían lo que hacían los soldados cuando se crucificaban mujeres y lo sabían, por cierto, las mujeres de Jerusalem y también las "piadosas" de la ciudad. La vergüenza ajena, el pudor ajeno, el horror ante la lujuria propia de los machos cuando pueden desatarla sin ningún límite culpando a las costumbres gentiles de tales excesos como si no fuera cierto que los soldados habían tenido que echar con amenazas a la turba de hombres, casi todos hijos de Israel, que habían ido allí sólo para satisfacer su lujuria latente. No había mujeres salvo las dos condenadas. Mientras miraba cómo los soldados seguían con su entretenimiento, me acordé de aquella mujer de la que ya os he hablado, de la "piadosa" que tenía tirria a mi presencia, pensaba en ella cuando de pronto, cual golpe de magia, "Ojo torcido" levantó su mano y señaló hacia la lejanía.

-Mirad, Khazim, no somos los únicos mirones jajajaja.

Más allá del montículo en que nos habíamos refugiado antes, vi una figura negra que se movía. Aguzando más mi atención reparé en que se trataba de una mujer con la cabeza cubierta con un velo de ese color, era la "piadosa", mi piadosa, que estaba mirando la escena de lejos.

-Es Marta.
-¿la conocéis?- pregunté con una curiosidad furibunda.
-sí, es Marta, la hermana menor de Rubén el orfebre celote que vive en la calle de la cañada. Lo sé porque habitualmente duermo en la noche muy cerca de allí; hay un buen lugar oculto en la pared del templo que está al lado .......sólo yo conozco ese refugio.
-ella siempre viene con "las piadosas" a las crucifixiones, nunca la he dejado de ver.
-sí, lo sé, pero no creo que baje hasta acá.
-¿por qué?
-ha de darle vergüenza .
-si es así entonces ¿para qué viene?

"Ojo torcido" mueve sus hombros en señal de ignorancia. Sí, ya había pensado en eso de la vergüenza ajena por tratarse de la ejecución de mujeres, mas deseaba saber más de ella.

-Siempre la veo bajo las cruces, nunca ha faltado, pensé que en esta faltaría, pero allí está.
-yo también la he visto siempre- dijo Joshua.
-pues es una de las "piadosas " ¿no?, debe de ser compasiva, además, por lo que ella ha vivido sabe de dolores.

En las palabras de "Ojo torcido" supuse que estaba la solución al enigma de la misteriosa así que le pregunté.

-¿Qué es lo que ella ha vivido?, ¿acaso lo sabéis?, hablad.
-sólo sé lo que escuché por ahí. Marta vivía en Emaús y a los 14 años contrajo matrimonio con un mercader. Al cabo de dos años sin quedar ella embarazada, el marido decidió peregrinar hasta el templo de Jerusalem para pedirle al dios de los hebreos que le concediera la gracia de ser padre. En el viaje iban Marta y los padres de ésta y los propios padres del marido, todos habían decidido visitar la ciudad ya que no la conocían. En el camino fueron asaltados por unos bandidos desalmados que asesinaron a todos ante la vista de Marta y luego procedieron a ultrajarla. La dejaron abandonada a su suerte detrás de una colina, atada y desnuda en una cruz que hicieron en un árbol espinoso. Dicen que estuvo dos días allí sin que nadie se percatara hasta que un pastor que pasaba con sus chivos la encontró medio muerta de sed y quemada por el sol. Hace unos años llegó a Jerusalem con su hermano quien se hizo cargo de ella sin lograr hasta el momento encontrarle un esposo. Algunos dicen que nadie se quiere casar con ella por haber sido violada, pero ella es bella aún y joven, otros dicen que debido al ultraje ella perdió la capacidad para ser madre, mas tal vez nunca tuvo esa capacidad; la verdad, Rubén celote le ha arreglado ya dos compromisos con amigos suyos, buenos hombres, pero se dice que ella rogó a su hermano que desistiera, que aún no desea casarse; es una desgraciada que sufre de melancolía, pronto será vieja para que un hombre la quiera como esposa, sólo se dedica orar y a las obras pías.
Yo Sospeché de ésa su piedad, al menos la que se refería a la de los crucificados. Las "piadosas" no pasaban tanto tiempo asistiendo a los agónicos y menos quedarse al lado de uno en el basural solitario hasta que caía el alba. La mujer seguía siendo un misterio para mí. Apostaba a que no saldría de su escondite para acercarse a asistir a las dos condenadas y si no lo hacía ¿para qué había venido?. Había venido a mirar, de eso estaba seguro, mas no era novedad ser mirón de crucifixiones, muchos lo hacían, lo extraordinario era el tiempo que pasaba abajo de la cruz. La historia que había contado "Ojo torcido" aguzó mi curiosidad sobre la dicha Marta.

-¿Creéis que bajará hasta acá?
-Mmm, no sé, creo que no, nunca he visto a una mujer en las crucifixiones de mujeres, al menos no una que no sea parienta de la condenada.
-yo tampoco he visto, jamás - dijo Joshua.

El comandante dijo,
-basta, es suficiente, clavadla.
Los soldados arrojaron a la mujer al suelo y la arrastraron hasta que quedó boca abajo con el pecho sobre el patíbulo que estaba acostado cerca del tronco que haría de stepe. Le abrieron los brazos siguiendo el largo del tablón y los ataron a él fuertemente con unas sogas. Ella continuaba con su silencio resignado.
-Esta ramera ha sido colaboradora con nuestro trabajo y ha divertido a legionarios que sirven a Roma lejos de su hogar, por tanto seremos compasivos con ella. Dadle veinte latigazos, dadlos con fuerza para que sangre en abundancia.
Las palabras del comandante parecían contradictorias y una ironía cruel, mas eran muy en serio. Un soldado comenzó a vapulear a la mujer dirigiendo el látigo principalmente a su espalda la que ya había recibido, antes de salir de la ciudad, un flagelo contundente. La mujer gritó -por primera vez la escuchaba quejarse- gritaba fuerte, agudo y dejando escapar sollozos que eran interrumpidos por el siguiente golpe. El comandante, con un movimiento de los dedos, le indicó al azotador que se apresurara en la golpiza. Los azotes fueron cayendo furiosos y rápidos sobre el lomo, recrudeciendo los gritos y provocando salpicones de sangre. Al terminar, la frente de la mujer quedó pegada al madero; suspiraba hondo y movía las costillas que eran regadas por la sangre que manaba de la espalda. El ceño del comandante estaba fruncido, como preocupado por lo que hacían con la mujer. Se acercó a ella y dejó caer agua en las heridas de la espalda y en la cabeza. 
Las dos muñecas fueron clavadas simultáneamente y sólo entonces, la pobre mujer dio unos alaridos realmente espantosos, lanzados con toda la fuerza de sus pulmones. Con cada martillazo agitaba su cabeza y golpeaba su frente al patíbulo haciéndola sangrar. No paró de gritar hasta que terminaron de golpear los clavos, luego quedó bufando y con los ojos abiertos. Cuando la pusieron de pie entre tres soldados que la tomaron del patíbulo, volvió a lanzar un grito el que no se detuvo hasta que la levantaron en el aire y ajustaron el tablón al tronco. Quedó suspendida y con los pies colgando. Tanto fue su dolor que la cabeza se inclinó hacia atrás indicando que se había desmayado. Rápidamente le flectaron las piernas y se las ataron al stepe, a su alrededor, para fijarlas; clavaron entonces bajo sus tobillos lo que hizo que saliera de su sueño desfallecido y volviera a dar esos alaridos roncos y horribles. Su cuerpo entero temblaba y se cubría de brillante sudor mientras los soldados martillaban rápidamente. Al terminar su trabajo, cortaron las sogas que ataban sus brazos y piernas reagudizando otra vez los gritos ya que ahora el peso del cuerpo sólo fue sostenido por las muñecas y los pies horadados, entonces de su culo aparecieron las figuras marrones de tres mojones que cayeron al suelo; se cumplía lo que había dicho "Ojo torcido" acerca de la crucifixión de las mujeres. Se hundió de nuevo en el sueño del desmayo, cerró los ojos y quedó así con la boca semiabierta de la que salía abundante baba. Clavaron al tronco y sobre su cabeza una tablilla de madera que estaba escrita con letras griegas. Joshua preguntó al comandante qué decía. 
-Dice "me merezco el suplicio por asesina". 
-¿acaso dio muerte a alguien? 
-así es, dio muerte a otra puta como ella, le clavó un cuchillo en medio de una disputa por dineros; su amiga, la otra condenada, le ayudó en esta acción, es su cómplice. Así sois y así terminan la gentes de mala vida como vosotros JAJAJAJA. 
La otra condenaba, mientras observaba la escena de la crucifixión, estaba sumida en el horror y el miedo, ya se había orinado y desmayado sólo por el espanto y, en verdad, tenía razón: la crucifixión de las mujeres era más espantosa que la de los hombres, eso me parecía. Miré hacia el lugar desde donde espiaba la mujer llamada Marta y allí estaba todavía; me pregunté qué opinaría al respecto del asunto, pensé que era seguro que ella tendría una postura clara. 
CONTINUARÁ.

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