miércoles, 27 de abril de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 11).

El cuerpo desnudo y flagelado de esa mujer y la docilidad que mostraba cuando era maltratada hicieron de mi falo una piedra que empujaba mis vestiduras hacia adelante, comprendí que a todos les pasaba eso: a mis amigos y a la muchedumbre de hombres que había seguido la senda de esas dos.
La mujer fue puesta de rodillas ante el pelotón de soldados, después de lo cual estos miraron a su comandante como esperando una orden; él, luego de otear a los alrededores del basural en sus cuatro puntos cardinales, les dijo,
-está bien, adelante.
Uno de ellos, el que hasta ese momento más había golpeado y zarandeado a la condenada se arremangó sus vestiduras y descubrió su sexo enhiesto y brillante en la punta. Sujetándole la cabeza a partir del cabello lo comenzó a fregar por la cara de la mujer mientras reía: se lo metía por la nariz, las mejillas, la frente y el cuello y ella, con los brazos caídos siempre, se mantenía dócil y con su mirada triste.
-Oled, puta, oled mi verga, ¿os gusta? JAJAJAJA. Ahora chupadla, mujer, vamos.

La mujer parecía no haberlo escuchado; tengo la convicción de que no lo había hecho, tanto era su arrobamiento.

-Chupad, vamos.

Una fuerte bofetada en la mejilla la hizo salir de su trance ensimismado y de inmediato tomó con sus manos el sexo y se lo metió en la boca. Lamía la cabeza y los alrededores persistente y mecánicamente, como ávida, pero se notaba que continuaba ensimismada y soportando todo sabiendo que daba lo mismo lo que pasara, que igual sería clavada a la cruz y moriría después de padecer horribles dolores.

-UF, UF, UF, AAAAH ¿no os dije?, ésta es una puta que conoce su oficio- decía el soldado dirigiéndose a los que estaban junto a él. Dos hombres que se encontraban con nosotros habían optado por retirarse, a partir de lo cual comenzamos lentamente a descender del montículo en que nos habíamos parapetado hasta ese momento. Nos fuimos acercando temiendo siempre que los romanos volvieran a lanzarse en contra nuestra, pero ciertos de que ya no lo harían. Repararon en nosotros mas continuaron con lo suyo. La mujer seguía chupando ávida la verga del soldado hasta que éste derramó su simiente blanca y viscosa la que corrió por la comisura de los labios de la condenada. Otro soldado la tomó entonces para que le hiciera a él lo mismo que a su compañero; lo hizo, lo mismo al tercero, mas el cuarto no lo permitió, éste optó por restregar su sexo entremedio de las tetas de la mujer hasta que también derramó sobre ellas y su rostro. El siguiente empujó a la mujer la que cayó al suelo boca arriba, acto seguido se acostó sobre ella penetrándola como poseído. Los demás comenzaron a bromear y reirse de la excitación de su compañero aplaudiendo festívamente. El comandante, reparando en nosotros, nos ordenó,
-vosotros, mendigos, venid muchachos hacia acá, venid, no temáis.

Le obedecimos seguros de que nada nos haría.
-Cuidad nuestros caballos, a ellos no les gusta este lugar y quieren marcharse, tomadlos de las riendas con fuerza para que no huyan.

Así llegamos muy cerca del espectáculo. Hacía un intenso calor a medida que el sol avanzaba en su camino hacia lo más alto del cielo, todos los que estábamos allí sudábamos y principiamos a sentir el hedor del basural que se activaba con el sol de mediodía; las moscas se hicieron presente. El cuerpo de la mujer se cubrió de sudor haciéndolo brillante ante nuestros ojos. Las moscas se le posaban en las heridas de los azotes y la boca que continuaba chupando las vergas, se le paraban sobre los ojos, la nariz y ella dócil era también con ellas, como si no le molestaran. La otra mujer fue amordazada ya que no paraba de chillar y aún continuaba arrodillada mirando lo que hacían a su compañera de suplicio. El comandante, luego de echarse a la boca un trago de agua, nos ofreció el odre.
-Bebed, muchachos, bebed, vamos, hace demasiado calor en este sitio.

Bebimos y el comandante nos simpatizó después de ese gesto de generosidad. Audazmente, Joshua le preguntó si tenían bebida amarga-dulce, ante lo cual, dándole una mirada curiosa, rió fuerte y dijo que sí, pero que era para las condenadas cuando estuvieran arriba de la cruz .

-Sé por qué preguntáis eso, sois un vicioso, muchacho, jajajajajaja. Os prometo que si sobra bebida os daré el resto a vos. Creo que sobrará, ése jugo irá sólo para una de estas perras, la otra nos ha causado demasiados problemas para merecerlo y creo que se seguirá comportando mal.

-NO, mi señor, no penséis que soy un vicioso, sólo os preguntaba para ver si seríais piadosos con éstas pobres mujeres.

-JAJAJAJA, dejadnos la piedad a nosotros, JAJAJAJA, mirad nuestra piedad para con ellas, muchacho, JAJAJAJAJA. No tengáis vergüenza, todos tenemos nuestros vicios JAJAJAJA, yo por ejemplo no me resisto ante el vino, y mis hombres miradlos, muchacho, ellos no se resisten a las sucias rameras.
CONTINUARÁ.

miércoles, 20 de abril de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 10)

-Estáis cubierta de polvo, mujer, una buena sacudida os dejará limpia- dijo uno de los soldados y luego, con la palma de su enorme mano, golpeó en su cabeza a la altura del oído derecho. La pobre cayó al suelo aturdida, trató de levantarse, mas perdió el equilibrio. Ella seguía sin lamentarse ni llorar.
-Que comience la diversión- dijo el mismo soldado.
Entre varios la pusieron de pie fácilmente como si fuera extraordinariamente liviana y principiaron a manosearle por todas partes bruscamente.
-Desnudáos, puta.
La mujer, lentamente y casi a punto de perder el equilibrio, logró quitarse sus vestiduras polvorientas hasta quedar absolutamente desnuda. No hizo ningún ademán de cubrirse con sus manos. Nunca había visto a una mujer así, ¡por los dioses¡ estaba desnuda con su par de tetas y el sexo a la vista de todos los que mirábamos aquéllo. Los hombres que estaban a nuestro lado abrieron los ojos enormes. Una pequeña brisa hizo mover su cabello y un rizo de pelos que le sobresalía de su pubis, éstos eran negrísimos como los de su cabeza. Su espalda estaba atravesada por la rayas que habían dejado los latigazos, unas líneas sanguinolentas y desordenadas, lo mismo sus glúteos y piernas. Por delante también se veían las marcas del flagelo, pero en menor medida. Su vientre era abultado y tembloroso con cada movimiento, podía ver su ombligo -jamás había visto el ombligo de una mujer a excepción de aquellas etíopes que ya os he contado- las tetas eran grandes y bamboleantes, largas y caídas con los pezones oscuros, carnosos. Su cansancio era denunciado por la respiración que hacía subir y bajar rápidamente su pecho y abdomen alternativamente. Su culo era carnoso como sus tetas, vientre y muslos.
El soldado, tomándola del cabello y sacudiéndola, se volvió hacia los que mirábamos y preguntó,

-¿queréis una puta?, ¿alguien de vosotros desea una ramera? vamos, no seáis tímidos, yo sé que lo deseáis, no os costará nada, aprovechad, es gratis, aprovechad la ocasión, no seáis tontos, ahora podéis de verdad; hacedlo ahora antes de que la colguemos de la cruz. ¿Váis a desaprovechar ésta carne? no está mal esta perra.

Mientras hablaba, el soldado la zarandeaba del cabello y ella, con su mirada triste y baja, sólo estaba allí con sus brazos flojos y caídos en la actitud más sublime que yo había visto en mi vida. Uno de los hombres que miraban dijo, respondiendo a la oferta del soldado,
-es una puta maldita.
El soldado le respondió,
-JAJAJAJAJAJA, si no me equivoco, y corregidme si así lo hago, maldita ha de estar sólo después que muera. Sois una nación de estúpidos y cobardes, os quejáis de tantas cosas, mas cuando os dan regalos los rechazáis, ¡que tontos¡. ¿Sabéis? yo creo en vuestro gran dios del que tanto presumís, pero creo que os ha abandonado por ser un pueblo de imbéciles, sí, os digo bien, imbéciles e hipócritas. No me vais a convencer de que os es indiferente éste pedazo de carne que os ofrezco, mas sois hipócritas y no lo reconocéis; vosotros lo perdéis, por nuestra parte disfrutaremos.
Nadie dijo nada, ni se atrevieron a moverse. Creo que el romano tenía razón, yo mismo me habría adelantado a tomarla; sí, yo lo habría hecho pero para abrazarla y rendirle un homenaje por el cuerpo que tenía, por la entrega desesperanzada que mostraba, por su mirada de profunda desazón sin escándalo y le habría dicho que la amaba, y que amaba su cuerpo sereno, desnudo y latigado. Pero no podía hacer esa locura, habría quedado marcado y pronto tendría que haberme ido de Jerusalem ya que algo así se habría sabido.
El mismo soldado, torciéndole uno de sus brazos por detrás de la espalda, comenzó a besarla salvajemente en la boca y a lamerla como un perro en su rostro y cuello; ella cerró sus ojos y se arrobó. Comenzó otra vez a pasar de mano en mano por cada legionario, cada uno de los cuales le besaba sus pechos, o se los estrujaban con furia, o le daban palmadas en las nalgas o le sobajeaban el sexo.

-¡vaya¡ ¡que puta sóis¡, estáis mansa, como se nota que esta era vuestra ocupación de todos los días JAJAJAJAJAJA.

Luego, dirigiéndose a la otra mujer que aún se encontraba de rodillas y lloriqueando, espetó,
-y vos, ¿sóis igual de puta?

La muchacha nada contestó y sólo aumentó su llanto.

-Contestad cuando os pregunto- La bofetada que le lanzó sólo aumentó los chillidos de la mujer por lo que el comandante, estrujando salvajemente una teta la hizo levantar del suelo y comenzó darle de puñetazos en el vientre; cayó al suelo nuevamente; abría su boca desesperadamente procurando recuperar el aliento.

-¿Me lo diréis?- la joven, haciendo un esfuerzo por articular palabra dijo en voz baja,
-sí
.
-no os oigo.
-sí, soy puta como ella.
-JAJAJAJAJA, espléndido, entonces recibiréis vuestro merecido como corresponde.

Mientras, la otra mujer seguía en las manos de los demás soldados que parecían gozar en demasía de ella. El comandante levantó su mano y sus hombres detuvieron el juego, luego hablo a la gente que miraba.

-Retiraos, idos de aquí, ya que rechazasteis el regalo de vuestros amigos, idos.

La gente no se movía, el comandante entonces dió otra señal y los soldados, arrojando a la mujer desnuda al suelo, tomaron sus lanzas y cargaron contra la multitud la que corrió despavorida hacia todos lados. La dispersión fue total y muchos se fueron, mas nosotros y unos pocos más corrimos hasta una pequeña colina y desde ahí observamos. El ataque de la soldadesca no fue en serio, de eso nos percatamos nosotros desde el principio por las carcajadas de ellos así que no temimos otro ataque a pesar de que ellos sabían que estábamos en la cima del montículo ya que nos veían fácilmente y nos hacían señas que simulaban ser amenazantes.

-Khazim, observad bien lo que viene ahora y sabréis por qué los soldados nos espantaron, deseaban quedar solos- dijo "Ojo torcido".
-¿qué pasará? ¿qué harán, las clavarán ahora, eso es?
-sí, pero antes mirad lo que viene.

"Ojo torcido" ya había presenciado muchas crucifixiones de mujeres por lo que conocía todas las rutinas de los romanos a ese respecto.

-Casi siempre hacen lo mismo, al menos cuando crucifican acá en el botadero, hay poca gente por estos lugares. En la colina del Gólgota no se atreverían, está muy cerca de la ciudad.
CONTINUARÁ.

miércoles, 13 de abril de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 9)

Aquel día se presentaba especialmente caluroso y, por ende, el hedor del contorno del camino que seguían aquellas condenadas adornaba tenebrosamente el futuro próximo de esas pobres almas. Una caminaba tras la otra a paso lento y arrastrando los pies en la tierra que levantaba polvo como nunca lo había visto antes; la cantidad de hombres que las seguían contribuía a ello.
Reparé en que sólo había hombres y no mujeres en la turba; comencé a buscarlas con la vista y no las encontré, y no encontraba además a las "mujeres piadosas de Jerusalem", me extrañó esta última circunstancia ya que sagradamente ellas siempre se habían hecho presente cuando una ejecución. Seguimos la fila de curiosos al mismo lento paso de todos.
Las mujeres tenían el cabello revuelto, desgreñado y cubierto también de polvo; se adivinaba más de una caída por lo sucio de sus túnicas. Una iba descalza y la otra con sandalias. La descalza se quejaba regularmente con pequeños gemidos que se suponían provocados por las piedras que estaba obligada a pisar con la planta desnuda, iba considerablemente encorvada en relación a su compañera como si su patíbulo fuera unas diez veces más pesado; claramente estaba muy fatigada, tal vez fuera porque era o se veía de más edad aunque no podría decir cuanta, de seguro por sobre los treinta. La otra, la más joven, sólo cargaba el madero con gran esfuerzo, pero nada hacía suponer un cansancio extremo. Las dos llevaban una expresión triste y derrotada. En verdad os digo que me inspiraron en ese instante gran piedad aunque, a la vez, la misma curiosidad de la que ya os he hablado, la de saber lo que pasaba por sus cabezas y corazones.
El lugar de los troncos secos parecía más desolado y tétrico que nunca, era así o eso quise creer. Las hileras de ellos formaban un grupo de seis. Uno de aquellos troncos era una cruz de la que colgaba el cadáver de un crucificado ahora convertido en unas osamentas cubiertas de una como cáscara. Era para no creer que ésos huesos un día habían sido parte de un hombre vivo, parecía una figura hecha de madera.
Al llegar al sitio de la crucifixión, la caravana se detuvo por orden del romano que hacía de comandante y las mujeres se pararon. Se les quitó de inmediato de sobre sus hombros aquellos pesados tablones como si los soldados estuvieran con intenciones de aliviarles su padecer. Mientras ellos trabajaban disponiendo los patíbulos y arreglando los troncos seleccionados para trasformarlos en los stepes de las cruces, ellas se quedaron una junto a la otra paradas con la vista baja y sin decir palabra. La mujer vieja respiraba con agitación y su frente expedía un profuso sudor, tenía arrugas que surcaban sus mejillas y una herida en un pómulo; la otra estaba erguida y miraba con notorio nerviosismo el trabajo de los soldados, se sobaba sus manos persisténtemente y movía su boca como si estuviera hablando en voz baja. Cuando estuvieron listos los stepes y patíbulos, el comandante echó una mirada a la turba que los había seguido hasta ese momento, a todo el contorno solitario del lugar y luego a sus hombres; sonrió e hizo un gesto con la mano como dando una autorización a algo que los soldados hubieran estado esperando con ansiedad por mucho tiempo. La soldadesca rodeó a las mujeres poniendo éstas miradas de terror. Dos hombres tomaron por detrás a la más joven, le jalaron la desordenada cabellera y golpeando con sus lanzas las piernas la hicieron arrodillar; ella dio un quejido tímido y le comenzó a temblar el labio inferior. El comandante mirándola le habló.

-Vuestra amiga será la primera, veréis lo que le haremos a ella y que será lo mismo que, luego, os haremos a vos.
La mujer mayor no parecía asustada sino más bien entregada y resignada a su suerte; sus ojos cansados estaban adormecidos y sus hombros caídos. Un soldado comenzó golpeándola con su puño en el vientre, luego otro hizo lo mismo, un tercero la abofeteó fuertemente en las mejillas, el siguiente le tironeó salvajemente del cabello enmarañado y así fue pasando por todo el pelotón de los ocho soldados que allí se encontraban. La mujer parecía una muñeca vieja y maltratada por niños traviesos, no decía ni se quejaba de nada y cerraba sus ojos. Un hilillo de sangre comenzó salir de la comisura de sus labios. Los hombres no paraban de jugar con ella mientras la otra, arrodillada, era espectadora sollozante de lo que se le avecinaba. La entrega y resignación de la mujer me deleitaron en extremo, pensé que ella era de aquellas que pronto se dan cuenta de que en la vida todo se vuelve inevitablemente soportable, hasta lo más atroz. Me imaginé a mí mismo entre esos soldados y que cuando me tocaba el turno para golpearle, la tomaba entre mis brazos y le preguntaba al oído lo que estaba pasando por su mente. Me imaginé besándola mientras ella no hacía el más mínimo esfuerzo por impedirlo o protestar así como lo estaba haciendo en ese momento, y me imaginé algo inaudito, extravagante incluso para mí, extravagante y absurdo, imaginé que le decía, os amo, mujer sufriente, os amo porque sois así entregada e indiferente a vuestra suerte, os amo por ser condenada, sois de las mías, sois de la malditas inmundas como yo.
CONTINUARÁ.

miércoles, 6 de abril de 2011

MARGINAL Y VICIOSO (Parte 8).

Cuando tenía 15 años ocurrió algo que definitivamente invadió mi espíritu con fuerza inusitada. Desde la cima de un montículo nos asomábamos agazapados con Joshua y "Ojo torcido" -un muchacho griego de 16 años de edad- acechando a dos buitres que comían abajo de nosotros. Formaba parte de una diversión cruel el cazarles con boleadoras cuando estaban en tierra comiendo; era muy fácil hacerlo ya que esas aves son muy glotonas cuando comen y no pueden volar con sus buches llenos de carroña. Cuando "Ojo torcido" se aprestaba a lanzar la boleadora, los buitres corrieron tratando de escapar. Pensamos que se habían percatado de nuestra presencia, mas pronto nos dimos cuenta que el motivo de su espanto era un grupo de soldados de a caballo que arriaban, como si fuera ganado, a dos mujeres que cargaban, cada una, un madero sobre sus hombros. La abrupta aparición me desconcertó y por un instante no reparé en lo que veía.
-Crucificarán a esas mujeres- dijo Joshua. Atrás de los soldados venía un grupo de hombres levantando polvo por su gran número. La cantidad de soldados también era grande comparado con lo que yo había observado en las crucifixiones.
Son mujeres- dije en alta voz lo que en realidad pensaba para mí.
-Sí, son mujeres, Khazim.
-¿cómo es posible?
-¿qué preguntáis, Khazim?, ¿no sois vos el que dice que todo es posible, hasta lo insoportable?, cometieron algún delito y los romanos las crucifican, eso es todo.

Una perturbación que antes no había experimentado me subió desde abajo hasta la cabeza. La cruz es un suplicio horrible y .......¿las mujeres también han de vivirlo?. Sí, también pueden llegar a ser criminales y condenadas y víctimas, y los azotes, los clavos, la sangre manando, la cruz áspera sobre su piel, su desnudez, su desnudez, sus vergüenzas de mujer expuestas, desnuda y humillada una mujer ¡por los dioses¡ me dije temblando. Sentí un leve mareo en mi cabeza y tragué saliva.

-Y ¿las crucifican como a los hombres? quiero decir ¿las flagelan?, ¿las desnudan?.
-Jajaja, pues sí, ¿os impresiona?, ¿no lo sabíais?
-no, nunca vi a una mujer ser crucificada, sólo a hombres.
-las flagelan antes, las hacen cargar el patíbulo a veces, las desnudan y las clavan a la cruz como a los hombres. En realidad no lo hacen igual, aunque a veces sí, nunca se sabe con los romanos son muy caprichosos. En la mayoría de las crucifixiones de mujeres que yo he visto las crucifican de pecho.
-¿de pecho? ¿cómo es eso?
-el hombre es colgado de espalda, su cara está mirando a los que observan, la cruz está atrás de él. La mujer, en cambio, es colgada de pecho, da la espalda al público mirón, muestra su culo desnudo. Pero no significa que lo vayan a hacer siempre así. He visto hombres crucificados de pecho como una mujer y mujeres colgadas como un hombre de espaldas. A veces los colocan de cabeza, o sin patíbulo. Seguramente a éstas las crucificarán como siempre, de pecho, es lo más probable, ya veréis.
-¿y por qué hacen esa variación?, ¿a las mujeres de pecho?
-hacéis demasiadas preguntas, pagano, ¿qué os importa?.
-¿no lo sabéis? es para humillarlas- dijo "Ojo torcido".
-a los hombres también los humillan, pero los crucifican de espalda- dije yo.
-la cruz siempre es para degradar, para maldecir y dejar infame al desdichado, que los dioses os libren de esa muerte, Khazim, y a todos nosotros. El hombre es despojado de sus vestiduras y puesto de espalda para que todo el que pase por el frente de la cruz vea sus vergüenzas colgando; para que vean que se mea de miedo y dolor y para que vean finalmente cómo se le pone enhiesto el sexo cuando ya está a punto de morir, entonces el ultraje es mayor y objeto de burlas.
-eso ya lo sé, "Ojo torcido", mas la mujer ¿por qué es colgada de pecho?
-para humillarla también, verás, la mujer al ser crucificada expone su culo desnudo y azotado. Como las mujeres son débiles y sin fuerzas, la fatiga y el dolor que sienten es atroz, yo creo que superan al del hombre, de modo que la mayoría de ellas, por no decir todas, se cagan a los ojos de aquellos que las están mirando. A los hombres rara vez les sucede eso, a las mujeres casi siempre, así tenéis que cada cual sufre lo suyo, cada cual es degradado allí donde más es débil y bajo y donde más le duele.

Las palabras de "Ojo torcido" me parecieron escalofriantes y fascinantes a la vez. Supe que era algo que había esperado toda mi vida para ver y deleitarme. Pocas veces había visto la desnudez de una mujer. Cuando niño, a la edad de siete años recordaba haber visto un pecho a mi madre que se le había salido por accidente cuando buscaba agua en un oasis, y al visitar el reino Sabeo pude apreciar las tetas desnudas de unas mujeres negras de Etiopía. Le había oído a mi padre decir, en esa oportunidad, que allá en Etiopía los negros andaban desnudos sin ningún tipo de vergüenza y que, a pesar de seguir al dios de los hebreos, no tenían demasiado pudor en relación a la exhibición de sus cuerpos argumentando el mucho calor que hay en aquél país. Desde siempre había visto mujeres cubiertas desde la cabeza a los pies por lo que la crucifixión de aquéllas dos me produjo una gran curiosidad y agitación. Los ojos de mis compañeros demostraban la misma ansiedad y sin decírnoslo siquiera nos dirigimos abajo para seguir el camino de las dos mujeres condenadas.
CONTINUARÁ.