lunes, 28 de diciembre de 2009

ENCUENTRO (Parte 2).

Llegamos al hotel y nos sentamos abrazados a ver unos videoclips que pasaban en un canal cable de la Tele. Recuerdo que me llamó la atención uno de "QUEEN", "Friends wil be friends", nunca lo había visto. A esa altura yo no sabía qué iba a hacer. Mandé a Claudia a acostarse y me encerré en el baño; allí, apoyado contra la pared, dejé unos trozos de bambú que previamente había partido en dos con mi cortaplumas a fin de que no resultaran unas varillas demasiado gruesas, y una cinta para embalar; luego oriné, cepillé mis dientes y me metí en la cama. Claudia había comenzado a ponerse melosa sobándome las pelotas y con palabras que pretendieron ser rudas le dije que se durmiera.-Lo que usted desee, mi señor.En ese "usted" detecté un dejo de rebeldía y provocación de parte de mi seudo-esclava, provocación que yo, de buena gana, habría correspondido, pero aún no me animaba. Le di un besito y me volví a mi lado dispuesto a dormir. Me preguntaba qué estaría pensando de mí, no me habría extrañado que se levantara furiosa por mi inercia, se vistiera y se fuera, mandándome previamente a la mierda. Extrañamente me relajé y me quedé dormido.
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Con el sol pegándole implacable en el rostro, Claudia se debatía entre alaridos y estertores desesperados. Estaba con los brazos en alto, colgada de un grueso tronco al que tenía sus muñecas clavadas al árbol y lo mismo sus pies. Por su cuerpo, enteramente desnudo, corrían hilos de sangre que se mezclaban con el sudor que abrillantaba su piel. Su pecho subía y bajaba con desesperación, como si se ahogara. Sus labios vaginales estaban atravesados por un anzuelo del cual pendía un letrero pequeño en el que podía leerse "PUTA ESCLAVA, DESDICHADA". Su cara, descompuesta por el dolor, los ojos cerrados y apretados, sus axilas regadas por la transpiración y la sangre y sus abultadas tetazas moviéndose al compás de su tórax agitado, formaban un conjunto de horror que me llamaba a acercarme hasta su cadalso. Cuando tuve sus ensangrentados pies a la altura de mi boca, incliné la cabeza hacia arriba y le miré al rostro; ella abrió los ojos y con la voz temblorosa me dijo:

-DOLOR, DOLOR, MI DOLOR ES INSUFRIBLE, CRISTIÁN; MI DOLOR ES TUYO, MI DOLOR, AY, MI DOLOR .........BÉSAMEEE, CRISTIÁN, BÉSAME.Entonces le besé los pies sanguinolentos, lamí sus dedos, tobillos y el horadado empeine. Mis labios se llenaron de sangre, pero no me importó. Yo mismo me extrañé de no sentir ningún tipo de asco o pudor por haber hecho aquello; luego, rocé mi mejilla y frente en sus pies como en una caricia de gato. Claudia seguía con unos uf uf entrecortados mientras yo la miraba como embobado y horrorizado al mismo tiempo. De pronto, su cuerpo comenzó a convulsionarse, se estremecía como si sufriera algún tipo de ataque o electrocución: abrió los ojos con desmesura como si se le fueran a salir y cientos de gotitas de sudor perlaron su frente y mejillas; lanzó un agudo grito y luego, bufando y berreando, como si se entremezclara el dolor y la ira, dijo:

-SUFRIMIENTO, SUFRIMIENTO, MI SUFRIR, SOLEDAD, MI SOLEDAD, HUMILLACIÓN, MI HUMILLACIÓN, MI DESDICHA, ACOMPÁÑAME, CRISTIÁN.

Su ataque convulsivo se hizo más feroz hasta que, con la vista hacia arriba y derramando gruesas lágrimas, gritó.

-HUMILLAS, ME HUMILLAS, CRISTIÁN, HUMILLACIÓN, HUMILLACIÓN, POR DIOS, HUMÍLLAME, CRISTIÁN, HAZLO, HUMÍIIILLAME, TORTÚRAME.

Luego de esto se desvaneció y su fatigado cuerpo expulsó una cascada de orina amarilla y mojones de excremento.
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De un salto desperté medio aterrorizado. Desconocí el lugar en donde estaba. Encendí la luz y allí a mi lado vi el poto grande y blanco de Claudia; dormía boca abajo, muy serena y tranquila. Yo todavía tenía el corazón acelerado y casi saliéndoseme por la boca por el espantoso sueño.

CONTINUARÁ.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

ENCUENTRO.

Nunca en mi vida había dormido desnudo, es decir, más de alguna vez lo había intentado, pero habían resultado sólo noches de insomnio de un dormir sobresaltado. No se crea que la culpa era la costumbre de Onán; no, no era eso.......... no sé qué era pero empelotas se me hacía un mundo dormir plácido, necesariamente debía ponerme una camiseta y calzoncillos. Pero ésa vez sí estaba absolutamente empelotas y tenía una somnolencia demoledora; no creo que se debiera al cansancio de la caminata hecha por los cerros del puerto esa tarde, más bien la razón de que la desnudez no me impidiera dormir era que a mi lado yacía Claudia que, como es de suponer, también estaba vestida de Eva, ésta última circunstancia, que haría pensar con mayor razón en toda una noche de vigilia, me hacía estar tranquilo, relajado y algo así como "vestido".
Nunca había pasado la noche durmiendo con alguien a mi lado, de hecho no me gustaba compartir la cama. Todos mis anteriores encuentros sexuales habían sido furtivos, de un solo momento, de una mañana o una tarde, pero pasar una noche entera compartiendo un sueño una cama, jamás. Una cama matrimonial de dos plazas no me interesaba y me era inconcebible. El caso es que ahí estábamos los dos, en ésa habitación y desnudos, y yo con ganas de dormir y bastante contento. Tenía el miembro parado e hinchado, con los cuerpos cavernosos llenos de sangre, pero no obstante eso quería dormir, deseaba aplazar el momento para darle más intensidad. Eso pensaba o quería pensar, la verdad debo confesar que no me animaba a empezar lo que tenía que empezar. Era el primer encuentro con Claudia, nuestra primera sesión sadomaso.......mi primera sesión ........ y no me atrevía. De chico se me había educado bajo la doctrina de que no se debía golpear a las mujeres y que un hombre está precisamente para ponerlas a salvo de los peligros. Más de veinte años con ésas imágenes sádicas en mi cabeza a un nivel fantástico e irrealizable, reprimidas y ahora yo estaba allí, acostado, con mis genitales a punto de reventar, al lado de una desnuda tetona, consuetudinaria masoquista y media loca.
Habíamos decidido pasar el día en Valparaíso, turisteando por ahí, en un periplo que podríamos llamar "romántico". Besitos, arrumacos, sobajeos, charla agradable, risas, cafés, cervezas, un almuerzo con productos del mar, paseos en lancha por la bahía etc, etc. Claudia había dejado todo en mis manos. A medio día las muchas ternuras y lo dulce y simpática que se mostraba la mina (más de lo que yo esperaba) me hizo vislumbrar que se me haría cuesta arriba agarrarla a varillazos. Si no lo hacía quedaríamos frustrados, y yo particularmente, debería concluir que esto no era lo mío y no resultaba ser un sádico como siempre había supuesto ¿era tan malo concluir que no era un sádico?, no era un "ogro" y ya ¿qué tanto?, pero la cuestión era que la loca neurótica de Claudia me estaba comenzando a gustar demasiado. Claudia tenía algo, un "no sé qué"; su locura, su fantasía romántica y, por supuesto, sus tetazas que me hacían literalmente babear. Para quedar cubierto y darme un tiempo para entrar en situación le avisé a Claudia que el "sometimiento" vendría en cualquier momento y cuando ella menos lo esperara.

-Soy tu esclava, has conmigo lo que se te plazca- dijo.
-¿y si decido mandarte a tu casa sin hacer nada?
-has conmigo lo que quieras, mi señor.

Al decir aquello esbozó una sonrisa y puso una cara de falsa humildad que me hizo reír. Así me gustaba mi esclava: cooperadora con su "señor ogro", inteligente y chistosa.
CONTINUARÁ.

jueves, 26 de noviembre de 2009

OTRA VEZ VIENES..

Otra vez vienes al sur, otra vez llegas a mi ciudad, otra vez el entusiasmo mezclado con el nerviosismo, otra vez la ansiedad placentera, el spleen que acaba y el corazón saltando y los miles de proyectos -no sueños- en la cabeza de lo que podríamos hacer juntos, de lo que podríamos decirnos y mostrarnos. En alguna medida se repiten los viejos esquemas que me gusta repetir, cómo no: te voy a buscar al barrio Brasil, a algún hostal repleto de mochileros gringos y rubios y de minas aventureras como tú. La misma euforia, tal vez mayor que la de antes, los abrazos y besos, los olores a perfumes y colonias, las mejillas de ambos tocándose después de tanto tiempo. Nos encontramos, nos vemos al fin.
Damos un primer paseo por el centro tomados de la mano así como antes lo habíamos hecho; nos tenemos tanto qué decir. Estoy solo en mi caverna y te invito a ella ¿vamos? ¿quieres conocerla? ¿quieres ver mi cuchitril de perro salvaje?, lo pregunto con la seguridad de que contestarás con un sí lleno de alegría, curiosidad y ansiedad colmada de excitación húmeda, y tomamos el metro desde estación "República" o puede que desde "Santa Ana" y ya estamos viajando en ese tren como antes ya lo habíamos hecho la primera vez que viniste a verme, hace como treinta mil años.
Cuando el tren sale del túnel subterráneo ves esa parte de la ciudad que no conocías y te señalo con el dedo hacia la distancia hacia los faldeos de los contrafuertes cordilleranos incipientemente verdes (porque es primavera como la primera vez que viniste) y te digo, por ahí vivo yo, allá vamos. Vas eufórica y yo cargando tu mochila quizá más pesada que antes. Te vuelvo a decir que estás linda y nada respondes, entonces nos quedamos en silencio observando el transcurrir del paisaje. Llegamos a destino y debemos caminar cerca de un kilómetro y medio hasta mi casa; como siempre tu cámara va registrando todo lo que te parece importante y digno de recordar. Dices que mi barrio es lindo y te creo y no pienso que lo digas tan sólo por cortesía. Llegamos a mi casa, te hago pasar con reverencia y todo y ya estás dentro de mi refugio semioscuro y de paredes derruidas. Por supuesto, días antes, había quitado el polvo y hecho un aseo exhaustivo para que no te lleves una mala impresión de este anfitrión siempre miserable, pero cualquier prevención o temor está demás, eso lo veo cuando te solazas tocando las paredes y muebles de mi caverna. Te llevo a mi dormitorio y lo primero que te señalo es el atrapa sueños colgado en el umbral de mi ventana y que me habías regalado en tu anterior visita. Conoces mi exigua biblioteca, mis papeles arrumbados, mi viejo computador inservible del año 98 y los pósters en la muralla; todo lo tocas y hueles y hurgas y de pronto te detienes y me miras y preguntas -¿puedo tocar?- sí, claro, cómo no, adelante estás en tu casa, eres mi huésped.-es que me emociona tanto estar aquí- me dices.-todo tiene tu olor y tu marca, este ambiente es tuyo, se nota demasiado. Tu cámara colgando de tu muñeca empieza a trabajar disparando todo lo que se cruza por su lente, hasta que de nuevo preguntas ¿puedo? sí, claro que puedes, toma todas las fotos que quieras y estás en eso y te agarro del pelo por detrás con fuerza y ya no me aguanto, mi lengua se pasea por tu cuello y mi mano derecha soba un cachete de tu trasero blindado con esos jeans tan apretados; te empujo y caes sobre mi cama y me tiro encima tuyo y estamos ahí en interminables minutos corriéndonos mano como desesperados y besándonos con harta lengua y saliva. Te quitas la polera, me quito la mía y te desgarro el sostén.-quiero teta, mujer- te digo y comienzo a chupar ávido y baboso tus pezones.-quiero pico, mi señor- me pides tú y suelto entonces una carcajada mientras me bajas el cierre del pantalón y yo no puedo parar de reír, no puedo seguir chupando teta lo que aprovechas para bajar hasta mi pubis, bajar mis calzoncillos y meterte mi vienesa entera, cuan larga, hasta tu garganta; quedo en tu poder, en tus manos o más bien en tu boca y chupas y lames y embabas el glande y te lo refriegas por las mejillas, por la frente, por el cuello y tus ubres de vaca glotona y calentona mientras a lo único que atino es a acariciarte la cabeza y los ojos lo más tierno y agradecido que puedo.

Ya has conocido cada rincón del lugar en que vivo con el patio incluido. Te pido disculpas por ser quien soy y de mi vida de perro fracasado y por recibirte en mi caverna tan oscura y húmeda, pero contestas que te gusta mi cueva y todo lo que ella destila y que nada importa y que mi inmundicia y mi hedor te son estimulantes. Ya cansados de manosearnos y pajearnos mutuamente, salimos a caminar por ahí cerca. Te voy mostrando mi barrio en aquellos lugares que conforman mi vida cotidiana: la feria, el supermercado, el ciber del cual te escribía, la pequeña placita, el lugar donde compro el pan y el café. Hacemos unas compras para el té de la tarde y de vuelta a mi madriguera pasamos por el frente de la casa de la gitana tetona de la que tanto te había hablado. Miras con curiosidad y justo estás en eso cuando de adentro de la casa aparece la mentada zíngara y sin decírtelo sabes que ella es y te ríes y me dices que esa es mi "patas negra" y me río y la gitana nos mira con ojos censuradores sospechando que hablamos de ella; nosotros nos besamos celebrando todo lo que ha ocurrido con la convicción de que se trata de una suerte de destino inevitable.
Cuando ya estamos en la madriguera te hablo de algunas ideas que me gusta llamar perversas y que se me han ocurrido desde que esperaba tu visita. El cielo de mi pieza está roto y pueden verse las vigas de madera; son firmes y resistentes, te digo. Te explico que de ellas penderá una larga cadena que guardo por ahí y que te colgaré con los brazos en alto, te dejaré toda una noche de esa manera, desnuda y después de haberte azotado el cuerpo. La idea te parece genial y ya quieres desnudarte al instante porque, según dices, te chorrean jugos desde el sexo; para comprobarlo meto mi mano entremedio de tus pantalones y claro, está húmeda tu vagina y peluda y caliente y me miras y dices que no te has afeitado como una especie de homenaje que me haces. Está bien, okey, te digo yo, pero dejamos la azotaína para más adelante.
Llega la noche y empelotas nos tiramos en mi estrecha cama de una plaza, mirando la negrura de mi oscuridad. Yo te digo, ésta es mi oscuridad de perro huraño y salvaje, te presento a mi oscuridad, en esta oscuridad te pensé cada una de mis noches, aquí te proyecté en películas en donde eras mi heroína, la esclava crucificada desnuda, la mujer encerrada en un horno, la condenada al dolor y al cadalso; es aquí donde te acompañé a tu abismo profundo, en donde no paraba de estrujar tus tetas como lo hago ahora. Un gusto conocer a tu oscuridad, un placer, me dices tú. Tu oscuridad se parece a la mía y aquí la traigo, viene a acompañar la tuya, dale tu mano, mi señor; y yo entonces, acaricio tu concha peluda y cálida y empiezas a gemir para que yo me enardezca de esa manera furiosa que a ti tanto te gusta. Me pides que te azote, que te cacheteé y te pellizque, pero yo me limito a tirarte de los pendejos púbicos porque sé que ahí tus gemidos se volverán un gritito agudo. Enciendo la luz y te miro; me gusta con la luz apagada, me dices, quiero que me encadenes como me prometiste y me azotes como a una zorra; yo te respondo que no puedo hacerlo con la luz apagada, pero si quieres con luz apagada entonces la alternativa que te propongo es dejarte colgada de los tobillos, cabeza abajo, toda la noche viendo nuestra oscuridad invertida; a ti te da miedo quedarte así y mientras lo pensamos y discutimos fumamos y comenzamos a beber del destilado que has traído del norte. Dejamos el punto y te empiezo a confesar cosas que nunca te había dicho, pero tú no te sorprendes y sólo acaricias mi cabeza con ternura; luego tú me confiesas cosas que ya suponía y me toca a mi ser el tierno. Me da sueño y otra vez oscuridad.
Algo me despierta, no logro entender lo que sucede, el mundo me parece asfixiante, pero no es eso, la oscuridad no me deja ver; hay presión en mi cabeza, quiero ponerme la mano en la frente, mas no puedo, mis manos están atadas por detrás, tu mano está acariciando mis piernas, mis muslos, mis pelotas, el abdomen; sigo sin entender hasta que caigo en la cuenta de que estoy colgando de cabeza desde la viga; siento las cadenas que rodean mis tobillos. No comprendo cómo es que lograste suspenderme de esa manera, y cómo no me di cuenta ¿me has dado algo mezclado con el trago? tengo la seguridad de que así ha sido. Enciendes la luz y luego el mundo se me hace más comprensible. Desnudo estoy colgando cabeza abajo, las cadenas lastiman mis tobillos; miro hacia arriba, es decir hacia abajo, y me percato de que el suelo está a menos de un metro de mi cabeza; luego miro para abajo, es decir hacia arriba, y veo que mi cuerpo está sudoroso a partir de los muslos. Trato de doblarme, de flexionarme como haciendo abdominales subiendo mi cabeza y tronco, pero compruebo que es extremadamente difícil hacerlo teniendo las manos atadas por la espalda. Te pido explicaciones, no me las das y te ríes, entonces simulo estar enojado aunque, en realidad, me está gustando y te ordeno bajarme al instante; por toda respuesta acaricias mi sexo con toda facilidad y te lo metes a la boca; evidentemente se me erecta; sobas mis testículos y de improviso, maldadosamente metes tu dedo índice en mi ano, entonces yo me estremezco de desagrado y tú con un jajajajajajaja te burlas de mi impotencia. Otra vez lo haces y escarbas dentro haciendo que mi colgado cuerpo se retuerza y ahora sude copiosamente, pero de ira contenida. Me siento humillado y verdaderamente torturado. Vuelves a escarbar mi recto y yo sólo tengo los ojos cerrados procurando reprimir cualquier tipo de expresión. Así que al niño no le gustaban los supositorios que la mamá le metía en su potito cuando estaba enfermito, me dices impostando la voz a modo de niñito de 4 años. SUÉLTAME, MIERDA, BÁJAME AHORA, te grito furibundo a más no poder y sintiendo que ahora sí las sienes y los ojos me explotarán por la presión. Por mi frente y mejillas destila el sudor caliente y ya estoy proyectando que te echaré de mi casa para no verte nunca más cuando se me ocurre que te estás vengando por todas las azotaínas y torturas que te di en el pasado, lo que hace que mi sentido igualitario de justicia aflore a la superficie; me dispongo a soportarlo todo con resignación justo cuando comienzas a arrancarme los pelos del pecho uno por uno. Doy gracias mentales de que dejaste de invadir mi culo, pero cada pelo arrancado me hace temblar. El castigo se hace insufrible cuando decides sacarme los pelos del escroto, entonces suplico piedad pero suplico de verdad y con cero voluptuosidad. PERDONA, YA NO SIGAS, NO LO SOPORTO, NUNCA MÁS TE VOY A TORTURAR, CORAZÓN. Mis palabras te dejan perpleja y me miras con cara de no entender nada; dejas el suplicio de los pelos y es cuando sacas, de no sé dónde, un látigo de una sola cola como los que usan los conductores de carrozas o calezas para estimular a los caballos. Yo nunca he usado látigos contigo, sólo mi correa de cuero, mi inocua correa. Me da temor cuando lo haces sonar en el aire, SSSSHHLAP, SSSHHAP. Te retiras unos cinco pasos hacia atrás y empiezas mi flagelo. Cada latigazo me va cortando la piel y va llenándome el tronco, pecho, abdomen, espaldas, glúteos y piernas de unas rayas sanguinolentas. El líquido rojo y caliente se derrama hacia abajo y comprendo que lo mío si es un martirio, no como aquellos que te hice pasar. A medida que el retorcimiento de mi cuerpo crece, va aumentando la intensidad y cantidad de los golpes. El látigo se enrosca en mí y me parece que también envuelve mi cabeza porque ya estoy loco de dolor y lanzo espuma por la boca y lloro como un niño al pensar que en el mejor de los casos quedaré con el cuerpo lleno de cicatrices para siempre si es que no muero en manos de ti, una loca de atar. La risa estridente, la carcajada de una bruja malvada se deja sentir junto a los huascazos que me torturan y yo me preocupo de lo que irán a pensar los vecinos acerca de lo que está ocurriendo en la casa de al lado, la del vecino tan sospechoso y solitario (ese soy yo). Ya veo a la fuerza pública que llega a golpear mi puerta requiriendo una explicación por tantos chasquidos y alaridos de loco y yo tratando de explicar lo inexplicable, medio empelotas y cubierto de sangre como un cristo, haciéndome el huevón y pretendiendo justificar todo el bullicio en un inocente juego que tengo con mi polola.
La luz del amanecer invade mi pieza y al abrir los ojos me topo contigo durmiendo plácida a mi lado. Me levanto de la cama, voy al baño y me miro el cuerpo desnudo ante el espejo. Mi piel está perfecta, sin ninguna marca, no hay cicatrices, sólo atino a rascarme la cabeza y pensar que tuve una pesadilla, pero fue tan real todo, parece imposible que todo lo de anoche haya sido un sueño. Me volteo y reparo en mi espalda una marca roja; me la palpo, está delicada; no sé qué pensar.
Soñolienta y desnuda te veo llegar por el reflejo del espejo; me abrazas por detrás y tus manos se quedan en mis testículos descansando. Te sondeo sobre lo que hicimos en la noche; tú sólo dices que estuvimos conversando y bebiendo. Te cuento mi pesadilla, tú pareces no darle importancia.
-Amor, ¿qué bebimos anoche?

-es una fórmula especial: campari, dos gotas de ajenjo, y tres de mis jugos vaginales jajajajaja.
Cuando tus carcajadas se vuelven estridentes me da un escalofrío, es entonces que tus dedos con uñas largas se hunden en mi espalda y rasguñas; luego la otra mano hace lo mismo en mis pectorales y soy testigo, ante el espejo, de cómo 4 rayas sanguinolentas surcan diagonales mi pecho, como si hubiera sido atacado por la zarpa de una puma furiosa. Al llevarme las manos a las heridas, tu rapidez felina se apodera de mi escroto, lo aprisionas con tus dedos, lo retuerces y dices, con una sonrisa maligna.
-te tengo de las pelotas, hueón, tus testículos son míos ahora.
Me das una cachetada en la cara y te pones a lamer la sangre de mi pecho. Desde ese día todo cambia.

jueves, 19 de noviembre de 2009

EN LA FERIA.

La única mujer, de las que conozco, y que no espera casarse algún día y tener una familia es Claudia. Hace rato que pasó los treinta y no parece preocuparle como he visto que le preocupa a las demás, eso al menos me parece porque nunca se sabe bien lo que está pasando por su cabeza. También es la única mujer (de las que yo conozco, insisto) que no obstante hablar mucho -como casi todas- se queda a ratos sumida en unos silencios insondables y prolongados. A veces me parece raro que Claudia no muestre intereses maternales ya que a ella le encantan los niños.

-¿No te gustaría ser madre, Claudia?

Ante la pregunta ella sólo mueve el rictus de su pequeña boquita, como esbozando una sonrisa, y nada dice. Ante preguntas como esa, su mutismo hace aparición; a mí eso no me molesta ya que nunca he sido muy parlanchín que digamos, soy de esos huevones que la gente llama "callados". Me gusta Claudia en su silencio, Claudia silenciosa.
El Domingo pasado nos encontramos en la feria. Ella estaba instalando su puesto de libros y revistas viejas en el suelo de la calle. Decidí poner el mío al lado del de ella. Yo también vendo libros viejos. Me fijé que tenía uno de Nietzsche al cual alguna vez le había leído un par de capítulos; "Aurora", una obra sobre la moral; ese fue el pretexto para que parloteáramos largo y tendido. El sadomasoquismo, sus causas y sus implicancias éticas y morales; hacía tiempo no hablábamos de eso, es un tema que nos gusta a ambos y hacía tiempo que no la veía a Claudia. Me embrujan las enormes tetas de la Claudia, me es imposible despegar mi vista de ellas cuando conversamos, es como si tuviera su rostro en el busto.

-Tanta femineidad y no pretendes tener hijos.
-¿quien dijo que no pretendo tener hijos?

Se va para adentro después de decir eso y se calla por un buen tiempo. No se crea que esos silencios de ella son señal de enojo; cuando recién la conocí los interpretaba de esa manera, luego caí en la cuenta de que a Claudia le cuesta enojarse; tampoco le importa que le mire descaradamente las tetas casi babeando, ni le parece risible que lo haga.
Me gusta la Claudia en su serenidad, Claudia serena.
Para pasar el vacío de silencio empezamos a fumar los cigarros perfumados que a ella le gustan y jugamos a mirar a la gente a través del humo verde que lanzamos con la boca. Nos sentamos en la solera de la calle y sin casi darnos cuenta nos tomamos de la mano. Apoya su cabeza desganada en mi hombro.
Una viejita con un bastón se acerca y me pregunta por el precio de unas novelas de Corín Tellado que Claudia vende de a montones.

-No se, señora, esos libros son de ella, ella sabe el precio.

La viejita me mira por encima de los lentes y luego a Claudia y dice,

-Ahh, ustedes son un matrimonio con separación de bienes.

Claudia estalla en una carcajada estridente como nunca la había visto y que a la ancianita parece ofenderle ya que se retira con el entrecejo arrugado. Se estuvo riendo por mucho rato después de que la vieja se fue.

-Oye, Claudia ¿y si tuvieras críos, me darías de mamar la leche de tus ubres?
-Si, seguro- me contesta pensativa y seria.
-¿No te daría asco?- me pregunta de pronto sin mirarme.
-No se, nunca lo había pensado, de repente se me ocurrió. ¡Dios mío, como crecerían tus pechos con la lactancia¡ te verías monstruosamente maravillosa; no, ni cagando me daría asco.

Claudia se vuelve a abstraer hasta que me dice,

-Si continuamos viéndonos, que sea aquí en la feria solamente, me gusta estar contigo vendiendo y que hablemos, pero no quiero volver a lo de antes, al menos por un buen tiempo, no quiero otra vez estar adicta a los correazos y al bondage; tú sabes, siempre quiero más y la tregua no ha sido suficiente con el tiempo que ha pasado, la otra vez casi caímos al abismo.

Cuando levantamos el puesto me regaló el libro de Nietzsche y nos despedimos con un beso suave en los labios.
El próximo Domingo te veré, Claudia Dolorosa.

jueves, 12 de noviembre de 2009

CONDENADA (Parte 9)

Este es el final de la historia. Si desean leerla desde el principio no tienen más que retroceder ocho entradas.

Mientras era violentada por los custodios, la 1555 no dejaba de llorar y rogar piedad; la 1556 la miraba de reojo tratando de mantenerse inconmovible frente a las atenciones del gordo, veía que su compañera era penetrada por ambos agujeros al tiempo que el tercer custodio refregaba el pene contra su cadera y zonas aledañas. El gordo olía a cebolla y a algo parecido a aceite de lámparas, no dejaba de acariciar ni maltratar sus pechos. Le metió su sexo por la vagina y en cortas embestidas ya estuvo terminado.

- No te lo meteré por el culo, tetona, sé que lo tienes delicado por el tratamiento con los cilindros ¿ves que soy bueno contigo?, sé que en un tiempo, no demasiado largo, me amarás, serás mi golfa oficial aquí, te convertirás en la reina y te gustará, no dejarás de ser consciente de que eres una perdida destinada a sufrir y lo aceptarás resignada, lograrás todo eso porque eres una hembra de verdad y eres zorra, pero antes debes pasar por varias etapas: ahora te haces la fuerte, mas luego te vendrá el berrinche, la desesperación, el terror, sentirás que no puedes, te encontrarás en el abismo infernal; ese es el primer paso, el segundo será la tristeza, sólo pensarás en morir, si logras pasar esa etapa sin suicidarte o echarte a morir, vendrá el acomodo, aceptarás todo, te volverás un criatura vil, capaz de matar para poder conseguir migajas, capaz de vender a los que amas sólo para satisfacer tu egoísmo y cuando hayas vencido ese periodo, entonces lograrás amarme, sí, amarme, a este viejo gordo, asqueroso y maloliente lo amarás, ¿y sabes por qué lo harás? pues porque no te quedará otra, porque no tendrás a nadie en tu vida, tan sólo a mí y ante la alternativa de la nada preferirás la mierda, el hombre que te provoca dolor. Te gustaré, verás que sólo yo te colmo aunque sepas que te uso para mi sólo placer, aunque sepas que para divertirme un día te mande a la cruz y te desvivirás por conseguir mi dicha, te sacrificarás sólo para que yo te mire.

Mientras el gordo discurseaba así, los otros custodios ponían de rodillas a la 1555 y la exhortaban a chupar sus penes. La 1556 vio que su compañera se resistía y volvía la cara en rechazo de los falos, pero cuando recibió la lluvia de bofetadas en las mejillas, presta dejó los chillidos y remilgos y tomando un pene con la mano comenzó la succión del glande. La 1556 se divirtió y maravilló del poder de una bofetada; un golpe que no causa mayor daño, no tanto como la quemadura con un hierro candente, pero que es capaz de hacer que una mujer dejé de gemir y comience a lamer un pene maloliente ¡vaya¡ la bofetada tiene poder. El gordo advirtiendo que la 1556 miraba la felación, le dijo,

-no dejaré que me la chupes por ahora, tienes sangre en la lengua por la argolla que te hemos colocado y me desagrada la sangre de las perras sobre mi sexo, pero has de lamerme las pelotas.

Tomándola del aro de la nariz, la hizo bajar hasta quedar de rodillas, volvió a manar un delgado hilo de sangre del agujero. El olor a cebolla mezclado con algo que ella no adivinaba salía de los genitales colgantes del gordo asqueroso. Con la punta de sus dedos tomó el arrugado escroto y comenzó a pasar la lengua; cerró los ojos mientras lo hacía; no sentía sabor alguno pero el hedor era chocante. La 1556 se dijo que podía aguantar eso y mucho más y que si su estadía en prisión estaba dada por tareas como esas entonces le iría bien.Cuando la 1555 iba a ser obligada a beber la orina de los custodios para diversión de estos, el gordo hizo un alto y dijo:

-NO, deténganse, tengo algo mejor; miren a mi tetona, miren éstas ubres, sus areolas grandes, ésta carne de su trasero, miren como tiembla ante un palmazo esta masa abundante y sustanciosa, es una delicia la reclusa 1556, ¡tan curvilínea¡ pues, ella nos bailará ahora.

La 1556 quedó paralizada, no dijo nada y miraba a los hombres con ojos de espanto; no se esperaba eso. Los custodios empezaron a palmear haciendo un remedo de melodía para que ella se moviera. El gordo la miró directo a los ojos y ella comprendió que debía hacerlo so-pena de funestas consecuencias, entonces comenzó a moverse desgarbadamente y sólo los pies: un pasito adelante, otro atrás, sudó helado, luego sus mejillas las sintió ardientes, pensó en cómo se estaba viendo ante esos bárbaros; pelada con aros infames, con sus partes pudendas y gorduras a la vista, marcada la frente y moviéndose ridículamente tras las palmas de esos hombres. El gordo avanzó hacia ella y de las argollas de los pezones recién atravesados, sacudió las tetas con verdadera furia, reanudando el dolor y la pequeña hemorragia de sus heridas.

-¡AAAAAAAAAAH, AAAAAAY¡, NOOOOOO.
-ASÍ, ASÍ DEBES MOVER TUS TETAS, ASÍ, Y DEBES MOVER ESE CULO Y LA PELVIS HACIA ADELANTE COMO SI ESTUVIERAS FOLLANDO, Y MOSTRARNOS EL CULO Y BAMBOLEARLO Y SALTAR Y DEBES SONREIR, UNA BAILARINA DEBE SONREIR Y COQUETEAR, VAMOS, DEBES HACERLO, Y LANZAR MIRADAS INSINUANTES A NOSOTROS, VAMOS, PERRA TETONA, HAS DE HACERLO.
-NOOOO, NO LO HARÉ, puedes matarme, crucifícame, pero no lo haré, no puedo, quisiera, pero no puedoooooo, por favor, no me hagas pasar por esto.

La 1556, lloraba al decir aquello, sentía una vergüenza insoportable y estaba dispuesta a preferir ser torturada antes que bailar.

-Está bien, 1556, cómo quieras, pero debes saber que entonces la 1555 será crucificada, mas antes la haremos comer su propia mierda, le sacaremos los ojos, le arrancaremos las uñas de pies y manos, verteremos metal fundido en ellos y la flagelaremos, y cuando fallezca en la cruz, te obligaré a comer de su carne cruda, te obligaré, ¿entiendes? personalmente te abriré la boca a la fuerza y deberás tragar el corazón que tú misma asesinaste.

La tetona 1556 sintió una corriente de sudor helado otra vez, subía desde su entrepierna por la columna vertebral y llegaba a su cabeza; orinó y su meada la sintió fría, cayó amarilla en el suelo salpicando sus pies, cerró los ojos y derramó abundantes lágrimas. Lloraba desde abajo y desde arriba, pero no hipó ni rogó ni chilló. Ella sabía que el gordo haría lo que estaba anunciando.
Se llevó las manos a la nuca y comenzó a mover su pelvis como con lascivia, movía su hombros; sonrió a los hombres sin dejar de derramar lágrimas, les hizo sugerentes movimientos de cejas, se tocó los pechos y el vientre, procuró moverlo y darle vida, se acercó a los custodios y sopló en sus caras, rozó sus sexos con los dedos, les susurró a sus oídos palabras dulcemente lujuriosas, volvió a balancear las ubres como sabía que le gustaba al gordo, les ofreció sus abundantes nalgas y las hizo temblar como gelatina; daba saltitos coquetos provocando una tempestad marina con sus carnes, se acarició el peludo sexo con descaro y giró, giró, giró y giró como un trompo. Los custodios, al principio, se quedaron sorprendidos y perplejos porque pensaron que no bailaría, mas al ver tanta gracia y belleza luego comenzaron a hacer palmas y todo fue diversión, incluso se alegraron de verdad, con emoción y todo, se arrobaron por unos instantes de ese lugar en las entrañas de la tierra. El gordo rió con satisfacción y se dijo que no lo esperaba tan luego, yo sabía que esa tetona era un zorra, lo está comprendiendo, será mía.
Minutos más tarde iban una detrás de la otra las condenadas, caminaban con la vista baja por el laberinto hasta que se detuvieron; en el suelo les apareció ante su vista un pozo pequeño, una tapa metálica lo sellaba, la tapa tenía una abertura por donde podía verse que había reclusas dentro. Al abrir los custodios la tapa, cuatro rapadas cabezas alzaron su mirada. El pozo era circular y de un diámetro de algo más de un paso; una sola persona habría cabido con incomodidad en él y tendría que haber estado de pie, mas dentro había cuatro reclusas, apretadas y aplastadas una contra la otra; sus caras afligidas sudaban copiosamente y presentaban signos de sofocación, ni siquiera les era posible levantar los brazos ya que estaban atorados; el hedor no era para desmerecer. Los custodios les extendieron la mano a las sepultadas y las fueron sacando de allí una por una con bastante dificultad; cuando quedó vacío el hoyo, el gordo se acercó al borde y miró, sonreía maliciosamente. Las recién liberadas tenían los pies negros de mierda y olían en consecuencia, sus miradas eran bajas y humildes, no hablaban. El gordo dirigiéndose a la 1555 y la 1556 dijo:

-1555 y 1556, hemos llegado al lugar donde vivirán de ahora en adelante, éste es su hogar, no es del todo cómodo, pero hemos hecho todo lo posible para una mejor estadía, jajaja. Como son nuevas, la primera semana estarán exentas de trabajar en los campos, no me lo agradezcan, es tan sólo para su propio bien ya que significará una etapa de adaptación a las nuevas condiciones; estarán juntas, créanme, solas no se sentirán.

La 1556 pensó que las dejarían encerradas en ese pozo infecto, se veía hediondo y asfixiante, incómodo a más no poder, dos mujeres prácticamente sepultadas, ciertamente había llegado la hora de sufrir, la hora de su real condena.

-En este pozo dormirán y comerán lo que todos los días uno de los custodios les arroje, no hay platos ni cubiertos sólo se les tira la comida, así que deben estar atentas para atraparla con sus manos si no prefieren recogerla del suelo, eso si es que pueden agacharse ya que es muy difícil como verán. Defecarán y orinarán ahí mismo, no se les abrirá sino hasta la próxima semana y cuando lo hagamos deberán limpiar con sus manos la celda. En este lugar se apagan las antorchas así que estarán en completa oscuridad. 1555 y 1556 tendrán tiempo para hacerse amigas, mucho tiempo, espero que lleguen a quererse.

Cuando ya estuvieron abajo, una sensación de encierro y asfixia le invadió a la 1556, comenzó a temblar. El gordo había dicho que cuando se les abriera la tapa la semana próxima deberían limpiarla con sus propias manos de la mierda cagada, pero ahora, las reclusas que acababan de liberar no habían limpiado nada, deberían ellas soportar la suciedad ajena de esas cuatro ¡que castigo más terrible¡ y así sería por diez años.

-1555 y 1556, ahora deben encogerse en posición fetal en el fondo del pozo y abrazarse mutuamente, vamos, perras, enrédense una a la otra con brazos y pies, háganlo ya.

La 1556 se preguntó qué clase de juego se le ocurriría al gordo. El suelo olía insoportable y las mujeres levantaban, en la medida de lo posible, las cabezas para no tener que tocarlo con sus mejillas. Había mierda y orina, incluso ésta aún estaba cálida. La 1555 hizo arcadas y al verla la 1556 sintió ganar de vomitar; comenzó a llorar y gemir, entonces el gordo les dijo.

-perras, abrácense una a la otra y quédense allí en el suelo, cerraremos la tapa.

La tetona sentía la calidez sudorosa del cuerpo de su compañera y le ardieron los pezones atravesados cuando sus senos se juntaron con los de su compañera; a la 1555 le pasó otro tanto ya que se quejó y entonces su aliento pudo ser olido por la nariz herida de la tetona. La 1555 lloraba como una niñita y tetona pensó que era la hora de llorar juntas y que el abrazo no estaba tan fuera de lugar, aunque fuera en el suelo inmundo de un pozo, ella sería su hermana en el dolor dentro de ese útero de sufrimiento y pestilencia. Besó la frente de la 1555 y apretó su abrazo sudoroso. La 1556 ya planeaba levantarse y ponerse de pie cuando cerraran la tapa y se fueran los custodios cuando el gordo ordenó a las cuatro reclusas que habían estado antes apretujadas que volvieran a meterse al pozo. El sudor helado volvía a invadir el cuerpo de Claudia llorosa cuando sintió cómo los pies descalzos y embadurnados de mierda y orines de las reclusas le aplastaban su cara, las costillas, la cabeza y las nalgas, luego, comprendió los motivos de estar abrazadas en el suelo del pozo, ellas mismas ahora serían el suelo del pozo. El estruendoso grito de horror de Claudia se escuchó en toda la galería y contagió a su compañera Regina, que así se había llamado en su vida civil y ya las dos mujeres gritaron histéricas y abrazadas irremediablemente.

-NOOOOOOOOO, NOOOOO, SÁQUENME DE AQUÍ, NOOOOO, PIEDAD, POR FAVOR, NOOOOOOO.

El gordo rió satisfecho y pensó que la primera etapa ya había comenzado, te lo dije, gorda tetona, ahora aférrate a la vida.
Marchado ya los custodios todo quedó en la más negra oscuridad y los espasmos y horrorosos gritos de Claudia y Regina fueron sofocados con las innumerables patadas y meadas de sus cuatro egoístas compañeras que estaban sobre ellas aplastándolas.

FIN.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

CONDENADA (Parte 8).

Cuando la mujer fue desnudada, sus frenéticos movimientos hicieron que recibiera innumerables patadas en el suelo de parte de los custodios hasta que cayó en la inconsciencia, luego, arrastrando se la llevaron de vuelta por la galería, camino al ascensor. La marcha se reanudó, esta vez con sólo el gordo delante. Caminaron mucho rato antes de dar una vuelta en una esquina; las dos mujeres habían pensado que la galería tan sólo era un estrecho túnel recto, pero había otros perpendiculares a éste.
Al doblar la esquina se vieron las mismas celdas con abiertas rejas en las paredes y en el suelo, mas algunas tenían sus rejas cerradas y dentro a sus reclusas; en la mayoría de ellas las prisioneras estaban todas apretujadas entre sí. En compartimentos hábiles para dar lugar a una reclusa con dificultad, podían verse hasta tres; sus caras presionadas contra las rejas revelaban una inmensa angustia e incomodidad, gemían y gemían y, las que podían hacerlo, extendían sus manos al ver pasar a los custodios, implorando agua. Si el hedor era inmenso en las celdas vacías, este se volvía insufrible en las ocupadas, mezcla de sudor, flujo menstrual y mierda. Cada tanto comenzaron a ver prisioneras encadenadas a los aros fijados a la pared, ya sea colgadas de las muñecas o de cabeza, colgadas de los tobillos; en todos los casos sus cuerpos, cruzados por rayas sanguinolentas, revelaban haber sido flagelados con ferocidad. Al doblar otra esquina, una reclusa era doblemente penetrada por dos custodios, uno adelante y otro detrás, estaban en medio del laberinto y obstruían el paso; el gordo se limitó a mover las cejas a sus colegas en señal de saludo sin manifestar la menor sorpresa ninguno de los hombres. Si bien la compañera de Claudia no gemía ni expresaba una conducta intranquila, demostraba su desazón a través de las profusas lágrimas que se iban derramando por su cara. Después de pasar por el lado de los dos hombres que violaban a la reclusa, el gordo se volvió y dirigiéndose a Claudia dijo,

-¡hey¡ tetona, no pareces tener miedo, te ves muy controlada, me gusta eso. No has llorado, conozco a las de tu tipo, me gustan así ya que cuando les llega la hora es divertidísimo.

Cuando les llega la hora ¿a qué se refería? era una amenaza ciertamente pero ella no temía, aún le parecía raro esa tranquilidad, había visto lo más degradante de su vida y ella estaba a punto de vivirlo, mas la dejaba casi indiferente, era raro considerando que al escuchar la sentencia en el tribunal casi se había orinado por la impresión.
Llegaron a una puerta de hierro que el gordo abrió, daba a una habitación un tanto amplia, esculpida también en la roca, las antorchas la iluminaban con algo más de luz que el laberinto anterior. Dentro también había celdas con las rejas abiertas y vacías pero lo que, de inmediato, llamó la atención de Claudia y su compañera fueron dos enormes cepos de madera y metal: uno para atrapar la cabeza y las manos y otro para los tobillos. Al lado, unos instrumentos de variado diseño hicieron suponer a Claudia que se trataba de otros artilugios de tortura. Tres custodios, muy pálidos y flacos se encontraban allí y saludaron con sonrisas al gordo, quien volviéndose hacia ellas comenzó a hablar.

-Bien, perras, es éste lugar en el que oficialmente serán incorporadas a "Las entrañas del dolor" por lo que les doy la bienvenida de rigor….. de mucho rigor JAJAJAJAJAJA. Se les despojará de sus ropas y deberán andar completamente desnudas. Serán afeitadas de cabeza y marcadas con el signo infame de "las entrañas ", es una marca hecha por un hierro candente; en verdad dos serán las marcas, la I de infame en la frente y el número que les corresponde aquí dentro y que reemplazará al nombre de ahora en adelante, dicho número irá en la nalga derecha. Además sus narices serán atravesadas por una argolla metálica, ella servirá para que, con posterioridad, los custodios las manipulen con mayor facilidad, similar función cumplirán los aros en los pezones de sus tetas y en sus lenguas y luego serán incorporadas de inmediato al lugar que les corresponderá.

1555 y 1556 fueron los números asignados a las mujeres. Claudia fue la 1556. La 1555 fue tomada de los brazos por dos custodios y se le quitaron los grillos del cuello y muñecas, rasgaron sus vestidos quedando desnuda. En un movimiento reflejo trató de taparse con las manos el pubis y los pechos, pero una fuerte bofetada en la cara la hizo comprender que eso no era del agrado de los custodios quienes la sobajearon con lascivia por todo el cuerpo, a pesar de ello los hombres no se mostraban entusiasmados y parecía ser un hábito casi rutinario el de sobar. Se le puso su cabeza en el cepo quedando fijados su cuello y manos y su cuerpo en ángulo recto, con el culo exponiéndose a los hombres. Cuando estuvo instalada en la incómoda posición se tomó a la 1556 (Claudia) y se le desnudó; también, instintivamente, la 1556 procuró cubrirse las tetas con las manos pero los pechos eran de tales dimensiones que era prácticamente imposible lo que causó risa en todos los hombres. El gordo se acercó y con una mano agarró una teta y con la otra una gordura de su cintura, apretó fuerte, la 1556 sintió dolor pero aguantó el quejido, el gordo, sin soltar la teta, acarició toda la redondez de su enorme trasero y luego la peluda entrepierna, pasó los dedos por la vagina y tiró fuerte de sus vellos, nuevamente la 1556 ahogo un grito. El gordo, luego de lamer su cara, se dirigió a sus compañeros.

-¡Como me gusta esta gorda tetona¡ es una zorra, lo sé bien y se hace la valiente, cree ser mejor que las otras perras e incluso les aseguro que las desprecia, pero les apuesto que sus berrinches serán chillones al extremo, sufrirá un ataque de nervios precisamente porque es una zorra, una perra, mírenla.

Al decir eso agarraba brutalmente las enormes tetas de la 1556 y les daba de palmadas para que se balancearan.

-¿Lo ven? ¿miran esto? ¿éstas ubres?, estos volúmenes, aquí se acumulan los berrinches, acá, aquí están los ataques nerviosos jajajajaja, en éstas gorduras, en éstas tetas; este animal exuda alaridos agudos, es toda una mujer y gritará, ya lo verán, llorará histéricamente porque eso es, es una mujer, la más mujer que he visto pasar por este penal y por eso se cree lista y tiene esa actitud de reina, es una zorra. AAAAAAH, ¡COMO ME GUSTA¡ ¡COMO ME GUSTAS, GORDA TETONA¡ SERÁS MIA.

El gordo, hambriento de lujuria, apretaba una y otra vez los senos, los estrujaba, daba palmadas en sus nalgas, la tironeaba del cabello y la cacheteaba en la cara. La 1556 no demostraba emociones y se mantenía, en lo posible, fría, sin temor e indiferente ante la lascivia del gordo. Podía oler la transpiración de ese hombre y sentir repugnancia, pero no estaba intimidada y esperaba resistir así hasta el final. No lo lograrás, gordo asqueroso, pensaba, te ganaré, no me verás llorar porque no tengo miedo y ya estoy muerta. Fue puesta también en el cepo. Cuando les metieron los enormes cilindros metálicos ¡tan helados¡ por el ano, se escucharon los gritos de dolor de las dos, mas sólo los de la 1555 se prolongaron en todo el tratamiento. La 1556 se reprimió y se decía mentalmente que al fin y al cabo no era tan doloroso, aunque si incómodo y desagradable, sólo cerrar los ojos y resistir.Terminado el tratamiento de cilindros, comenzó el corte de cabello y posterior afeitado. La 1555, al ver su pelo en el suelo, lloraba sintiéndose impotente y ultrajada; la 1556 nada decía. El gordo, dando una palmada en el culo de la 1556 dijo.

-Me gusta escuchar los quejidos de las mujeres en esta parte del tratamiento, pero la 1556 no nos colabora, se resiste ¡vamos, tetona¡ llora de una vez ¿no ves que eso me excita?, me hará quererte más, no lo entiendes eh.

El gordo pellizcaba el rollizo cuerpo de la 1556, pero nada lograba, algún pequeño grito pero ninguna lágrima.

-¿Crees que no te quebrarás eh?, o crees que lo harás si te causo dolor, créeme que lo harás y no necesitaré ponerte la mano encima, gorda tetona, mira como quedas pelada.

Cuando estuvieron completamente afeitadas, ambas sintieron la cabeza muy fresca en ese lugar tan caluroso; lo sintieron más caluroso que nunca y era porque detrás de ellas y sin repararlo hasta el momento, los hombres calentaban los hierros en una fragua. Sin mediar aviso la 1555 recibió su bautizo de fuego en su nalga; su fuerte grito estremeció a la 1556, la que trató de girar su cabeza para mirar el rostro de su compañera sin lograr ver demasiado. Gotas de abundante sudor llenaron la calva y frente de la 1555 y ese mismo número quedó estampado para siempre en su trasero. La 1556 se preparó para recibir el punzante dolor del rojo metal y cerró los ojos apretadamente.

-¡AAAAAAAAAH, AAAAAAAAY¡.
-JAJAJAJAJAJAJAJA ¿duele, tetona?, ¿duele? desde ahora en adelante tu nombre es 1556, pero de cariño siempre te llamaré gorda tetona, aunque si te quedas conmigo demasiado tiempo te aseguro que muy pronto ya no serás gorda, JAJAJAJAJA.

La 1556 sintió que se le mojaba el rostro y la cabeza rapada de transpiración, también le salieron lágrimas pero aún así ella no estaba vencida. Sintió un mareo y la vista se le humedeció. Un grito (de la 1555) la vino a sacar de su momentáneo sopor y de primeras no se explicó la razón de ese alarido hasta que un calor la hizo reaccionar, el hierro candente y rojo se acercaba a su rostro, la iban a marcar en la frente, de ahí en adelante ya no habría esperanza de nada, era mierda ¡oh, no¡ ¡cuanto va a ser el dolor¡.
Gritó la 1556 con todas las fuerzas de su garganta, se le cayeron babas de la boca y parecía sentir que se derretía su cabeza entera, que se quemaría en sus ojos, en su cerebro y hasta en su corazón, luego, todo se oscureció. La frescura la sintió primero en su cabeza y luego en la frente, tomó algo del agua que le daba el gordo, trató de mirarlo levantando las cejas pero al hacerlo, la frente recién marcada le provocó un dolor de mil aguijonazos. El gordo le echó, luego, agua sobre su espalda inclinada y en la quemadura de la nalga. La 1556 sentía todo su cuerpo bañado en sudor y agradeció mentalmente el agua que se le echaba encima; volvió a desmayarse. Ahora el dolor dentro de su boca casi en la garganta la despertó abruptamente y pudo ver que unas tenazas metálicas atrapaban su lengua desde casi el nacimiento, se la sacaron fuera y una gruesa aguja la traspasó, acto seguido atravesaron un aro por el agujero; el gusto amargo de su propia sangre pudo sentir y estaba concentrada en eso y con los ojos cerrados cuando un fuerte dolor los hizo abrir. Un instrumento de metal había, ahora, agujereado su nariz la que fue atravesada por una enorme argolla que le llegaba hasta el mentón; sintió que esa argolla sí que era ridícula en extremo y denigrante, pero de inmediato eliminó ese pensamiento. La sangre caliente descendió hasta su boca y la amargura que percibió su lengua fue mayor. Cuando fue sacada del cepo y le ayudaron a ponerse de pie, vio que la 1555 no dejaba de llorar; lo hacía como una niña pequeña, con hipos y carcajadas de llanto y muy suave, no había ataque nervioso como la histérica que fue mandada a la cruz, pero lloraba con pasión; la 1556 sintió pena de ella hasta que la otra fijó su mirada en ella y recrudeció su llanto al verse a sí misma a través de la cara de su compañera: rapada, marcada y denigrada con un aro en la nariz; la 1556 se dio cuenta de eso, de la razón del recrudecido llanto y quiso llorar por efecto demostración, pero se reprimió y pensó que sólo le sucedía aquello porque la histeria es contagiosa, mas en realidad no le daban auténticas ganas de lagrimear.
Un custodio tomó por detrás a la 1555, pasándole su brazo por el cuello mientras otro agujereaba las areolas de las tetas: chillidos de la prisionera y ya estuvieron las grandes argollas colgando como adornos desde las abultadas femineidades; dos pequeños hilos de sangre dejaban su rastro hacia el vientre de la mujer dolida. Le tocó el turno a la 1556 y cuando la punta metálica se abrió paso entre la suave piel y carne de sus pechos, ella pensó que, después de todo, el dolor de los hierros candentes hacía que éste otro dolor de las argollas no fuera nada en comparación, de modo que la 1555 estaba exagerando al chillar cuando le atravesaban los pechos.
-Serás mía, tetona, te ves bonita con tus aros- decía el gordo y le lamía la cara con su lengua viscosa. La tetona 1556 mantenía su vista baja mientras el gordo la babeaba en la cara y cuello, sin moverse en absoluto. Ponte en cuatro patas, 1556- le ordenó y ella lo hizo dispuesta a aguantar los embestidas de todos los custodios que se encontraban presentes, mas el gordo dijo a sus colegas,

-diviértanse con la 1555, que ninguno de sus hoyos quede sin ser bautizado por ustedes; ésta tetona es mía así que déjenmela, quiero gozar solo esta carne de mujer antes de que la escuchemos relinchar de desesperación JAJAJAJAJAJA. CONTINUARÁ.

jueves, 29 de octubre de 2009

CONDENADA (Parte 7).

Este será otro juego cruel, en eso consiste la estadía aquí, se divierten con juegos crueles, sólo somos piezas de un gran tablero, sólo juguetes; así pensaba Claudia cuando el gordo explicaba.

- La primera alternativa es: castigarlas a ustedes dos por el berrinche de
ésta perra ¿cómo ha de ser?, serán colgadas de las tetas y desnudas en la superficie, bajo el sol, deberán pasar tres días así, sin comer ni beber, y antes de eso, se les dará una azotaína. Si aparecen cuervos, no les espantaremos; a los cuervos les encanta el sabor de los ojos humanos, JAJAJAJAJA. Es claro que es probable que mueran antes o, si completan los tres días, mueran luego por los padecimientos o queden con las tetas horribles o hasta sin tetas. Si fallecen, serán cocinadas y servirán como alimento para las demás reclusas, un aporte nutritivo para la débil dieta que llevan acá, seguramente ya habrán oído que ese es el fin de los cuerpos de las que mueren en "Las entrañas".
La otra alternativa contiene dos subalternativas, la primera: arrojaré al abismo ahora mismo a ésta egoísta, morirá sin mayor dolor, aunque con un poco de vértigo, JAJAJAJA; la otra alternativa también es de muerte: será clavada en la cruz, en la superficie, quedará al sol, desnuda, quemándose y desangrándose de a poco hasta que muera; creo que a ella le gustará ya que no ha dado muestras de gustarle nuestra casa, parece que la encuentra algo lúgubre y oscura, entonces que se quede tomando el sol JAJAJAJAJAJA.

Los demás custodios también carcajeaban cada vez que el gordo reía y Claudia percibía, por el temblor de manos, el terror que ahora estaba apoderándose de su compañera que tenía al lado; si ésta caía en un ataque de histeria, entonces ahora ella debería pagar según las reglas de la cárcel y no habría alternativas ya que entonces sólo sería ella y nada más que ella, pero también pensó que a fuerza de ser un juego de diversión completamente arbitrario y cruel, nada podía preverse tratándose de los custodios, el capricho de ellos era el que mandaba. Si la arrojaban al abismo no sería tan malo, el pozo era profundo y nada podía verse, caería y caería y no vería nada, absolutamente nada por la oscuridad y sería mejor así, el miedo estaría aminorado y al llegar al fondo un impacto daría cuenta de ella y ya no quedaría rastro de una mujer que alguna vez se llamó Claudia; ciertamente eso era mejor a cualquier cosa, ¡que feliz se sintió de pensar así¡ sí, ella deseaba ser arrojada a lo insondable, la tierra se la comería.

-Vamos, decidan, perras, les estoy dando una oportunidad, decidan o las crucificaré a todas después de torturarlas durante una semana. TÚ (dirigiéndose a la compañera de Claudia), DIME ¿QUÉ DECIDES?.
-arroja al abismo a la egoísta.
-JAJAJAJAJA, NO DEMORASTE DEMASIADO EN DECIDIR JAJAJAJA; dime ¿por qué debería a ella arrojarla al abismo y no a ti? tú también eres una egoísta ya que prefieres la muerte de ésta y no ser tú la colgada de tetas, vamos, recuerda que debes fundamentar tu elección, vamos, has de convencerme ¿por qué debo lanzarla al abismo?.

He ahí con el jueguito otra vez, se dijo Claudia; ella ya había decidido y su fundamento lo consideró irrebatible, de eso estaba segura, la elección de ella sería la que el gordo adoptaría; ya sé cómo funciona este lugar, pensó. La otra mujer, después de dar su respuesta, no sabía cómo debía fundamentarla, no encontraba el argumento preciso y que dejara satisfecho al gordo, ¡que juego más cruel¡ se sentía perdida ya que, pensó, cualquier cosa que dijera podría volverse en su contra ¿cómo dejar contento a ese gordo horrible? Mientras, la histérica se había recuperado en algo y había oído lo que hablaba el gordo sobre su nefasto futuro que habrían de decidir sus compañeras por lo que sus gimoteos y llantos se reanudaron con más fuerza; la interrupción que significaba el nuevo escándalo dio tiempo a la mujer para pensar en lo que diría al gordo, mientras éste daba de latigazos a la llorona. Una patada en el vientre volvió a callarla y el gordo dijo:

-DAME TU RESPUESTA AHORA.
-debes arrojar al abismo a ésa gritona, nos perjudica, es egoísta y altera el equilibrio del penal, será mejor para todas, además es justo, ella fue la que cometió la infracción.
-no eres muy solidaria, ni compasiva ¿no piensas en su dolor y angustia? eres también cruel y más egoísta que ella.
-sólo soy justa.
-y cruel como bandida que eres, por eso estás condenada a este presidio.
-no soy cruel, señor, sólo pido un castigo para quien lo merece y pido que sea arrojada al abismo y no crucificada, ya que la cruz prolongaría su dolor y eso sí es cruel, en cambio cuando la lances al vacío todo terminará para ella en forma rápida, es un castigo compasivo.

Ante aquellos argumentos el gordo quedó estupefacto sin saber qué decir, era muy razonable la fundamentación. Claudia también pensó lo mismo y ya no estuvo tan segura, como antes, de la solidez de los fundamentos que pensaba argüir.

-Has razonado en forma brillante, reclusa, debo reconocerlo ¡uf¡ hasta me gustaste, me gustan las perras inteligentes como tú, ¿o debo decir zorras? JAJAJAJA, sólo una zorra astuta podía contestar así; cuando ya estés oficialmente declarada reclusa, con la marca infame y los aros, te sodomizaré, sentirás la fuerza de mi sexo en tus entrañas, esa será tu recompensa y bienvenida JAJAJAJA ¿qué opinas?.

La mujer se quedó callada, el gordo la abofeteó fuerte y dijo,

-CONTESTA CUANDO SE TE DIRIJA LA PALABRA, ESA ES UNA NORMA AQUÍ QUE DEBES APRENDER.
-SÍ, sí, sí, señor, opino que está bien, gracias por tu regalo.
-JAJAJAJA, así está mejor ¿ves que es fácil la vida en "las entrañas" si se tiene paciencia y se respetan las reglas? JAJAJAJAJAJAJAJA.

Al reír el gordo movía involuntariamente la barriga, Claudia se imaginó desde ya a esa barriga encima del cuerpo de su compañera cuando la estuviera sodomizando. Todos los custodios que había visto hasta el momento le parecieron hombres feos o en estado lamentable por lo viejos o gordos o demasiado escuálidos de carnes, todos tenían una expresión triste en los ojos cuando no era siniestra como la del gordo, sudaban hediondo y sus pieles lucían pálidas o en extremo bronceadas, ninguno vio que le mereciera al menos una admiración a primera vista. De improviso el gordo se volvió hacia ella diciéndole,

-ahora tú, gorda tetona, dime tú ¿qué has decidido?, ¿has decidido algo para la egoísta?
-sí, señor, he decidido que debería ser crucificada bajo el sol.
-¿QUÉEE? ¿en verdad, hablas en serio?
- muy seriamente, señor.
-eso sí que es cruel, no tienes nada de compasión.
-puede ser, mas es lo que se merece.
-y tú ¿qué te mereces? eres egoísta también, más bien cruel.
-no sé lo que soy exactamente, pero como has dicho, soy como todas aquí una condenada y una cosa, no tengo derechos, no pretendo ser otra cosa, mi vida ya acabó y no tengo miedo de decir que prefiero ver a ésta chillona colgada de la cruz.

-nada de solidaridad tienes en tu corazón.
-ella tampoco la tuvo.
-AAAAH , ¿ERES RENCOROSA?.
-sólo elijo de entre las alternativas que tú me diste.
-y ¿qué te parece si decido colgarte de tetas allá arriba? tus tetas son grandes, eres especial para eso, además tu corazón duro se lo merecería.
-si me cuelgas sólo me queda aceptar con humildad y resignación.
-¿eso es humildad o un desafío de orgullo?.
-sólo la verdad, no hay más reglas que el capricho de los custodios y el sufrimiento de nosotras las reclusas de "las entrañas del dolor".
-eso es cierto, hablas con verdad, pero no me has dicho por qué debo crucificar a ésta y no arrojarla al abismo o colgarte a ti de las tetas; quiero que fundamentes tu elección porque así como vas creo que terminaré colgándote de las ubres por falta de solidaridad y egoísmo.
-cuélgame si es eso lo que deseas, mas te digo que ésta se merece la cruz porque es egoísta, llevó al castigo a su compañera allá arriba hace un rato pensando que su vida, que su miedo, eran más importantes que la vida o el temor de nosotras, a pesar de tu advertencia y de la lección contundente que le diste, y yo diría, generosa lección; no escarmentó y volvió a fastidiar en este lugar cuando ni siquiera es oficialmente una reclusa marcada y cuando su condena no pasa de un año de prisión, estimulando con sus berrinches aterrorizados el miedo de nosotras y no importándole.
-es verdad todo lo que dices, pero debo decir que es un castigo cruel el que eliges para ella, hay rencor en ti e ira, creo que te colgaré de las tetas, los rencorosos lo son debido principalmente a su egoísmo, eres egoísta, al fin y al cabo no dejas de ser una delincuente que sólo piensa en sí misma.
-en realidad, si pensara en mí misma elegiría el abismo para ella, así se acabarían sus molestos gemidos de una vez y para siempre, pero elijo la cruz ya que si la lanzas al abismo su carne se perderá, en cambio si muere arriba, colgada de los clavos, al morir se aprovechará su cuerpo y mis compañeras reclusas se verán beneficiadas con algo más de nutrición a sus escuálidas dietas de tal modo el sufrimiento de ella no sería en vano y en algo aliviaría el dolor de la demás.
-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA, en verdad me sorprendes, tetona; si tu compañera es una zorra, tú eres una serpiente de la cual se debe uno cuidar, tu inteligencia es proverbial JAJAJAJAJA. Creo que has comprendido más que tu compañera el espíritu que gobierna "las entrañas". Custodios, desnuden a la gritona y que vuelva a la superficie y sea clavada en el acto a la cruz.

CONTINUARÁ.

miércoles, 21 de octubre de 2009

CONDENADA (Parte 6).

Esta vez sí, Claudia se extrañó de no sentir temor ni horror, tan sólo miró la escena de la chica siendo arrojada a lo insondable y se quedó como si nada extraordinario hubiera ocurrido; debía de estar enferma, sólo una enferma era tan indiferente; miró a las compañeras de la arrojada y se sintió plenamente identificada con la indiferencia de ellas ¿sería que ya estaba aprendiendo a comportarse como le corresponde a una perra condenada a "las entrañas"? si era así entonces aprendía muy rápido. Los sollozos malamente reprimidos de la histérica ahora le causaron desprecio, sólo un año de condena y se comportaba mal, ¿qué le quedaba a ella que estaba condenada a diez años? un castigo a la histérica le habría parecido bien merecido, el más humillante, el más degradante le habría producido placer; interesante sería comprobar la reacción de la mujer al anuncio de algo así, seguro se habría meado, jajajaja ¡que divertido¡ con sorpresa comprobó que ya asumía sin culpa su condición de criatura despreciable, le serviría sin duda para soportar lo que se le venía, así todo sería más fácil.
Emprendieron marcha las tres mujeres por el laberinto de la galería; atrás quedaron las otras esperando el ascensor con sus cestos de mierda, el gordo iba delante y dos custodios atrás de ellas. Cada dos pasos dos argollas sobresalían de las paredes y cada cinco se veía una celda, todas estaban vacías y con sus rejas de metal abiertas. Las reclusas se encontraban en la superficie trabajando en el campo; cada tanto además, un pequeño foso (en el suelo) les obstaculizaba el paso, por lo que debían bordearlo; esos fosos eran también celdas; hay que decir que no había patrón común en diseño y tamaño, las había muy amplias, otras de techo curvado, unas estrechísimas como una tumba en donde una sola persona habría cabido con esfuerzo y apretujada, aquellas en donde se percibía claramente que a gatas se entraba o en donde sólo era posible permanecer con la espalda curvada y las piernas encogidas. Las celdas estaban esculpidas en la roca y mal olían.
Los sollozos de la mujer histérica causaban una sonrisa en los custodios, aunque no parecían tener ánimo de castigarla. Caminaban y caminaban y no encontraban más que penumbra y un calor que, si bien era similar al del desierto que estaba en la superficie, se sentía más sofocante debido al enrarecimiento del aire. Claudia vio que las ropas de sus compañeras y de los custodios estaban mojadas, se miró las suyas y comprobó que también lo estaban, se tocó entonces la frente y se dio cuenta que empapaba en sudor. Los sollozos histéricos se detuvieron de improviso y Claudia, que venía con la vista pegada al suelo, levantó la cabeza y se tropezó con la visión de una prisionera que se encontraba parada en un costado del camino; les daba la espalda, la que estaba cruzada por marcas frescas y rojizas de latigazos en nalgas y piernas, su nuca echada hacia atrás permitía apreciar plenamente su cabeza rapada brillante de transpiración; unos grilletes en los tobillos le mantenían las piernas juntas y otros en sus muñecas con los brazos cruzados por detrás. Se quejaba y parecía respirar con dificultad, lo que era efecto de tener su lengua atravesada por un fino anzuelo metálico unido a una de las argollas que pendían de la pared por sobre su cabeza; su lengua fuera de la boca se mantenía estirada al máximo y la chica debía hacer un esfuerzo continuo por permanecer en puntas de pies si no quería desgarrarse la lengua; las lágrimas le corrían por las mejillas y una abundante baba le chorreaba de su boca sin poder evitarlo. El gordo, volteándose hacia sus conducidas, dijo:

-Colgada de la lengua por hablar demasiado, JAJAJAJAJAJAJA ¿qué les parece, recién llegadas? un tratamiento que no falla. Hace una hora dejamos aquí a la reclusa 1009 y ya no da más, estará tres días allí, sin comer ni beber, no dormirá demasiado cómoda, JAJAJAJAJA, pero no debe reclamarnos ya que quedará exenta de trabajar en las extenuantes jornadas del campo, YA VEN, NO SOMOS TAN DESCONSIDERADOS, JAJAJAJAJAJA.

La risa del gordo fue coreada por los otros custodios y ya la histérica estalló en un berrinche; se comenzó a dar golpes ella misma en la cabeza y a rasgar sus vestiduras. El gordo la miró serio y la que acompañaba a la gritona padeció terror al recordar que un error de una reclusa era pagado por la compañera de al lado. A Claudia nada le pasó y no sintió miedo. El gordo tomó a la histérica por el cabello y principió una lluvia de cachetadas en la cara las que no eran suficientes para acallarla, por lo que un fuerte puñetazo en el abdomen dio cuenta de su algarabía; cayó al suelo aturdida y sin aire en los pulmones, abriendo al extremo sus ojos y boca tratando de recuperar el aliento. Mientras la histérica aún boqueaba en el suelo, el gordo hizo ademán de dirigirse a las demás; Claudia se dijo, este es el final, anunciará mi fin o el fin de nosotras dos, y todo por culpa de ésa, pero mejor así, no temo.

-Amigas mías, ustedes han sido testigos de que he explicado a su compañera la regla según la cual el error de una es pagado por las demás o por la que está al lado, ello para estimular la solidaridad y buenos sentimientos generosos en las delincuentes cuyo defecto radica precisamente en su egoísmo malsano; pero veo que esta prisionera no tiene remedio alguno, es muy egoísta y no le merece importancia la vida de su prójimo, el comportamiento que ella acaba de tener debería ser pagado por ustedes dos pero, por otro lado, soy un hombre justo y no puedo amparar una iniquidad como esa, menos viniendo de una mujer egoísta a la cual ya antes se le había explicado el sistema de sanciones y que ya había enviado al castigo a una compañera. Recuerden que le di una oportunidad de arrepentirse y cambiar de lugar con la que quedó colgada de tetas allá arriba, ustedes son testigos, nada invento, no pueden reprocharme, pero debo observar reglas a cabalidad y una infracción ha de ser pagada siempre, es menester que así sea para mantener los equilibrios de "Las entrañas del dolor" por lo que les daré a elegir a ustedes entre tres alternativas, lo que ustedes elijan eso cumpliré, lo prometo y sólo de ustedes dependerá lo que ha de suceder, mas cuando elijan una alternativa han de darme un buen fundamento, debe ser convincente y de acuerdo al espíritu de lo que se pretende inculcar en este recinto de dolor y castigo; recuerden, deben convencerme y yo ejecutaré lo que decidan, JAJAJAJAJAJA, NO pueden decir que en este lugar no hay diversión, JAJAJAJAJAJA.
CONTINUARÁ.

miércoles, 14 de octubre de 2009

CONDENADA ( Parte 5).

El ascensor se detuvo, habían llegado a la última galería. Un laberinto estrecho se prolongaba hacia el interior, en las paredes había una antorcha cada diez pasos de modo que siempre la penumbra era la que reinaba. Los recibió un custodio viejo y barbado; sus ojos le parecieron tristes a Claudia, supuso que él tampoco era feliz en "Las entrañas del dolor" y que pocas eran sus salidas a la superficie. En la entrada había otra de esas ruedas de ventilación, aunque de menor tamaño que aquella de la superficie; la prisionera que le daba vida tenía un cuerpo que parecía de bronce: brillaba y el sudor del esfuerzo le daba un aspecto armónico, como de estatua, era el efecto de la escasa luz de las antorchas. El gordo hizo ademán de que les iba a hablar algo y requería atención.

-Bienvenidas a "Las entrañas del dolor". Han sido condenadas a este lugar para que sufran, sólo eso deben saber. Se llama "entrañas" porque es ahí donde estamos, en las entrañas de la tierra y porque experimentarán lo más profundo que puedan conocer en cuanto a sufrimiento. Ustedes sólo son "cosas", ya no tienen nombres, nuestro capricho las gobierna y tenemos licencia para todo, menos para que disfruten. Las reglas se les irán enseñando a medida que pasen los días aunque, ya saben, no hay más reglas que nuestro arbitrio. Cuando necesitemos que aprendan algo se lo haremos saber y seguramente recibirán algún castigo para que de inmediato se les quede grabado a fuego en sus cabezas.

Casi no había terminado de decir lo anterior cuando, de pronto, aparecieron fantasmalmente tres prisioneras venidas desde el interior de la galería, cada una con un cesto sobre la cabeza y las manos manchadas con algo oscuro. Al acercarse el trío las mujeres percibieron que olían a mierda, llevaban en los cestos mojones de excremento y las manchas de sus manos ciertamente correspondían a eso.
Se detuvieron cabizbajas al borde del abismo y esperaron el ascensor.

-Miren, recién llegadas, éstas perras que nos salen a recibir y que pronto serán sus compañeras, llevan su propia mierda hasta la superficie, la que servirá para abono de nuestros campos. Esta es una de las labores diarias que deberán realizar, es decir, limpiar sus propias celdas de sus mismas heces, lo deben hacer con sus manos; demás está decir que no hay retretes en las celdas. Esta labor es fundamental y si no la hacen serán duramente castigadas. A éstas que ven aquí se les juntó mierda ya que debieron estar encerradas por una semana, una de ellas fue la que motivó esa sanción ya que vomitó encima de uno de los custodios, por eso se les castigó a todas, las tres debieron estar encerradas sin ver la luz del sol.

El gordo se acercó a una de las chicas y la tomó del brazo con fuerza lo que hizo que la cesta de mierda se cayera.

-Esta es la perra regurgitadora de la que les hablo. Ya les dije que nuestro capricho es el que gobierna la prisión y que no deben esperar nada; serán testigos de nuestra arbitrariedad para que no lo olviden jamás.

En el acto la chica fue levantada con toda facilidad por el gordo, la tomó en sus brazos, ella no decía nada ni tampoco protestaba; se acercó al borde del pozo y la arrojó al abismo oscuro sin más. La joven lanzó un grito espantoso y no dejó de hacerlo mientras caía. En vano, Claudia esperó escuchar el golpe de su llegada al fondo, mas no se oyó nada y su grito simplemente fue alejándose paulatinamente hasta desaparecer. Las otras chicas con sus cestos sobre la cabeza, se quedaron estáticas sin chistar y esperando su ascensor como si nada hubiera pasado. Las compañeras de Claudia abrieron los ojos muy grandes y horrorizados y la histérica de antes comenzó nuevamente sus chillidos y temblores; lanzaba hipos y su respiración parecía irse a ratos.
CONTINUARÁ.

miércoles, 7 de octubre de 2009

CONDENADA (Parte 4).

El cuerpo desnudo y colgado de los pechos quedó atrás meciéndose; Claudia lo miró por última vez antes de llegar a la entrada de "las entrañas", se oían los quejidos inútiles de la mujer, luego se volvió hacia la otra por cuya causa había ocurrido esa desgracia, ésta no dejaba de derramar lágrimas de remordimiento, mas ahogaba sus sollozos. Claudia no se habría sentido culpable, claro, es cierto que el ataque histérico no le habría ocurrido a ella porque encontraba que su mente y su espíritu estaban tranquilos y resignados, esperando en cualquier momento una muerte violenta y dolorosa, pero si hubiera sido el caso ella no se habría sentido culpable; ahora tenía licencia para no temer a nada, tampoco a la culpa, ya era una condenada y en el infierno todo está permitido, a los custodios cometer arbitrariedades y a las condenadas comportarse como viles criaturas; razonó que una actitud digna no sólo era fuera de lugar sino además ridícula y chistosa.
Llegaron finalmente a la entrada de "Las entrañas del dolor". Una torre de vigilancia plantada al lado de la entrada, la custodiaba. En realidad no había puertas, la entrada era un hoyo en el suelo, un pozo profundo y de gran diámetro a través del cual se bajaba por un ascensor accionado por un sistema de poleas y controlado por un custodio. Una gran rueda de madera, algo así como un cilindro gigante, se movía permanentemente por el continuo caminar de una condenada similar a como lo hace un ratón en una jaula; una cadena partía de su cuello y su cuerpo, desnudo y quemado por el sol, brillaba de sudor; su rostro revelaba un profundo cansancio y cuando disminuía la velocidad era estimulada por el azote de un custodio. A pesar de que las mujeres ya habían visto a las crucificadas absolutamente desnudas, se impresionaron al ver a esta prisionera, anuncio de la vida que les esperaba de ahora en adelante. La espalda de la mujer estaba atravesada por las marcas de los latigazos y se veían numerosas cicatrices en todo el cuerpo; su frente marcada como ganado lo mismo una nalga; sus pezones atravesados por aros al igual que su nariz. Jamás se borrará la marca de su frente y lo mismo me harán a mí, pensó Claudia, eso era definitivo, aunque lograra salir de ése lugar con vida, la marca la delataría como una ex-reclusa de "Las entrañas del dolor" y el desprecio siempre la perseguiría por siempre, pero claro estaba que no saldría jamás de allí.
La chica de la rueda se veía muy enjuta y magra, de contextura fina, pero sus piernas eran notoriamente musculosas y gruesas, ello advirtió a Claudia que el caminar en la rueda era su trabajo de todos los días. La rueda era el mecanismo que accionaba la ventilación del penal; había otras más en cada una de las galerías que se repetían conforme se bajaba y siempre una condenada era la encargada de mantenerlas funcionando, día y noche, sin parar, en dos turnos de 12 horas; era uno de los trabajos más duros ya que no tenía descansos intermedios como en el campo.
La mujer de la rueda provocó una suerte de vergüenza ajena en el grupo y horror de saber que ellas también serían rapadas de cabeza, marcadas y atravesadas con aros como si fueran reses. Se detuvieron a esperar el ascensor mientras miraban a la caminante.
Claudia vio que el pozo era oscuro; ese sería su hogar de ahora en adelante, nunca más la comodidad, nunca más la higiene ni la tranquilidad; sólo la oscuridad y la nada, sólo el dolor. Detectó en sí misma una ansiedad por comenzar ya, de una vez, su nueva vida de condenada, lo deseaba, lo estaba asumiendo.
Apenas el ascensor comenzó su descenso, el aire se enrareció al instante y un olor fuerte y desagradable se hizo sentir; todas las mujeres arrugaron sus narices, salvo Claudia que ya se esperaba algo así. Bajaban y bajaban y la luz se iba quedando atrás en un círculo que se veía cada vez más pequeño arriba de sus cabezas. Abajo, un pálido resplandor de antorchas anunciaba las galerías. Pasaron el primer piso de la primera galería, pero no se detuvieron y siguieron bajando, llegaron al segundo y continuaron, así pasaron 8 de ellas y cada vez el aire era más escaso y maloliente, en una mezcla de mierda, sudor, humedad, pudrición y minerales. Las llevaban al último piso, el más profundo y oscuro. Algunos alaridos y quejas seguidos de las voces masculinas de los custodios se escuchaban al pasar por la entrada de las galerías. La mujer que antes se había comportado histéricamente ahora venía aumentando su llanto otra vez, pero hacía esfuerzos ingentes por contenerlos o ahogarlos. CONTINUARÁ.

jueves, 1 de octubre de 2009

CONDENADA (Parte 3 ).

Cuatro vigas de madera se alzaban ante ellas seguidas de tres cruces de las que colgaban unas prisioneras; sus cuerpos absolutamente desnudos chorreaban de hilos de sangre que provenían de sus muñecas las que estaban fijadas al madero travesaño por clavos; sus pies también se cubrían de espesa sangre ya que, al igual que las muñecas, eran atravesados por enormes clavijas de metal; sus cabezas afeitadas brillaban con el resplandor solar. Dos tenían su rostro inclinado y los ojos cerrados y la otra se agitaba y quejaba como si le costara respirar; su pecho subía y bajaba con desesperación -piedad, piedad- decía, -agua por favor- . Las que parecían desmayadas presentaban una delgadez impresionante; sus costillas podían fácilmente contarse; a Claudia se le ocurrió pensar que ello se debía a que precisamente esas dos, llevaban un tiempo largo recluidas; la otra se veía bien alimentada y de hecho su abdomen era algo prominente lo mismo que sus tetas; esto último no dejó de llamar la atención de Claudia ya que se sintió proyectada en esa mujer crucificada; sus cuerpos eran similares (Claudia era tetona y algo regordeta) ciertamente era nueva en "las entrañas" y eso significaba que bien podía ser ella la que terminara así o éste era un aviso premonitorio del futuro que se le avecinaba. Aunque se impresionó de ver el suplicio de las mujeres no tuvo miedo, no se dejaba de preguntar las razones de ello y sabía que no era valentía. Una de sus compañeras, una mujer delgada y de cabello negrísimo, al ver a las tres crucificadas estalló en llanto lanzando gritos agudos y desesperados; sus manos temblaban y no podía contenerse. Los custodios rieron ante la impresión de ella y el gordo habló.

-Prisioneras, esto será lo que les sucederá si no son obedientes, JAJAJAJAJAJA.

Los otros custodios siguieron riendo maliciosamente y entonces la mujer que había empezado a llorar se echó a correr en dirección al desierto arrastrando consigo a sus compañeras que estaban unidas a ella a través de la cadena en la argolla del cuello. Debido al tirón que frenó su carrera, cayó de espaldas e hizo caer a todas las demás. Los custodios carcajearon de buena gana y recogieron a la histérica; el gordo la tomó fuertemente del brazo y le dijo,

-con el ejemplo aprenderás y te aseguro que serás una reclusa modelo ya que te daré una lección que no olvidarás. La lección está dada por el ejemplo ¿me entiendes? el ejemplo.
-PIEDAD, SEÑOR, PIEDAD, ENTIENDO, ENTIENDO, SÉ LO QUE QUIERES HACERME, PERO TE PIDO PIEDAD, NO LO VOLVERÉ A HACER, NO ME CRUCIFIQUES, POR FAVOR NO QUIERO MORIR ASÍ, TAN SÓLO HE SIDO CONDENADA A UN AÑO, POR FAVOR.
-JAJAJAJAJA, veo que comprendes rápido las cosas, mejor así, ya que esta lección jamás se te borrará.
-NOOOO, NO, NO QUIERO SER CRUCIFICADA.

La mujer chillaba desesperada pero no podía moverse un ápice, el gordo era un hombre muy fuerte.

-Calma, mujer, te dije que es sólo una lección para que veas como funcionan las cosas en "las entrañas". Si una perra se equivoca se le alecciona y se le da un ejemplo que es un castigo físico a la compañera que tiene a su lado.

La histérica calló de pronto y todos miraron a la condenada que estaba a su lado; era una mujer de busto prominente. Rápidamente, los otros dos custodios desengrillaron a ésta y le quitaron la argolla del cuello, la desnudaron completamente y ya la gritona fue ésta otra mujer que trató en vano de protestar y zafarse de lo que se le venía.

-NOO, LA CRUZ NOOOOO, ES INJUSTO, NO PUEDEN HACERME ESTO, YO NO HE HECHO NADA.
-JAJAJAJAJAJAJA. No, perra, no tendrás cruz, aprovecharemos esas ubres que tienes, son demasiado “pequeñas” para nuestro gusto y te haremos un tratamiento para agrandártelas todavía más, JAJAJAJA.

La anterior histérica se quedó mirando callada y estupefacta la escena, mientras le corrían gruesas lágrimas a través de las mejillas. Claudia se preguntó qué le iban a hacer, ya que la cruz no era lo anunciado; esta mujer también poseía grandes tetas y nuevamente Claudia se sintió identificada y proyectada; perfectamente podría haber sido ella si hubiera estado encadenada al lado de la gritona histérica, mas tuvo suerte ¿suerte? que rara sonaba esa palabra en el infierno, casi divertida. Quiso reír pero se contuvo, pensó en que era cruel al querer reírse, pero ella no se mofaba de ninguna de las dos mujeres, más bien le provocaba hilaridad la situación, su propia situación de estar pensando como si viviera una vida normal y de ciudadana decente, ella ya no podía pensar como una ciudadana libre, era una condenada, es decir una cosa sin vida, tan sólo un objeto animado.
La mujer fue atada de manos por detrás de la espalda y luego de pies, a la altura de los tobillos. El gordo y los otros le sobajeaban los voluminosos pechos de manera grosera y desvergonzada, ella se retorcía con frenesí y lloraba con profusión.

-AAAAH, PERRA, ERES UNA PERRA, YA VERÁS, QUEDARÁS BONITA Y TETONA, JAJAJAJAJA. Espero que resistas.

La mano del gordo agarró brutal la punta de un pecho y lo estiró mientras otro le comenzó a poner alrededor de él una cuerda, luego estrangularon salvajemente; la teta quedó convertida en una especie de globo a punto de estallar; acto seguido hicieron lo mismo con el otro pecho; así, con las tetas atadas, la comenzaron a suspender en el aire paulatinamente desde una de las vigas; sus pies atados se fueron despegando del suelo y ella gritó esta vez con verdadera convicción. El látigo del gordo comenzó a caer sobre el cuerpo colgado haciendo que este se balanceara provocando aún más dolor y desesperación en la pobre mujer. Los golpes llegaban a cada rincón y dejaban una marca rojiza de la que manaba, de a poco, gotitas de sangre. El dolor de los golpes hacía que la mujer se retorciera tratando de escapar de él, mas al retorcerse se provocaba más dolor aún por estar colgada y soportando sus nobles pechos todo el peso de su cuerpo. Ante tanta crueldad, la anterior condenada se arrojó a los pies del gordo y le imploró piedad para su compañera.

-SEÑOR, PIEDAD PARA ELLA, HA SIDO MI CULPA, YA APRENDÍ LA LECCIÓN, ME CONTROLARÉ EN LO SUCESIVO, POR FAVOR TE PIDO QUE TE DETENGAS, NUNCA MÁS VOLVERÉ A COMPORTARME ASÍ.

El gordo se detuvo en la azotaína y le contestó,

-de modo que reconoces la culpa.
-así es, señor.
-veo , y veo también que te nacen sentimientos generosos, al parecer la cárcel ya ha suscitado en ti un efecto benéfico, las delincuentes también pueden tener nobles sentimientos ¿me equivoco?.
- no, señor.
- te reconoces culpable y generosa a la vez ¿es eso lo que pretendes decirme.

-sí, señor, es eso.
- si es así, entonces deberás sufrir este castigo también ya que eres culpable y generosa. Te cambiaremos por ella ¿qué te parece?.

La mujer miró pálida al gordo y nada dijo.

- Si así lo deseas bajaremos a ésta y entonces tú deberás ocupar su lugar y quedarás tres días colgada sin comer ni beber, al cabo de los cuales te bajaremos; con suerte vivirás y te quedarán unas largas tetas o tal vez no te quede ninguna, jajajajaja, aunque te anuncio que debido a tu poco busto no eres para esto, las tetonas resisten mucho más, te lo digo yo que me lo paso colgando perras tetonas, jajajajajajaja.

Al decir aquello, el gordo, miró involuntariamente el busto de Claudia.

-¿Qué me dices? tú eliges, tú o ella, vamos, dime ahora o sino las cuelgo a todas.

Mejor así, se acaba esto de una vez, se dijo mentalmente Claudia que ya se imaginó colgando bajo el sol.
La mujer seguía callada ante lo cual el gordo la agarró del cabello y le volvió a repetir la pregunta.

-¿TÚ O ELLA? .
-no quiero ser colgada, señor.
-JAJAJAJA, ESTÁ BIEN, de modo que eliges que tu amiga se quede colgada. Te reconoces culpable, mas no generosa, eres una egoísta como todas las delincuentes; vamos, dilo, di que eres egoísta, di o te cuelgo a ti también.
-soy culpable y egoísta, señor.

-JAJAJAJAJA, LO SABÍA. Como te dije antes, esta será una lección que no olvidarás en tu vida, lo hago por tu bien y ahora incorpórate a la fila de las perras.

La mujer se levantó cabizbaja y llorosa se puso junto a las otras.El gordo continuó azotando a la colgada por un rato y luego la dejó desmayada bajo el sol. CONTINUARÁ.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

CONDENADA (Parte 2).

Una vez fuera del palacio de los tribunales, el guardia que la llevaba la entregó a otro el que la colocó en una fila de mujeres, todas condenadas y unidas por una cadena que pasaba por la argolla que cada una llevaba al cuello. De inmediato serían trasladadas a "Las entrañas del dolor". Se procuraba evitar que se vieran condenados caminando por las calles de la ciudad de modo que los dos jinetes que las conducían aceleraron el paso hasta que las mujeres hubieron de trotar para seguirlos.
"Las entrañas del dolor" estaba ubicada a las afueras de la ciudad, a media hora de camino debajo del desierto implacable. El penal estaba constituido por una serie de largas galerías subterráneas que se extendían muy profundas en el interior de la tierra, antiguas minas que habían sido adaptadas como prisiones. En la roca viva se habían esculpido minúsculas celdas en donde eran encerradas las prisioneras; poca era la luz que proporcionaban las antorchas y poca también la salubridad, de hecho el subterráneo apestaba a un extraño olor y la ventilación no era de las mejores. Las condenadas no estaban privadas de ver el sol ya que debían ser sacadas a la superficie para trabajar los campos lo que se hacía desde el alba hasta el crepúsculo; el trabajo era duro, pero las reclusas lo preferían a estar encerradas en la pestilencia ya que, aparte de la insalubridad, el interior de la prisión era escenario de aberraciones y crueldades hacia aquellas que se quedaban dentro. No todas eran sacadas a trabajar y dicho favor era objeto de disputas entre las reclusas y diversión para los custodios, éstos (que eran hombres) también eran prisioneros de "las entrañas" ya que vivían allí y estaban ligados de por vida a ése lugar y ocupación, era un trabajo considerado miserable y despreciado, en compensación ellos tenían derecho sobre las prisioneras para hacer todo lo que su capricho les dictara sin más límite que el no permitir que se fugaran: podían violar, tomar la mujer que quisieran, golpearlas sin más motivo que su arbitrio, torturarlas e incluso matarlas. Como las mujeres ya no eran ciudadanas sino "cosas" no poseían ningún derecho; parte de esto les fue explicado a las condenadas por uno de los guardias antes de penetrar en el terreno que era considerado el límite de la prisión; a partir de allí serían entregadas a los custodios de "las entrañas". Claudia no temía a aquellos guardias, sólo hacían su trabajo con bastante indiferencia y se notaba que deseaban entregarlas y largarse a la ciudad. Por un instante pensó que eran muchachos atractivos y con cuerpos bien formados, pero esa luz de vida se apagó de inmediato dejándole un sabor amargo; ella ya no debía pensar en eso, eso quedaba para las mujeres que aún vivían, ella estaba muerta, una muerta caminando. Se sentía triste, pero a pesar de que los horrores anunciados estaban próximos, no había inquietud. Esa tranquilidad se le hacía sospechosa como si alguien la estuviera engañando; se inventó entonces una explicación: ella estaba tranquila porque los muertos están muertos y ya no temen, luego, los muertos son libres, a ella nada le podía afectar.
Debieron esperar bajo el sol a que llegaran los custodios de la prisión para conducirlas al subterráneo. Había tres mujeres más; eran de piel morena casi canela, sólo Claudia tenía la piel blanca; pensó que ellas estarían mejor adaptadas para el trabajo del campo en razón de su color y ella a la vida oscura de abajo. Era la más joven de las cuatro, las otras ya habían pasado de los 30 o eso creía; había una de cuerpo curvilíneo y con senos abultados, casi tan grandes como los de ella; las otras dos eran delgadas y finas al contrario de Claudia más bien rellena y de un prominente busto y trasero. Se avergonzó un poco porque consideró que su vestuario era más elegante que el de las otras y eso le podría jugar en contra; era curioso pensar así ya que en la vida de la ciudad siempre destacaba por su buen vestir y era la envidia de las demás mujeres, el vestuario era algo primordial en la vida social para una mujer de su categoría; ahora el vestuario también parecía tener importancia pero era al revés, ambicionaba verse más raída y sin gracia. Miró alrededor y vio la lejanía del horizonte, toda una planicie amarilla y polvorienta que se prolongaba hasta algún punto que no alcanzaba a visualizar. Ella ya había muerto y había sido enviada al infierno, eso era lo que pasaba, esto no podía compararse con una pesadilla ya que de las pesadillas una se podía escapar despertando, acá no había retorno, por eso estaba muerta, muerta, muerta, muerta, se repetía a sí misma.
Un hombre gordo y bronceado llegó acompañado de otros dos. Vestían una tela liviana y llevaban al cinto un garrote cada uno, el hombre gordo portaba además un látigo; venían a pie. El guardia a cargo le dijo algo al oído al gordo y le extendió el extremo de la cadena que unía a las prisioneras, acto seguido los guardias se marcharon. Siguieron esperando bajo el sol, hasta que los guardias se perdieron de vista, cuando esto hubo ocurrido el gordo sonrió y emprendieron la marcha. Los custodios que acompañaban al gordo no decían nada y las mujeres los seguían sometidas, resignadas y mudas. A unos cincuenta pasos se veía una especie de promontorio, en la cima del cual un centinela observaba arrobado el horizonte; cuando llegaron cerca de él, Claudia pensó que los custodios no eran tan terribles ya que le pareció que el centinela estaba distraído y su cara hasta aparentaba bondad. Bordearon el promontorio y al completar la vuelta vieron detrás de él algo inesperado.
CONTINUARÁ.

martes, 15 de septiembre de 2009

CONDENADA.

Cuando Claudia escuchó su sentencia le pareció que ésta hacía referencia a otra persona con su mismo nombre, simplemente era imposible que ella hubiera sido la condenada a diez años de prisión en "Las entrañas del dolor"; era como un sueño, algo irreal e inverosímil. Se demoró en tomar consciencia de lo que la lectura del juez significaba para ella y para el resto de su vida, en realidad ésta ya había acabado.
Al ser retirada de frente del estrado y recién cuando el guardia le puso los grillos en las muñecas se percató de su situación y de la profunda desgracia en la que había caído. Ya no existía. Una mujer condenada a "Las entrañas del dolor" era borrada de la memoria de todos: amistades, familia, registros, ya nada quedaría de ella y de su paso por la sociedad. Nadie se acordaría y los que sí se acordaran simularían no hacerlo ya que era mal visto revivir en la memoria a quien había manchado una parte de su vida y la de los demás.
La argolla en su cuello la sintió pesada en extremo y un sudor helado le recorrió el cuerpo, se puso pálida, la garganta se le secó y se paralizó por completo; sintió que pronto se desmayaría pero al instante recordó que al ser una condenada a prisión no tenía ni siquiera ese derecho; si se hubiera desvanecido, el guardia simplemente la habría arrastrado por el suelo tirando de la cadena ajustada por la argolla a su cuello sin la menor muestra de piedad la que, dicho sea de paso, también era mal vista cuando se trataba de condenadas a "Las entrañas del dolor". Unas diminutas gotas de orina alcanzaron a salir por su uretra, mas logró retener. Detrás de ella volvió a escuchar la voz del juez que terminaba de leer la sentencia de la otra acusada.
-condenada a un año en prisión en "Las entrañas del dolor".
-NOOOOO, NO, NO, POR FAVOR PIEDAD.
El abrupto grito de la otra acusada y su posterior llanto estremeció a todos los presentes a pesar de que esas demostraciones eran habituales ante el estrado. El ataque histérico de la mujer fue rápidamente sofocado con un puntazo que un guardia le dio en el abdomen con su garrote, luego se le colocaron los grillos y se le arrastró por el suelo hacia afuera. Claudia pensó que en justicia ese ataque de histeria le hubiera correspondido a ella ya que su pena era mucho más terrible(diez años de prisión). Las condenas a más de un año de prisión en "Las entrañas del dolor" hacían que a la condenada se le confiscaran los bienes, se le despojara de sus derechos de ciudadanía, transformándose en cosa, se le quitara su nombre, el que sería cambiado por un número y, una vez completado su periodo de reclusión, se le expulsara de la ciudad hacia las soledades del desierto más árido e inhabitable que se conocía, absolutamente desnuda y previo flagelo de cuarenta latigazos; nunca más podría volver desde su exilio el que no era más que un decir ya que si no moría producto de los azotes, terminaría devorada por los animales salvajes o las inclemencias del desierto en menos de una semana, sin hablar de los bandoleros en extremo malvados que merodeaban por el páramo. Si la condena era de menos de un año, al salir de prisión, les era devuelto el nombre y aunque sin derechos, se podía vivir siendo sirvienta o mendigando por las calles de la ciudad.
Claudia hubiera preferido la muerte, de hecho su tristeza fue tan grande que la deseó con todas sus fuerzas. Si tenía suerte no pasaría de uno o dos años, no por nada la cárcel era llamada "Las entrañas del dolor"; se sometía a las internas a diarias torturas y humillaciones, absolutamente arbitrarias y si la población penal se excedía, simplemente se ejecutaba a las que sobraban, sin consideración alguna. Se sabía que era raro que alguien durara más de tres años en cautiverio."Las entrañas del dolor" se autoabastecía, es decir, las internas debían trabajar para poder comer en unos exiguos campos cultivados que producían algunas raquíticas hortalizas, además de unos cuantos árboles frutales. Cada cierto tiempo la dieta consistía en carne la cual era obtenida de las mismas internas que por una u otra razón morían o eran ejecutadas. Si llegaba a faltar la comida simplemente las cautivas morían de hambre o se les mataba contribuyendo de éste modo a la alimentación de sus compañeras. Como la prostitución estaba prohibida en la ciudad y el estado tenía el monopolio de dicha actividad económica, "Las entrañas del dolor" era la que proveía mujeres a este respecto, recibiendo el penal recursos por este concepto. Para los hombres condenados existía "Las entrañas de la pasión", pero dicho penal no tenía mayores problemas ya que las penas masculinas eran sólo de dos tipos: la ejecución en la cruz inmediatamente después de ser leída la sentencia condenatoria o la prisión por un término de siete días cada uno de los cuales era destinado a torturar salvajemente al condenado de modo que nadie o muy pocos lograban llegar vivos al día siete y si lo hacían quedaban irremediablemente lisiados. Esta diferencia para con los hombres se justificaba en consideración a que los delincuentes masculinos eran de mayor peligrosidad para la ciudad por lo que era más provechoso eliminarlos. De las mujeres, en cambio, podía extraerse algún beneficio. Claudia pensaba en todo esto cuando era tironeada por el guardia ¿cómo soportaría tanto sufrimiento? Iba con la cabeza inclinada, mirando el suelo; la levantó y vio que los transeúntes de la calle no la miraban y hacían como que no reparaban en ella, era lo usual; no lo hacían en consideración a ella para que no se avergonzara sino porque no era bien visto mirar a un condenado y la argolla en su cuello la delataba. La condenada era "cosa" y no merecía una mirada, si alguien lo hubiera hecho se le habría considerado tonto o inmaduro; los niños lo hacían, mas los niños nada temían aún y son por antonomasía seres libres.
Por un momento, Claudia se dijo que si tenía 27 años (ésa era su edad) saldría de "las entrañas " a los 37, pero de inmediato borró ese dejo de esperanza de su mente ya que no hacía bien tener esperanza y por lo demás era totalmente iluso esperar cumplir la totalidad de su condena; no se sabía de nadie que hubiera sobrevivido más de cuatro años. Cuando era pequeña había sido testigo de la liberación de una mujer después de haber estado 5 años en "Las entrañas del dolor", tenía 25 años y se encontraba muy desmejorada; presentaba cicatrices, estaba desdentada, con una delgadez extrema, escaso cabello y con una mirada funesta; a la salida de la ciudad se la había desnudado y azotado públicamente de manera brutal; se había desmayado antes de llegar al latigazo número 30; como no se movía, fue arrastrada por un jinete a caballo hasta unos cien pasos de los límites de la ciudad y dejada allí, bajo el sol, no se movió más y al día siguiente era posible observar a una bandada de buitres dándose un festín con su cadáver. No, ella no resistiría por demasiado tiempo.
CONTINUARÁ.