martes, 31 de julio de 2012

VISIONES, SUEÑOS 2.

TSUNAMI.

* A cada rato, en la tele, muestran una casa de madera flotando en el agua: es grande y bonita; se la lleva el mar para adentro cuando éste se recoge después del tsunami. Es muy posible que dentro vayan personas heridas o muertas, si estuvieran vivas se habrían subido a cubierta y harían señas pidiendo auxilio, pero no se ve nada. El cementerio de esas personas será el mar, se dice, y es como si la imagen de la casa navegando mar adentro fuera una despedida; los vino a buscar Caronte en su balsa. Pero, ¡ATENCIÓN¡ ahí se ve alguien,sobre el techo de la casa flotante, un bulto, una silueta que se agita; mueve su brazo, no se alcanza a distinguir si es un hombre o mujer, niño o adulto. Nadie se percata de la imagen, ni los periodistas que reportean ni la gente que ve la tele, sólo él se da cuenta mas nadie le cree o, más bien, es ignorado.

Un día antes del terremoto tuvo un sueño horrible. Se veía a sí mismo haciéndole el amor a unos cuerpos desnudos insoportablemente blancos y tiesos, parecían maniquíes, hombros más estrechos que las caderas, cabelleras largas sueltas y negras. Estaba chupándole la vagina a una de esas muñecas: eran varias y estaban regadas por el suelo de una playa solitaria y brumosa. Chupaba y chupaba los choros depilados hasta que reparaba en que no eran maniquíes sino cuerpos humanos reales, cadáveres fríos. Le daba un asco tan grande que se desdoblaba y luego se contemplaba él mismo por detrás: se veía a sí mismo de espaldas y desnudo mirando, a su vez, horrorizado a esos asquerosos y blancos cadáveres, pero luego caía en la cuenta de que ése otro no era él o de que ése yo que observaba por detrás se transformaba en otro sujeto, un fulano desconocido y flacuchento que, igualmente, sentía asco ya que comenzaba a hacer arcadas hasta vomitar encima de las muertitas chorros de un líquido color tierra mezclado con algo de sangre. ¿Era ese un sueño premonitorio de la tragedia del terremoto?
A pesar de tsunamis, el mar le sigue gustando, lo mismo la costa, le sigue gustando a pesar de la desolación y de  las gaviotas rastrojeando muertos en la playa.
Pobre costa, querida y amada costa, tan fresca, tan vital y húmeda.