viernes, 27 de febrero de 2009

EL POEMA ME HABÍA LLAMADO......

El poema me había llamado poderosamente la atención, tanto así que decidí ponerle un comentario. Claudia me respondió el post que le escribí. Me pregunta dónde puede encontrar la bebida amargadulce, la calma dolores de la que hablo con tanto fervor (le había recomendado que bebiera un poco de ella).
Haciendo una especulación acrobática postulo que, en el caso de Claudia, su bebida amargadulce es el masoquismo o más bien, el sentir dolor y sufrir; tal vez sea una manera de ella de sentirse viva. Claudia siempre se está quejando en sus textos, se autotortura y lo hace tanto que a veces me parece que lo goza de una forma sexual; si esto fuera cierto sería para mí una mujer fascinante aunque no pierdo de vista el hecho (gran posibilidad) de que puede estar presente un elemento autodestructivo y demoniacamamente neurótico; habrá que ver con cautela y caminar despacio por las piedras. Le respondí con unas letras que quieren ser esperanzadoras. Hay otra posibilidad y es que todo no sea más que una proyección de mí mismo y de mis conflictos internos, al fin y al cabo no se quien es Claudia, ni qué vida llevará.

viernes, 20 de febrero de 2009

HOY HABLÉ CON CLAUDIA .

Hoy hablé con Claudia. Dice estar marcada por una fatalidad. Desnudamos mutuamente algo de nuestra alma, reconocimos cosas que no habíamos reconocido ante nadie. Elegimos nuestro averno. Me pide que no nos dejemos de contactar, que mantengamos esta ansiedad; ¿será?, no hay manera de saberlo con certeza, pero el juego es atractivo.
Me gusta que se llame Claudia, que sea melancólica y triste, y amarga.
El vino es amargo, sobre todo el tinto, pero no por eso deja de gustar a muchos.

viernes, 13 de febrero de 2009

CLAUDIA RAZONÓ BIEN.

Claudia razonó bien; un dolor quita otro dolor, dijo. Un dolor quita otro dolor, elimina aquel dolor que implica el término del placer. El sufrimiento se vuelve placer porque nos libera del otro sufrimiento que consiste en el fin del placer; cuando este placer termina queda un vacío insoportable ( bueno, no tan insoportable, pero bastante desagradable aunque a veces es insoportable) y el placer, por propia definición, por esencia, siempre finaliza. En cambio el dolor es prolongable a voluntad y, por eso termina por volverse placer, esto es, porque no finaliza (depende de nuestra voluntad). El dolor que queremos eludir es el del fin, el de la muerte y por eso preferimos el dolor de estar vivos. Atrapados entre el dolor y el dolor, entre el dolor y el placer, entre la vida y la muerte, entre la plenitud y el vacío, tira y afloja, afloja y tira (¡que pajeo, dios mío¡) .
Si nos ponemos a hilar fino, sadomasoquistas como Claudia y yo, en el fondo, tenemos un ansia desorbitada de placer eterno, pero como este gozo no es eterno lo convertimos en dolor, para así tenerlo siempre cerca, al alcance de la mano, casi acariciándonos y a nuestra vista. Un ansia de vida a través del sufrimiento, con migajas construimos una vida, con piedras nos hacemos una cama para dormir. Pero todo este seudo razonamiento (hay que reconocerlo) es viejo y alucinado.

viernes, 6 de febrero de 2009

VOLVÍ A HABLAR CON CLAUDIA .

Volví a hablar con Claudia. No se puede conversar fluidamente con ella, de repente se va lejos de aquí, como que se queda pegada en algún instante, en alguna visión que creo es de atrás en su vida; aunque, según ella, gusta de nuestros diálogos a veces sospecho que se aburre o fastidia; no se en realidad.
Hoy hablamos del placer y del dolor, de lo doloroso que es el placer en la medida que ese placer se acaba. Concluimos que lo mejor es quedarse en la fase previa, antes del placer mismo, antes del éxtasis propiamente tal. Esa etapa previa tiene su propio éxtasis, su dulzura propia y autónoma, yo diría más dulce aún ya que es el comienzo del comienzo o la previa del inicio (del éxtasis). Esa fase previa constituye una angustia dada por el placer no comenzado. A esa ansiedad, a esa bebida agridulce ha de aplicarse, en lo posible, dolor o más dolor, más ansiedad, un plus de espera torturante. Con sufrimiento prolongamos ad-Aeternum el comienzo del comienzo, para que nunca comience, para hundirnos en ese suplicio amargo-dulce de la espera desesperada, para nunca dar inicio al fin, porque el éxtasis es (una brizna, un respiro tan sólo) al fin y al cabo, la muerte y el vacío.