Después de haberte contado de mis proyecciones, me quedo pensando en el hecho de que a cambio de ellas tú sólo tienes palabras tiernas y solicitudes para conmigo. Yo te doy mis imágenes cerdas y cochinas y tú me regalas flores y ternuras llenas de humilde docilidad. No dejo de sentirme ogro y si bien la culpabilidad forma parte de mi morbo y de este juego, me pesa. Me traduces canciones, me muestras tus secretos, eres consoladora y dices esas cosas que sólo una mujer bien mujer sabe decir a un hombre para que se sienta bien. No sólo de apretones y flagelos vive la princesa del dolor, no sólo de crucifixiones y martirios se alimenta la santa llorona, mi víctima preferida y compadecida. Si pudiera sacarte, aunque sea por unos minutos, del pozo profundo en que yaces desnuda y cautiva, te mostraría que, aquellos mundos verdes, esos cristales que imaginas, existen también en mi mundo.
Aparte de las visiones oscuras y sádicas que ya conoces, tengo otra quizás más oscura (y de la cual hablo en el cuento de Julia Sádica) en donde soy torturado y crucificado junto a una mujer. En esa imagen, el único puente erótico que se establece entre ambos es el sufrimiento, la unión de soledades para formar una soledad más grande aún, más impotente e imponente, pero compartida y más sentida. Esta fantasía, para mí, es lejos la más morbosa y oscura porque no hay salvación, ni placer para nadie. Si estás sometida, me das placer y te lo das sabiendo que yo me derrito al saberte y observarte oprimida. Si me sometes, lo mismo, pero al revés. Pero si ambos somos humillados (en este caso los terceros opresores no tienen importancia porque somos tú y yo tan sólo) el único placer es contemplar tu dolor o contemplar el mío a través de tí y viceversa. La única plenitud es saberse acompañado en el trago amargo. ¿Por qué te cuento esto?, pues porque si no puedo sacarte del abismo infernal, si no puedo ser dócil y tierno, quiero ser condenado junto a tí y mirar sufriendo tu sufrir de víctima, para que sepas que ambos agonizamos juntos.
Perdona estas y las otras letras decadentes. Agradezco tus ternuras de hembra. He leído tus poemas con detención. Hay tanta soledad, se revela mucha desdicha. Es tentador haber encontrado a la tetona morbosa que me dice que está dispuesta a ser tratada como me plazca, a ser mi esclava, a emborracharse conmigo si así yo lo deseo, pero también me gustaría aliviar con cariños y no sólo con azotes; quiero ayudarte a llevar la cruz a tu Gólgota, quiero darte a beber el calmante amargodulce cuando estés clavada en la cruz de tormento.
Nota:La imágenes son del fotógrafo Pascal Renoux. Cualquier similitud de las imágenes de las fotografías con la realidad, es mera y aboluta coincidencia.