jueves, 30 de junio de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 19).

Contaba 19 años de edad cuando cuidaba corderos cerca de Betania. Un plato de lentejas y un dátil eran mi paga, lo hacía dos días a la semana y ya me había olvidado de Marta la misteriosa, y es que hacía casi tres años que no presenciaba una crucifixión ni tampoco frecuentaba los lugares de la ciudad que me parecían susceptibles de encontrarla, mas no olvidaba la belleza de los crepúsculos rojos y tampoco el hecho, indiscutible para mí, de que un atardecer lleno de arreboles era algo insoportablemente hermoso visto desde el centro mismo del basural, sobretodo si estaba adornado de las imágenes siniestras de los supliciados en la cruz. "Ojo torcido" me encontró un día holgazaneando al lado de un oasis con mi rebaño de ovejas, me informó de un hombre crucificado en el basural, le dije que no era de mi interés a lo que replicó,
-mentís.
-No miento, sólo veo crucifixiones de mujeres.
Mi amigo, sonriendo, replicó que ésta crucifixión me interesaría.
-¿Por qué decís que me interesará?
-Cierta "piadosa" está al pie de ésa cruz y, aparte del torturado y ella, nadie más está presente.
-¿Marta?, no es de mi interés.
-¿teméis?
-sí, le temo a esa mujer, no me avergüenza reconocerlo, soy un maldito del basural y no deseo demostraros nada, mucho menos valentía.
-apuesto el dátil que guardáis en vuestro morral que esta vez os interesará ver a Marta. Venid conmigo, la observaremos desde un escondite que encontré, ella no nos verá.
Ya me aprestaba a llevar las ovejas a su dueño por lo que luego de hacerlo seguí a "Ojo torcido". Cuando llegáramos al basural estaría atardeciendo; me ponía ansioso pensarlo; después de mucho tiempo volvería a ver mi querida belleza extasiante de la tarde color de sangre. La insistencia de mi amigo me produjo gran expectación por lo que iríamos a encontrar. Él nada me quiso adelantar, intuí que era algo nuevo que jamás había visto y que se relacionaba con Marta.
El sol ya estaba bajando cuando nos asomamos desde un montículo. Ahí estaba el crucificado: era un hombre muy joven, tal vez de mi edad o algo mayor, delgado; agitaba su pecho y suspiraba, sus labios resquebrajados y secos, su cara estaba quemada por el sol y lo mismo el resto de su desnudo cuerpo. A su lado estaba Marta con su habitual vestuario negro de "piadosa", le daba agua en la boca al hombre y éste bebía con desesperación. Miré a "Ojo torcido" interrogativamente y éste me dijo,
-ya veréis, ya veréis.
-¿qué veré?, es Marta, siempre ha asistido a los condenados, ésto no es nuevo.
-sí, mas esperad, hace dos horas la estuve observando y vi algo que no os imagináis, aunque puede que sí.
-parecéis hablar en acertijos.
Atendimos los movimientos de la mujer. Después de dar de beber al hombre le echó agua sobre la cabeza y el cuerpo, sobre sus talones agujereados y también las muñecas. El pobre crucificado puso una expresión de alivio en su cara y fue en ése instante preciso que Marta extrajo de entre sus vestiduras una vara y golpeó sobre el talón claveteado derecho. Un grito ahogado, y que hizo cambiar abruptamente la cara del hombre, se escuchó. Volvió a golpear pero esta vez en el tobillo izquierdo; el hombre no logró ahogar su expresión de dolor y le salió un alarido lastimero, agudo y casi femenil. Volvió a hacer lo mismo en los brazos y muñecas haciendo que esta vez los quejidos se convirtieran en retorcimientos convulsos del cuerpo; su pecho parecía a punto de estallar de tan violentos que eran sus estertores. Mientras más se moviera él mismo contribuía a aumentar su propio sufrimiento lo que parecía divertir en grado sumo a la mujer ya que se comenzó a escuchar una risa que a mí me produjo escalofríos.
-Siempre supe que ésa mujer era extraña.
-Pero, Khazim, amigo, si no habéis visto nada, esto es sólo el comienzo, la mejor parte viene luego, ya veréis.
Después de haber torturado así al hombre volvió a darle de beber y a mojarlo; pensé que repetiría el suplicio, mas principió a hacer algo que me dejó perplejo. Acarició el pecho y el vientre del condenado, pasó la mano por la cabeza y bajó hasta su rostro de una manera que, debo reconocerlo, parecía inmensamente amorosa y tierna; siguió bajando con la mano, de nuevo el pecho, otra vez el vientre, se paseó por las piernas dobladas e incómodas y ¡oh, sorpresa¡ tomó su sexo con la mano, el sexo del hombre, sí, os digo bien, no podía creerlo, el sexo de aquel crucificado comenzó a recibir las atenciones de aquélla hermana de celote, de ésa viuda judía y devota, ¿cómo podía ocurrir eso? ¿qué estaba pasando con la mujer?. "Ojo torcido" se volvió hacia a mí.
-Ha hecho eso desde que se fueron los soldados y dejaron de pasar caminantes, y aún no es todo, veréis más.
Meneaba el sexo erecto lentamente con una mano mientras con la otra sobaba sus bolas de simiente; sí, lo hacía como si lo hubiera hecho antes y estuviera habituada, era una verdadera maestra. El colgado, al parecer, hubiera deseado evitar la erección considerando la cara de repulsión y pudor que ponía: cerraba los ojos y apretaba los labios.
-Mirad, él parece no disfrutar, se siente humillado.
-creo que no lo hace, pero no es sólo la humillación, Khazim, todavía falta que veáis lo que viene.
Terminado que hubo de decir lo anterior mi amigo, Marta, agarrando salvajemente la bolsa de las bolas la estiró y la torció para luego sacudirla bruscamente.
-JAJAJAJAJA, ¡QUE HORRIBLE PELLEJO TENÉIS COLGANDO DE TU ENTREPIERNA, MALDITO¡ SUFRID, SUFRID MAL HOMBRE, PECADOR.
-AAAH, AAAAY, AY, AY, NOOOO, PIEDAD, MUJER.
La maldad de Marta se reflejaba muy bien, no tanto en sus palabras sino en el mismo sonido de su voz. Me dije a mí mismo que aquélla debía ser una demonia de los desiertos encarnada en una mujer porque habiendo conocido mujeres crueles en mi vida ésta colmaba cualquier medida de cuantas había visto. Me expliqué a mí mismo el miedo que le tenía y confirmé que, sin duda, en aquélla ocasión ya pasada cuando me había acusado injustamente de robo, deseaba verme colgado de la cruz. El pobre crucificado seguía con sus alaridos y Marta con sus improperios hacia él. Pellizcó el pellejo de bolas del hombre hasta que se cansó; cuando lo soltó al fin, empezó a menear otra vez su sexo para echárselo ésta vez a la boca, os digo bien, amigos míos, a su propia boca y de manera voluntaria chupó y lamió y ya el supliciado pareció calmarse en su dolor, mas no en su humillación.
-ESTÁIS LOCA, MUJER, DEJADME, NO ME HAGÁIS SUFRIR MÁS, POR FAVOR, TENED PIEDAD DE MÍ, NO SIGÁIS, SOY UN MALDITO NO LO VEIS, SOIS UNA PECADORA. DEJADME MORIR TRANQUILO.
Las palabras del hombre sólo hacían que Marta aumentara la intensidad de sus acciones ya que volvió a darle golpes con el bastón. El hombre gritaba y ella lo miraba de frente y sonriendo; de pronto, y sin que dejara de asombrarme por un instante, la mujer hizo un movimiento que se parecía mucho a un abrazo, ella abrazaba la cruz, abrazaba al hombre crucificado y procuraba subir por el stepe; sí, estaba encaramándose en el tronco y se subió a él apoyando sus pies en los mismos clavos que fijaban los pies del condenado al mismo tiempo que se tomaba del patíbulo con sus manos. Los chillidos del hombre eran horribles e incesantes por el dolor que Marta ocasionaba con sus movimientos y su peso sobre el clavo torturante en sus pies. Se subió la túnica y montándose en el sexo erecto del hombre empezó a cabalgar sobre él ahí, arriba de la cruz. A medida que los alaridos del hombre aumentaban, también lo hacían los frenéticos movimientos de Marta la que parecía enardecerse con el dolor ajeno. El sol rojo hacía su aparición en el basural justo en el álgido momento. Recuerdo que me preguntaba si lo que estaba sintiendo el crucificado sería placer, si sentía dolor era indiscutible para mí, mas el placer ¿dónde quedaba?, ¿habría placer?, tendría que haber algo de él ya que su sexo estaba enhiesto y firme y eso señalaba su excitación, pero el pobre no dejaba de gritar y gritaba de manera creciente y espantosa.
-¿Desde cuándo está ése hombre colgado?
-ayer al amanecer fue clavado a la cruz.
-¿creéis que vivirá otro día más? yo creo que no pasa de ésta noche.
-lo mismo creo, khazim, es más, creo que Marta lo arrojará del mundo de los vivos. Ha estado haciendo esto desde ayer, yo la vi; ni siquiera las putas pensarían hacer lo que ésa mujer hace.
-¿Vos creéis eso, amigo?, yo creo que no es extraño, si lo hacen los hombres como he visto hacerlo a los soldados romanos, es posible que una perversa pueda hacer lo mismo como aquélla, pero tenéis razón, es increíble ver esto, parece un demonio esa Marta.
¿Qué estaría sintiendo?, ¿comenzaría a tener visiones el crucificado, como aquéllas mujeres que una vez había visto morir en la cruz? muchas preguntas se me vinieron a la cabeza, entre ellas si yo era de la misma naturaleza que Marta, si era así entonces yo era un monstruo porque de seguro ésa mujer era uno sino un demonio.
CONTINUARÁ.

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