miércoles, 3 de agosto de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 24)

Transcurrieron dos años y las crucifixiones masivas quedaron atrás como un triste recuerdo entre el pueblo de Jerusalem. Se sabía con seguridad que no era las últimas y que vendrían más, todo ello dependía de la reorganización de los siempre revoltosos y rebeldes celotes. Después de la muerte de Marta la tranquilidad fue mi compañera y aunque volví a asistir a otras crucifixiones de mujeres no me atreví a poseer a ninguna en su cruz de padecer. Sí derramé mi simiente todas las veces salpicándola encima de sus cuerpos agónicos, y en algunas me acompañaba "Ojo torcido" ; él, como Joshua, se había vuelto un vicioso de la bebida calma dolores por lo que no se perdía crucifixión alguna ya que representaba la oportunidad de beber el preciado brebaje de placer. Yo continuaba cuidando, dos veces a la semana, ovejas en Betania. Después de encerrarlas en su corral el dueño de ellas me ofrecía un camastro para pasar la noche, al día siguiente volvía a la ciudad. Uno de esos días caminaba a Jerusalem cuando divisé, a lo lejos, unas cruces; eran tres, y de ellas colgaban hombres; estaban custodiados por unos soldados y los caminantes se detenían a observarlos para luego seguir su camino. Conforme me acercaba, me daba cuenta que ésos hombres habían sido colgados al amanecer de ese día, ya que se movían y se quejaban en demasía significativo de que recién comenzaban su suplicio y todavía tenían energías. Llegué hasta el primero; lo habían flagelado duro y chillaba lastimero.
-Dadme agua, os lo ruego por amor al Dios de Abraham.
Lo miré a la cara y con sorpresa descubrí el rostro de Joshua. Casi sin pensar me acerqué y le di de beber la poca agua de mi odre.
-Bebed, mi amigo, ¿cómo os fue a ocurrir esto, decidme?
Bebió, mas no me reconoció de inmediato, estaba cegado por el furioso sol.
-Joshua, soy yo, Khazim.
-¿Khazim? ¿vos?, vos, pecador, pagano, miradme, mirad como terminan los pecadores, miradme. Mi delito es haber sido asaltante de caminos, de éstos mismos caminos, por eso los soldados nos crucificaron a la orilla de él, para que sirva de escarmiento a los demás bandidos como yo. Vos terminaréis acá en una cruz como ésta si seguís siendo pecador.
Le di toda el agua que me quedaba, la que no era mucha. Un soldado al verme se aproximó y me empujó.
-Alejaos de él- me dijo. Me quedé mirando hasta que el soldado se distrajo y volvió donde estaba antes, un poco más allá, al pie de los otros crucificados. Le prometí a Joshua que me quedaría hasta que los soldados se fueran y que lo bajaría de la cruz. No viviré tanto, me dijo.
-Sí, lo haréis porque sois fuerte, nosotros los pobres siempre lo somos. Al atardecer los soldados se retirarán y os podré bajar.
-deberéis cortarme las manos y los pies para bajarme, ante éso prefiero morir, no lograréis desclavarme de otro modo.
-ya veremos. No podré daros de beber, se acabó el agua, resistid, amigo.
Pasó un rato, el sol estaba sobre nuestras cabezas y una litera vino a distraer a caminantes, soldados y crucificados. Era de una elegancia digna de reyes, se notaba que su dueño era alguien de mucha fortuna. Los que la cargaban eran unos hombres negros, altos y musculosos, esclavos de Nubia con seguridad, muy caros. La litera se detuvo ante las cruces que estaban plantadas más allá de donde estaba mi amigo y yo; se bajó de ella una mujer muy ricamente vestida y estuvo un rato mirando a los crucificados, luego subió y siguió su camino. Al pasar por delante de Joshua volvió a detenerse. Se bajó, su cara estaba cubierta por un velo y sólo se veían sus ojos los que me parecieron familiares; al descubrir su rostro apareció la incomparable figura de Claudia, la prostituta que una vez había intercedido por mí. Joshua le rogó por agua y ella tan sólo se burló de él provocándole lágrimas a mi amigo; le arrojó una moneda al suelo diciéndole sarcásticas palabras y continuó su camino; cuando pasó delante de mí, asomó su cabeza, me miró y cerró un ojo coquetamente. ¿Me pregunté si me habría reconocido? eran ya algunos años de aquellos acontecimientos pasados; me dije que sí, que se había acordado y estuve feliz por eso. Me alejé un tanto y detrás de una colina cercana descubrí un árbol bajo el cual me puse a dormir esperando la retirada de los soldados.
Todo el paisaje se volvía a llenar de cruces, mas ésta vez además había cuerpos empalados y no sólo en el basural sino también en la ciudad, en su interior, sus alrededores y hasta en las paredes de la misma. Parecía que todo el mundo había sido crucificado. ¿Se trataba de aquellas crucifixiones masivas?, esperé ver a Marta dirigiendo sus legiones de mujeres guerreras mas lo que vi fueron legionarios romanos que incendiaban todo cuanto encontraban, iban acompañados de monstruos de metal que se movían pesadamente y derribaban edificios y murallas. Eran millones de soldados que se movían o marchaban por los caminos y por Jerusalem mismo, estaban armados de lanzas que disparaban fuego. Parecían no verme. A la salida de la ciudad, una cruz llamaba mi atención: Claudia estaba colgando de ella, la habían crucificado también a la manera de un hombre, podía ver su desnudez de frente, su sexo y sus tetas. Su cabeza estaba coronada con la diadema de ramitas de olivo. Me le acercaba y al mirarla, ella despertaba de su fatiga y se despegaba de la cruz sin dejar de estar con los brazos abiertos; flotaba en el aire. El sol rojo derramaba sus rayos sobre el cuerpo de ella y se abría en el cielo una abertura creando un remolino de viento y luz. Los romanos observaban atónitos la escena, al igual que yo, y dejando sus armas se arrodillaban ante ella, todos, los millones de legionarios se postraban ante la diosa Claudia que se elevaba hacia el hoyo abierto en el cielo hasta que desaparecía. El canto de un pájaro me sacó de mis sueños y comprobé que ya era tarde, el sol había descendido y crucé la colina para rescatar a Joshua.
Los soldados se habían ido. Cuando estuve a su lado vi que estaba muerto; por sus rodillas deformes me di cuenta que le habían quebrado las piernas, lo mismo a los otros crucificados de más allá. Por alguna razón habían acelerado sus muertes, mas no los habían bajado, tal vez sospecharan habría algún rescate. Me conformé diciéndome que tal vez fuera mejor así, que no era seguro que desclavándolo lo salvara de la muerte a mi amigo. Sólo seguí mi camino hacia Jerusalem.
CONTINUARÁ.

1 comentario:

Mixha Zizek dijo...

Tu historia es increíble, una conactenación de imágenes y situaciones, te sigo leyendo,besos