miércoles, 3 de febrero de 2010

ENCUENTRO (Parte 6)


-¿Crees que me ofendes en mi dignidad de macho o algo así? eso no va conmigo, Claudia. Reconozco que babeo por tus pechos, reconozco que me doblegaste con ese juego de la paja rusa, pero eso no me ofende, siempre he reconocido mis debilidades, mi fetichismo, mis neurosis, no tengo problema con eso. No estoy enojado y como no lo estoy dejemos el castigo hasta acá, no te seguiré castigando y no te voy a perdonar porque no hay nada que perdonar, te voy a desatar y mejor acostémonos que ya es demasiado tarde, debes descansar y yo también. Voy a buscar un cuchillo para cortarte las ataduras.

Di media vuelta y salí del baño.

-NOOOOO.

Me volteé y vi a Claudia que trataba de seguirme, arrastrándose por el suelo, cual gusano, encogiendo y alargando su humanidad rolliza transformada en Claudia la lombriz gigante. Me hizo gracia verla y el nuevo teatro que se le había ocurrido a su mente de orate fantasiosa.

-Nooo, mi señor, no hagas eso.
-ya, Claudia, córtala.

Ella se arrastró más hasta quedar a mis pies y los empezó a lamer y a chupar diciéndome,

-Mi señor, mi señor. Soy tu putita, has conmigo lo que quieras, no me dejes.
-¿no eres tú mi ama? ¿no eres tú la que me domina? entonces tú dime qué debo hacer, siempre decides tú.
-Nooo, mi señor, nunca más me sublevaré, nunca más seré rebelde. Clávame en una cruz si lo deseas, si ya no me quieres más en tu vida, clávame y luego préndeme fuego y olvídame si así lo quieres, yo moriré feliz si tu estás feliz de que te deje en paz. Seré humilde; si quieres humíllame, perdona a esta pobre mujer sola y desdichada, a esta neurótica e infeliz.
- ya te dije, Claudia, córtala.

Puse mi pie sobre su cabeza; se quedó quieta en el suelo. Traté de pensar qué debía hacer. Nuevamente la metí en la tina y estuve jalándole los pechos desde los pezones, sacudiéndoselos muy brusco.

-¿te gusta ser ordeñada, vaca?

Ella sólo me respondía con chillidos y los quejidos ahogados que tanto me gustaban. Y ya que se suponía estaba ordeñando a la vaca aproveché de tomar su leche así que me puse a chuparle la ubre a ese animal tan loco y sustancioso.
De pronto me vinieron unas ganas de orinar así que me detuve y salí de la tina, me acerqué al water para desaguar y en cuanto comenzó a salir el chorro amarillo, la vaca, poniéndose de rodillas con mucho esfuerzo (ya que estaba atada de pies y manos), me miró y abrió la boca muy grande sacando la lengua a su máximo. Al principio no entendí, y ella se dio cuenta por lo que me dijo;

-dirije la meada para acá, mi señor, soy tu orinatorio. Méame, méame mi señor, mea aquí dentro.

y abría la boca nuevamente con la lengua fuera.

-mea a esta pobre esclava; con tu pichí me basta, con tu pichí soy feliz, con que me humilles me haces dichosa.

Me quedé pasmado, la verdad nunca había pensado aquello. Allí estaba yo, con el pico en la mano, meando y sin saber qué pensar, sorprendido, impresionado de todo lo que había pasado y estaba por suceder.
Al terminar de orinar, me metí en la tina y le mandé una bofetada en la cara.

-Vaca inmunda, cochina y sucia.

Tomé otra vez la varilla y le dí tres golpes en las piernas al nivel de los muslos, luego tomando su cabello, volví a abofetearla en el rostro. Le puse una mordaza y la tapé con la frazada. Me miraba con ojos ansiosos comprendiendo que yo había terminado mi labor. Le puse la almohada debajo de su cabeza y la dejé allí para que pasara lo que restaba de la noche. Yo me volví al living empelotas, con el pene erecto aún y con muy poco sueño. Encendí el televisor y eché mano de un vodka que había pedido Claudia, lo mezclé con coca-cola y me senté a mirar. No soy muy bueno para los tragos así que pronto me dormí allí sentado. Al despertar ya estaba claro, el sol había salido hacía horas; el estómago lo sentía vacío y me pedía alimento. Me puse de pie y me dirigí al baño. Claudia me miró y creí descubrir en su expresión un dejo de protesta por no haberla desatado aún.

-Buenos días, esclava.

Le retorcí un pecho y le dije,

-¿No saludas?.

Antes de comenzar a preparar mi baño le quité la mordaza. Estábamos los dos en la tina, yo de pie y ella acostada en el suelo.

-Buenos días, Cristián. Me duele el cuerpo, ya no doy más con estas ataduras.

Puse el tapón al desagüe y abrí la llave de la ducha.
CONTINUARÁ.

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