Había llegado en la tarde al puerto de Valparaiso. Condujo a gran velocidad por la carretera como si la ciudad la persiguiera y ella tratara de escapar; de hecho así era.
Se juntaban tres días festivos seguidos: Sábado, Domingo y el Lunes que era feriado. No estaba dispuesta a quedarse en la ciudad. Dejaría el trabajo; ese fin de semana no quería saber de hombres. Por tres días ya no sería Afrodita diosa del erotismo, tan sólo Svetlana, chica de 23 con ganas de divertirse. Sacó dinero de sus ahorros. Lo gastaría sola, se lo merecía. Sola, sólo ella con ella misma ¿quién necesita a los hombres?, ya estaba cansada de ellos, de sus pequeñeces, de sus olores, de sus babas y altanerías. La verdad, deseaba pasarla con su única amiga, mas ella se iría al sur con su familia. De quedarse sola en la ciudad podría haber trabajado. Los fines de semana largos se avizoran espléndidos para ganar dinero; clientes no le faltarían; pero ella no quiso saber de varones ..... ni de sexo.
Le contó a Cristián su determinación de ir sola al puerto. El se ofreció a acompañarla, dijo que también estaría solo, su familia estaba lejos y a sus amigos los descartaba, se encontraban todos casados y con hijos.
-Vamos juntos, Svetlana- ella rechazó la oferta -sin hombres- dijo.
-Svetlana, sólo nos acompañaremos. Si tú no quieres, no habrá sexo, tú sabes que te respeto y soy tu amigo.
-Dije que sin hombres.
-No es bueno que andes sola, te puede pasar algo.
- Sé cuidarme mejor de lo que tú te cuidarías.
Svetlana sabía que Cristián buscaba sexo, pero le creyó cuando mencionó que esta vez sólo deseaba acompañarla. Ella lo conocía, era un buen amigo y estaba segura respetaría su decisión si iban juntos a Valparaiso. Pero, tal vez, para no dar su brazo a torcer a un hombre le dijo no.
-Está bien, princesa, diviértete sola.
Apenas llegó a la costa fue directo a arrendar una cabaña en "Laguna Verde", un pueblito que se ubicaba en las afueras del puerto. Sabía que ese pueblito de pescadores era ideal; muy tranquilo y solitario. Había estado allí dos años atrás. La habitación era acogedora y sencilla, nada sofisticada o similar a los lugares que ella frecuentaba por su trabajo.
Se cambió, se puso una minúscula tanga roja y bajó a la playa. Hacía un sol esplendoroso y estaba bastante cálido, algo excepcional en primavera. Cuando llegó a la playa el panorama no se veía bien. Ella buscaba tranquilidad, en cambio se encontró con mucha gente: familias enteras con niños y todo, venían de Valparaiso. En su visita anterior a "Laguna Verde", la playa se caracterizaba por su soledad, pues claro, había olvidado el detalle del fin de semana largo de tres días festivos.
El límite de la playa era un roquerío; al otro lado de él existía una pequeña playa, estaba segura que ese lugar estaría solitario; allá iría a tomar sol.
Atravesó el espacio lleno de gente. Todos se daban vuelta a mirarla (a admirarla). Su cabello largo y rubio, su 1, 75 m de estatura y sus medidas perfectas (90 -60-90) hacía que los hombres (y también las mujeres) se distrajesen; ella lo sabía y estaba acostumbrada.
Escaló el roquerío y como ella pensaba la playa siguiente estaba desierta. Se puso feliz. Previo chapuzón se tendió en el suelo encima de su toalla para recibir los rayos solares. Tapó la cara con su sombrero y se quedó así. Dormitaría unos minutos y algo la despertó. Miró a todos lados, no había nadie, estaba ideal para hacer TOPLESS. Resolvió desnudarse completamente y se volvió a dormir. Después de algún tiempo se dió vuelta para asolear la espalda y el trasero. Se volvió a dormir. No supo cuanto estuvo así pero al despertar se sentía algo agotada.
Sus lentes oscuros le permitieron mirar de reojo, sin volverse. A unos metros de donde estaba había un adolescente oculto entre las rocas; se masturbaba. Svetlana sonrió para sí. El muchacho, de unos 13 años, tenía los ojos torcidos y la boca abierta; más que grotesco se veía gracioso y encantadoramente ridículo. Ella se alzó y se dirigió hacia él, desnuda. El joven, al verse descubierto se paralizó de vergüenza y su cara enrojeció como un tomate, luego huyó. Ella rió de buena gana.
-mmm, de chicos los hombres son unos chanchitos- se dijo y se sintió vital, joven y hermosa, una verdadera princesa, como la llamaba su amigo Cristián. Desde que era niña había pasado esto; siempre los hombres se embelesaban con ella.
Satisfecha, regresó a la cabaña.
Tomó una ducha, se vistió con una prenda provocadora y se maquilló. En su automóvil se dirigió al puerto principal de Valparaiso. Ya era casi de noche. Estaba dispuesta a darse una pasada por la bohemia porteña. Se prometió nuevamente no ligar con hombres, nada de sexo, tampoco iría a lugares caros como los que frecuentaba en su trabajo de prostituta de lujo. Esta vez sólo sería una joven de 23 y con ganas de divertirse, como el resto. Al llegar a Valparaiso se metió en un bar, pidió una cerveza y se instaló en la barra. Como ya lo suponía no tardaron en aparecer los buitres. Un tipo alto (1,90 m) rubio, claramente extranjero se acercó.
-Hello- dijo . -hola - le contestó ella . - ¡ou¡ .. , pensé que eras gringau . -pues no, soy chilena . -yo, de Texas . -yo de Santiago de Chile, Región metropolitana . - tú parecer gringau . -Será porque mi abuelo fue un marinero ruso.El gringo metió un Bla -Bla largo y tedioso. Svetlana se disculpó, dijo ir al baño. Sin que el gringo lo advirtiera pagó su cuenta y salió del bar.
Comenzó a caminar por las calles del puerto. Se quedó mirando a unos malabaristas disfrazados de saltimbanquis. Continuó el trayecto para detenerse frente a una función de teatro callejero de marionetas. Le llamó la atención una de las muñequitas que representaba una niñita con el pelo largo y del color del oro, de mejillas rosadas. Al terminar la función siguió caminando hasta que un retumbadero de tambores le provocó curiosidad. Era la marcha de una batucada al estilo brasileño-bahiano. Comenzó a mirar esa procesión. Llegó un hombre joven, de unos 30 años, muy alto, con la cabeza perfectamente afeitada. La tomó del hombro y dijo,
-Hola, linda . -hola. -¿pasémosla bien? -¿qué propones? - bueno, linda , ....tú sabes.
El sujeto vestía jeans, una casaca negra estilo Elvis o de aviador de la segunda guerra mundial, calzaba bototos militares, en el brazo de la casaca estaba estampada una bandera chilena. Su mirada era acerada o ella lo creyó así. Se notaba por las dimensiones de su espalda y pecho que el hombre levantaba pesas.
-¿que yo se? , ¿qué se? -No te hagas la interesante y dime cuánto cobras la noche . -lárgate de aquí . -aquí es la vía pública y no me voy, nadie me da órdenes, mucho menos una puta-
el tipo dijo eso gritándole y al hacerlo arrojó un tufo alcohólico a la cara de Svetlana. Ella dió la media vuelta para retirarse pero el rapado la tomó fuertemente del brazo.
-¡aaay¡, déjame . -dime ¿cuánto cobras, maraca?
Svetlana no alcanzó a sentir miedo ya que mientras el rapado le agitaba del brazo vió cómo la planta de un pie elevado se estrellaba en la cara del ebrio. Cayó al suelo por el golpe, pero rápidamente se levantó y desenfundó una navaja automática. El dueño de la patada era un joven moreno con la cabellera larga, estilo rasta fary, que había salido de entre la procesión batucada. El ebrio lanzó una estocada que fácilmente el moreno esquivó; lo volvió a intentar repetidas veces, mas siempre falló y de vuelta recibía una fuerte patada. La agilidad acrobática del rasta delataba ser un bailarín capoeira.
-¡hippie de mierda¡. -ándate de aquí, nazi ahuevonao, nadie te quiere.
La singular riña coreográfica continuó por un rato sin resultados para el skinhead. Al avistar una patrulla policial el rapado emprendió la huida, pero antes de desaparecer disparó una mirada ígnea a Svetlana.
-me las vas a pagar, puta-le gritó.
Svetlana sintió escalosfrios, se acordó de las prevenciones que le hiciera Cristián y de como ella había rechazado su compañía. Intercambió unas palabras con el joven capoeira. No le simpatizó. Pensó que era un presumido por sus habilidades gimnásticas; otro perro caliente. Le dió las gracias por su ayuda y se marchó. El perro caliente la siguió y con insistencia servil la invitó a una disco; ella dijo que si. Entraron a una; no se veía nada, estaba oscura. Desde los 17 años Svetlana no entraba a una disco, al menos no una como esa con un ambiente tan común y juvenil; a esa edad había comenzado su carrera de acompañante sexual; ahora tenía 23. En su trabajo sólo frecuentaba los lujosos lugares a los que era invitada, generalmente un ambiente de hombres mayores que ella; no se sentía una joven de 23, tampoco una mujer mayor o madura ¿qué era? o ¿quien era ella?, ¿dónde encajaba?, por alguna razón se sintió descolocada en la disco ¿se había acostumbrado, acaso, a los lugares de alto nivel? no, ella jamás se acostumbraría.
Comenzó a moverse al ritmo de la música tecno. En la oscuridad perdió de vista al capoeira y continuó bailando sola. Sola, siempre sola. Llegaron más buitres; todos atractivos muchachos con la labia dispuesta a la conquista; no obtubieron resultados. Otra oleada llegó; esta vez además de atractivos se notaban chicos adinerados por lo presumidos; a esos les fue peor; ellos no se lo explicaban, ya que solamente ellos podían enganchar con una beldad así. Nadie entendía que Svetlana sólo deseaba bailar, y bailar con Svetlana, pero siguieron llegando , ¡que insoportables¡ ¿no era la disco un lugar para bailar?, ¿no habría un lugar en donde el sexo pudiera ser prescindible?. Todos los que se le acercaban eran chicos guapos. Los demás jóvenes sólo la miraban. En una esquina estaba un "gótico" mirándola; ¿era gótico? a ella le pareció que si, vestía de negro, un mechón de pelo le caía sobre el rostro tapándole el ojo izquierdo; sus ojos iban pintados como los pandilleros de la película "La naranja mecánica", sus labios también.
Una sola mirada y Svetlana determinó que era un chico tímido; era de baja estatura, muy delgado, su largo cuello iba cubierto por un pañuelo rojo que resaltaba en el contexto de la ropa oscura. Ella se acercó a él y lo miró directo.
-oye, te queda bien ese pañuelo. -gracias. -vamos, baila, no te quedes parado.
Un bamboleo sexy-sensual de ella estimuló al rígido gótico que empezó a moverse a un ritmo que a Svetlana le pareció extravagante y encantador.
-¿de verdad te gustó mi pañuelo? . -si, de verdad . -¿no te parezco maricón? -¿lo eres? -no. -¿Entonces? ¿por qué preguntas? . - Una mina me dijo que era de maricas lucir este pañuelo y andar con los labios y ojos pintados.
- A mí me parece bien, te ves lindo.
Estuvieron moviendo el esqueleto unos 15 minutos hasta que ella propuso salir de allí. Fueron a un bar, pidieron una coca y un coñac; se acabó la coca y el coñac; pidieron otro. El joven no era muy hablador. Ella no sabía si el mutismo se debía o no a timidez.
-¿dónde están tus amigos? -ando solo. - yo igual . -¿y tu pareja? - no tengo . -¿vives acá, en Valparaiso? -no, soy de Santiago . -Mira tú ¡que casualidad¡ lo mismo yo, ¿estás pasando el fin de semana? -sólo vine hoy, vengo a carretear . -y ¿solo? - si. -jajajajaja, lo mismo yo, dame esa mano.
Svetlana tomó la mano del muchacho y entrelazó los dedos con los de él. Siguieron bebiendo hasta que se acabó el coñac. Salieron de ese lugar, caminaron por las calles hasta llegar al muelle. El joven era 5 cm más bajo que ella. El se consideró un tipo con suerte; esa mina rubia de ojos azules y con cuerpo de modelo top se había fijado en él.
-¿pernoctarás en algún hotel?- le preguntó ella. - no, no tengo donde llegar, pensaba pasar la noche entera de juerga hasta el amanecer. -¿y ya no lo piensas más?- el gótico no contestó.
Ambos subieron al auto de Svetlana y partieron. El chico la invitó a fumar marihuana a un lugar baldío que él conocía, un mirador cerca de un acantilado; era un sitio tranquilo. Al llegar se sentaron en unas pasturas. El viento soplaba húmedo.
-tienes la cara colorada, Svetlana. -si, es que fui a la playa esta tarde y tomé el sol. -tus ojos también están rojos y eso que todavía no fumamos-
el joven le besó la mano y le sobó las tetas.
-oye, te aclaro que no quiero sexo esta noche; soy puta, pero hoy me divierto, no trabajo y no hay cabida para eso.
El joven no respondió. Sacó de su chaqueta un cigarro grueso de hierba y se lo extendió, luego sacó otro para él.
La marihuana hizo reir a Svetlana. Las estrellas le parecieron lindas. Encontró que ese flacuchento mocoso de 19 años era lindo. Lo besó apasionadamente en la boca. El muchacho respondió a la pasión para luego continuar con su mutismo indiferente. A ella le gustó el estilo de él. Le propuso ir a comprar una botella de vodka y volver a tomarla a ese lugar; él aceptó. Regresaron a Valparaiso.
El supermercado aún estaba abierto y con mucha gente. En un instante Svetlana ya no vió más al niño gótico, se había perdido entre la multitud. Ella se apenó, había quedado sola. Volvió al auto y condujo hasta "Laguna Verde". Antes de llegar a la cabaña paró el vehículo y descendió; caminó, atravesó las dunas y llegó a la playa. Ahí estaba ella, desnuda y con los brazos en alto, sola frente al mar.
El mareo continuaba y la embriaguez se le antojaba dulce. Había sido capaz de divertirse sola, disfrutaba con esas sencillas sensaciones. La frente y la cara las sentía cálidas. Se vistió y se dirigió a su cabaña, estaba algo sofocada.
En el camping se topó con el dueño, un anciano de largas barbas blancas.
-buenas noches, señorita ¿se siente bien? -buenas noches, caballero. Si, me siento bien. -su cara está enrojecida al igual que sus ojos, no se ve bien, hija . -estoy bien, sólo se me pasaron las copas un poco. Me voy a dormir, buenas noches. -buenas noches. Si desea algo, sólo pídalo.
Al entrar, Svetlana sintió que el estómago se le revolvía. Se tiró en la cama. Que bueno era estar sola en la cama, dijo, pero mentalmente se lamentó por la soledad. Se durmió rápidamente con la ropa puesta.
CONTINUARÁ.
«El Sueño»: Lord Byron; poema y análisis.
Hace 1 día