Conocí a la Sirena a través de la red. Estamos lejos el uno del otro; yo aquí en el sur del mundo, ella en Europa. Coincidimos en tantas cosas que lamento la distancia que nos separa. Ella gusta del mar -de hecho vive cerca de la costa- lo mismo que yo.
-Me paso horas comtemplando el mar sin aburrirme - dice ella.
La llamo Sirena porque es su ser mitológico preferido. A ella le hubiera gustado ser una sirena, y a mí un navegante; diría, aunque suene cursi, que ambos somos soñadores. Sirena fantasea con ser una "Cristo-mujer"; con ser martirizada, así como a Jesús; flagelada, cargar el patibulum y crucificada desnuda y sudorosa en la loma de una colina. Yo también sueño con eso, ser el verdugo claro (y a veces el crucificado). Cuando sucedió la feliz coincidencia de encontrarnos ambos saltamos de felicidad; parecía tan increible que en el mundo pudiera existir una chica como ella. Fácil era imaginar a hombres con esta morbosa fantasía de la mujer desnuda en la cruz, de la reina salvadora sacrificada y coronada con el dolor, pero una mujer era pedir demasiado. Y bien, allí estaba ella, al otro lado del mundo, con similares sensaciones e inquietudes. Ambos reimos cuando comprobamos que a ella también le pasaba otro tanto. Para Sirena a muy pocas mujeres se les ocurriría ser una Jesusa en el suplicio y mejor no hablar de los hombres, nunca encontraría a uno que se solazara con una practica tan extravagante de una loca como ella y de mencionarlo a potenciales novios ni hablar. Tampoco se lo había contado a amigas.
Se demoró en mostrar su imagen, ya dije que Sirena es tímida ¿lo dije?. Pensé que era una mujer poco agraciada o algo madurona (y que me perdonen las maduras)si resultaba ser el caso a mí no me importaba; para mi fetichista y sádica fantasía bastaba que tuviera el deseo de sufrir en una cruz para ser la más bella de las ninfas, mas el regalo fue doble. Se trataba de una joven de 22 años, muy bonita, de tersa y clara piel, estilizada de cuerpo y con aficiones por el ejercicio físico.
Sirena me cuenta que acostumbra a hacer topless en la playa y que, en ciertos lugares solitarios, toma el sol completamente desnuda. Debo decir, como supondrán los espíritus obsevativos, que la joven es algo narcisa; ama su cuerpo, está fijada con él; lo cuida, lo mima; gusta de ser observada, aunque no es muy receptiva con los muchachos (ni con los hombres en general); dice fascinarle acariciarse ella misma mientras contempla el mar y la brisa le da de frente. Es bastante solitaria y muy unida a su hermana mayor. Presumo que es una chica consentida de sus padres, muy apegada a ellos, circunstancia que me enternece.
Sirena, no obstante su delicadeza, dulzura y timidez (porque es tímida, de eso estoy seguro, aunque no lo crean) es más morbosa que yo. Ella sueña con vivir una pasión real; ser crucificada a la romana, con clavos atravesando sus muñecas y pies, corona de espinas y azotes que rasguen su piel y machos brutos oprimiéndola. Dice no importarle que sus huesos sean rotos; ese dolor y exposición, señala ella, le provocaría voluptuosidad, o mejor dicho, una especial voluptuosidad. No sé si creerle, pero el asunto es que me hace soñar y conmover. Es curioso que ella no supiera lo que era el BDSM, al menos no conscientemente. Sirena también sueña con ser una esclava y vivir en un lugar y época en que no tenga derechos y sea considerada un objeto y eternamente encadenada; de hecho, cuando charlábamos, me preguntaba todo el tiempo si existía algún país en el mundo en que se practicara la esclavitud y la crucifixión como pena.
Digo que es más morbosa porque yo no sería capaz de hacer eso a una mujer (ni a nadie) claro que me gustaría tener sesiones sado con ella y ponerla en cruz, pero con amarras, de manera segura, crucificarla en la playa que tanto le gusta, bajo el abrazador sol y el viento acariciándole la piel. Seguramente nunca nos conoceremos en vivo ya que te esfumaste, Sirena y lo lamento. Desde este rincón mi homenaje.
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SIRENA: No me importa que se rompan mis huesos.
YO: Pero eso te va a doler muchísimo, no lo aguantarás.
SIRENA: No me importa si aguanto o no, sólo quiero sentir eso, vivirlo. No creo ser la única que tiene esas fantasías, sólo que las demás no lo reconocen.
YO: Te morirás ¿quieres morirte?.
SIRENA: No, no quiero morirme, pero si ese es el precio por ser crucificada, estoy dispuesta a pagarlo.
YO: No se si creer en lo que me dices, Sirena.
SIRENA: Si no me crees, es comprensible. Sólo te digo que desde chica me he imaginado ser yo la que va subiendo el calvario, fatigada, con los romanos encima, azotándome y yo gritando. Cuando llega la semana Santa es un suplicio para mí ya que no dejo de pensar en eso, no puedo dormir. El domingo de resurrección vuelvo a la normalidad.
YO: Pero si fueras una condenada en la antigüedad de seguro los soldados te violarían de manera bestial y tú, Sirena, eres tan joven y delicada, te harían de todo, eran muy abusadores ,¿estarías dispuesta a algo así?.
SIRENA: Si, estaría dispuesta a soportar todo eso para después ser levantada en esa cruz, desnuda ante la multitud que iría a fisgonear para verme sufrir y morir, ¡que feliz sería de que todos me miraran¡.
YO: Pero no serías feliz, tu dolor se volvería insufrible.
SIRENA: Lo se, pero me consolaría con el disfrute de los demás. Ahora no se hace, pero si las ejecuciones fueran públicas todos irían a mirar porque la gente es morbosa y disfruta con eso. Yo me sacrificaría para el gozo de todos ¿parezco una loca, no? , ¿lo estaré?.
YO: Eres increible, Sirena, eres una ilusión.
«El Sueño»: Lord Byron; poema y análisis.
Hace 1 día