miércoles, 27 de julio de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 23)

Insistí en que recibiera la bebida amarga-dulce, mas se empeñó en rechazarla.
-Debéis beber, al menos recibid el agua.
-no más agua, dadme vuestra orina, ésa será mi agua, dádmela, vamos, quiero sólo la amargura. Pegádme en los tobillos, ¿eso queréis, no?, ¿deseáis ver mi cuerpo retorcerse por el dolor de los clavos que horadan mi carne viva?, ¿deseáis ver mi cara cuando lance los alaridos?, ¿eso queréis no?, lo sé, sé que eso deseáis, lo sé porque yo también lo deseaba, yo también como vos venía a satisfacer mi lujuria enferma y pecaminosa, soy una mujer maldita y los enemigos de Dios han escuchado mis plegarias, me han concedido el suplicio y os han enviado a vos para que seáis mi verdugo y espectador, debéis verme, verme sufrir, agonizar y morir, quedaos hasta el final y ayudadme, maldito demonio.
-Estáis loca, desvariáis por el dolor.
-noo, NOOOO, UF, UF, NO, siempre pensé que vos erais como yo y vos pensabais lo mismo de mí, vos pensabais lo mismo, decidme si os miento.
-no, no mentís. Decidme vos una cosa, contestad con sinceridad en tus últimos momentos ¿cuándo me acusasteis de robaros ante los romanos, queríais verme en la cruz?
-deseaba veros en la cruz, deseaba veros en vuestra desnudez y humillación para reírme de vos, para gozar con vuestra desesperación y dolor, para oler vuestro sudor y aumentar vuestro sufrimiento mientras yo gozaba carnalmente de vos.
-¿es sólo eso? ¿no deseabais algo más?
-deseaba éste padecer que sufro ahora también.
-¿sólo eso?
-vamos, no me hagáis hablar, ya no puedo hacerlo con facilidad, sólo pegadme en los tobillos, moved mi cuerpo, pegadme en mis muñecas, sabéis como hacerlo.
-¿no habéis visto nada?, decidme qué habéis visto.
-sólo a vos.
-decidme, qué habéis visto, ¿habéis visto demonios, ángeles, figuras, sombras? decidme, por favor.
-no perdáis tiempo, muchacho pecador y pegadme.
La negativa de Marta a contestar me exasperó y bajé a buscar algún palo para golpearle y así cumplir su deseo retorcido. De otra cruz, hecha a partir de un tronco corté una pequeña rama que sobresalía, con su punta escarbé en su tobillo derecho, justo en el orificio del clavo. La mujer pareció volverse una endemoniada y el desfallecimiento que hasta ahora había mostrado en la postura de su cansado cuerpo pareció extinguirse por arte de magia como si recuperara sus fuerzas ya que se convulsionó como nunca antes había visto a alguien hacerlo en la cruz. Golpeé su pierna de manera leve y volvió a moverse acompañando su locura con un grito ronco y horrible. Volví a golpear el otro tobillo y volvió a gritar cayéndole hilos viscosos de saliva de sus labios hasta que, poniendo los ojos en blanco se desmayó, al hacerlo un chorrito de orina muy amarilla cayó hasta el suelo. Yo logré capturar algo dentro del odre de agua. Tiré de la tablilla que pendía de sus atravesados pezones y despertó en un gesto de fastidio, entonces le di a beber de la nueva bebida de agua-orina que le había hecho. Al tomar, cerró los ojos rechazándola, entonces le apreté el cuello y la obligué a beberla toda.
-Ahora comprendéis, muchacho- me dijo. Trató de decir algo más, mas no le daba el aliento, era toda suspiros y fatiga. Su cuerpo expedía como nunca ese aroma embriagante y fuerte lo que despertó más aun mi hambre carnal. Procuré encaramarme en el stepe, mas no tenía dónde apoyarme; si al menos hubiera habido un patíbulo me habría colgado de allí. Ensayé diversas posturas sin ningún resultado, me resbalaba del tronco y del cuerpo de Marta. Decidí entonces introducir mi mano derecha en su orificio y con la izquierda menearme el sexo. La hundí hasta la muñeca y la empuñé dentro mientras Marta comenzaba a quejarse; cuando la sacudí brutal, y con ello el cuerpo entero de Marta, el quejido se volvió otro grito desgarrado. Le dí unos diez sacudones y extraje mi mano enteramente embadurnada de sus líquidos interiores. Volvió a orinar y otra vez se convulsionó, ésta vez abrió muy grande los ojos y entendí que era su final.
-NOOOOO, AAAAH, NOOO, ALEJÁOS DE MÍ, NOOO, NO VENGÁIS.
-¿qué veis, Marta?
-AAY, AAAH.
-DECIDME, MUJER.
Marta murió y quedó con sus ojos abiertos, espantosamente abiertos. También ella había visto algo pero la muy egoísta se lo había reservado. Estaba inmóvil cuando un rayo de sol rojo, el último del día, la iluminó en su dormida desnudez. Parecía que sus ojos abiertos de muerta expresaran dicha por la contemplación del atardecer. Me arrobé en esa visión y los quejidos y lamentos de las decenas de crucificados que me rodeaban se extinguieron a mis oídos.
CONTINUARÁ.

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