viernes, 1 de junio de 2012

VAMPIRO 3.

Ser vampiro da una sensación de inmovilidad; en verdad es estar inmóvil, como ver por la ventana de un tren que se desplaza a gran velocidad, el paisaje transcurrir.
 La niñita que hace un tiempo jugaba con muñecas es ahora una adulta que amamanta   a su propio bebé, la mujer madura sexy y atractiva de ayer se ha transformado en una anciana con los mofletes y el busto caído, mi amigo Marco de cuerpo atlético con el que salía acorrer y a subir cerros es hoy un calvo y barrigón padre de familia que tiene las carcajadas raspadas de un hombre que se hace viejo; y yo, yo, yo sigo prácticamente igual desde hace décadas: no me sale barriga,  estoy  soltero, no tengo hijos ni los tendré, puedo correr a gran velocidad casi sin cansarme, mi futuro   no cuenta ni me preocupa, no tengo trabajo ni oficio o profesión y sólo pienso en follar y nada más que follar, soy inmune a las enfermedades, prescindo de la tecnología, el dinero no me interesa.
Ser vampiro es estar indiferente ante los demás, mirar con distancia a los hombres y andar siempre melancólico; de hecho la melancolía es una especie de placer, el único, quizás, que un vampiro puede tener.
Ser vampiro es quedarse para siempre como un niño en su inocencia y egoísmo, pero un niño solo: es paradójico eso porque un niño solo no puede jugar de verdad, puede jugar solo, mas ese juego no es duradero ni real, sólo una ilusión y un niño, para ser niño, necesita jugar.........con otros.
Ser vampiro es ser amante del placer y amante del querer compartir ese placer sin jamás hallar con quien compartirlo.
Puedo correr a más de 30 kilómetros por hora sin cansarme, puedo leer los pensamientos de la gente y manipular con astucia, subir a la azotea de un edificio de 8 pisos en dos brincos y quedarme arriba disfrutando de las luces de la ciudad de noche mientras el viento golpea mi cara; puedo hacer todo aquello y más, pero no lo hago y espero en la noche