miércoles, 29 de diciembre de 2010

CHICAS BBW 3 (Para que la gorda sea deseable)

"PARA QUE LA GORDA SEA DESEABLE".


Para que la gorda sea aceptable y sexualmente atractiva, deseable y deliciosa ha de tener una gordura que no le impida ponerse unos jeans y caminar a paso rápido un par de cuadras; ojalá tenga una espalda y cintura pequeña y un cuello no demasiado corto; el "ojalá" está dicho como sinónimo de recomendable sin llegar a ser requisito sine qua nom; mas en lo que se refiere al busto y al culo, no se debe transar bajo ningún respecto. Para que la gorda sea aceptable y sexualmente apetitosa ha de ser tetona y culona. El tamaño del trasero nunca será demasiado grande y redondo como un zapallo y ya no hablemos de los pechos. Para que la gorda sea rica y causa de erecciones de roca debe, obligatoriamente (y necesariamente), ser grandiosamente gigantomástica. Mientras más excesiva mejor, mientras más grande la areola y el pezón, más poderoso y rojo el glande y más húmedo será. En lo posible la fémina en cuestión ha de tener problemas para encontrar, en el comercio, sostenes que logren contener esa marea de carne sustanciosa; en lo posible dije (no es requisito esencial).
Si la vaca en cuestión lee la lista de los requisitos mencionados, por supuesto que no debe ni puede ofenderse (para que sea sexualmente atractiva) mucho menos ante el mote de "vaca" porque no es a título peyorativo que es llamada así (ni por burla), sino a título de homenaje y reconocimiento a una hembra que despierta el más animal, primario y viscoso deseo de culear poniendo en ello todas las fibras del cuerpo y hasta del alma. Más bien, al leer la lista, la vaca ha de ser despertada en su libidinosidad y en la convicción de ser adorada de una manera afiebrada sin ningún tipo de pudor o barrera.
La gorda tetona lee la lista de los requisitos y siente el cosquilleo en el bajo vientre, cruza las piernas, se acaricia sus poderosos muslos, desabrocha el botón de sus apretados jeans, el cierre baja por sí solo y se mete una mano debajo de los calzones para tocarse el clítoris mientras, con la otra, sostiene el texto y continúa leyendo sin parar. Ahora bien, puede que la vaca esté ante la pantalla de un computador leyendo la mentada lista, entonces, en tal caso, mientras que con una mano se pajea, con la otra se soba sus enormes tetas con forma de pera y entreabre la boca para humedecer con la lengua sus labios imaginándose los besos y la otra lengua que la visita y busca la suya. La mano que estaba en los pechos sube a acariciar su cuello y la vaca parece escuchar los lametones húmedos y los chupones y los susurros llenos de obscenidades que se le dicen a su oído. La señora o señorita pechugona abre (los tenía cerrados) abre los ojos, de improviso y, en voz alta dice ¡basta¡ Deja de maturbarse y se levanta del asiento un poco molesta por la notable humedad de su hendidura y se dirige al baño. En menos de 10 segundos queda desnuda frente al espejo y procede a tocarse su cuerpo exhuberante de redondeces, levanta los brazos y se coloca las manos en la nuca exaltando más aún su super-hipertrofiado busto, luego con un brazo se los cubre y con la otra mano se tapa el sexo y se mira de perfil. Mueve un hombro como coqueteando consigo misma y suspira. Susurrando y mirándose a los ojos dice al reflejo: "yo soy la vaca, la gorda deseable y llena de deseos, cumplo con todos los requisitos de la lista".
Toma una ducha, se jabona el cuerpo con delicadeza, se mete abundante y aromática espuma en la concha peluda y en el hoyo del culo, en las axilas y debajo de las tetas, sobre todo debajo de las tetas. Se siente feliz y deliciosa como para tararear una canción mientras el agua tibia de la ducha se lleva la espuma cuando cae por su cuerpo hasta el desagüe, dejando sólo un aroma exquisito sobre la piel. Teminado el baño seca su curvilínea humanidad con premura, se hecha desodorante en los sobacos y perfume en las partes estratégicas, se recorta, con unas tijeras parte del matorral púbico y que ella estima está demás. El colaless rojo desaparece entremedio de los enormes cachetes de su trasero y los sostenes XL son ajustados para quedar a penas conteniendo el paquete de sus ubres prepotentes. Logra introducirse, con alguna dificultad, en sus jeans y después de cubrir su torso con la precisa prenda del preciso y audaz escote, se pinta de negro intenso el contorno de los ojos y cuelga una enorme argolla en cada una de sus orejas. La gorda deliciosa y tetona se guiña a sí misma, coquetonamente, un ojo y lanza un beso a su imagen reflejada en el espejo: soy la vaca que cumple los requisitos de la lista, soy una chica bbw.
La chica bbw ya está lista y sale de su casa.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

ESPEJO 2.

Cansado, super cansado.
En otro mundo paralelo hay un otro yo que vive la vida qué él quiere, que hace lo que le gusta y goza con lo que desde siempre soñó; me consuelo con ese pensamiento y me desconsuelo.
Siento una leve presión debajo del esternón; debajo está el corazón, es mi corazón lo que me duele, él también está cansado, así lo siento, así es, ya no tiene la capacidad ni la resistencia de antes.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

DECISIÓN DE MORIR 3.

La posibilidad de quitarse la vida nunca deja de estar presente, es una puerta siempre abierta.

Incapaz de ganarse la vida por sí mismo ¡que grave¡ ¡que patético y ridículo¡ es un serio, muy serio problema, y a esta edad. Tienes una fuerte depresión, es serio, de suma gravedad, precisa de una atención urgente de parte de un profesional, demasiado riesgoso....................y vergonzoso ¿cómo puedes vivir así? ¿no te aburres? ¿no piensas? ¿qué harás en el futuro?
No sé, no sé, no sé, no tengo nada planeado, no sé, no sé qué hacer.

¿Es cierto que, una vez que estás colgado del cuello (colgando de una soga, pero mejor es una cadena) una vez colgado, con los pies lejos del suelo y ya muriéndote por la estrangulación; es cierto que te cagas, que terminas por defecar como si te hubieran estrujado para que tu mierda saliera liberada? ¿es cierto que cuando cuelgas del cuello de una soga o cadena y llegado el clímax fatal, el "miembro" se te pone tieso y eyaculas?. Eyaculando y con la lengua afuera por la presión en el cogote ¿Será cierto todo eso que dicen que pasa?
Un cuerpo frío (horas después del instante dramático) suspendido y desnudo, con el culo cagado y/o con el pico goteando esperma blanca desde la salida uretral; cagado, eyaculado y con la lengua afuera, el rostro amoratado y los ojos desesperados. El drama necesariamente debe llevarse a cabo desnudo ¿por qué? ¿por alguna razón sexual? ¿por algún tipo de fetichismo erótico? suele constar el drama de ciertos rituales y la desnudez es uno de ellos. La desnudez es un símbolo: con nada llegas, con nada te vás. Otro símbolo: el cuerpo desnudo del ahorcado es un cuerpo para un sacrificio y ¿qué es un sacrificio? ¿sabes lo que es un sacrificio? ¿alguien de los espectadores o lectores se ha puesto a pensar en el significado de la palabra sacrificio? el sacrificio es sólo el festín de los dioses, un almuerzo (eso significa festín, almuerzo); le damos de comer a los espíritus superiores y etéreos ya que ellos necesitan nutrirse de nuestra carne, de nuestra sangre y, sobre todo, de nuestro dolor y soledad.

jueves, 9 de diciembre de 2010

DECISIÓN DE MORIR 2.

Si te sientes sano de cuerpo, fuerte y joven ¿son coherentes las ganas de morir?

Claudina aún no llega a los 30 años y ha decidido morir. No se siente amada o, más bien, se encuentra hastiada de las personas que ha conocido hasta el momento en su vida. Se cansó de esperar así que ha decidido morir. En el momento en que lo decide -luego de haberlo pensado durante semanas- se le viene a la cabeza lo que una vez le confesó a Cris:
"me gusta sufrir, me gusta tomar decisiones destinadas al fracaso, emprender cosas que sé, de antemano, naufragarán para así, después, hacerme la víctima y estar sufriendo siempre".
Si bien la confesión que le hacía a Cris era cierta (porque así ella lo sentía en aquel momento) Claudina reconsidera: no, a ella no le gusta sufrir, no goza haciéndose la víctima, no se siente bien autoflagelándose, se cansa de eso, cada vez se le hace más difícil disfrutar con situaciones en que ella es la víctima o la fracasada. Se le ocurre que es una mujer que, mental y espiritualmente, ha envejecido prematuramente por lo que morir será lo mejor. Ha conversado del tema con Cris, lo ha hecho innumerables veces antes de decidir morir porque, al decir verdad, durante gran parte de su vida estuvo dándole vueltas al asunto en su cabeza. Claro que lo hacía como una suerte de juego imaginario y, según ella, medio narcisista. Se veía arrojándose en caida libre desde un puente muy alto o lanzándose al negro abismo de un pozo profundo; también se vio colgada del cuello con una soga o esperando acostada encima de un riel a que la arrollara una locomotora. En todas éstas imágenes ella está absolutamente desnuda y poseída de una bella serenidad (desnuda y poseída ¡que conmovedoras le suenan esas palabras¡). Especial solaz le producía verse cayendo a gran velocidad y sintiendo el viento sobre su piel (volaba como un pájaro) o ver su cuerpo, ya destrozado con la caída, sobre un suelo duro, salpicado con su sangre alrededor. Le hablaba de todo esto a Cristobal un día en que él le confesó que cuando adolescente pensó en el suicidio, entonces ambos barajaron los posibles métodos a emplear llegado el hipotético caso de tomar la decisión. Pero ahora Claudina había decidido morir de verdad.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

ESPEJO.

No soy especial ni excepcional, no soy bello ni joven.
La mirada de Narciso en el espejo sólo conlleva angustias.......frustración.

¿Cómo es que suplicios y torturas imaginarias pueden ser símbolos narcisistas? ¿cómo es que una paradoja así puede darse?....... misterio.
Seguramente hay cientos de explicaciones, todas ellas racionales y bien fundamentadas, pero no deja de estar presente la contradicción.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

BEBIDA AMARGADULCE 4.

En el curso del día su mente está ocupada sólo con las imágenes fantásticas y cinematográficas de tetas, tetazas, culos, culazos, curvas femeninas, bocas húmedas, sufrimientos sensuales y voluptuosos y estéticos, torturas excitantes, fetichismos, voyeurismo etc etc; el resto, digamos el 40 %, es sólo tristeza feroz y rabiosa y desgaste; y ése 40%, que ayer era un 30, mañana será un 50% y seguirá creciendo. Su bebida amargadulce es ésta adicción sexual, esta furia voyeur-sadomasoquista; fuera de ella está el tiempo que transcurre implacáblemente rápido-lento y vacío.
El ansia por lo maravilloso y los mundos fantásticos...se sumerje, se asfixia.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

VAMPIRO 2.

¿Qué es un vampiro? Vampiro es aquel que chupa las energías ajenas y ¿cómo se llama al que succiona sus propias energías? ¿se llama anoréxico?..................es un vampiro que no encuentra nada qué comer.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

BEBIDA AMARGADULCE 3.

Los adolescentes callejeros y marginales aspiran pegamento para luego rayarse los antebrazos con navajas. Las cicatrices de unidades pasan a ser decenas y luego centenas. Todas son rayas en el mismo sentido y en ambos brazos. Por angustia lo explican ellos. Un dolor quitará otro dolor y así se llenan de dolores tajeándose los antebrazos. Tormentas.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

CRUCES III

Aún me duele la costilla, no sé exactamente por qué me duele. Tal vez, al otro lado, estoy crucificado y recibí un lanzazo en el costado derecho de mi tórax desnudo. Estoy crucificado. De la herida brota agua; se había acumulado agua en los pulmones formando un desagradable edema amoratando mis costillas e impidiendo la respiración fluida. El puntazo brutal significa, en realidad, un minúsculo alivio al sufrimiento así que doy gracias.

miércoles, 27 de octubre de 2010

CLAUDINA.

Desde pequeña le gustó jugar a la esclava.
Tenía 7 u 8 años y ella proponía siempre ser la "princesa cautiva" a fin de que Mario le colocara la cuerda alrededor del cuello y la llevara "presa" a través del sendero para atarla en el tronco del eucalipto que había cerca de la quebrada en las afueras del pueblo.
A los 17 chupó su primer pene (el de Mario, por supuesto, también de 17). Ello ocurrió a principios de Marzo, cuando se iniciaba el año escolar. En Mayo de ése mismo año recibió de Paula (más alta y más fuerte que ella.....y más bonita) un puñetazo brutal en el vientre que la dejó en el suelo con la boca y los ojos extremadamente abiertos, tratando de recuperar el aire que se le escapaba de sus pulmones.
Al día siguiente del incidente, era Paula la que chupaba el pene a Mario; lo hacía en el potrero que había detrás del liceo. Ella espiaba la escena agazapada detrás de un matorral, mientras se refregaba furiosa su clítoris con los dedos y se le derramaban lágrimas por las mejillas.

miércoles, 20 de octubre de 2010

BEBIDA AMARGADULCE 2.

La sanación de las heridas es tan deliciosa, sólo por eso se justifica el sufrimiento. Sólo por eso y nada más que por eso.

jueves, 14 de octubre de 2010

CHICAS BBW 2

"LA ABSTRACTA."

El concepto de "abstracta" nace de una operación mental que se denomina con el verbo "abstrar".
Abstrar es: sacar algo de algo.
En este caso, abstrar no es sacar sino poner y construir el arquetipo.

Casi todas las noches tengo la pesadilla de ser crucificado. Digo casi porque cuando no sueño con ése suplicio terrible, mis sueños van hacia Claudia, luego ya no estoy solo en la cama, el cuerpo de ella me da calor para pasar las noches frías. A veces Claudia se transforma en una mujer que yo llamo la abstracta porque no existe. Esa mujer es el doble y hasta el triple de tetona que Claudia, lo mismo su grupa, una grupa de yegua.
La abstracta me ahoga con sus carnes, me enloquece, es muy cochina y exagerada en cuanto a curvas y sexualidad. La abstracta cumple con todos los requisitos de la lista. Debo decir que existe una lista de condiciones que debe de tener una mujer rellenita para ser sexualmente deseable, una fémina BBW.

jueves, 7 de octubre de 2010

ROSA III.

SEXOADICTA.

Rosa es sexo-adicta. Les es imposible dejar de pensar en sexo más de dos minutos. Ella lo sabe porque una vez se midió el tiempo con su reloj; y ante un hombre que le gusta le es imposible no ofrecérsele en carne. Hay que decir que casi todos los hombres que ha conocido hasta el momento (tiene 25 años de edad y han sido muchos los hombres) le han gustado; también debe aclararse que sólo se ofrece si hay condiciones favorables para ello; si no las hay, Rosa siente el deseo irrefrenable de crear o buscar ésas condiciones favorables, entiéndase: fiestas, reuniones sociales de todo tipo, quedar a solas en una pieza o en un ascensor con un hombre, lanzar miradas, coquetear, manipular, mentir, decir la verdad, buscar amistad, inventar pretextos, intrigar, etc etc etc.
Soy una puta, se dice Rosa.
Puta, para Rosa, es un estado que puede ser más o menos intenso. Según opinión de Rosa, si la puta cobra por putear, entonces es una puta que se valora. Mientras más alto cobre la puta se valorará más y menos intensa será su calidad de puta. La puta será más puta mientras menos cobre. Rosa es la más intensamente puta de todas puesto que es gratuita, según ella no se valora y anda siempre regalándose.
Como es sexo-adicta, la compulsión sexual no acaba cuando no están presentes las condiciones favorables, esto significa el consumo de cantidades regulares de pornografía de todo tipo acompañado de los correspondientes masajes clitoridianos. Cuando no tiene acceso a lo porno, su propia imaginación hace de excelente sucedáneo. Dentro de lo porno Rosa incluye no sólo lo propiamente porno, sino además cualquier tipo de material que le ayude a crear una fantasía erótica que la excite. Casi cualquier cosa puede excitar a Rosa: un poema, una canción, la foto de un diario o revista de Brad Pitt, una voz de hombre que escuche por ahí, peregrinos olores, su propio olor a culo o a vagina, un color asociado a algún evento pasado, otra mujer besando a su novio y el mismo novio, una conversación etc etc.

A Rosa le gusta mucho culear; sí, le gusta, no se puede resistir, pero también sufre y sufre porque se trata de una adicción. A través del sexo ella busca llenar una suerte de vacío que, más bien, es el espacio de la angustia en donde nada hay sino pensar en ése vacío y en el que vendrá y donde sólo vislumbra un abismo cada vez más horroroso. Con el sexo ya no está en el vacío y, por tanto, no piensa en él ni en el que se avecina, sólo existe ése presente de éxtasis y dicha, carente de pasado y futuro. El caso es que no se puede andar las 24 horas del día follando ya que, necesariamente, el coito sólo dura unos minutos, luego acaba y queda otra vez el vacío. Ahí nace el círculo vicioso y ya tenemos todo el tiempo la cabeza de Rosa llena de sexo.
Lo que Rosa sueña es encontrar el amor, ser amada. A través del sexo, Rosa busca el amor, pero a la vez ella misma razona que los hombres nunca amarán a la puta gratuita, la mujer fácil sólo será despreciada, he aquí el otro círculo vicioso, el infierno en el que Rosa está cautiva. A pesar de sus teorías, Rosa no deja de ser una ofrecida, sigue buscando, esperando que ésta vez sí, un hombre la ame y por eso es cada vez más gratuita sabiendo de antemano que será despreciada. El saber con antelación le causa depresión; cuando ya es despreciada se profundiza ésta depresión, la tristeza y la angustia insoportable la hace nuevamente buscar el sexo para escapar, y otra vez lo mismo hasta el infinito. No perdamos de vista el hecho de que a Rosa le gusta mucho el sexo y conforme pasa el tiempo y sus experiencias se van haciendo más abundantes y variadas, le va gustando más y más experta se hace. El sexo es la bebida amargadulce de Rosa, Rosa es maestra en el arte del placer carnal.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

CRUCES II.

EL TRIBUNAL.

Mi cabeza divaga en pensamientos e imágenes de muerte; fantasías y palabras sombrías y cansadas que no estimulan a nada. Un ejemplo de “palabras cansadas” que no estimulan a nada y que se me aparecen en la oscuridad de la noche son estas:"me son insoportables los optimistas y los "tira pah rriba", me asquean y me generan desprecio” y luego pienso, “esto me está pasando porque comienzo a ser poseído por una entidad maligna".
Una “fantasía sombría y de muerte” es la de concurrir con Claudia al tribunal que concede los deseos pecaminosos. Lo hace un tribunal porque los deseos están limitados y se precisan repartir con justicia, así, por ejemplo, el deseo de ser rico y poderoso es uno de los deseos más pedidos y por tanto escaso (al ser escaso se requiere la justicia del tribunal para repartirlo), por lo que para acceder a él es necesario hacer méritos que muchos no cumplen, terminan frustrados los pobres codiciosos.
La mayoría solicita favores como: culearse a una mina muy linda de rostro y de cuerpo, ser bella(o), asesinar a un enemigo odiado, degustar exquisiteces culinarias, tener un castillo por casa, vencer en una pelea a un mastodonte o a Mike Tyson, tener un físico perfecto y/o musculado o un culo perfecto, ser de otra raza, ser un general victorioso, un científico deslumbrante, un petrodólar poderoso, el presidente de la república, etc, etc, etc.

Con Claudia pedimos ser crucificados desnudos, uno frente al otro después de ser torturados. Es un deseo que nadie pide; nadie quiere sentir dolor claro está y sólo sensaciones hedonistas son apetecidas por lo que el tribunal accede gustoso a concedernos la mierda que nadie desea (es un tribunal económico al que le gusta ahorrar), hay sobre abundancia de ese deseo y se nos proporcionará, en consecuencia, con abundancia.
La idea es realizar una fantasía sadomasoquista (eso es claro) y sentir el dolor, a la vez de satisfacer al mismo tiempo, el voyeur de mirar la tortura ajena. Sin embargo algo sale mal. Claudia y yo somos izados en la cruz; por supuesto que sentimos terribles dolores (aunque voluptuosos), pero veo que los ojos de mi amiga adquieren una expresión de tristeza inconmensurable que ya me ha parecido verle antes. Claudia tiene grandes ojos por lo que expresan mucho. Su mirada es desesperanzadora y lo que me debería estimular, ya que manifiesta dolor y sufrimiento ajeno (soy sádico), sólo me vuelve loco y mi suplicio placentero se vuelve entonces un suplicio real. Esa mirada de derrota feroz se me hace pesada como si me cayera una montaña encima. Claudia me dice que hemos sido engañados y que estamos en el infierno y que el tribunal no es el tribunal sino un demonio sarcástico que nos juega una broma pesada y que pasaremos la eternidad en esa cruz, sufriendo sin poder tocarnos y con un inmenso dolor.

jueves, 23 de septiembre de 2010

GOMORRA.

Ya sabemos lo que había en la ciudad de Sodoma, cuales fueron sus vicios y pecados y lo que motivó su destrucción, pero ¿qué había en Gomorra? ¿cuál fue su quebrantamiento? ¿cuál el pecado de sus ciudadanos? ¿por qué tuvieron que morir los gomorranos?
Alguien que diga lo que había en Gomorra.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

DECISIÓN DE MORIR.

No es difícil, dadas las circunstancias (dadas ciertas circunstancias) llegar a la conclusión de que resulta sensato el desear pegarse un balazo en la sien, de hecho es tremendamente sensato el desear eso (dadas las circunstancias).
Cuando el escorpión se ve en peligro de muerte inminente se autopica con su aguijón...el bichito sólo acelera un proceso que ya se venía dando, nada más que eso..El peligro de muerte es constante, vivir es estar muriendo.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

CHICAS BBW.

Encontré en internet un sitio que tiene publicados cientos de videos de mujeres monstruosamente tetonas. No paro de verlo una y otra vez, me vuelvo adicto. Algunas de las chicas son delgadas y otras, las más (mis favoritas), son rellenitas y llenas de curvas, pero todas absolutamente todas, son naturalmente gigantomásticas, sin nada de siliconas ni otros aditamentos; creo que para algunos serían incluso repugnantes éstas niñas en su abundancia de pechos y pezones y areolas grandes. Le mostré la página a un amigo y él fue de la opinión que tetas tan enormes eran feas y repugnantes; esas palabras usó, feas y repugnantes, fue como si dijera (me dijera) "repugnantes y aquellos que tienen estos gustos también son repugnantes, ordinarios y de mal gusto"; arrugaba la nariz mientras lo decía en señal de asco. Si es así, como dice este amigo, entonces me declaro repugnante, declaro ser un huevón de mal gusto, vulgar, y ordaca y agrego: soy el peor de todos los repugnantes tetómanos.
Me embobo mirándolas a estas niñas en su exhuberancia. Muchos de estos videos son pornos, pero muchos no lo son en sentido estricto, es decir, no se ve a las mujeres siendo penetradas, ni chupando vienesas; algunas de las niñas ni siquiera están desnudas, tan sólo son imágenes que permiten apreciar IMPRESIONANTES BUSTOS(con mayúscula). Quizás se vean, incluso, más excitantes con ropa y/o un buen escote o lencería, remarcando la línea de esos inmensos paquetes dobles. ¡Uf¡ me excito al escribir esto.
Hay algunas de éstas modelos que son mis preferidas, sus videos están entre mis favoritos y los colecciono así como sus fotos; siempre vuelvo a ellas y si por ahí descubro a otra que me gusta la agrego a mi lista de pechugonas; debo decir que la lista no es tan gruesa; soy tan fetichista que sólo las de mi lista logran mi mayor placer contemplativo. Hace unos días me pasé más de una hora en esta voyeurista actividad rindiéndole tributo al demonio de la pérdida de tiempo y la ociosidad; no, ociosidad no, sólo pérdida de tiempo (tal vez ni siquiera sea pérdida de tiempo) La ociosidad, las cosas que se hacen cuando ella está presente se hacen siempre por aburrimiento y en este caso la palabra aburrimiento no es procedente: me he vuelto un obseso buscador de tetonas en la red, soy un vicioso. Volveré sobre este tema, sobre esta adicción.

jueves, 2 de septiembre de 2010

CRUCES.


Las imágenes se suceden con persistencia, pero acompasádamente durante el día: mujeres crucificadas desnudas bajo el sol y él mismo siendo atormentado de ese modo. La cruz, la cruz, se dice, ese es mi destino.

miércoles, 25 de agosto de 2010

ROSA II

Rouse o Rosa o rosa María se cansa de llorar, pero no deja de tener pena. Se dice a sí misma que su suerte es desgraciada e injusta.
Puedo (y lo soy) ser dulce y lujuriosa y amo tanto y lo quiero tanto ¿cómo no se da cuenta?
Rouse o Rosa o Rosa María se autocompadece. Un día se le ocurre que la autocompasión no es reprobable ¿por qué habría de serlo?. Ese día decide sufrir voluntariamente. Trabajará incansablemente por la felicidad de él ¡que digo¡ se deslomará por el goce de él por el más mínimo de sus caprichos absurdos, sin esperar ninguna recompensa, lo hará gratuitamente, se inmolará, se lanzará al vacío por él. Rosa dice, lo juro, juro que nada esperaré a cambio, será mi entrega mi sufrimiento lo que te donaré, mi amado, me volveré tonta, seré una loca.
La silueta oscura, en la habitación oscura, le enciende la imaginación; se toca los pechos delante del hombre de la silueta oscura y se retuerce los pezones con los dedos.

jueves, 19 de agosto de 2010

VAMPIRO.

Atrapado, trémulo...miedoso, solo, encerrado en su celda intentando escribir, procurando llorar para liberar la pena, tratando de mantener los ojos abiertos para así alucinar, añorando mundos y lugares que no sabe si son de un pasado remoto o no, que no está seguro de si constituyeron realidades o invenciones involuntarias; deseando convertirse en un vampiro, para morir sin morir y vivir sin vivir y ser mágico y poderoso y rebelde...y libre.

jueves, 12 de agosto de 2010

PORNOGRAFÍA.

La "cosa" ahora es: cómo, de qué manera haré mi fortuna. Jajajajaja, es para reirse.

Hace tiempo de......
Hace tiempo que no pornografea; no puede hacerlo. Sus hábitos se reducen a cierto fetichismo sadomasoquista y a las fotografías de mujeres excesívamente pechugonas. En su imaginario utópico y delirante, él mismo, él, se vuelve un artista y un empresario de esas disciplinas; hace de esas artes una profesión, un medio de ganarse la vida y lo hace con talento porque le gusta, disfruta con ello y como es una verdadera vocación, su actividad se transforma más en un juego que en un rutinario y reglado trabajo. Pero innova, se le ocurren ideas geniales y sofisticadas nunca antes puestas en práctica, ni en la literatura ni en el teatro ni en el cine ni en las artes plásticas ni la fotografía. Es tan revolucionario que ya muchos puristas, lacayos de lo establecido, críticos rigurosos, fariseos tiesos, comienzan a opinar que "eso" ya no es porno.
Pero, ¿qué es lo porno? ¿cómo se define la palabra, el concepto, de pornografía? ¿cuál es el objetivo que persigue lo porno? preguntas éstas que a él le parecen inútiles e intrascendentes. En todo caso el objetivo de su trabajo es excitar sexualmente (¿ese es el objetivo de lo porno?) aunque él no lo define como objetivo o finalidad de su "arte" sino como piedra basal o angular a partir de la cual se construye el edificio, pero volviendo siempre a esa piedra angular (la excitación es la piedra) porque además de ser cimiento es cemento y pintura y barniz que cubre y recubre la obra, digamos que fabrica un todo sexual.

miércoles, 4 de agosto de 2010

ROSA.

Supongamos que te llamas Rosi, o Rosa o Rosaura, o Rosa María o Rouse Marie; en realidad no importa cómo te llames.
¿Cómo es el chico que te gusta, Rosa? ¿Por qué te gusta? vamos, dímelo.
¿te desprecia o simplemente te ignora?
Háblame de ello, Rosaura, vamos, puedes hacerlo.
No me conoces ni yo te conozco, casi no tenemos rostros y, por tanto, casi no hay pudor; la habitación en la que nos encontramos está absolutamente a oscuras; mi mente nada imagina y se llenará con lo que cuentes. Cuéntame de él, expláyate, desahógate, si quieres llorar sólo hazlo.
¿Qué te evoca tu amado? ¿a quién se parece?
Tu amor no correspondido es, en alguna medida, atractivo para mí; tu amor sin esperanza me despierta una morbosa voluptuosidad. ¿Hasta qué punto llegas en tu entrega? ¿acaso eres "la amante en silencio"? ¿él quiere a otra y tú misma le llevas a esa otra a su propia cama?
Te inflinges dolor porque ese dolor es el único vínculo que tienes con él. Cuéntame todo que estoy que reviento; cuéntame, yo no le contaré a nadie, Rosa.
El ama a otra, supongamos a una Úrsula, y tú le presentas a ésa Úrsula como señal y prueba de tu amor (prueba de la calidad preciosa de tu amor) y nadie lo sabe, ni él ni ésa Úrsula.
Házmelo saber a mí, Rosa, dilo aquí a mí oído, házlo; me alimentaré de lo que cuentes, pero seguramente mi hambre sólo aumentará.

miércoles, 28 de julio de 2010

MÓNICA.

Por culpa de Mónica le habían dado de correazos a su hermanita de seis años. Para vengarla, arrojó a Mónica al lodazal del fondo de la quebrada y la llamó "infeliz". Mónica no supo qué le dolió más: si la paliza que le dieron por llegar a la casa con la ropa negra de lodo o que ÉL, precisamente él, la llamara "infeliz". Al día siguiente Mónica le dijo a él ,
-dios te va a castigar por lo que me dijiste.
Dos años después, él queda sin papá; un cáncer fulminante se lo llevó en el verano. Hay un momento durante el funeral en que a ÉL le da un ataque de llanto; es en ese preciso instante, cuando Mónica busca con sus ojos su mirada llorosa y al encontrarla sonríe malignamente, él detiene su llanto y un sudor helado le recorre el cuerpo junto a una sensación en que se mezcla el dolor, la derrota total y el miedo; sostiene la mirada dos segundos, luego mira para otro lado.

Han pasado 13 años desde aquel funeral; él camina por el centro de la ciudad, tiene la barba y la cabellera larga y negrísima....se siente bello y lleno de energía. A la vuelta de una esquina se topa de frente con Mónica (en esos trece años no ha sabido nada de ella); ya es una mujer y va con un bebé bastardo en brazos; él la mira directo a los ojos, ella baja la vista, él la encuentra fea y despreciable, por un segundo ella piensa que él la saludará, él sigue de largo como si nada. El resto de ese día, Mónica se sentirá triste, malvada e infeliz.

miércoles, 14 de julio de 2010

EL CUENTO DE CLAUDIA (Parte 16 y final)

“LA CITA CON CLAUDIA.”


La única entrevista que había tenido con Claudia había sido fría, de eso ya había transcurrido un año. En esa oportunidad me pareció una mina displicente, sin interés por mí; me había defraudado. Nada era concordante con lo que me había imaginado. Desde esa fecha no me había escrito y eso que yo le había enviado innumerables mails. Ahora, cuando ya me había olvidado de ella, aparece un día en la bandeja de entrada de mi correo electrónico, un mensaje suyo que adjuntaba un archivo; era el cuento de la crucifixión de Judit-Claudia. Como no me gusta leer de la pantalla, había imprimido esa larga historia y me la había puesto a leer en la noche. Era un cuento truculento, morboso, a veces tedioso, cruel, pero que me había gustado. Junto al archivo, Claudia, “la dolorosa”, me pedía vernos en la cafetería de la vez anterior. Yo acepté, cómo no.
Ella llegó atrasada. No había cambiado mucho desde la última vez. Su pelo largo, oscuro, bonito, que hacía contraste con su rostro blanco. Llevaba unos lentes ahumados y redondos a lo Jhon Lennon y un vestido que le llegaba a los tobillos, medio hippie; digo "medio" porque era ajustado a nivel de la cintura, lo que lograba resaltar su enorme culo, y muy escotado, sin complejos por su gigantomastía y brazos llenitos. Los tobillos, que dejaban ver sus sandalias, me hicieron pensar en el personaje de Judit. Venía fumando un cigarro de menta y sonreía. Nos saludamos y conversamos un momento sobre algunas cosas sin importancia, luego me dijo que había escrito el cuento de "Judit-Claudia" a los 19 años, cuando estaba en el convento haciendo el noviciado. Me preguntó si me había gustado.

-Sí, me gustó.
-¿te calentó?
-Sí.
-¿Cuántas pajas te hiciste?
- Sólo una.
-¿sólo una?, entonces no te gustó tanto.
-bueno, ya no soy tan joven, mi rendimiento baja.

Reímos y me ofreció de sus cigarros de menta. Con el humo verde me relajé.

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Al entrar al noviciado la inquietud masoquista me seguía apremiando. No sé por qué entré al convento ya que siempre tuve claro que una calentona como yo no podía llegar a ser monja. Estuve prácticamente un año con las hermanas. Me fue bien, fui valorada, estudiaba y no causaba problemas. Pero mi morbosa sensualidad un día explotó. De todos los rollos que me imaginaba nació el relato de "Judit-Claudia crucificada", que viene a reunir mis más íntimos y “retorcidos” deseos; tú, ya los conoces. Jajajajajaja ¡ay¡ como me gusta esa palabra, "retorcido", mmmm jajajaja.
Cuando terminé de escribirlo, lo leía una y otra vez; lo corregí y recorregí, lo adornaba e, incluso, hice unos dibujitos de él. Yo encontraba que me había quedado "monono", y me masturbaba en las noches después de leer algunos pasajes. Sí, me masturbaba dentro del convento. Ahora que lo veo, creo que me producía morbo hacerlo en ese lugar, pero también mucha culpa. Un día, hice "la loca" y me afeité la cabeza y, de rodillas, estuve rezando en el patio toda la noche frente a una imagen de la virgen, para mortificarme y, según yo, expiar mi culpa por ceder a las tentaciones oscuras de Satán. En el fondo, era para llamar la atención y ver qué pasaba; es decir, era uno más de los "experimentos" que siempre me gusta hacer.
Al amanecer, yo seguía como huevona casi cayéndome de sueño en el patio, con frío y arrodillada frente a la madre de Dios y pelada al rape, figúrate. Mis compañeras avisaron a la superiora, la que me mandó a llamar. Hablamos largo y tendido. Le dije que había cometido un pecado horrible, que se refería a mi cuerpo, pero que no se lo contaría ya que era algo muy oscuro. La señora se asustó y mandó a que descansara. A mediodía llegó el padre Alberto, un cura jesuita que iba al convento a hacer misas y a confesar a las novicias. Pidió hablar conmigo. Me dijo que la superiora estaba preocupada por mí y que me creía enferma, y que qué podía responder yo a eso. Entonces le conté que era una pecadora. Pensé en confesarme en ese momento y dar cuenta de todas mis retorcidas fantasías de masoca; tenía que decírselo a alguien, pero una idea, también morbosa, se me pasó por la mente. Le propuse que me confesara después de dos días, pero antes, él debía leer mi cuento de Judit-Claudia. Le expliqué que era extenso y que debía leerlo tranquilo. Así que le pasé una copia del texto y esperé. Evidentemente, yo, ya había decidido salirme de monja y todo eso era innecesario, pero este era otro de mis "experimentos". Quería ver al cura horrorizado de mí, condenándome y tratándome como una pecadora infecta. Deseaba que me hiciera llorar y que me expulsaran, algo así como deshonrosamente, del convento.
A los dos días el padre Alberto llegó y hablamos. Me preguntó, muy tranquilo, si aparte de ese pecado tenía otro. Yo lo pensé y le dije no, mintiendo. El pecado que me faltaba confesar era el no haber sido sincera y ser medio sádica al jugar con la inocencia de las monjas. Ese cura era demasiado inteligente. Dijo que me absolvía de todo y que me rezara tres padre nuestros a modo de penitencia.

-¿Sólo eso?- le pregunté.
-¿esperas algo más?

Entonces sí que sentí culpa. Le pedí reales disculpas, de corazón. Le confesé que tenía esa "mi inquietud sado-erótica", y que ansiaba contársela a alguien y entonces había ideado esa forma. Me dijo que él no era tonto y que no lo tratara como tal. Entendía que yo deseaba verlo horrorizado y rasgando vestiduras como un fariseo, pero no lo iba a hacer.

-Además, tu cuento es latoso y aburrido, y sé que ya has decidido salirte de novicia. Pero antes de que te vayas me gustaría que visitaras a un amigo mío que es psicólogo, toma su tarjeta. Cuéntale a él esa "tu inquietud".

El cura Alberto me dejó como una tonta, pero lo admiré, era muy "capo" el hombre. Antes de terminar nuestra conversa, me preguntó que qué haría en la vida después de salir del convento. Le respondí que pensaba estudiar pedagogía básica en la Universidad ya que me encantaban los niños. Me dio un beso en la mejilla y se despidió, deseándome buena suerte.

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-¿Entonces, de ahí la raíz religiosa de tu cuento?- le pregunté.
-Más o menos- me respondió Claudia.
-en realidad, la religión es un pretexto. Dime algo, Cristián ¿cuántas veces lo has leído?
-Dos.
-y ¿qué partes te han gustado más?
-Hay varias. Esa cuando Judit crucificada se ve a si misma como una diosa en un altar de dolor, cuando es azotada empelotas en la columna, cuando la clavan al madero y, obviamente, la parte del joven que la consuela al final.
-jajajajaja, sabía que esa parte final te gustaría.

Al decir eso, Claudia me tomó la mano. Estaba muy dada a sonreír, algo poco común en ella.

-Hay otra cosa que me gustó- dije.
-¿qué?-
-el hecho de que Judit fuera una tetona-

Ambos reímos.

-Cristián, sé que te gusta este tema, que te excitas con él. Sé, también, que llevas meses buscando; yo llevo años. He leído tu blog, algunos de tus cuentos y descubrí que también estás inscrito en sitios de internet sobre esto de la crucifixión femenina.
-¿me estai espiando?
-Bueno, no es exactamente un espionaje. Digamos que es una "investigación", jajaja. Cristián, he buscado tanto y sé que tú eres la persona.
-¿que yo soy la "persona"?
-Sí, podemos realizar nuestros sueños, deseo ser crucificada. Sé que vos también alucinai con eso.
-¿tanto sabes de mí?
-bueno, es una corazonada, por ejemplo: te hice un seguimiento por la red y descubrí que buscas películas fetichistas de minas castigadas con la crucifixión. Sentimos lo mismo, Cristián.

Al decir eso, Claudia apretó ansiosamente mi mano.

-Mírame a los ojos y dime si no es verdad todo lo que te estoy diciendo.

-Sí, es verdad- repliqué.
-y hay más; es cierto que busco desde hace meses, pero es desde la infancia que me paso "rollos" con la cruz.
-¿Ves? tengo razón, somos tal para cual, Cristián.
-Sí, pero el asunto es difícil; hay que disponer de un lugar adecuado y tranquilo, maderas para construir la cruz y ver lo de las correas o amarras.
-buscaremos el lugar. Se te olvida el látigo y los clavos.
-¿clavos?
-claro.
-¿bromeas?
-No. Después de ser crucificada con correas o amarras, quiero serlo con clavos y que mi cuerpo se "retuerza" por el dolor, jajajaja.
-estás bromeando.
-no, no lo estoy.
-pero eso es arriesgado.
-lo hacen en las Filipinas para semana santa.
-sí, pero se trata de clavos especiales y están con un paramédico al lado. Además no es como lo hacían los romanos, las personas no están desnudas ni suspendidas.
-jajaja, sí, lo sé, por eso es que no deseo ir a las Filipinas. Yo deseo ser crucificada por ti y para ti, deseo estar desnuda en ese suplicio para ti, que me contemples en mi dolor, quiero dártelo de regalo, Cristián, mi Cristián.

En forma casi automática, al escuchar esas palabras de labios de la Claudia, el miembro se me erectó.

-Yo no haré eso. Es delito, delito de lesiones sancionado con pena de cárcel, eso sin contar con posibles infecciones como tétano, gangrena o alguna otra mierda que se te pueda meter en las heridas. No soy delincuente ni estoy loco, Claudia.
-¡que cobarde eres¡ y también hipócrita porque te gustaría hacerme eso, te calentai imaginándote que me torturan.

Me levanté al instante de la mesa y le dije,

-Búscate otro huevón, ve al bar "X", allí encontrarás a otros más "valientes" que yo, y con más carácter y podrás así satisfacer tus caprichos. Chao, Claudia, un gustazo haberte conocido.

Pagué mi café y salí de allí. Di vuelta a la esquina y caminé acelerado hasta el parque Forestal. Cuando llegué allí me calmé y seguí mi rumbo caminando encima del césped en dirección al centro, lentamente. La Claudia me había seguido. Corría detrás de mi como desesperada, llamándome a viva voz.

-Cristián, Cristián, por favor, Cristián, espera. No me dejes así, sé que eres la persona, ya tengo 32 años, he buscado mucho y nadie encaja conmigo, sólo tú eres esa persona.
-tampoco soy esa persona, Claudia. No tengo pasta de "Amo" ni de dominante, soy demasiado cobarde, tú lo dijiste. Busca por otro lado, búscate otro hueón.
-ya lo hice, eres tú, lo presiento. Sé lo que te angustia, sé de tu melancolía, démonos una oportunidad.
-déjame, loca de mierda.

Yo seguí caminando, verdaderamente molesto, pero Claudia se me adelantó y me obstruyó el paso.
-Por favor, Cristián. Podrás hacerme lo que quieras, podrás hacerme de todo: seré tu puta, podrás cachetearme, meterme la mano donde se te plazca, humillarme, mearte sobre mi, beberé tu orina, háceme gritar, crucifícame, CRUCIFÍCAME.
-CHAOOOOOOOO, Claudia.
-NOOOOO, llámame vaca, yegua, háceme fisting; si tú lo quieres puedo relinchar, mugir como vaca, imitar a una lombriz, seré una gusana, haré la cerda. Háceme subir el Cerro San Cristóbal corriendo, ríete de mi gordura, seré tu esclava para todo servicio, podrás culearme cuando sea tu capricho o si quieres conviérteme en tu muñeca marioneta, o cuélgame de las tetas.

Seguí mi camino aparentando indiferencia. Unos pasos más allá me volví y vi a la Claudia arrodillada en el pasto, llorando y abrazada a sí misma como entumecida. Cuando me acerqué, unas gruesas lágrimas corrían por su cara; sus párpados estaban cerrados. La tuve a mis pies; me miró hacia arriba con los ojos rojos. Se seguía abrazando ella misma con lo que apelotonaba sus enormes ubres de vaca.

-¿así que quieres que te humille, mierda, loca enferma?

Miré a todos lados para ver si estaban mirando y luego la tomé del pelo, levantándola. La "zamarrié" un poco y le apreté las mejillas haciendo que su boquita se transformara en un diminuto ocho.

-¿por qué no vas donde el psicólogo que te recomendó ese cura? mina estúpida, bruja manipuladora- le dije y le pegué una bofetada en la mejilla. Le seguían corriendo gruesas lágrimas, no dijo nada y cerró los ojos como dormida suspirando por la boca entreabierta. Cuando ya no pude contenerme, me subió una ternura animal, le comencé a lamer las lágrimas como si fuera un perro salvaje, a sobarle las tetas y a meter mi lengua en su boca la que sabía a cigarros de menta. Su cabello olía a shampoo de algas marinas y la piel a colonia para bebes.
Del parque Forestal nos fuimos a uno de los tantos moteles que abundan en el centro y pasamos toda la tarde entremedio de besos, lamidos y otras cosas que no incluyeron opresiones ni sometimientos. Como ambos somos unos menesterosos y se nos hizo poco el tiempo, apenas pudimos pagar entre los dos el motel, reuniendo peso a peso el dinero. Me quedé sin plata para la locomoción de modo que me vi obligado a caminar hasta mi casa lo que aproveché para pensar en lo que había pasado esa tarde. Concluí dos cosas: cotizaré precios de maderas, cuerdas y de látigos; también de clavos; y desde ahora usaré Shampoo de algas marinas, colonia para bebes y fumaré cigarros de menta.
FIN.

jueves, 8 de julio de 2010

EL CUENTO DE CLAUDIA (Parte 15).

"CRUCIFIXIÓN".
Cuando los soldados desmontaron de sus caballos, la angustia se apoderó de improviso de mi ser, la serenidad se esfumó y comencé a llorar frenética, haciendo berrinche como una niña pequeña.

-Piedad, no me hagáis esto por favor.

Los soldados me tomaron de los brazos. Inútilmente traté de huir. Me abofetearon, pero yo seguía con mis chillidos desesperados. El terror volvía a aparecer. El ataque terminó con un puñetazo que uno de los soldados me dio en el vientre seguido de otro en la espalda. Quedé sin aliento y arrodillada en el suelo.
Prepararon el patíbulo; me pusieron de bruces (boca abajo) sobre él, en el suelo, extendieron mis brazos atándolos al madero y me arrancaron los andrajos que me cubrían dejándome, otra vez, completamente desnuda. Iban a comenzar a clavar las muñecas cuando uno de ellos dijo, alto; el soldado se montó encima de mi espalda y me sodomizó. Cuando hubo terminado volvieron a poner la punta del largo clavo sobre la muñeca. Hubo otro "alto". Alguien recordó a los demás que las órdenes eran crucificarme de espalda, como a los hombres, y no de pecho como comúnmente lo hacen con las mujeres. Todas aquellas dilaciones eran, en sí, una tortura para mí.
Fui volteada y mi espalda puesta sobre el patíbulo. Miré el cielo, estaba claro y era cruzado por los buitres que siempre volaban sobre el basural. Ellos ya sabían que pronto habría otro cadáver para comer.
El mismo que me había sodomizado, agarró mis tetas y con ellas aprisionó su miembro viril, restregando hasta derramar su semilla viscosa y blanca sobre ellas y mi cara. Yo sólo deseaba que todo acabara pronto. Nuevamente miré el cielo, vuestra casa, mi Dios.
Cuando el primer clavo horadó mi muñeca, fui poseída por la locura. El cielo se volvió un caos furioso; como si fuera una endemoniada mi cuerpo se arqueaba en el suelo involuntariamente como si ya no fuera mío. El dolor no sólo era en la muñeca clavada sino que recorría todo el brazo hasta el hombro y el sobaco, y de allí parecía invadir mi cabeza y avanzar por la espina. No paraba de chillar. Luego fue lo mismo con la otra muñeca, y ya el dolor se extendió por la totalidad de mi espalda. Mi sudor manó helado y todo fue oscuridad. Un relámpago me hizo volver y otra vez ví el cielo limpio. Reanudé mis chillidos. Estaban clavando bajo mis tobillos, un talón después del otro para alargar el sufrimiento. El dolor era aun peor que cuando me habían atravesado las muñecas y avanzaba desde el pie, por la canilla, hasta la rodilla. De nuevo ese sudor helado. Abrí los ojos hasta el límite tratando de escapar del sufrimiento, pero era imposible. Mis dos pies quedaron atravesados por larguísimos clavos y la calidez de la sangre los invadió. Otra vez oscuridad. Volví a despertar. Me estaban izando en el tronco que hacía de stepe con cuerdas atadas al patíbulo y que habían pasado por debajo de mis sobacos. Cualquier movimiento de mi cuerpo que los soldados que me sostenían provocaran, aunque fuera uno pequeño, significaba un espantoso ataque de dolor que no cesaba.
Cuando hubieron fijado el patíbulo y la cruz estuvo hecha, y quitaron las cuerdas de mis sobacos, colgué por unos segundos sólo de mis muñecas clavadas. Pensé que mis manos serían arrancadas, mas eso duró poco. Los soldados, levantándome del culo, lo sentaron en una pequeña protuberancia que sobresalía del stepe. El último hueso de la espina se apoyaba en esa saliente. Todavía, sosteniéndome cuidadosamente, doblaron mis piernas para luego clavetear los talones al madero. Cada golpe que daba el martillo, me arrancaba un horroroso grito y me hacía pensar que pedazos de mi cuerpo caerían al suelo.
Al terminar de clavar mi segundo pie, ya no tenía voz y tan sólo exhalaba algo parecido a un ahogo. Otra vez la oscuridad.
Las azules aguas del mar de Galilea aparecieron ante mi vista. El sol refulgía y se reflejaba en ellas. La sensación de que mi pierna se partía al nivel de la rodilla me trajo, otra vez, a este basural. Berreando, crispé las mandíbulas mientras la baba se me escapaba de la comisura de los labios; un soldado, para divertirse, me había tan sólo tocado con su mano, la rodilla.
-¡Que delicada sois, señora¡, sólo toco vuestra pierna y os fastidiáis, jajajajaja.
Acto seguido, tocó mi brazo izquierdo y sucedió lo mismo que antes. Cualquier movimiento que mi cuerpo hiciera, por mínimo que fuera, me producía un estremecimiento. Otra vez volvió a tocar y otra y otra, hasta que, con una lanza, golpeó mis pies clavados. Volví a gritar ronco y dije,
-No hagáis eso, es demasiado dolor ¿Por qué sois tan cruel?, ¡OH DIOS¡ ¿POR QUÉEEEEEEEE?
-Sucia ramera, ¿os atrevéis a dar órdenes? ¿Todavía no aprendéis la humildad, puta?
El soldado estrujó mis tetas y dio pequeños golpes en las piernas que me hundieron en el desvanecimiento. Cuando abrí los ojos, mi cabeza estaba inclinada. Lo primero que vi fue la sangre que chorreaba de mis tobillos y se derramaba por el suelo. Un hilo de esa misma sangre venía bajando por mi brazo; llegó a mi sobaco y continuó su trayecto por las costillas; no podía verla, pero sentía en mi piel su calidez. Unos caminantes se quedaron mirándome. Una mujer crucificada de espalda llamaba su atención y, por supuesto, la exhibición de mi desnudez.
El peso del cuerpo lo recibía mi culo sentado en la protuberancia del stepe y en mis tobillos clavados. El alineamiento de mi espalda con el stepe, me hacía soportar mejor el dolor, pero eso no significaba un gran descanso. El dolor iba siempre creciendo.
¿Cuánto tiempo había transcurrido?, no lo sabía, pero no era demasiado, aunque parezcan años los del suplicio. El dolor en mis pies y piernas, y la incomodidad, iban a la par con la agitación que experimentaba. Me sentía más cansada cada vez, ya no entraba aire a mis pulmones. La incomodidad me impedía respirar satisfactoriamente, se volvía desesperante. Los curiosos no se movían, pronto sabría lo que estaban esperando.
Comencé a abrir la boca y las aletas de la nariz, mas el aire no era suficiente; no podía estirarme, me volvía loca; debía acomodarme. No había descanso ni salida, una y otra vez el sufrimiento. Intenté pararme, pero sólo conseguí dar un alarido. Me ahogaba. Mis estertores se volvían más rápidos e incontrolables. Mi pecho subía y bajaba violentamente y lo mismo mi vientre. Conforme esto pasaba, los observadores comenzaban a sonreír y a poner esos ojos que conocía tan bien; los ojos de la lujuria. Esperaban este momento, el momento en que mi cuerpo desnudo y flagelado se retorciera tratando de buscar la comodidad para no asfixiarme. Volvía a ser la reina, la diosa de la lujuria y mis devotos venían a ofrendarme en este altar de dolor.
Como ya no podía soportar más, decidí vivir el horrible dolor que significaba el hecho de levantarme sobre mis piernas teniendo los pies clavados al tronco. Prefería eso a ahogarme. Lancé un aullido y me ayudé con los brazos acalambrándoseme los dedos desde la yema hasta mis hombros, pasando por la espalda y cuello. Subí lo más que pude, babeando, resoplando y creyendo que la frente me reventaría.
-¡DIOS¡, ¿POR QUÉ ME HACÉIS ESTO?, PREFIERO SER LA PUTA DE BELZEBÚ, AYUDADME, BELZEBÚ, POR FAVOR, QUITADME ESTE SUPLICIO- Grité.
Mis palabras hicieron reír a carcajadas a los soldados, mas yo seguí subiendo apoyándome en mis atravesados pies y manos y pude, finalmente, llenar de aire mis pulmones y conseguir un poco de alivio, hasta que el calambre en mis brazos y piernas se hizo insufrible y volví a caer flectando las piernas; mas al caer, un nuevo remezón en las manos y pies clavados me hizo gritar y orinar delante de todos, para mi vergüenza. Ese sudor helado me inundó otra vez y las burlas de los hombres me parecieron estar a mucha distancia de mí. Me vino el sopor, esa tregua bendita que significaba el desmayo. Otra vez la asfixia me hizo despertar y sentir la garganta seca. Supliqué por agua y los soldados llenaron un ánfora con las orinas del caballo y me la ofrecieron. Con un gesto de asco lo rechacé. Ellos dijeron, entre risas, que después suplicaría por ella.
Otra vez hube de levantarme, retorciendo mi sudado cuerpo para respirar y al caer, desmayé. No sé cuántas veces hube de repetir el interminable tormento. Mi cuerpo temblaba y era presa de un calor y frío abrasadores, ambas sensaciones convivían y me atormentaban juntas e implacablemente. Un chiste de un observador hizo percatarme de que había liberado heces, lo que me indujo llanto por mi desdicha y humillación.
Os pedí, mi Dios, os pedí perdón por la blasfemia que había pronunciado sobre Belzebú. Él no me había ayudado, es más, él es el guía que me condujo hasta arriba de este madero. No quiero ser su puta, la puta del enemigo, sólo fui la puta de hombres.
-Un poco de agua, tened piedad de mi- rogaba, pero nadie me satisfacía.
El muchacho que ahora se solaza con las negras crucificadas a mi lado, había llegado y se había escondido detrás del matorral, para tocarse el sexo mientras observaba mis movimientos desesperados. El sol estaba encegueciéndome y caía implacable sobre mi cabeza desnuda. Ya no podía con la sed y rogué a gritos que me dieran de beber la apestosa orina del caballo. Los soldados no accedieron y yo tuve un ataque convulsivo de llanto y súplicas que, al parecer, gustó mucho al muchacho del matorral ya que abría desmesuradamente los ojos y se pasaba la lengua por sus labios; el bamboleo de mis tetas y vientre lo tenían embobado. Finalmente, los soldados me dieron tres ánforas llenas de ese líquido asqueroso que me dejó tranquila por un tiempo hasta que la sed se volvió más horrible aun, provocándome delirios de endemoniada. Os oraba a gritos, Adonay, veía a mi padre en la cruz y a Aulo reírse de mí.
Las carcajadas no paraban y yo sólo pedía la muerte. Lo que me parecían días eran, en realidad, minutos. Los soldados se fueron, cansados de ser crueles, así también los caminantes y lascivos curiosos. El único que sigue aquí es aquel muchacho; 17 o 18 años será su edad, la edad que yo tenía cuando comencé a vivir el desenfreno en la casa de Plinio Claudio.
Somos tres mujeres crucificadas, las dos hermanas Nubias y yo, y el joven fisgón tiene a tres agónicos cuerpos desnudos a su disposición, para hacerles lo que él desee con total impunidad y sin vergüenzas. Sin embargo él parece preferir a las dos negras. No lo culpo, sus cuerpos son todavía vitales comparados con el mío; ellas aun se quejan, se retuercen y gimen por el tormento. Yo, ya no siento dolor, no siento mis brazos ni tampoco mis piernas, es como si no las tuviera; no puedo moverme ni siquiera un poco, los cuervos están prestos a lanzarse sobre mis ojos; mis párpados y boca están a medio abrir y creo que así se quedarán después de muerta. Mi piel está quemada por el sol, mis heridas resecas, mis tetas maltratadas, debo emanar un hedor apestoso, estoy feaaaa ¡Oh, mi Dios¡, ya no valgo, el joven no me mira; quisiera llorar y no puedo. Muchacho, mírame sólo un instante.
Después de acariciar con insistencia el culo y el sexo de las hermanas negras, el muchacho se acerca a mí. Está a mi lado, ¿qué desea? ¿se reirá de mi?, ¿de mi rapada cabeza? ¿de mi desdicha y abandono, de mi orgullo derrotado, como yo una vez me reí de un hombre en esta misma situación? Ahí viene el muchacho.
El joven toca mi flor de una manera tenue, pasa suavemente su mano por la mata negra de pelos que recubre la hendidura de mi vergüenza; soba mi latigado y enrojecido vientre, sube hasta mis tetas, toca las areolas y pezones, acaricia con el dorso mi piel quemada, una y otra vez, reconcentrado y sin perder la delicadeza, soba mis pechos. Se agacha; lo tengo a mis pies. Con mucho cuidado, para que no me duela, palpa con sus dedos mis tobillos atravesados, mi empeine, mis propios dedos. Parece conmovido y no importarle mancharse con mi sangre. ¿Quién sois, muchacho? Se aleja del lugar (no os vayáis); va a buscar una piedra grande sobre la cual se sube para ganar altura, quedando su cara al nivel de mi rostro. De su morral extrae un odre y derrama la fría agua sobre mi quemada cabeza. Lo pone en mi boca y me da a beber, Galilea viene hacia mí con su azul humedad. Casi no tengo fuerzas para tragar, mas él me ayuda con cuidado y dedicación. Rasga una parte de su pobre túnica y la moja para pasármela por la frente; recorre las mejillas y el cuello; la pasa por cada una de las marcas dejadas por los azotes en mis pechos y vientre y también por mis muslos. Sus dedos acarician tiernamente mi rostro, me vuelvo a sentir hermosa y de mi ojo derecho se derrama una lágrima solitaria. Con un beso rozante toca mis pezones, sube por el cuello y la mandíbula, hasta llegar finalmente a mi boca. Sus labios tocan los míos. No puedo responder a su beso, ya no soy dueña de mis movimientos; trato de mirarlo a los ojos y explicárselo. Él vuelve a besarme en los labios y dice,
-No os preocupéis, ahora descansa, Claudia. Todo pronto va a pasar- mas, con un esfuerzo inmenso, logro sacar una palabra que susurra,
-GRACIAAASSSSSSSSSSS.
El sol se vuelve refulgente sobre las aguas del mar de Galilea y el viento acaricia mi larga y vigorosa cabellera, ensortijada y negra como la de mi madre y mi padre.
CONTINUARÁ.

viernes, 2 de julio de 2010

EL CUENTO DE CLAUDIA (Parte 14).

"ESCARNIO Y HUMILLACIÓN".

Después de un largo rato, la postura de ovillo en el suelo me incomodó. No podía estirarme a no ser que me pusiera de pie; la estrechez del foso, y mis dolores, me lo impidieron. Me acordé de la historia de José que una vez me contó mi padre; sus celosos hermanos lo habían arrojado en un pozo, desnudo y él hubo de pasar toda una noche en el fondo, arrollado como un ovillo. ¿No sería aquella historia de infancia otro de vuestros anuncios, Adonay?.
Cuando la incomodidad me resultó insoportable, hice un supremo esfuerzo y me puse de pie. Estaba muy débil, mas tanta era la angostura de ese foso que era imposible caerme. Ya no sentía el mareo. Otra vez Viriato, mi verdugo, tenía razón; la estadía en ese lugar oscuro me había hecho descansar y recuperarme de la azotaina; pero el largo rato de pie en un mismo lugar también me incomodó y volví al suelo, arrollada. Cerré los ojos e intenté dormir; un tirón en mi pie encadenado me hizo abrirlos. Nuevamente estaba colgando cabeza abajo y el fondo del foso se fue alejando rápidamente. Al llegar arriba, el aire me pareció fresco y respiré aliviada. Me bajaron y un par de soldados comenzó a darme una lluvia de bofetadas.
-Habéis descansado demasiado y eso no es bueno- me dijeron. Recibí golpes y apretones en los pechos así como en el vientre. Me arrojaron al suelo y fui pateada despiadadamente. Otra vez mi llanto afloró. Con una mano apretada en mi garganta, Viriato me dijo,

-Hay 14 soldados en este lugar, a cada uno de ellos chupareis su sexo hasta hacerlo derramar y beberéis sus simientes sin perder ni una sola gota. Sino lo hacéis así, con mi daga os cortaré la nariz y os arrancaré los dientes uno por uno.

La perspectiva de vivir los últimos y dolorosos momentos de mi vida con fealdad, me aterrorizó; entonces me puse de rodillas y comenzó la humillación.
Probé el falo de los catorce soldados. Ya antes había hecho lo mismo con infinidad de hombres y sabía cómo hacerlo, mas ahora estaba sometida y doblegada. Soporté con resignación el hedor que de algunos emanaba. Al terminar dicho escarnio, Viriato me tomó y metió mi cabeza y manos en un cepo en el cual quedé aprisionada y en una postura inclinada, con la frente hacia el suelo. Ahora la soldadesca principió la violación de mis orificios. Todos fueron turnándose, haciendo una fila detrás de mi trasero. Algunos introducían su falo en mi flor, otros lo hacían en mi cloaca. Algunos demoraban mucho tiempo, otros casi nada. Cuando terminó el último, mi sexo y culo estaban adoloridos y por mis nalgas y piernas sentía el calor de las simientes que chorreaban hacia abajo. Viriato cerró esta etapa violándome con furiosas embestidas. Cuando terminó agregó 10 azotes en el trasero y atrás de mis muslos, los que cayeron sobre mis anteriores heridas, reavivándolas. Mis lágrimas saltaban y lanzaba hipos entremedio de los sollozos; luego jaló fuertemente de mis cabellos y preguntó,

-¿Por qué lloráis?, ¿no os gusta?, ¿no sois lujuriosa?, ¿no os gusta que los hombres os deseen?, ¿por qué lloráis entonces?. ¡Aaaah¡ entiendo, no ha sido suficiente.

Entonces, volviendo atrás y separando mis piernas, metió sus dedos en el agujero de mi sexo. Dos dedos, luego tres, cuatro dedos, hasta que empujando con la fuerza propia del brazo de un legionario, introdujo toda su enorme manaza hasta la muñeca dentro de mi matriz. Exhalé un grito agudo, sintiendo que me dividía por la mitad.

-¡AAAAAAAH¡ Piedad, Viriato ¡por Dios¡, ya no quiero esto, no sigáis- él respondió,
-os seguís quejando, veo que aún no es suficiente, ¿queréis más aún?

Dicho esto, sentí que las paredes de la matriz se estiraban más todavía, hinchando mi bajo vientre. Viriato había empuñado su mano dentro de mí, la revolvía y agitaba y seguía hundiéndola en mis entrañas. Cuando extrajo su mano, lo hizo sin dejar de empuñarla y la limpió con mi larga cabellera.

-Vuestra matriz está llena de inmundicia, golfa- luego continuó diciendo,
-sé que aún os sientes bella y, lo reconozco, lo sois; pero no iréis a la cruz así. Os afearé, mas soy considerado con vos y os daré a elegir entre tres alternativas: os cortaré la nariz con mi daga, os cortaré las orejas y marcaré vuestra frente con un hierro candente o cortaré vuestra hermosa cabellera. Elegid, Claudia, de entre las tres.

Convencida estoy ahora de que Viriato era vuestro instrumento, Adonay, para castigarme. Supo herirme dónde más sufría mi corazón, y mi debilidad era ciertamente la vanidad.
Elegí el corte de mi largo cabello hermoso y del cual estaba tan orgullosa.
Sin sacar el cepo de mi cuello, me inmovilizaron completamente la cabeza con una prensa accionada por una palanca que un soldado iba girando. Mis sienes fueron apretadas hasta un nivel que creí mi cabeza reventaría. Cuando grité por la presión, el soldado paró de girar. Con su daga, Viriato, fue cortando mi ensortijado pelo como si fuera maleza del campo. Veía como caía al suelo mi otrora frondoso motivo de orgullo y comencé a llorar copiosamente. Esa visión dolía mi corazón más que todas mis anteriores humillaciones. Había sido despojada de mis esclavos, riquezas, ropas, orgullo y ahora, era despojada de mi hermosura. No era dueña de nada salvo del dolor que me acosaba sin darme descanso. Había sido más feliz de esclava que ahora. Pronto se me despojaría de mi vida de una manera lenta y afrentosa.
Cuando la daga ya no pudo cortar, mi tristeza creció al ver que era afeitada de la cabeza. ¡Por Dios, que horrible luciría¡ Mis incesantes sollozos provocaban estremecimientos en mi cuerpo salvo la cabeza fijada por la prensa; dichos movimientos estimulaban a los soldados que metían sus manos por mis intimidades y sobajeaban mi vientre y trasero. Cuando terminaron de pelarme y me soltaron de la prensa y cepo, la frescura invadió mi cabeza desnuda. Me volví pudorosa, bajé la mirada humillada y con vergüenza, procuraba taparme con las manos el sexo y los pechos, a lo que los soldados correspondieron con irónicas hilaridades. Viriato me extendió unos andrajos sucios y rotosos.

-Parece, elegante patricia, que deseáis cubrirte. He aquí una fina prenda para usar.

Yo sólo me quedé parada sin saber qué hacer. Una fuerte bofetada de Viriato, me indicó que debía ponerme aquellos trapos y lo hice. Aquel vestido llegaba hasta un poco más arriba de mis rodillas y olía mal. Me veía peor que una leprosa. Una tristeza profunda hizo que, extrañamente, me tranquilizara. Me dio resignación. Ya todo estaba acabado, era una muerta en vida. Dirigiéndome a Viriato dije,

-¡que cruel sois, Viriato¡, mas comprendo que lo seáis porque os herí con mi soberbia. Acepto humildemente este suplicio, pero antes perdonadme en vuestro corazón.

Por toda respuesta, me tomó bruscamente y volteándome, ató mis manos a la espalda y pasó una soga por el cuello; acto seguido, colgó de él una tablilla escrita en arameo y griego que decía "Claudia, la puta del falso rey". Me llevaron a la calle para iniciar el trayecto al basural donde sería crucificada. Viriato no fue. Seis soldados a caballo iban delante de mí. Yo iba a pie y era tirada con la soga de mi cuello desde una de las monturas. Los caballos también arrastraban el tablón que haría de patíbulo para mi cruz.
Al pasar, la gente me miraba. Al verme rapada, descalza, con andrajos y las piernas azotadas comprendían que era una condenada y bajaban la vista. Otros, al leer la tablilla, me insultaban o lanzaban crueles groserías. Yo caminaba serena, indiferente a las miradas de las personas. La pena me había dado serenidad; ni yo misma me lo explicaba, y os agradecí por eso, mi Dios.
Al salir de la ciudad, mis pies se lastimaban por los filudos guijarros que abundaban en el basural. ¡Que cansada me sentía¡ Una cálida brisa acarició mi afeitada cabeza y entonces comprendí, demasiado tarde, que las pequeñas cosas pueden hacernos más felices que la abundancia o las grandezas.
Pasamos cerca de una cruz de la cual colgaba un cuerpo corrupto y maloliente. Era imposible reconocer de qué sexo había sido. Más allá, en un árbol seco, estaba clavado un hombre. No tenía patíbulo y sus muñecas habían sido atravesadas por sobre su cabeza con los brazos en alto. Violentos estertores dominaban al pobre hombre haciendo que se moviera aceleradamente su pecho y abdomen, mas parecía inconsciente de lo que ocurría a su alrededor. Algo le impedía morir del todo. ¡Qué crueles eran los hombres¡ y yo lo había sido también, ¿Para qué tanta crueldad?, ¿acaso no bastaba matarnos con el golpe de una espada?, ¿era necesaria toda esta afrenta?. Entonces creí comprender las enseñanzas del maestro cuando hablaba del amor al prójimo y el perdón.
Seguimos avanzando bajo el sol abrasador hasta que llegamos a un lugar en donde se erguían 3 árboles algo resecos pero aún firmes. Eran usados como stepe (el poste vertical de la cruz). Los troncos eran anchos y casi no poseían ramas. Este era el lugar fatídico.
CONTINUARÁ.

sábado, 26 de junio de 2010

EL CUENTO DE CLAUDIA (Parte 13)

"FLAGELADA"

Fui llevada a un lugar subterráneo, muy húmedo y con poca luz. En él se encontraban ocho soldados que, al entrar yo, se fijaron en mi con los ojos brillantes que delatan la lujuria. Comenzaron a sonreír burlonamente lo que hizo crecer mi temor. Ese era el lugar de mi flagelación previa a la cruz, y se sabía que en esta etapa los verdugos tenían licencia para desatar las más bajas y crueles pasiones, máxime si se trataba de una mujer. Detrás de mí entraron más soldados. Sin duda se había corrido la voz por todo el pretorio de que iban a crucificar a una bella y reconocida ramera y deseaban participar en mi escarnio o presenciarlo, todos querían ver mi cuerpo desnudo ser flagelado y mis vergüenzas exhibiéndose. Comenzaron a darme apretones y manoseos. Vi por última vez, y de manera crecientemente atemorizante, la locura que provocaba mi cuerpo en los hombres. Sentía miedo, pero a la vez algo del halago que el entusiasmo masculino causaba en mi. Si, Adonay, en la hora del final, incluso de este terrible final, Belzebú venía a tentarme. Esa imagen del subterráneo lleno de soldados y yo, única, bella y vulnerable mujer, me perturbaba. Pero el miedo fue mayor que mi vanidad y en mi mente os elevaba preces, mi Dios, para que estuvierais a mi lado.
Viriato dirigió todo. Nunca sonrió como los demás y su cara reflejaba ira. Me rasgaron mis hermosos vestidos hasta dejarme completamente desnuda. Conforme lo hacía el soldado encargado, restregaba con la mano mi cuerpo, haciendo chanzas sobre algunas partes de mis femineidades. Mi lujoso y fino vestido se ensució al caer al suelo lo que lamenté. Con la punta de su espada, Viriato lo cogió y mirándome lo arrojó a un brasero encendido provocando una gran llamarada que pronto empequeñeció. Lágrimas comenzaron a correr por mi rostro causando hilaridad en toda la tropa ante lo cual recibí una fuerte bofetada de Viriato.
-Al lugar donde vais no necesitareis ropas-dijo.
Hiciéronme poner mis manos contra una columna con los brazos en alto y las piernas separadas. En esa postura fui engrillada con unas cadenas que nacían de la columna, de las muñecas y tobillos. Mi flagelo iba a comenzar. Recordé la azotaina que mi madre me había dado cuando pequeña y la que había recibido Aulo; este nunca había dejado de gritar mientras la sufría. Y era sólo el comienzo del suplicio.
Un relámpago de dolor me avisó que habían dado el primero de treinta azotes. Mis nalgas ardieron como si hubieran sido quemadas. No podía creerlo, era mucho, demasiado dolor. ¡Dios¡, no resistiría tantos latigazos. Os pedí ayuda, Señor, fortaleza para soportar aquello.Vino el segundo y el tercero que cayeron en mi espalda. Sentía que la respiración se me iba, apretaba los ojos y berreaba ahogadamente. Al cuarto latigazo me parecía que llevaba cuatro horas siendo vapuleada y quedaban todavía 26 golpes.
Ahora que me encuentro en la agonía me río de esas sensaciones. En esos momentos aparecían como el mayor dolor que podía recibir y el más insoportable para mí. Hasta no sentirlo, no imaginé lo que vendría después en la cruz. Con el quinto latigazo la saliva se me escapó de la boca y lancé un agudo grito que provocó risas en la tropa; alguien decía un chiste relacionado con el alarido y con mi oficio de meretriz. Tan insufrible era que, con las esperanzas puestas en vos, mi Señor, pensé que al décimo azote moriría y así me ahorraría el resto de los golpes y la propia crucifixión, mas comprobé en carne propia que el cuerpo es capaz de soportar mucho más que eso. El vapuleo se detuvo y sólo se escucharon mis sollozos en el lugar. La voz de Viriato dijo,
-Iremos acompasadamente, Claudia; os daremos tiempo. Es sólo el latigazo número cinco y aún faltan 25. No imagináis lo que os espera.Llora, Claudia, como yo lloré. A pesar de todo lo que me hicisteis, os quiero ayudar; os digo que vuestro dolor sólo será hasta el azote número 14 o 15. Paciencia debéis tener hasta el 15. De ahí en adelante ya no sentiréis los golpes porque vuestro cuerpo se volverá un andrajo inservible.

La azotaína se reanudó y mis alaridos continuaron. Con cada golpe mi cuerpo se retorcía procurando escapar hacia algún lado, pero ni las piernas podía levantar ya que estaban encadenadas a esa columna. Mis retorcimientos excitaban a los soldados ya que a cada azote una rechifla lujuriosa y groserías escapaban de sus bocas.Tantos cuidados a mi piel para que luciera hermosa y ahora era surcada por esas rayas sanguinolentas. Los golpes caían en mi espalda, nalgas y piernas; se trataba de distribuir equitativamente el vapuleo.
Al noveno azote, Viriato volvió a detener el flagelo y, al oído, me susurró mientras sollozaba.


-Has de saber que debéis estar agradecida del flagelo ya que esto se hace por compasión a vos. La azotaína hará que vuestra estadía en la cruz no se prolongue tanto. Si no os azotaran podríais estar días clavada del madero sin morir, en un perpetuo sufrimiento.

Con la punta de su espada Viriato tocó una de las abiertas heridas de mi espalda haciéndome gritar y luego añadió,

-debéis decir estas palabras, "Amo el flagelo, soy una puta ardiente que Ama el flagelo".

Volvió a tocar la herida haciéndome, otra vez, gritar.

-Vamos, decidlo, y que lo escuche toda mi tropa.

Traté de articular alguna palabra pero no podía.

-Vamos, decidlo.

De nuevo hundía el metal en la llaga y yo volvía agritar.

-Amo el flagelo, soy una puta ardiente que Ama el flagelo.

Nuevamente me hizo decirlo, y de nuevo pronuncié esas palabras, sintiéndome humillada.

-Como decís que amáis el flagelo, Claudia, os daré en el gusto; 36 serán los azotes y no 30.

Yo supliqué piedad y perdón a Viriato, mas él me susurró que era mejor subir la cuota de golpes para aminorar la agonía terrible de la cruz .
- lo agradeceréis- dijo. Pero no os lo agradezco, Viriato. Agradecida estaría si hubierais subido los azotes a sesenta. Teníais razón, el dolor de estar clavada no es comparable con nada. El flagelo continuaba y cuando llegaron a 15 los azotes, las voces de los hombres parecieron alejarse y todo se oscureció. Abrí apenas los ojos. Mis piernas habían cedido y ahora colgaba de los brazos con la cabeza hacia atrás.Viriato una vez más tenía razón, los golpes ya no me dolían como antes, pero sentía que un líquido caliente corría por mis nalgas. Escuché que se me daba el latigazo 20, nuevamente hubo oscuridad. El 21, oscuridad de nuevo. El 22; oscuridad, el 23, oscuridad. Laoscuridad se transformó en montañas y de ellas veía descender a mi padre que bajaba con las ovejas. En su mano traía unas aves que había cazado en el camino y al llegar me decía con una sonrisa-Judit, hoy tendremos un festín. Un escozor en toda la superficie azotada me sacó del ensimismamiento. Hízome temblar y berrear sintiendo que me quemaba. Tomándome de las cadenas de las que colgaba sujeta de mis brazos, me incorporé poniéndome de pie y mi cuerpo salió de su sopor para estar nuevamente tenso. Habían arrojado agua salina en mi espalda lo que explicaba el escozor en las heridas. No deseaban que me refugiara en mis sueños, me querían presente de cuerpo y espíritu para así observar mis retorcimientos estimulantes de su lascivia. Continué soportando con resoplidos mi castigo. Cuando el azote 28 se dejó caer, un nuevo alto me permitió descansar. Por mi espalda corría sangre, de mis ojos lágrimas y de mi cuello y sobacos, manaba un copioso sudor. Viriato ordenó desengrillarme e inevitablemente tuve la esperanza de que el castigo hubiera terminado. Vanas esperanzas. Fui volteada y, de nuevo, se me engrilló de tobillos y muñecas, pero esta vez, la columna estaba a mis espaldas. Con horror dime cuenta de que sería vapuleada por delante. Mis hermosas y ubérrimas tetas serían maltratadas y tendría a la vista los estragos que había hecho el látigo atrás de mi.
Mis brazos en alto y en tensión, encadenados a la columna, hicieron que mi enorme busto se levantara para el placer de aquellos soldados cuyos ojos se fijaron en mis tetas y en la flor de mi sexo cubierta de negros pelos. Estaban perplejos como si nunca hubieran visto un sexo de mujer. Recuperé algo de mi destrozado orgullo y, un pensamiento fugaz, me dijo que toda esa tropa de machos estaba a mis pies rindiendo un tributo a mi dignidad de diosa. Pero la blasfemia de mi pensamiento se borró al ver la sangre que había en el suelo; ¡MI PROPIA SANGRE¡. Los hombres comenzaron con las groserías y el barullo salvaje se reanudó. Antes de retomar el suplicio, el azotador tiró de mis tetas y me sobó el sexo; metió los dedos en el agujero, luego agarró la mata de pelos negros y jalándola con brutalidad preguntó a sus compañeros,

-¿os gusta esto?

Todos respondieron con rechiflas y más groserías. En eso Viriato se acercó cargando en sus manos un odre con agua. Me dio a beber.

-Aprovechad, Claudia, bebed todo lo que podáis porque la sed será después insoportable.

Cuanta razón tenía en todos sus consejos. Cuando casi hube acabado el odre, Viriato derramó el resto sobre mi cabeza, lo que agradecí con todo mi corazón. Los azotes se reanudaron y fueron cruzando primero mi vientre, los muslos, y finalmente las tetas. Quemantes líneas violáceas y rojas provocáronme mayor dolor que las recibidas en mi espalda y culo. Mis resoplidos fueron mecánicos y persistentes y parecía que me ayudaban a resistir. La cabeza me daba vueltas y al latigazo número 34 las piernas volvieron a aflojárseme, quedando suspendida de los brazos.


Los dos últimos golpes casi no los sentí. Me encontraba en un estado intermedio entre el desmayo y la consciencia. Viriato volvió a darme agua y yo agradecí con un suspiro. Me sentía flotar en el aire deseando que todo acabara. Ingenuamente pensaba que eso era la agonía. Me quitaron, primero, los grillos de los tobillos y luego el de la muñeca izquierda. Traté de pararme pero mis piernas azotadas se doblaron y quedé colgada del brazo derecho. Mi falta de fuerzas me pareció increíble, estaba convertida en un guiñapo. Caí finalmente al suelo. Trataba de pararme pero el cuerpo no respondía. Sentía un mareo similar al que había experimentado más de una vez, en las borracheras de vino. Veía que los hombres reían y hacían gestos lascivos, mas me eran indiferentes, sólo me preocupaba ese molesto mareo que me poseía.
Viriato me arrastró hasta un estrecho foso en el que apenas cabía mi cuerpo. Puso una argolla en el tobillo derecho de la que nacía una cadena que llegaba hasta el techo. Sin casi darme cuenta me vi colgando, cabeza abajo, como un animal para el sacrificio. Abajo de mí veía el fondo del foso el cual era muy profundo. Los soldados comenzaron a divertirse, balanceándome, haciendo girar mi cuerpo, pasando sus manos por mis intimidades, metiendo sus dedos por ambos agujeros y tirándome los pelos de mi flor. La cadena comenzó a bajar poco a poco y fui introducida en aquel estrecho hoyo. Una vez en el fondo hube de arrollarme como un ovillo en el suelo ya que no tenía fuerzas para ponerme de pie. Miré hacia arriba y los rostros de los soldados que me observaban parecían pequeños. La profundidad era considerable. Abajo el aire era pesado, enrarecido y maloliente. Escuché la voz de Viriato.

-Ahí descansareis unas horas, Claudia. Disfrutad de vuestra nueva casa. Ya os mudareis a otra.

Acto seguido, arrojó agua que refrescó mi cuerpo. Tal vez me dormí allí, no lo sé, pero ciertamente descansé. Todo el cuerpo me dolía por los golpes, algunas heridas aún sangraban y ardían. Si me hubieran dicho que debía quedarme allí a morir lo habría aceptado con gusto.
CONTINUARÁ.

miércoles, 9 de junio de 2010

EL CUENTO DE CLAUDIA (Parte 12)

"EL JUICIO".

Estuvimos todo el día siguiente encerradas y llorando. Cuando ya anochecía entró Viriato a la celda. Nos llevaba comida y agua; nos desató y quitó las argollas. Con ojos tristes y semblante adusto habló:

-Vuestro maestro murió en la cruz. El prefecto lo condenó por haberse proclamado rey, lo que es, sin duda, un delito en contra de la autoridad del Cesar. Mañana vosotras seréis juzgadas como cómplices de él y, con seguridad, correréis la misma suerte- luego, dirigiéndose a mí, agregó,
-No tenéis idea de lo que sufrí por vos, Claudia, nunca una mujer me había hecho eso, mas ha llegado el día de mi revancha y la sufriente y humillada seréis vos, y yo reiré como vos reísteis y me humillasteis un día.

Cuando Viriato se fue, mi cuerpo se heló de miedo y mi esclava estalló en lágrimas. Era cierto, éste era el castigo de Dios. Viriato mismo lo había dicho sin saberlo. Mi soberbia y orgullo se habían devuelto contra mía. Al amanecer fuimos encadenadas del cuello y llevadas ante el prefecto. El mismo Viriato y dos soldados nos iban jalando para que apresuráramos el paso.
De pronto mi memoria se nubla y se todo se oscurece.

Cuando Viriato dijo que éramos cómplices del maestro, de atentar contra la autoridad del Cesar la cara del prefecto adquirió una expresión de fastidio:

-El juicio y crucifixión de ese farsante me ha provocado dolores de cabeza y ahora esto ¿Es que no acaba nunca? ya no deseo más disturbios.
-Prefecto, no podéis liberarlas, lo sabéis.
-Si, lo sé. Crucificadlas, pero hacedlo en el basural, en la parte más inmunda de él, pocos transitan por ahí. Eso evitará problemas mayores.

Mi esclava, al escuchar el veredicto, comenzó a chillar y a pedir piedad.

-¿Cómo dijisteis que era el nombre de estas mujeres?
-Es Claudia, la ramera y su esclava personal.
-¿Claudia, la misma que todos frecuentáis?
-Si, prefecto.
-No puede ser. Ese farsante se rodeaba de miserables, tullidos y leprosos y he oído que esta es una rica meretriz de categoría. Decidme, Viriato ¿cuáles son vuestras pruebas en contra de ellas?

Cuando escuché esas palabras de boca del prefecto, tuve esperanza de salvar mi situación. Me dije a mí misma que todo lo acontecido sólo había sido otra de vuestras advertencias, mi Señor, mas, Viriato replicó,

- Prefecto, vos sabéis que ese tal Mesías se rodeaba también de golfas, mas tengo pruebas que inculpan a ésta. La noche que el alborotador esperaba vuestro juicio, ésta ramera fue a la prisión e intentó sobornarme a fin de que facilitara el escape del prisionero. Ofreció monedas de plata y hasta su propia carne, a cambio de la fuga.
-y por supuesto, vos rechazasteis la oferta- dijo el prefecto sonriendo burlonamente.
-Aparenté que aceptaba el trato para poder caer sobre todos los conspiradores, mas sólo la encontramos a ella y sus esclavos.
-Extraño que una conspiradora actúe sola. Por otro lado es mejor que no hayáis encontrado a nadie más; no quiero más crucifixiones a causa de ese falso mago.
-Prefecto, por si tenéis dudas, debo agregar que tengo más pruebas. Poseo informes de que el padre de esta golfa fue un Celote que terminó en la cruz. Es hija de bandidos de modo que ella sólo puede ser una bandida también. Además estuvo muchos años como esclava del magistrado Plinio Claudio de Tiberiades, sin duda haciendo labores de espionaje para la subversión.
-Tenéis razón, Viriato, las pruebas son abrumadoras, crucificadla ahora mismo previa flagelación. Sin duda vuestros hombres se divertirán mucho con ella; hay que reconocer que su belleza es notable. Ahora sacadlas a ambas de mi vista, tengo labores mucho más importantes que preocuparme de minucias. Ejecutadlas de inmediato.
-Una cosa más, prefecto. El soldado Ticio desea quedarse con la esclava.
-está bien, dos crucificadas sería demasiado. Os salvasteis, esclava.

Las imágenes horribles del sufrimiento de Aulo y del celote y el bandido crucificados a la vera del camino se me vinieron a la mente y sentí un mareo. Me arrodillé e imploré piedad. Negaba todos los cargos, alegando un mal entendido y que Viriato actuaba por despecho, mas no fui atendida y a tirones de la cadena en mi cuello fui sacada de ese lugar. Lloraba y gritaba de espanto. Por un momento, se me dejó en el patio y vi pasar a mi esclava siguiendo a su nuevo Amo Ticio. Esta se volvió hacia mí y mis ojos llorosos vieron como se dibujaba una sonrisa de burla en su rostro; me odiaba. Cerré los ojos avergonzada ante vos, mi Señor, por lo soberbia y cruel que había sido con mis esclavos.
CONTINUARÁ.

miércoles, 2 de junio de 2010

EL CUENTO DE CLAUDIA (Parte 11)

"CONFUNDIDA".


Mi cuerpo se heló y comencé a temblar para luego desvanecerme. Al despertar lloré con amargura y decidí quedarme en la posada sin saber qué hacer. Supe que ese, mi maestro, había sido el que había resucitado al muerto. Los esclavos y sirvientes estaban inquietos; a cada una de las preguntas que me hacían yo respondía con insultos. Ordené que me dejaran sola. Transcurrió un día entero, al final del cual dispuse que mis esclavos regresaran a Jerusalem. Yo me quedaría sola. Estuve dos días en la posada sin tomar una resolución; pasado ese tiempo decidí volver a la ciudad. En esos instantes os invoqué, Adonay, después de años de no hacerlo. Ciertamente, todo lo que había pasado había sido una señal vuestra para enderezar mi vida, mas era tarde para eso.
Caminé por el desierto, sola, día y noche, sin preocuparme del cansancio ni del peligro de los bandidos que infestaban los caminos. No tenía nada en mi cabeza salvo que debía dar alcance a mi maestro y seguirlo como tendría que haberlo hecho cuando la prostituta María me invitó.
Después de 4 días llegué, al atardecer, a Jerusalem, sucia y cansada, mas sin disminuir mi angustia. En mi casa los esclavos me informaron lo qué había acontecido en la víspera. El maestro estaba preso en las prisiones del prefecto a la espera del juicio que se llevaría acabo al día siguiente; ya había sido enjuiciado por el Sanedrín y se le había encontrado culpable de Blasfemias. Los sacerdotes buscaban acabar con la vida de él y para eso era menester la intervención de la autoridad romana a fin de que lo juzgaran y condenaran a morir en la cruz. Ante la ley de los paganos, la blasfemia no era delito y por eso los sacerdotes comenzaron a divulgar que el maestro se proclamaba rey, lo que podía constituir un atentado y desafío en contra de la autoridad del Cesar. Se rumoreaba que la condena del prefecto era inevitable.
Las últimas palabras que el maestro me había dicho en Betania remecieron mi corazón. Me sentía la más baja de las mujeres, una bestia insignificante y despreciable. De nada me servía la belleza y el dinero, lo que de algún modo había sabido desde siempre, mas me negaba a reconocer. Nada tenía sentido ahora. Entre medio de estos tristes pensamientos aparecieron las palabras que Hiram siempre repetía a modo de máxima: "Este mundo no es de los soñadores". Me imaginé a Hiram dándome a elegir entre dos caminos: uno de carencias y sufrimientos y el otro de comodidades, elegancia, riquezas y vanidad. Hiram me recomendaba este último y me mostraba a aquellos hombres crucificados que había visto días atrás, a modo de ejemplo de lo que podía conseguir si adoptaba el primer camino. Mi cabeza estaba confusa y lloré por no poder encontrar la certeza que anhelaba. Hasta que vos me iluminasteis, mi Señor. Hiram era el ministro de Belzebú que siempre estuvo engañándome. Debía hacer algo por mi maestro.
Me puse el vestido más elegante y que destacara mi figura; maquillé mi rostro y me dirigí, con un esclavo, hasta la prisión del prefecto. El capitán de la prisión se llamaba Viriato; yo lo conocía ya que en otra época había frecuentado mi casa; durante ese tiempo su pasión y enamoramiento hacia mí lo habían llevado a gastar en dones y atenciones que cuando acabaron me hicieron expulsarlo y no admitirlo más en mis juergas. Fui muy cruel; el romano estaba realmente enamorado. No era razonable enemistarse de esa forma con un funcionario del Cesar, mas mis influencias dentro de sus superiores me daban la confianza necesaria para hacerlo. Era ya de noche cuando llegué a la prisión y pedí hablar con él. Hube de desembolsar muchas monedas de plata antes de conseguir estar frente a él. Estaba segura de poder convencerlo de que provocara una fuga del prisionero ¡vaya petición¡ ilusa y ridícula. Yo, que aborrecía a los soñadores, me volvía una de ellas, y de la manera más tonta imaginable. Cuando estuvimos a solas hablamos y le planteé el propósito que me llevaba a verlo. Se negó rotundamente aduciendo que aquello era, no sólo un incumplimiento de sus deberes como legionario, sino un delito de alta traición al Cesar, merecedor de la muerte. Entonces le ofrecí 10 saquitos con monedas de plata, las joyas que llevaba encima y hasta mi cuerpo para hacer lo que se le antojara; acto seguido descubrí mis pechos y extendí mis brazos hacia él. Se quedó perplejo un momento, mas siguió rechazando. Le prometí más dinero el cual podía buscar en mi casa. -Esta bien, acepto- dijo, luego añadió que lo más probable era que el maestro fuera juzgado por el prefecto al amanecer y crucificado luego, de modo que él dejaría la puerta abierta de su celda y le quitaría las cadenas; facilitaría todo para que el prisionero escapara durante esa noche, pero debía asegurarle tres saquitos de monedas de plata por cada uno de los guardias que habría que sobornar. Acepté sin dudar; disponía de monedas para eso y mucho más. Apenas me manifesté conforme, Viriato me abrazó y babeó mis tetas con avidez, luego subió mi vestido y fui poseída en ese lugar y de pie. Cada embestida que me daba hacía que me levantara como si estuviera cabalgando y yo cabalgaba conforme y feliz ya que mi plan estaba resultando. Una vez terminado dijo que me fuera a casa; él se encargaría del resto y más tarde me visitaría, debía prepararme para recibirlo ya que seguiría poseyéndome. ¡Oh Dios¡ yo, que había sido instruida por Hiram en las artes de la negociación, confié ingenuamente en que se respetaría aquel trato absurdo. Me había vuelto soñadora y ya no tenía cabida en este mundo.
Al llegar a mi casa dispuse que las esclavas ayudaran a darme un baño de rosas, me perfumé el cuerpo y el cabello y maquillé los ojos con sombras egipcias, lo mismo las areolas de mis tetas y la entrada de mi flor con pintura rojiza, como a los gentiles romanos les gusta. Me puse mis más preciadas joyas y esperé. Pensaba que Viriato aún no me había olvidado y que estaba en mis manos lograr de él lo que se me antojara.¡Cuán equivocada estaba, Oh Dios¡ y demente ya que en aquella espera, sentada en la cama, me sentía una diosa aguardando a que el peregrino viniera a ofrendarme. Era, sin duda, la más bella de las mujeres de Jerusalem y el orgullo hacía que estuviera con la frente en alto y erguida, como los ídolos de los griegos. ¡Oh infernal vanidad¡ ¿cómo podía pensar en aquello si mi propósito era salvar la vida de mi maestro, del hombre enviado por vos, Adonai, a enseñarme precisamente, cuan equivocada había sido mi vida? mas, en ese momento no reparaba en la contradicción y de nuevo sentía que en razón de mi hermosura era merecedora de satisfacer todos mis deseos, incluido el de salvar a mi maestro. A las puertas del fin, ahora en este terrible momento, consciente estoy de la contradicción y a pesar de eso, tengo el pecado pegado como una garrapata en mi corazón y aún persisten, en esta espantosa agonía, dejos de vanidad que me hacen sentir satisfecha y feliz al recordar aquellos momentos como una brizna de miel que dulcifica este suplicio que vivo. ¿O sois vos, mi Dios, el que me proporciona esta miel en mis últimos instantes de vida? tal vez no sea cosa de Belzebú. Tal vez me has dado licencia para ser vanidosa en esta horrible y dolorosa soledad a modo de bebida calma-dolores para mi espíritu. Mi maestro enseñaba que sois infinitamentemisericordioso y ha de ser así.
Sonó la puerta. Era Viriato. Sus ojos refulgían pasión y lujuria y apenas quedamos solos en mis aposentos, me tomó con fuerza. No me desnudó. Ató mis muñecas por detrás de mi espalda con una soga y luego hizo lo mismo con mis codos, uno con otro, de tal forma que mis hombros quedaron estirados hacia atrás y me vi con la espalda erguida y el pecho excesivamente levantado, sobresaliendo mis tetas hacia delante; pensé, entonces, que la visión de ellas, tan paradas, lo harían rasgarme las vestiduras, mas no lo hizo. No me extrañó que me atara habida cuenta de que yo había ofrecido mi cuerpo para que dispusiera de él a su arbitrio y a que había visto a muchos romanos tener el vicio de atar a las mujeres para poseerlas. Levantó el vestido y atacó con su poderoso miembro. Viriato bufaba como un toro sobre mí que estaba acostada e incómoda por los brazos atados. Terminó pronto y cuando lo hizo me abofeteó. Mi estado de ánimo me había predispuesto a entregarme y soportar ese tipo de extravagancias, mas un rumor de voces y golpes que oí en la casa me despertó un tenebroso presentimiento. Viriato jaló de mi cabello y me arrastró fuera de la habitación. La casa estaba llena de soldados. Mis dos esclavos nubios y una de mis esclavas de servicio habían sido atravesados por las espadas. Otra esclava, atada como yo de brazos, lloraba atemorizada en un rincón. Los soldados destrozaban todos mis muebles y guardaban en sus morrales cualquier objeto que consideraran de valor. El mismo Viriato participaba en el saqueo, siendo de su preferencia las joyas y monedas de plata. Mi esclava comenzó a ser manoseada y besada por la soldadesca y sus gestos de queja o repugnancia eran respondidos con bofetadas. Yo no era tocada, ni siquiera mirada; al parecer eran órdenes de Viriato. Este arrancó mis collares y aretes apropiándoselos. Pregunté que qué significaba aquella irrupción y por toda respuesta recibí un fuerte puñetazo en el vientre que me hizo caer y encogerme en el suelo por el dolor, luego Viriato agregó una patada y me ordenó callar. Presa del terror obedecí presta y mis piernas temblaron por el miedo. Se nos colocó, a la esclava y a mí, una gruesa argolla de metal en el cuello encadenándonos a ambas y se nos hizo salir de la casa. Nos llevaron directo a la prisión del prefecto. Cuando nos iban a encerrar en una celda, uno de los soldados preguntó a Viriato si podía quedarse con la esclava. Este respondió que había que esperar órdenes.

La celda estaba oscura y su piso húmedo. Continuábamos atadas de brazos y con la argolla en el cuello; estuvimos toda la noche así y no pudimos dormir.Mientras esperaba el transcurrir de la noche reflexioné sobre lo ingenua que había sido. Me preguntaba por las causas de haber caído en esa desgracia. No acertaba a encontrar la respuesta. Yo, que estaba tan alto en la vida, tan rica y poderosa, y ahora allí en esa celda oscura. Esas palabras que el maestro me había dicho en Betania habíanme causado una locura, una confusión extraña. Después de mucho pensar concluí que todo era un castigo de vos, Adonay, por mis pecados y no os reprocho crueldad ya que a lo largo de estos años, siempre me disteis muestras y ejemplos de los resultados de una vida pecaminosa, mas yo no quise ver. La paliza de mi madre, la crucifixión de Aulo, la muerte de Plinio, los crucificados a la vera del camino; todas eran advertencias vuestras, mi Señor.
CONTINUARÁ.