Cambié de canal y llegué a uno de erotismo. Eran esas típicas películas "Play-boy" de un porno o erotismo suave con minas rubias tipo modelo top, todas parecidas entre sí, onda Pamela Anderson o Ann Nicole Smtih ¡trillado, repetido¡. Seguí el camino y me topé con otro canal de sexo; luego caí en la cuenta de que había decenas de ellos y ahí me quedé pegado más de una hora aburriéndome. El porno era una mierda, ¿qué estaba buscando en realidad en esos canales?. Más que una película, buscaba la imagen de una mujer o alguna escena en particular que me calentara, pero siempre era lo mismo, siempre igual, la repetición de lo que se suponía debía excitar a los machos, las mismas tomas una y otra vez en todas las películas desde que había visto la primera de ellas durante mi adolescencia ¿estos directores porno no innovaban acaso, no tenían imaginación?, ¿no creaban algo mejor?. Es que no somos artistas ni pretendemos serlo, sólo queremos ganar dinero y darle al público lo que desea ver. ¡Puta la huevá¡ ¿acaso el público no quería ver cosas nuevas?, ¿acaso yo no era público?, ¿es que algo bien hecho, algo más artístico, no era más excitante, más estimulante y por ende más lucrativo?, ¿es que el sexo estaba reñido con algo más de argumento, con lo nuevo?. Sencillamente no lo podía comprender. En realidad estaba buscando una película "sado" o donde apareciera alguna mujer de tetas gigantes, eso era ciertamente. Hasta que apareció una. Era una negraza entradita en carnes, con las típicas ubres alargadas africanas, muy abultadas, de areola enorme, con muchas curvas a pesar de su tejido adiposo, una hermosa mujer de broncínea piel de ébano, altiva y orgullosa de sus formas. Pero la escena era corta, es decir, la negraza se iba y dejaba lugar a otra negra que creo el director suponía más atractiva para el espectador y que era del tipo modelo, algo así como Naomí Cambell; era una bonita chica, pero cambié el canal. Entonces me llevé una sorpresa, al parecer entraba en el territorio de los pechos ya que la pantalla fue llenada de repente por la figura de una mujer de tetas realmente gigantes, las más grandes que había visto, siliconada claro está a un nivel ridículo por lo notoriamente falso. La mina aparecía follando con un huevón que terminaba eyaculando en su rostro y busto. ¡No, no podía ser¡ la escena me hizo picar y acordarme de mi frustración al eyacular encima de las tetas de Claudia, pero me descubrí endiabladamente excitado.
Cuando entré al baño, Claudia estaba con los ojos cerrados, pero no dormía. La destapé y me quedé contemplándola en su pose de bondage-girl, atadita y amordazada, con su rollizo cuerpo desnudo. Se me quedó mirando interrogante y esperando. Le libré los labios de la mordaza y la ayudé a salir de la tina, la hice arrodillarse para luego restregar mi miembro tieso por su rostro, pero sin dejar que su legua tocara el glande; finalmente, tomándola del cuello por detrás, hice que bajara hasta tocar su frente en el suelo.
-Quédate así, quietita y por nada del mundo te muevas o cambies de posición, ni menos levantes la cabeza porque será peor.
Al pegarle el primer varillazo en la espalda lanzó un AAY muy agudo lo que era de suponer ya que pretendía usar todas mis fuerzas en la golpiza; automáticamente levantó la cabeza, pero al instante volvió a bajarla chocando su frente en el suelo, entonces fui por una almohada y la puse debajo de tal manera que apoyara en ella la frente. Comencé el suplicio dejando caer una verdadera tormenta de varillazos sobre su espalda y trasero alternativamente; no los contaba y no paraba un instante, se los daba con furor. Al principio ella ahogaba los gritos en la misma almohada apretando su boca contra ella y reprimiéndolos con bastante estoicismo, pero hubo de darse por vencida y comenzar a sollozar. Sus gorduras y glúteos vibraban con cada golpe lo que alimentaba mi excitación que me pedía más y más y cada vez más fuerte. Luego de los primeros segundos paré un rato y anuncié que empezaría la verdadera azotaína, le daría 20 varillazos, tal vez ya le había dado esos veinte pero no sabría decirlo con certeza.
Al golpe número 5 y debido a que sólo caían en su espalda y nalgas, el dolor la hizo moverse tratando de esquivar los golpes, o más bien procurando que no siguieran castigando las mismas partes las que, por cierto, estaban enrojecidas. Se botó de lado tratando de ponerse boca arriba pero sin éxito ya que sus manos atadas por detrás se lo impedían; quedó así tendida. Le dije que por haber cambiado de postura el castigo subiría a treinta azotes. Comencé a darle donde cayera la varilla, pero por su posición caían preferentemente en sus brazos, hombros, muslos, piernas. Claudia se retorcía como una boa gigante haciendo temblar su abdomen y tetas alocadamente. Movía su cabeza a uno y otro lado tratando de escapar del suplicio, haciendo cientos de muecas inútiles, a veces hilarantes e increíbles, abría y cerraba la boca y cerraba sus ojos apretados. Dirigí los varillazos a sus pechos lo que le hizo abrir los ojos como expresando su sorpresa de recibir los golpes allí. Sus lágrimas se volvieron ríos y sus sollozos se transformaron en carcajadas de llanto.
-PERDÓN, PIEDAD, YA NO MÁS, MI SEÑOR, PERDÓN.
Detuve el castigo sorprendido por esas palabras que me parecieron extrañas, ¿perdón? ¿perdón por qué?. Le lancé más golpes furiosos y ella de nuevo,
-AYYY, NOOO, PIEDAD, PERDÓN, MI SEÑOR, PERDÓNAME.
-¿de qué estás hablando?
-perdóname, mi señor.
-¿de qué quieres que te perdone?
-tú lo sabes, Cristián.
-no, no lo sé.
-sí, sí lo sabes.
-no, no lo sé, dímelo.
-lo sabes.
Le lancé otro golpe en las tetas y su AAAY quedó en mi mente con la imagen de su boca abierta, su boca pozo oscuro en medio del temblor corporal. Le di otro más para ver de nuevo esa boca de mártir, de mi santa en el suplicio.
-DÍMELO, CLAUDIA.
Seguía llorando sin decir nada. Le retorcí un pezón con mis dedos pero no lo dijo. Agarré una mata de sus pendejos púbicos y comencé a tirarlos, arranqué mucho matorral hasta que lo confesó.
-Perdón, mi señor, perdón por manipularte.
-¿queeé, manipularme? ¿de qué hablas?
-he estado manipulándote para que hagas lo que yo quiera.
Extraño lo que me decía, no me sentía manipulado para nada.
-No, no es cierto, no me siento manipulado.
-claro, esa es la idea de manipular, hacer que el otro haga lo que una quiera sin que se de cuenta y convencido de que actúa por su propia voluntad.
-pero si he actuado por mi propia voluntad.
-no, por eso estás enojado conmigo, porque te he obligado a degradarme, a que me castigues de forma salvaje, porque te sientes sometido a mí, porque ya sabes que nadie más te excitará como yo lo hago y te enojas por eso.
-No, no me enojo, estás jugando conmigo, no te creo nada.
-sí, he estado jugando contigo. Al principio me dijiste que no serías mi amo, que sólo te gustaba esto como un juego sádico, pero que amo no eras de nadie y que preferías las relaciones de camaradas, igualitarias, sin jerarquías ¿te acuerdas?
-Sí, por supuesto yo dije eso y lo sostengo hasta ahora y no niego que soy sádico y me gusta torturarte.
-Pues yo te he manipulado para que te transformes en mi amo, en mi señor de verdad, sin juego, sin performance, para que sólo sea una muñeca tuya, algo de tu propiedad, para que no te importe si estoy caliente o no, para que te de lo mismo mi placer y sólo te importe el tuyo.
-eso no es cierto, me importa tu placer, desde un principio te lo dije y lo puse en claro y así lo quiero, sólo acepto este juego en la medida que los dos gocemos.
Metí un dedo dentro de su vagina y comprobé que estaba como embadurnada en miel, viscosa, luego chupé mi dedo y le dije,
-mmm, que rico, a pesar de que no me importa tu placer veo que te he dado mucho y que estás muy recaliente.
-sí, sí estoy caliente, no te lo niego, pero has hecho todo lo que yo quería.
-entonces coincidimos porque yo también quería todo esto.
-pero estás furioso conmigo, ¿no?
-¿yooo? no es así.
- sí lo es, estás enojado, reconócelo, reconoce que lo estás porque te he dominado.
-jajaja, ahora te contradices ya que me habías dicho que me estaba transformando en tu señor absoluto, pero veo que tú misma lo desmientes al decirme que me has dominado, luego, tú eres la señora y yo el esclavo.
Claudia se quedó un momento estupefacta, sin decir nada y luego dijo,
-te obligué a derramar sobre mis tetas, las tetas de vaca que te hacen babear y eso te hace enojar y te enojas porque ya eres mi amo y no toleras que yo te domine, un amo es el que no tolera esas insubordinaciones, un amo es el que se enoja porque su puta lo tiene tomado de las pelotas. Tus pelotas son mías, Cristián.
CONTINUARÁ.
Cuando entré al baño, Claudia estaba con los ojos cerrados, pero no dormía. La destapé y me quedé contemplándola en su pose de bondage-girl, atadita y amordazada, con su rollizo cuerpo desnudo. Se me quedó mirando interrogante y esperando. Le libré los labios de la mordaza y la ayudé a salir de la tina, la hice arrodillarse para luego restregar mi miembro tieso por su rostro, pero sin dejar que su legua tocara el glande; finalmente, tomándola del cuello por detrás, hice que bajara hasta tocar su frente en el suelo.
-Quédate así, quietita y por nada del mundo te muevas o cambies de posición, ni menos levantes la cabeza porque será peor.
Al pegarle el primer varillazo en la espalda lanzó un AAY muy agudo lo que era de suponer ya que pretendía usar todas mis fuerzas en la golpiza; automáticamente levantó la cabeza, pero al instante volvió a bajarla chocando su frente en el suelo, entonces fui por una almohada y la puse debajo de tal manera que apoyara en ella la frente. Comencé el suplicio dejando caer una verdadera tormenta de varillazos sobre su espalda y trasero alternativamente; no los contaba y no paraba un instante, se los daba con furor. Al principio ella ahogaba los gritos en la misma almohada apretando su boca contra ella y reprimiéndolos con bastante estoicismo, pero hubo de darse por vencida y comenzar a sollozar. Sus gorduras y glúteos vibraban con cada golpe lo que alimentaba mi excitación que me pedía más y más y cada vez más fuerte. Luego de los primeros segundos paré un rato y anuncié que empezaría la verdadera azotaína, le daría 20 varillazos, tal vez ya le había dado esos veinte pero no sabría decirlo con certeza.
Al golpe número 5 y debido a que sólo caían en su espalda y nalgas, el dolor la hizo moverse tratando de esquivar los golpes, o más bien procurando que no siguieran castigando las mismas partes las que, por cierto, estaban enrojecidas. Se botó de lado tratando de ponerse boca arriba pero sin éxito ya que sus manos atadas por detrás se lo impedían; quedó así tendida. Le dije que por haber cambiado de postura el castigo subiría a treinta azotes. Comencé a darle donde cayera la varilla, pero por su posición caían preferentemente en sus brazos, hombros, muslos, piernas. Claudia se retorcía como una boa gigante haciendo temblar su abdomen y tetas alocadamente. Movía su cabeza a uno y otro lado tratando de escapar del suplicio, haciendo cientos de muecas inútiles, a veces hilarantes e increíbles, abría y cerraba la boca y cerraba sus ojos apretados. Dirigí los varillazos a sus pechos lo que le hizo abrir los ojos como expresando su sorpresa de recibir los golpes allí. Sus lágrimas se volvieron ríos y sus sollozos se transformaron en carcajadas de llanto.
-PERDÓN, PIEDAD, YA NO MÁS, MI SEÑOR, PERDÓN.
Detuve el castigo sorprendido por esas palabras que me parecieron extrañas, ¿perdón? ¿perdón por qué?. Le lancé más golpes furiosos y ella de nuevo,
-AYYY, NOOO, PIEDAD, PERDÓN, MI SEÑOR, PERDÓNAME.
-¿de qué estás hablando?
-perdóname, mi señor.
-¿de qué quieres que te perdone?
-tú lo sabes, Cristián.
-no, no lo sé.
-sí, sí lo sabes.
-no, no lo sé, dímelo.
-lo sabes.
Le lancé otro golpe en las tetas y su AAAY quedó en mi mente con la imagen de su boca abierta, su boca pozo oscuro en medio del temblor corporal. Le di otro más para ver de nuevo esa boca de mártir, de mi santa en el suplicio.
-DÍMELO, CLAUDIA.
Seguía llorando sin decir nada. Le retorcí un pezón con mis dedos pero no lo dijo. Agarré una mata de sus pendejos púbicos y comencé a tirarlos, arranqué mucho matorral hasta que lo confesó.
-Perdón, mi señor, perdón por manipularte.
-¿queeé, manipularme? ¿de qué hablas?
-he estado manipulándote para que hagas lo que yo quiera.
Extraño lo que me decía, no me sentía manipulado para nada.
-No, no es cierto, no me siento manipulado.
-claro, esa es la idea de manipular, hacer que el otro haga lo que una quiera sin que se de cuenta y convencido de que actúa por su propia voluntad.
-pero si he actuado por mi propia voluntad.
-no, por eso estás enojado conmigo, porque te he obligado a degradarme, a que me castigues de forma salvaje, porque te sientes sometido a mí, porque ya sabes que nadie más te excitará como yo lo hago y te enojas por eso.
-No, no me enojo, estás jugando conmigo, no te creo nada.
-sí, he estado jugando contigo. Al principio me dijiste que no serías mi amo, que sólo te gustaba esto como un juego sádico, pero que amo no eras de nadie y que preferías las relaciones de camaradas, igualitarias, sin jerarquías ¿te acuerdas?
-Sí, por supuesto yo dije eso y lo sostengo hasta ahora y no niego que soy sádico y me gusta torturarte.
-Pues yo te he manipulado para que te transformes en mi amo, en mi señor de verdad, sin juego, sin performance, para que sólo sea una muñeca tuya, algo de tu propiedad, para que no te importe si estoy caliente o no, para que te de lo mismo mi placer y sólo te importe el tuyo.
-eso no es cierto, me importa tu placer, desde un principio te lo dije y lo puse en claro y así lo quiero, sólo acepto este juego en la medida que los dos gocemos.
Metí un dedo dentro de su vagina y comprobé que estaba como embadurnada en miel, viscosa, luego chupé mi dedo y le dije,
-mmm, que rico, a pesar de que no me importa tu placer veo que te he dado mucho y que estás muy recaliente.
-sí, sí estoy caliente, no te lo niego, pero has hecho todo lo que yo quería.
-entonces coincidimos porque yo también quería todo esto.
-pero estás furioso conmigo, ¿no?
-¿yooo? no es así.
- sí lo es, estás enojado, reconócelo, reconoce que lo estás porque te he dominado.
-jajaja, ahora te contradices ya que me habías dicho que me estaba transformando en tu señor absoluto, pero veo que tú misma lo desmientes al decirme que me has dominado, luego, tú eres la señora y yo el esclavo.
Claudia se quedó un momento estupefacta, sin decir nada y luego dijo,
-te obligué a derramar sobre mis tetas, las tetas de vaca que te hacen babear y eso te hace enojar y te enojas porque ya eres mi amo y no toleras que yo te domine, un amo es el que no tolera esas insubordinaciones, un amo es el que se enoja porque su puta lo tiene tomado de las pelotas. Tus pelotas son mías, Cristián.
CONTINUARÁ.