Cada vez que eyaculo me sucede aquello en las yemas de los dedos y es que no puedo ni siquiera sostener un lápiz, se me agarrotan los dedos, quedan sin fuerzas y como electrificados, no sé a qué se deba, es decir, si sé, estoy cierto de que se ha de tratar de un efecto en algunas terminales nerviosas que completan el circuito glande-cerebro-yemas de los dedos y que se activa en el evento de mucha excitación y al estallar el clímax sexual, mas ignoro si será algo normal, lo he consultado con amigos y a nadie le pasa lo que a mí.
Claudia dirigió el salpicón blanco de "leche" a sus ubres e hizo lo que ya me había comentado innumerables veces que deseaba hacer o que le hicieran: ser eyaculada en la cara y en los pechos para luego lamerse ella misma. Esa era una fantasía suya inspirada en el porno; a mí me daba igual a fuerza de tantas veces verlo en las películas XXX, era aburrido pero, sin duda, ella pensó que satisfacía también una fantasía mía habida cuenta de mi obsesión fetichista por los pechos enormes; las mujeres tienden a pensar que todos los hombres somos iguales como fabricados en serie (y tú eres un error de fábrica, Cristián), ¡escoba¡ me respondería Claudia.
Yo la veía conforme y satisfecha en su rol, eso me gustaba, pero me había frustrado en cierta manera. Aún no deseaba correrme, es más, había fantaseado con no hacerlo nunca aquella noche; sabía que, si me concentraba, podía lograrlo, pero había ocurrido. Por supuesto nada dije y mientras ella tragaba el esperma la besé en la boca. Sentí el sabor de mi propio semen: mi semen salado, su saliva, mi saliva, su lengua, mi lengua, la espumita, baba chorreando como un yo-yo, dos caracolitos voluptuosos y cochinones, dos niños con la boca sucia de mermelada.
Ella estaba transpirando, mojada entera. Miré mi pecho y yo también estaba húmedo de sudor al igual que en mi cuello y axilas. Era como si hubiera despertado de un trance y volviera en mí. Me extrañé de estar tan mojado sin haber reparado en ello antes. Se notaba que Claudia quería más y lo quería ahora YA ¡AQUÍ Y AHORA¡ pero yo no quería, algo me había pasado, algo se había desinflado más allá de mi orgasmo, me sentí frustrado y desganado. Por supuesto no se lo dije. En un pequeño instante se me había ocurrido confesárselo pero desistí. No es que no me haya satisfizo, pero el juego que tenía planeado se había venido abajo con la felación de Claudia como un castillo de naipes. Pensé confesárselo porque en nuestra relación, en nuestra "seudo-relación sadomasoquista" habíamos llegado a la tesis de que siempre debíamos desnudarnos de manera descarnada frente al otro, exhibiendo nuestros más recónditos temores y pudores, lo más insoportablemente inconfesable debíamos decirnos, incluso lo inconfesable ante nosotros mismos, lo que nos doliera y aunque nos doliera, lo más morboso y sucio; nuestra relación sería un lago para vomitar en él todo lo que teníamos que vomitar así fuera algo muy vergonzoso o doloroso o desviado; sería un área de libertad para mostrarnos sin máscaras, ni mecanismos de defensa, ni censuras; he ahí nuestra utopía. Pero algo me decía que no debía mover esa pieza, que algo se destruiría si lo hacía.
La cagaste Claudia, todavía no podías felarme, lo arruinaste todo. No, no podía decirle eso, no podía mostrar todas las cartas; nuestra utopía era utopía al fin.
Otra vez al baño con ella, rápido, a punta de nalgadas. Los brazos en alto y las manos contra la pared, las piernas separadas como en una inspección policial. Le metí la mano en el culo hasta llegar al pubis, sobajeo clásico de tetas, mi pene a media asta y bajando. Preparé la varilla. SLAP, el primer varillazo calculádamente doloroso pero no insoportable, sus nalgas temblaron; SLAP otro más, ella cerró los ojos haciendo un zzzzzzzh de dolor que me dejaba frío; SLAP, ese cayó un algo más abajo de sus pompis y se movió un poco. La cosa me aburría, tal vez sólo fuera que debía reposar para que los testículos volvieran a producir algo más; descansar para calmarme, pero si estaba calmado ¡demasiado calmado¡. SLAAP ¡AAY¡ dijo, pero no le creía. No, así no. Dejé la varilla de herr profesor y le até las muñecas por detrás con la cinta para embalar; hice igual con sus tobillos, muy juntitos y apretados. La metí en la tina de baño, acostada y antes de salir le pegué otra cinta en la boca a modo de mordaza. Me fui al living y prendí la tele. Apenas encendida y aparece otra vez en la pantalla QUEEN con su video de "friends wil be friend" ¿acaso estaban transmitiendo todo el día ese video? me quedé hasta que terminara para comprobarlo. Siguió otro video de Led Zeppelin en concierto y luego más música de los 60 y 70. Con el control remoto rebusqué en los canales, había cientos de ellos, se veía entretenido, nunca había visto la tele del cable.
Como se anunciaba que me quedaría viendo tele decidí ir por una frazada y tapar con ella el cuerpo desnudo de Claudia en el baño. No quería que se resfriara. Al entrar yo me vio hacia arriba con cara de perrita humilde y con la mirada me preguntaba ¿me vas a dejar aquí sola?. Antes de salir le mandé un varillazo en un muslo provocándole un retorcimiento que casi me levanta de nuevo el alicaído falo.
Descubrí un canal de películas de cine arte. Me vi una entera, "el huevo de la serpiente" creo que se llamaba y trabajaba David Carradine, extraño verlo actuar en una película así. Me topé con un filme Chino de artes marciales, antiguo, de los años 70. Aparecía un joven atado a un árbol mientras era golpeado por un viejo, precisamente con una varilla; los golpes parecían ser feroces y el chinito chillaba como condenado. Tenía mi varilla a mano y quise hacer una pequeña prueba. Me golpeé en el muslo lo más fuerte que pude; estrellas y relámpagos vi. Uf ¡que duro¡ pobre Claudia, pensé, un castigo así era insufrible. La verdad, los cuatro golpes que le había dado no habían sido demasiado y, sin duda, ella había actuado un poco su dolor a fin de animar el cuadro. Me puse de pie y me propiné otro golpe con todas mis fuerzas en mis glúteos; el dolor fue peor que el anterior y casi grito. Me imaginé castigando de ese modo a Claudia; veinte varillazos en todo su cuerpo desnudo, treinta más y ella aullando desesperada; pensé que aquello estaba más allá de su umbral tolerable de dolor y más allá de lo que yo podía soportar como castigador; el peso de la culpa se vislumbraba como abrumador para mí. Alguna vez, Claudia, ante mi afirmación de que me gustaba babear de placer me había respondido que a ella le gustaba babear de dolor. Sus palabras me impresionaron y le dije que era una exagerada, entonces ella, muy picada, me dijo que su fantasía era ser azotada de manera salvaje de tal forma que se le obligara a rogar piedad entre lágrimas, pero que sus ruegos no fueran atendidos y, por el contrario, fueran la señal para que la azotaína recrudeciera hasta ella desfallecer y cagarse de fatiga y dolor.
-¿Y qué tiene eso de placentero?, ¿cuál es el momento de tu placer? ¿viene después de los golpes o deben hacerse caricias y folladas intermedias entre azotaína y azotaína?- le pregunté.
-mi placer no es después, sino más bien antes, al pensar, al imaginarme yo, colgando desmayada y derrotada y que me estés mirando en mi derrota, que te compadezcas en mi victimización, que te excites con verme empelotas y desfalleciente, que me ames en ése instante por mi entrega total a ti, aunque sea un segundo nada más; que digas, mi pobrecita Claudia, mi niña delicada y sufriente. Y si sucediera que no me amas en esa entrega total o te ríes, o te da lo mismo y me dejas, luego de azotarme, abandonada en mi soledad de víctima, será más excitante todavía imaginarme eso porque se me ocurre que mi entrega fue absoluta, me desvanecí sin que te importara nada más que para tu placer inmediato y fugaz y habré sido sólo un instrumento, un juguete para ti y si soy un juguete entonces me sé una contigo, una prolongación de ti, parte de ti, un órgano tuyo, sin existir mi yo sino tú, tu yo tan sólo, yo fundida en ti, yo hecha nada, yo viviendo a través de ti.
-Huevona, morbosa- había contestado yo, pero sus palabras recargadas y barrocas me habían calentado y me estaban calentando al recordarlas. Me imaginé a mí mismo viviendo las palabras de Claudia, yo recibiendo una lluvia de varillazos en mi cuerpo desnudo como el chino de la película, gritando y llorando como un niño, pidiendo piedad y sintiéndome una mierda, humillado, avergonzado, tratando inútilmente de cubrirme las "legumbres" para protegérmelas de los huascazos. Me dio miedo pensar eso, me daba terror descubrirme pensando en semejante tortura sobre mí, en la posibilidad de vivir una entrega de esas, de esa desnudez total (porque esa es la verdadera desnudez) despojado de todo, incluso de mi dignidad para quedar tan sólo un estropajo cobarde y sin coraje para soportar aquel martirio. Me daba miedo, pero el pene se fue elevando de a poquito.
CONTINUARÁ.
Claudia dirigió el salpicón blanco de "leche" a sus ubres e hizo lo que ya me había comentado innumerables veces que deseaba hacer o que le hicieran: ser eyaculada en la cara y en los pechos para luego lamerse ella misma. Esa era una fantasía suya inspirada en el porno; a mí me daba igual a fuerza de tantas veces verlo en las películas XXX, era aburrido pero, sin duda, ella pensó que satisfacía también una fantasía mía habida cuenta de mi obsesión fetichista por los pechos enormes; las mujeres tienden a pensar que todos los hombres somos iguales como fabricados en serie (y tú eres un error de fábrica, Cristián), ¡escoba¡ me respondería Claudia.
Yo la veía conforme y satisfecha en su rol, eso me gustaba, pero me había frustrado en cierta manera. Aún no deseaba correrme, es más, había fantaseado con no hacerlo nunca aquella noche; sabía que, si me concentraba, podía lograrlo, pero había ocurrido. Por supuesto nada dije y mientras ella tragaba el esperma la besé en la boca. Sentí el sabor de mi propio semen: mi semen salado, su saliva, mi saliva, su lengua, mi lengua, la espumita, baba chorreando como un yo-yo, dos caracolitos voluptuosos y cochinones, dos niños con la boca sucia de mermelada.
Ella estaba transpirando, mojada entera. Miré mi pecho y yo también estaba húmedo de sudor al igual que en mi cuello y axilas. Era como si hubiera despertado de un trance y volviera en mí. Me extrañé de estar tan mojado sin haber reparado en ello antes. Se notaba que Claudia quería más y lo quería ahora YA ¡AQUÍ Y AHORA¡ pero yo no quería, algo me había pasado, algo se había desinflado más allá de mi orgasmo, me sentí frustrado y desganado. Por supuesto no se lo dije. En un pequeño instante se me había ocurrido confesárselo pero desistí. No es que no me haya satisfizo, pero el juego que tenía planeado se había venido abajo con la felación de Claudia como un castillo de naipes. Pensé confesárselo porque en nuestra relación, en nuestra "seudo-relación sadomasoquista" habíamos llegado a la tesis de que siempre debíamos desnudarnos de manera descarnada frente al otro, exhibiendo nuestros más recónditos temores y pudores, lo más insoportablemente inconfesable debíamos decirnos, incluso lo inconfesable ante nosotros mismos, lo que nos doliera y aunque nos doliera, lo más morboso y sucio; nuestra relación sería un lago para vomitar en él todo lo que teníamos que vomitar así fuera algo muy vergonzoso o doloroso o desviado; sería un área de libertad para mostrarnos sin máscaras, ni mecanismos de defensa, ni censuras; he ahí nuestra utopía. Pero algo me decía que no debía mover esa pieza, que algo se destruiría si lo hacía.
La cagaste Claudia, todavía no podías felarme, lo arruinaste todo. No, no podía decirle eso, no podía mostrar todas las cartas; nuestra utopía era utopía al fin.
Otra vez al baño con ella, rápido, a punta de nalgadas. Los brazos en alto y las manos contra la pared, las piernas separadas como en una inspección policial. Le metí la mano en el culo hasta llegar al pubis, sobajeo clásico de tetas, mi pene a media asta y bajando. Preparé la varilla. SLAP, el primer varillazo calculádamente doloroso pero no insoportable, sus nalgas temblaron; SLAP otro más, ella cerró los ojos haciendo un zzzzzzzh de dolor que me dejaba frío; SLAP, ese cayó un algo más abajo de sus pompis y se movió un poco. La cosa me aburría, tal vez sólo fuera que debía reposar para que los testículos volvieran a producir algo más; descansar para calmarme, pero si estaba calmado ¡demasiado calmado¡. SLAAP ¡AAY¡ dijo, pero no le creía. No, así no. Dejé la varilla de herr profesor y le até las muñecas por detrás con la cinta para embalar; hice igual con sus tobillos, muy juntitos y apretados. La metí en la tina de baño, acostada y antes de salir le pegué otra cinta en la boca a modo de mordaza. Me fui al living y prendí la tele. Apenas encendida y aparece otra vez en la pantalla QUEEN con su video de "friends wil be friend" ¿acaso estaban transmitiendo todo el día ese video? me quedé hasta que terminara para comprobarlo. Siguió otro video de Led Zeppelin en concierto y luego más música de los 60 y 70. Con el control remoto rebusqué en los canales, había cientos de ellos, se veía entretenido, nunca había visto la tele del cable.
Como se anunciaba que me quedaría viendo tele decidí ir por una frazada y tapar con ella el cuerpo desnudo de Claudia en el baño. No quería que se resfriara. Al entrar yo me vio hacia arriba con cara de perrita humilde y con la mirada me preguntaba ¿me vas a dejar aquí sola?. Antes de salir le mandé un varillazo en un muslo provocándole un retorcimiento que casi me levanta de nuevo el alicaído falo.
Descubrí un canal de películas de cine arte. Me vi una entera, "el huevo de la serpiente" creo que se llamaba y trabajaba David Carradine, extraño verlo actuar en una película así. Me topé con un filme Chino de artes marciales, antiguo, de los años 70. Aparecía un joven atado a un árbol mientras era golpeado por un viejo, precisamente con una varilla; los golpes parecían ser feroces y el chinito chillaba como condenado. Tenía mi varilla a mano y quise hacer una pequeña prueba. Me golpeé en el muslo lo más fuerte que pude; estrellas y relámpagos vi. Uf ¡que duro¡ pobre Claudia, pensé, un castigo así era insufrible. La verdad, los cuatro golpes que le había dado no habían sido demasiado y, sin duda, ella había actuado un poco su dolor a fin de animar el cuadro. Me puse de pie y me propiné otro golpe con todas mis fuerzas en mis glúteos; el dolor fue peor que el anterior y casi grito. Me imaginé castigando de ese modo a Claudia; veinte varillazos en todo su cuerpo desnudo, treinta más y ella aullando desesperada; pensé que aquello estaba más allá de su umbral tolerable de dolor y más allá de lo que yo podía soportar como castigador; el peso de la culpa se vislumbraba como abrumador para mí. Alguna vez, Claudia, ante mi afirmación de que me gustaba babear de placer me había respondido que a ella le gustaba babear de dolor. Sus palabras me impresionaron y le dije que era una exagerada, entonces ella, muy picada, me dijo que su fantasía era ser azotada de manera salvaje de tal forma que se le obligara a rogar piedad entre lágrimas, pero que sus ruegos no fueran atendidos y, por el contrario, fueran la señal para que la azotaína recrudeciera hasta ella desfallecer y cagarse de fatiga y dolor.
-¿Y qué tiene eso de placentero?, ¿cuál es el momento de tu placer? ¿viene después de los golpes o deben hacerse caricias y folladas intermedias entre azotaína y azotaína?- le pregunté.
-mi placer no es después, sino más bien antes, al pensar, al imaginarme yo, colgando desmayada y derrotada y que me estés mirando en mi derrota, que te compadezcas en mi victimización, que te excites con verme empelotas y desfalleciente, que me ames en ése instante por mi entrega total a ti, aunque sea un segundo nada más; que digas, mi pobrecita Claudia, mi niña delicada y sufriente. Y si sucediera que no me amas en esa entrega total o te ríes, o te da lo mismo y me dejas, luego de azotarme, abandonada en mi soledad de víctima, será más excitante todavía imaginarme eso porque se me ocurre que mi entrega fue absoluta, me desvanecí sin que te importara nada más que para tu placer inmediato y fugaz y habré sido sólo un instrumento, un juguete para ti y si soy un juguete entonces me sé una contigo, una prolongación de ti, parte de ti, un órgano tuyo, sin existir mi yo sino tú, tu yo tan sólo, yo fundida en ti, yo hecha nada, yo viviendo a través de ti.
-Huevona, morbosa- había contestado yo, pero sus palabras recargadas y barrocas me habían calentado y me estaban calentando al recordarlas. Me imaginé a mí mismo viviendo las palabras de Claudia, yo recibiendo una lluvia de varillazos en mi cuerpo desnudo como el chino de la película, gritando y llorando como un niño, pidiendo piedad y sintiéndome una mierda, humillado, avergonzado, tratando inútilmente de cubrirme las "legumbres" para protegérmelas de los huascazos. Me dio miedo pensar eso, me daba terror descubrirme pensando en semejante tortura sobre mí, en la posibilidad de vivir una entrega de esas, de esa desnudez total (porque esa es la verdadera desnudez) despojado de todo, incluso de mi dignidad para quedar tan sólo un estropajo cobarde y sin coraje para soportar aquel martirio. Me daba miedo, pero el pene se fue elevando de a poquito.
CONTINUARÁ.
3 comentarios:
Siempre he querido ver esa película!!!, el huevo de la serpiente, ...., dorangel da miedo en serio, yo no me preocupo ya que dicen que prefería a los hombres delgados, ja ja ja
Eres un masoquista de closet!!
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