jueves, 30 de junio de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 19).

Contaba 19 años de edad cuando cuidaba corderos cerca de Betania. Un plato de lentejas y un dátil eran mi paga, lo hacía dos días a la semana y ya me había olvidado de Marta la misteriosa, y es que hacía casi tres años que no presenciaba una crucifixión ni tampoco frecuentaba los lugares de la ciudad que me parecían susceptibles de encontrarla, mas no olvidaba la belleza de los crepúsculos rojos y tampoco el hecho, indiscutible para mí, de que un atardecer lleno de arreboles era algo insoportablemente hermoso visto desde el centro mismo del basural, sobretodo si estaba adornado de las imágenes siniestras de los supliciados en la cruz. "Ojo torcido" me encontró un día holgazaneando al lado de un oasis con mi rebaño de ovejas, me informó de un hombre crucificado en el basural, le dije que no era de mi interés a lo que replicó,
-mentís.
-No miento, sólo veo crucifixiones de mujeres.
Mi amigo, sonriendo, replicó que ésta crucifixión me interesaría.
-¿Por qué decís que me interesará?
-Cierta "piadosa" está al pie de ésa cruz y, aparte del torturado y ella, nadie más está presente.
-¿Marta?, no es de mi interés.
-¿teméis?
-sí, le temo a esa mujer, no me avergüenza reconocerlo, soy un maldito del basural y no deseo demostraros nada, mucho menos valentía.
-apuesto el dátil que guardáis en vuestro morral que esta vez os interesará ver a Marta. Venid conmigo, la observaremos desde un escondite que encontré, ella no nos verá.
Ya me aprestaba a llevar las ovejas a su dueño por lo que luego de hacerlo seguí a "Ojo torcido". Cuando llegáramos al basural estaría atardeciendo; me ponía ansioso pensarlo; después de mucho tiempo volvería a ver mi querida belleza extasiante de la tarde color de sangre. La insistencia de mi amigo me produjo gran expectación por lo que iríamos a encontrar. Él nada me quiso adelantar, intuí que era algo nuevo que jamás había visto y que se relacionaba con Marta.
El sol ya estaba bajando cuando nos asomamos desde un montículo. Ahí estaba el crucificado: era un hombre muy joven, tal vez de mi edad o algo mayor, delgado; agitaba su pecho y suspiraba, sus labios resquebrajados y secos, su cara estaba quemada por el sol y lo mismo el resto de su desnudo cuerpo. A su lado estaba Marta con su habitual vestuario negro de "piadosa", le daba agua en la boca al hombre y éste bebía con desesperación. Miré a "Ojo torcido" interrogativamente y éste me dijo,
-ya veréis, ya veréis.
-¿qué veré?, es Marta, siempre ha asistido a los condenados, ésto no es nuevo.
-sí, mas esperad, hace dos horas la estuve observando y vi algo que no os imagináis, aunque puede que sí.
-parecéis hablar en acertijos.
Atendimos los movimientos de la mujer. Después de dar de beber al hombre le echó agua sobre la cabeza y el cuerpo, sobre sus talones agujereados y también las muñecas. El pobre crucificado puso una expresión de alivio en su cara y fue en ése instante preciso que Marta extrajo de entre sus vestiduras una vara y golpeó sobre el talón claveteado derecho. Un grito ahogado, y que hizo cambiar abruptamente la cara del hombre, se escuchó. Volvió a golpear pero esta vez en el tobillo izquierdo; el hombre no logró ahogar su expresión de dolor y le salió un alarido lastimero, agudo y casi femenil. Volvió a hacer lo mismo en los brazos y muñecas haciendo que esta vez los quejidos se convirtieran en retorcimientos convulsos del cuerpo; su pecho parecía a punto de estallar de tan violentos que eran sus estertores. Mientras más se moviera él mismo contribuía a aumentar su propio sufrimiento lo que parecía divertir en grado sumo a la mujer ya que se comenzó a escuchar una risa que a mí me produjo escalofríos.
-Siempre supe que ésa mujer era extraña.
-Pero, Khazim, amigo, si no habéis visto nada, esto es sólo el comienzo, la mejor parte viene luego, ya veréis.
Después de haber torturado así al hombre volvió a darle de beber y a mojarlo; pensé que repetiría el suplicio, mas principió a hacer algo que me dejó perplejo. Acarició el pecho y el vientre del condenado, pasó la mano por la cabeza y bajó hasta su rostro de una manera que, debo reconocerlo, parecía inmensamente amorosa y tierna; siguió bajando con la mano, de nuevo el pecho, otra vez el vientre, se paseó por las piernas dobladas e incómodas y ¡oh, sorpresa¡ tomó su sexo con la mano, el sexo del hombre, sí, os digo bien, no podía creerlo, el sexo de aquel crucificado comenzó a recibir las atenciones de aquélla hermana de celote, de ésa viuda judía y devota, ¿cómo podía ocurrir eso? ¿qué estaba pasando con la mujer?. "Ojo torcido" se volvió hacia a mí.
-Ha hecho eso desde que se fueron los soldados y dejaron de pasar caminantes, y aún no es todo, veréis más.
Meneaba el sexo erecto lentamente con una mano mientras con la otra sobaba sus bolas de simiente; sí, lo hacía como si lo hubiera hecho antes y estuviera habituada, era una verdadera maestra. El colgado, al parecer, hubiera deseado evitar la erección considerando la cara de repulsión y pudor que ponía: cerraba los ojos y apretaba los labios.
-Mirad, él parece no disfrutar, se siente humillado.
-creo que no lo hace, pero no es sólo la humillación, Khazim, todavía falta que veáis lo que viene.
Terminado que hubo de decir lo anterior mi amigo, Marta, agarrando salvajemente la bolsa de las bolas la estiró y la torció para luego sacudirla bruscamente.
-JAJAJAJAJA, ¡QUE HORRIBLE PELLEJO TENÉIS COLGANDO DE TU ENTREPIERNA, MALDITO¡ SUFRID, SUFRID MAL HOMBRE, PECADOR.
-AAAH, AAAAY, AY, AY, NOOOO, PIEDAD, MUJER.
La maldad de Marta se reflejaba muy bien, no tanto en sus palabras sino en el mismo sonido de su voz. Me dije a mí mismo que aquélla debía ser una demonia de los desiertos encarnada en una mujer porque habiendo conocido mujeres crueles en mi vida ésta colmaba cualquier medida de cuantas había visto. Me expliqué a mí mismo el miedo que le tenía y confirmé que, sin duda, en aquélla ocasión ya pasada cuando me había acusado injustamente de robo, deseaba verme colgado de la cruz. El pobre crucificado seguía con sus alaridos y Marta con sus improperios hacia él. Pellizcó el pellejo de bolas del hombre hasta que se cansó; cuando lo soltó al fin, empezó a menear otra vez su sexo para echárselo ésta vez a la boca, os digo bien, amigos míos, a su propia boca y de manera voluntaria chupó y lamió y ya el supliciado pareció calmarse en su dolor, mas no en su humillación.
-ESTÁIS LOCA, MUJER, DEJADME, NO ME HAGÁIS SUFRIR MÁS, POR FAVOR, TENED PIEDAD DE MÍ, NO SIGÁIS, SOY UN MALDITO NO LO VEIS, SOIS UNA PECADORA. DEJADME MORIR TRANQUILO.
Las palabras del hombre sólo hacían que Marta aumentara la intensidad de sus acciones ya que volvió a darle golpes con el bastón. El hombre gritaba y ella lo miraba de frente y sonriendo; de pronto, y sin que dejara de asombrarme por un instante, la mujer hizo un movimiento que se parecía mucho a un abrazo, ella abrazaba la cruz, abrazaba al hombre crucificado y procuraba subir por el stepe; sí, estaba encaramándose en el tronco y se subió a él apoyando sus pies en los mismos clavos que fijaban los pies del condenado al mismo tiempo que se tomaba del patíbulo con sus manos. Los chillidos del hombre eran horribles e incesantes por el dolor que Marta ocasionaba con sus movimientos y su peso sobre el clavo torturante en sus pies. Se subió la túnica y montándose en el sexo erecto del hombre empezó a cabalgar sobre él ahí, arriba de la cruz. A medida que los alaridos del hombre aumentaban, también lo hacían los frenéticos movimientos de Marta la que parecía enardecerse con el dolor ajeno. El sol rojo hacía su aparición en el basural justo en el álgido momento. Recuerdo que me preguntaba si lo que estaba sintiendo el crucificado sería placer, si sentía dolor era indiscutible para mí, mas el placer ¿dónde quedaba?, ¿habría placer?, tendría que haber algo de él ya que su sexo estaba enhiesto y firme y eso señalaba su excitación, pero el pobre no dejaba de gritar y gritaba de manera creciente y espantosa.
-¿Desde cuándo está ése hombre colgado?
-ayer al amanecer fue clavado a la cruz.
-¿creéis que vivirá otro día más? yo creo que no pasa de ésta noche.
-lo mismo creo, khazim, es más, creo que Marta lo arrojará del mundo de los vivos. Ha estado haciendo esto desde ayer, yo la vi; ni siquiera las putas pensarían hacer lo que ésa mujer hace.
-¿Vos creéis eso, amigo?, yo creo que no es extraño, si lo hacen los hombres como he visto hacerlo a los soldados romanos, es posible que una perversa pueda hacer lo mismo como aquélla, pero tenéis razón, es increíble ver esto, parece un demonio esa Marta.
¿Qué estaría sintiendo?, ¿comenzaría a tener visiones el crucificado, como aquéllas mujeres que una vez había visto morir en la cruz? muchas preguntas se me vinieron a la cabeza, entre ellas si yo era de la misma naturaleza que Marta, si era así entonces yo era un monstruo porque de seguro ésa mujer era uno sino un demonio.
CONTINUARÁ.

miércoles, 22 de junio de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 18)

Las dos mujeres, al morir, habían tenido visiones lo que despertaba mi inquietud, ¿qué era lo que ellas habían visto?. Habría sido preciso pasar ese trance para saberlo: el máximo de degradación física, el máximo de humillación y dolor para saber, para ver lo que estaba detrás; el dolor de los clavos atravesando los pies, las muñecas, la vergüenza, el sol quemando la piel desnuda, la sed insufrible, el ahogo de estar días colgado con los brazos en cruz. Se habían vuelto locas por el sufrimiento las pobres, pero habían visto. Las visiones habían sido distintas: la última mujer estaba aterrorizada, en cambio la mujer de más edad pareció presenciar algo deleitoso. Sentí envidia de ellas, sed de saber, quise padecer una crucifixión; no me importaba que mi cuerpo fuera devorado por los buitres o fuera objeto de burlas de los que pasaban por el camino frente a mi cruz, ¡oh¡ sufrir en ese basural ¡oh¡ ¡colgado durante el crepúsculo rojo¡. La otra inquietud era Marta. Su ánimo de perjudicarme no tenía sentido, era malévola. De pronto una idea asaltó mi cabeza: ella me había acusado de robo para que fuera castigado y terminara como todos los ladrones, es decir crucificado, ella deseaba verme crucificado, desnudo, azotado y asándome bajo el sol del basural sufriendo lo insufrible. Mi sexo se erectó al pensar aquello. Sí, os lo confieso a vosotros, se me erectó y un pequeño mareo me vino a la cabeza. Si era como yo lo pensaba entonces la meretriz llamada Claudia, esa mujer divinamente hermosa, me había salvado la vida y estaba doblemente agradecido de ella.
En semanas no volví a aparecer en el botadero y me dediqué a frecuentar los alrededores de la ciudad ya que temía volver a encontrar a Marta, le temía pero a la vez esperaba verla. Una noche tuve un sueño en que ella aparecía: me acusaba de un crimen que ignoraba y me condenaban a la cruz. Al ser desnudado para clavarme al patíbulo mis muñecas, Marta, que estaba presente, se reía a carcajadas de mí causándome una vergüenza que me hacía estallar en llantos. Otra noche, Marta era un ser gigante que emergía de en medio del basural cubierta por un manto negro, arrasando con sus pies enormes las cruces que se veían como pequeños palitos al lado de su colosal cuerpo más alto que el mismo templo de Jerusalem, luego su cara se desfiguraba por el horror y comenzaba a hundirse tragada por la tierra en la que se abría un orificio tan grande que terminaba por succionar también a la ciudad conmigo dentro. En otras, Marta se convertía en un buitre que me perseguía para comerme vivo, yo corría a toda velocidad pero un soldado me capturaba y me dejaba atado desnudo en una roca; cuando se iba, el buitre-Marta bajaba de los cielos y comenzaba a picotearme. No recuerdo el dolor mas el horror de ver devorado mi cuerpo de verlo desaparecer ante mis ojos, me afligía grandemente y le rogaba piedad, ella gruñendo y transformando su rostro de nuevo en el suyo pero con un pico por boca me decía que no había piedad para mí que era un demonio y entonces picoteaba mis partes vergonzosas llenando su boca de sangre. Conforme fue pasando el tiempo esas pesadillas disminuyeron y ya casi no me acordé de Marta.
Os cuento todos estos detalles con la convicción de que ellos podrán explicar mi manera de ser a vosotros, a vosotros que sois unos seres superiores y sabios, aunque tengo el presentimiento de que ya sabéis mucho más de mí de lo que yo mismo puedo imaginar. También os cuento porque me gusta hacerlo, me deleito narrando todos estos pormenores de cómo me deleitaban los crepúsculos del basural y los cuerpos colgados de la cruz bajo él. Tal vez a vosotros causen también deleites, si no es así decídmelo por favor y no os quedéis mirándome como si desvariara.
CONTINUARÁ.

miércoles, 15 de junio de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 17)

Me arrodillé ante la hermosa mujer que me había salvado y besé sus pies expresándole numerosas palabras de agradecimiento: que sería un deudor eterno, que me ofrecía como su esclavo, que un angel como ella sólo era merecedora de bendiciones. No creáis que eran simples palabras de cortesía y adulación, las sentía verdaderamente y no sólo estaba agradecido sino que la belleza de ella era conmovedora; para mí era una reina, una diosa. Cuando era pequeño mi propia madre y los viejos de mi tribu contaban historias de la diosa de la belleza y el amor que aparecía en los oasis que eran, para mi nación, la entrada y la salida de la vida y la fertilidad de la tierra; contaban que les habían contado sus abuelos que los antiguos la habían visto aparecer ante ellos (a la diosa) más de alguna vez en los oasis del desierto y que la visión de ella era la más extasiante que podía experimentarse; que sus profundos ojos negros eran atrapantes, que su cabello tenía el perfume más delicioso que podía sentirse, que su piel era suave y cientos de atributos imposibles de describir con palabras. Esa mujer era ella, ella, la diosa de los oasis, reencarnada y tal como la había imaginado al escuchar esas historias en mi infancia.
Ante mi ofrecimiento de ser su esclavo nada dijo y fue ella más bien la que hizo la oferta de invitarme a comer a su casa, por supuesto yo acepté. La casa de la señora era la de una mujer rica y estaba adornada con exuberancia, tenía esclavos por doquier y bellas jóvenes que no parecían ser sus siervas. Comí como un cerdo cuanto se me puso en la mesa, la que era abundante y variada, incluido un rico y oscuro vino. Luego de hartarme volví a postrarme ante sus pies.
-Eternamente estoy agradecido de vos, mi señora, por favor decídme vuestro nombre para guardarlo eternamente en mi corazón y como ya os dije, si así lo queréis, seré vuestro, el esclavo más fiel, vuestro esclavo Khazim.
-¿cuántos años tenéis, Khazim?
-llegando estoy a los 16, mi señora.
-pues bien, khazim de casi 16, me llaman Claudia y por ahora no necesito otro esclavo, pero os agradezco vuestros corteses ofrecimientos.
Salí de ésa casa inmensamente feliz cargado de más comida en mi morral e impregnado del perfume de Claudia que lo invadía todo. Al llegar nuevamente al mercado me encontré con "Ojo torcido" quien me felicitó por tanta suerte y me dijo que había presenciado todo el incidente con Marta y los soldados, entonces yo me deshice en más elogios hacia la bella Claudia calificándola como la verdadera piadosa de Jerusalem. "Ojo torcido" dijo que no dudaba de mis palabras pues había visto todo, pero que Claudia no era la más piadosa de la ciudad y, por el contrario, sí una de las mujeres más crueles y arrogantes. No obstante su nombre romano era hebrea y prostituta su profesión, mas no una ramera cualquiera sino sólo para ricos hombres que podían pagar sus espléndidas atenciones; las muchachas que yo había visto eran esclavas de ella que eran destinadas también a esos efectos. Claudia tenía una gran fortuna y hacía valer su poder e influencia entre las autoridades romanas y los más potentados; me dijo que su fama se extendía por todas las ciudades de la costa hasta Sidón y Tiro e incluso se sabía de hombres que viajaban desde Alejandría tan sólo para conocerla. Mencionó que muchos de ellos habían perdido toda su fortuna pretendiendo su amor el que sólo era dirigido hacia el dinero y las riquezas. A "Ojo torcido" no le extrañaba el arranque de generosidad que había tenido conmigo los que, de vez en cuando, se hacían ver entre sus hábitos, pero que ellos no eran más que demostraciones de poder y fortuna y caprichos como de una niña rica. Yo no dudaba de la información que mi amigo me daba, pero no cambié por eso mis sentimientos hacia esa diosa del amor y la belleza.
Ya era mediodía cuando me acordé de la crucificada y corrí hasta el lugar. Al llegar espanté a los cuervos que ya habían comenzado a picar su cara, mas aún conservaba sus ojos. Su respiración agitada y sus gemidos eran profusos mas no parecía tener consciencia de lo que ocurría a su alrededor. Le abrí la boca y bebió agua. Detrás de mí venía "Ojo torcido" el que, sin más preámbulo, empezó a sobajear las nalgas de ella. No dejaba de gemir y me pregunté hasta qué punto podía resistir una mujer semejante suplicio. La mujer podía llegar a ser más fuerte que un hombre sin duda aunque no se notara. Poco después del mediodía, en la hora de más calor, la crucificada comenzó a temblar y comprendí que su fin estaba cerca, parecía que la vida, antes de irse, se despedía con un desgarrador dolor.
-AAAAAAAH, AY, AY, AYAY, OOOH, POR DIOS. IDOS DE AQUÍ, DEMONIOS.
Mi amigo y yo pensamos que se dirigía a nosotros mas pronto entendí que, al igual que su compañera, estaba teniendo una visión.
-FUERA, DEMONIOS.
Sus ojos estaban desorbitados y aterrorizados.
-¿Qué veis, mujer, decídme?
-ALLÁ, NO PERMITÁIS QUE ME LLEVEN, NOO, NO.
-No hay nada, ahí no hay nada, mujer.
-SIIII, AHÍ ESTÁN, AAAAAHAH, AAAH, AAAAY.
El grito fue feo y agudo; su desaforado movimiento hacía que manara sangre de sus muñecas y tobillos y me hizo temer que se desclavara o desgarrara. Sus ojos se pusieron en blanco y murió quedando así, con la boca abierta y los ojos espantosos como los de las estatuas de los griegos. De su culo cayó un churrete de mierda que nos hizo alejarnos instintívamente a "Ojo torcido" y a mí. Las heces hicieron que mi amigo desinflara su pasión carnal y me invitó a vagar por el lado sur de la ciudad; era una buena propuesta puesto que los dos cadáveres colgados bajo ese sol implacable comenzarían a despedir un olor insoportable; yo acepté. Volví más tarde solo, a la hora del crepúsculo, para mirar el conjunto, pero no me satisfizo del todo como antes. Ellas estaban muertas, era conmovedor, pero habían varias cosas que ocupaban mi mente y la ocuparon desde ése momento para no abandonarme jamás.
CONTINUARÁ.

miércoles, 8 de junio de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 16)

-SOIS UNOS MONSTRUOS, SOIS PERVERSOS ¿CÓMO PODÉIS HACER ESO?. Joshua se había despertado y nos miraba horrorizado.
-¿NO VEIS QUE ESTÁN MALDITAS? QUEDARÉIS MALDITOS TAMBIÉN. TODOS LOS GENTILES IDÓLATRAS SOIS UNOS INDECENTES.
Luego de decir aquello se volvió y se fue dejando su preciado jugo calma-dolores. Ya no fue amigo de nosotros y pocas veces le volvimos a ver desde ese momento.
Nos acostamos debajo de la roca y comenzamos a beber la bebida amarga-dulce provocándonos una soñolencia extraña. "Ojo torcido" se colocó boca arriba y se frotaba el sexo con rapidez mientras miraba el culo a las crucificadas; su cara me producía hilaridad pues torcía los ojos y babeaba como una bebé. Por mi parte, noté que mientras más bebía de aquel brebaje, más risa me causaba cualquier accidente que ocurriera. Caí en el sueño y no desperté sino después de mucho rato. Cuando lo hice, la cabeza me daba vueltas y pude comprobar que a "Ojo torcido" le ocurría lo mismo ya que al caminar se balanceaba como el agua cuando sopla el viento sobre un mar. Ya era el atardecer y comenzaba a refrescar, el sol me pareció del color más rojo del que nunca había visto, la brisa se hizo presente y el cabello colgante de las bellas se mecía insoportablemente hermoso.
-"Ojo torcido", ¿veis lo que yo veo? mirad el cabello de las putas, mirad, es bellísimo, ¿no os parece? parecen nacerles estrellas.
-sí, sí, sí, jajajajajaja. Pero debemos salir de aquí.
-¿qué decís?
-que debemos salir de este lugar, se hace de noche y es un lugar de maldición, ¿no veis aquellas sombras?
Me señalaba un lugar al lado de la roca, mas yo nada veía ni tampoco le hallaba importancia a las prevenciones y miedos de mi amigo.
-Debemos salir, Khazim, las ratas nos atacarán, en la noche sale de entre la basura un ejército de ellas comandadas por un César, un César-rata, y armadas de lanzas.
-¿por un César? estáis loco.
-Noo, no estoy loco, es la verdad, hay un César de ratas que reclama su imperio en la noche y nos condenará a la cruz si no nos vamos.
-Sois un cobarde.
Sin replicarme volvió su espalda y se fue raudo por entremedio de las inmundicias. Me había quedado solo y me sentí bien por eso. Los cuerpos de las mujeres aún seguían sudorosos y palpitantes en su cruz. Todo el conjunto me parecía increiblemente bello. Pasé mi mano por sobre la cabeza de la esplendorosa de más edad y le di un sorbo de brebaje.
-¿Cómo os llamáis, bella mujer?-le susurré a su oído.
-Miryam- me respondió. Casi no podía articular palabras, su respiración era agitada y se agitó más al hablar. De improviso, y como saliendo de su sopor, abrió los ojos muy grandes y exclamó,
-¡OOOH¡ MIRAD, ES BELLO, MIRAD, MUCHACHO.
-¿qué veis, decídmelo, vamos, quiero saberlo?
-MIRAD, SON ÁNGELES, MIRAD, ESTÁN AHÍ.
-¿dónde, mujer?
-AHÍ.
-no los puedo ver, describídmelos, hacedlo, vamos.
-SON BELLÍSIMOS, BRILLAN, SU LUZ ES .......AAAAAAAAH, AAY, UF, UF, UF, AAAAAAAH .
La mujer gritó fuerte y desgarrado y por fin su cabeza cayó hacia atrás para ya no despertar jamás, había exhalado. Su reposo era el más bello de los que había visto. Eché tierra a las heces que había abajo de su cruz y me arrodillé abrazando sus piernas, acto seguido froté mi sexo y derramé mi simiente como ofrenda para ella. Sentía la dicha más grande de mi vida y reí como nunca en ese lugar, reí a carcajadas mientras la cabeza me daba vueltas como en un remolino, no podía sostenerme en pie mas no me importaba; caí y me dormí. A la alborada desperté y lo primero fue ver las cruces, la otra mujer todavía vivía e incluso gemía, parecía increíble. Dos cuervos estaban parados sobre el patíbulo pero nada le habían hecho a los ojos de ella. Me acerqué y le di un poco de agua, ya no me quedaba del jugo amargo-dulce; después de beber, la mujer comenzó a sollozar y le dije,
-sois una mujer fuerte, resistís mucho.
Como ya no quedaba agua y no había comido me propuse encontrar algo de comida en la ciudad y buscar agua para volver luego.

Luego de llenar el odre con agua de la fuente, me dirigí al mercado; siempre iba allí a robar frutas o vender lo que encontraba por ahí. Había caminado un poco buscando a alguien distraído a quien hurtar cuando una mano me tocó por detrás, me volví y era Marta la mujer misteriosa. Quedé perplejo pues jamás imaginé que la encontraría ni menos que se dirigiera a mí.
-Muchacho pecador ¿qué hacéis aquí?
-busco algo para comer.
-sin duda andáis robando a la gente honesta.
-no es así.
-Soy agradecida, incluso con extranjeros perversos como vos, por algo pertenezco a las "piadosas", no olvido el agua que me disteis ayer cuando el calor arreciaba, y como veo por vuestra cara demacrada que no habéis probado bocado, os daré algunas cosas.
De un cesto extrajo una hogaza de pan y dos dátiles de buen color, me los dio y se volvió haciendo ademán de marcharse. Cuando ya creía que los dioses se habían apiadado de mí, Marta regresó y, llamando a dos soldados que pasaban por ahí, me acusó de haber sido robada por mí.
-Detened a ése muchacho, me ha robado el pan y unos dátiles.
Los enormes romanos me tomaron de los brazos y se aprestaban a golpearme cuando una voz, la más dulce que he escuchado en mi vida, dijo,
-no es verdad, yo lo he visto todo, él no robó nada a ésa mujer, fue ella misma que le dio el pan y las frutas.
Era la más bella mujer que nunca había visto en mi vida, iba ricamente ataviada y con su hermosa cabellera negra ensortijada descubierta como hacen las gentiles romanas y griegas, la custodiaban dos enormes y musculosos hombres negros.
-¿Creeréis a una ramera?, su testimonio no sirve- dijo Marta.
-Debo llevarme al muchacho, el magistrado resolverá esto- dijo el soldado.
Me arrastraban aquellos dos y la dueña de la bella voz los detuvo con su sola presencia.
-Dejad ir al muchacho, yo pagaré dos veces las mercancías que dice la mujer, lo pagaré y ella no podrá negarse sin quedar como rencorosa, por lo demás, él es inocente.
-está bien- dijo el soldado.
A regañadientes Marta recibió el pan y los dátiles más el dinero equivalente y fui puesto en libertad.
CONTINUARÁ.

jueves, 2 de junio de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 15)

El jornada transcurre siempre lenta en el basural y esto se notaba sobremanera ese día; para mí era el efecto del calor y la pestilencia consecuente que terminaban por hacer pesados todos los movimientos y hasta los pensamientos. Después de tres horas, las mujeres eran acosadas por las moscas que atraídas por la sangre y el sudor de ellas se posaban en sus rostros y sus espaldas y traseros lacerados. El hedor ya era de lo peor por lo que el comandante ordenó la retirada, considerando que la presencia de ellos eran innecesaria. Dieron el último trago de bebida y agua a la puta más vieja y la correspondiente piedra de sal a la otra y se alejaron. El comandante fue el último en montar su caballo y cuando se aprestaba a seguir a sus hombres se dirigió a Joshua y le extendió el odre con bebida amarga-dulce.
-Tomad, muchacho, para que practiquéis la piedad con esas perras y con vos mismo, jajajajajaja. No abuséis de la bebida o imaginaréis que os atacan los buitres y que las ratas se vuelven gigantes, jajajajajajajajaja. Adiós, miserables, sacad provecho de las rameras, no están mal y aún sirven para algo.
Apenas se hubo alejado el comandante, Joshua se echó el odre a la boca y bebió un trago, luego se acercó a las putas y compartió con ellas su jugo precioso. Por nuestra parte, "Ojo torcido" y yo hicimos otro tanto con el agua. Las mujeres parecían disfrutar de la frescura del líquido como nunca lo habían hecho. Una gran roca fue nuestro refugio contra el sol y a su sombra nos tiramos en el suelo polvoriento a descansar. Las mujeres no podían vernos ya que nos daban la espalda mostrándonos sus culos latigados; se estaban asando bajo ése implacable sol y el atardecer se veía lejano, como a unas seis horas más adelante el sol se pondría rojo al morir y yo esperaba ansioso ese momento que ahora tendría otro elemento agregado. Joshua bebía un pequeño trago tras otro tratando de ahorrar la bebida, para él era el líquido más preciado que existía. Le pedí que me dejara probar su sabor. No era fácil tragarla, la amargura era real, pero se sentía bien al irse garganta abajo, un dejo de dulzura. "Ojo torcido" también bebió un sorbo. Nos pusimos a dormir. Comencé a soñar y se recreaba en mi mente la crucifixión de aquellas putas en el momento en que eran clavadas, pero, ¡oh sorpresa¡ el que clavaba no era un soldado sino la tal Marta, ella se volteaba hacia mí y me miraba como furiosa. Desperté, miré hacia las cruces y allí estaban agonizando aún las mujeres, observé la lejanía y Marta estaba allí, ¿qué estaba haciendo todavía bajo ese calor endemoniado?, supuse que si no hubiéramos estado allí, ella se habría acercado a las cruces. Me levanté con el odre de agua en la mano y comencé a caminar hacia ella, no se movió, me pregunté si tal vez habría estado todo el tiempo esperando a que yo hiciera eso. Me acercaba y ella no se movía, yo esperaba su huida, estaba seguro de que lo haría o me insultaría, pero no se movía. Conforme avanzaba el rostro de ella se iba haciendo más nítido y revelaba sofocación por la alta temperatura; me veía directo a los ojos, los tenía claros, marrón claro y su nariz era grande como su boca, el velo negro cubría su cabeza sin mostrar el cabello.
-Vete, demonio- me dijo.
-¿qué hacéis aquí?
-¿qué os importa, muchacho de mala vida?, más bien ¿qué hacéis vos y vuestros amigos vagabundos?.
-creo que lo mismo que vos, buena mujer.
-sois un insolente, un atrevido, mas no os temo.
-nada os haré, soy amigo.
-vos no sois mi amigo, mis amigos no están dentro de los indeseables y miserables de baja reputación.
-habláis de reputación, pero os digo que una mujer de reputación no anda sola a estas horas en el lugar maldito.
-atrevido, VETE, ATREVIDO.
La sien de Marta dejaba ver una gota de sudor corriendo hacia abajo y atravesando su mejilla. Su actitud era inexplicable para mí, no tenía miedo, de eso estaba seguro, de lo contrario no se habría quedado en ese lugar de muerte, mas ¿por qué me insultaba de ese modo?, ¿tan amenazante parecía ser yo?. Le extendí el odre con agua indicándole que bebiera, me miró por un momento con esos ojos hostiles y luego tomó el odre y bebió como sedienta que estaba.
-No es lugar para vos.
-tenéis razón, es un lugar para los demonios como vosotros.
-no somos demonios, sólo pobres de Jerusalem.
-pobres y perversos, sé lo que venís a hacer acá.
-sé lo que vos hacéis acá, mujer.
-no sabéis nada de mí.
-os he visto en las crucifixiones, nunca faltáis.
-soy de la cofradía de las "Las mujeres piadosas de Jerusalem".
-sólo estáis vos acá y no has bajado a asistir a esas dos condenadas, no sois tan piadosa como decís.
-aquéllas son unas rameras pecadoras.
-como todos a los que crucifican. Sólo venís a mirar.
-como todos lo hacen.
-pero vos os quedáis por largo tiempo, os he observado.
-yo también os he observado y he visto las brujerías que hacéis en las tardes al pie de los crucificados.
-¿brujerías? JAJAJAJAJA, NO, sabéis que no soy brujo.
-no, sois un demonio.
-a vos os gusta mirar a los crucificados, os deleitáis con ello, mujer, hay lujuria en vos, y es una lujuria perversa.
-¿me estáis acusando, esclavo?
-no soy esclavo y sólo digo lo que veo.
-vos sois el perverso y bandido.
-si lo fuera ya habría dado cuenta de vos, si no sois lo que decís entonces ve y asiste a esas dos desdichadas junto a nosotros.
La mujer, se levantó y se fue apresurada. Mientras se alejaba se volvía hacia atrás cada tanto. Cuando bajé a la roca que nos daba cobijo contra el sol, "Ojo torcido"estaba acostado en el suelo boca abajo, mas no dormía, observaba el culo de las crucificadas. Joshua yacía al lado, dormido de tanto beber el jugo. Me dirigí hacia las mujeres y les di un poco de agua a cada una; cuando me volví hacia la roca, "Ojo torcido" estaba detrás de mí y me dijo,
-¡que bellas son¡
-sí, decís verdad- dije.
Se acercó hasta tocar el culo a la más joven y acarició sus nalgas, luego le dio dos palmadas en ellas lo que hizo remecer el cuerpo causando que la mujer reanudara sus gritos lo que había dejado de hacer hacía horas. Su llanto volvió, lo mismo su quejadera que era muy lastimosa.
-AAAAAAAH, AY, AY, AY, ADONAY, PIEDAD, AAAAH, AY, AY, AY.
Ya no se calló y encontré razón al fastidio que manifestara el comandante romano hacia ella. Para calmarla fui por la bebida y le dí un poco, sin embargo "Ojo torcido" había comenzado, ahora, a sobar su culo y los muslos, claro que ésta vez fue más suave. De pronto, se arremangó sus vestiduras y se descubrió la verga totalmente enhiesta y de la cual goteaba esperma; se la comenzó a agitar frotándola contra el cuerpo de la mujer y haciendo expresiones de placer.
-¿Qué hacéis?- le pregunté.
-lo que siempre hago cuando crucifican mujeres, ¿no oísteis lo que nos dijo el comandante al irse? debemos aprovechar, ellas ya están malditas y a nadie le importará.
Os confieso que lujuria era lo que me movía, sí, lujuria, aunque también otras cosas como ya os he tratado de explicar, mas no había pensado en hacer lo que "Ojo torcido" estaba haciendo. Mientras él se manoseaba con la joven, yo comencé a acariciar a la otra: toqué su pobre culo lastimado, lo mojé lavándole las heridas y luego seguí con su espalda, le eché agua sobre la cabeza y el rostro. Ella sólo movía la boca, una boca pequeña; le acaricié la frente y le di de beber el jugo amargo-dulce. La puta, al abrir su boca, reveló que le faltaba un diente, suspiraba profundo y me gustaban sus suspiros.
-Gracias, buen hombre- me dijo.
CONTINUARÁ.