jueves, 17 de noviembre de 2011

ESPEJO 5.

Siento que anteriormente no me expliqué bien. Trataré de hacerlo ahora.
El espejo es el rebotador, sobre él rebotan nuestros deseos, aquellos que tenemos con respecto a nosotros mismos y aquellos que tenemos en relación a los demás. Si frente al espejo pronuncio (pienso, formulo) un deseo, éste se cumple con respecto a mí y sólo con respecto a mí porque soy yo quien estoy frente al espejo y, por tanto, se produce el efecto rebote y se me devuelve el deseo. Deseo la muerte de X frente al espejo, yo termino muriendo; deseo (sueño, imagino, fantaseo) poseer sexualmente a la vieja tetona de la esquina (frente al espejo, claro) terminaré por follar con ella; deseo que a don C se le sequen los ojos, se me secarán a mí los ojos etc. Por eso la magia del espejito es de doble filo.
Hay también efecto espejo en la escritura, esto es, lo que se escribe finalmente se cumple.
La magia del espejo pasa desapercibida, nadie se detiene a pensarla ni recuerda haber deseado algo frente al espejo, por eso nadie, o muy pocos, la creen.
Con el efecto espejo en la escritura la incredulidad también se da, pero no es porque nadie recuerde como en el caso anterior, sino porque generalmente se escriben cosas que ya sucedieron, se escribe el pasado, aunque ése pasado nunca haya ocurrido. Si escribimos lo que ya pasó, por supuesto lo escrito jamás se hará realidad, por ello cuesta creer que si escribimos, por ejemplo, un cuento de hadas o de horror, ése cuento se vaya a hacer realidad; la mayoría de los cuentos de horror o de hadas ya ocurrieron en alguna parte, en éste mundo o en otro, en ésta realidad o en nuestra fantasía; mas si escribimos y lo que escribimos es lo que deseamos, lo escrito se cumplirá; yo sé bien de eso, a mí me pasó, me ha pasado innumerables veces la magia del espejo, frente al espejo propiamente tal y con la escritura. Mi voluntad casi no ha jugado porque los deseos no tienen que ver con la voluntad, al menos no de la manera en que comúnmente se cree.
Últimamente ya no me sucede esta magia: escribo poco y nada, escribo sobre el pasado y, prácticamente, no me miro al espejo, sólo me observo en el espejo que hay dentro de mi cabeza y es frente a él que formulo maldiciones y bendiciones y tengo visiones de unos otros y de otros otros y de mí mismo.