Volví a hablar con Claudia. No se puede conversar fluidamente con ella, de repente se va lejos de aquí, como que se queda pegada en algún instante, en alguna visión que creo es de atrás en su vida; aunque, según ella, gusta de nuestros diálogos a veces sospecho que se aburre o fastidia; no se en realidad.
Hoy hablamos del placer y del dolor, de lo doloroso que es el placer en la medida que ese placer se acaba. Concluimos que lo mejor es quedarse en la fase previa, antes del placer mismo, antes del éxtasis propiamente tal. Esa etapa previa tiene su propio éxtasis, su dulzura propia y autónoma, yo diría más dulce aún ya que es el comienzo del comienzo o la previa del inicio (del éxtasis). Esa fase previa constituye una angustia dada por el placer no comenzado. A esa ansiedad, a esa bebida agridulce ha de aplicarse, en lo posible, dolor o más dolor, más ansiedad, un plus de espera torturante. Con sufrimiento prolongamos ad-Aeternum el comienzo del comienzo, para que nunca comience, para hundirnos en ese suplicio amargo-dulce de la espera desesperada, para nunca dar inicio al fin, porque el éxtasis es (una brizna, un respiro tan sólo) al fin y al cabo, la muerte y el vacío.
Dos mujeres
Hace 4 días
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