lunes, 8 de marzo de 2010

CLAU DE MERODÉ.

-Claudia, te pareces a Cleo de Merodé.
-¿a quien?
-A Cleo de Merodé.

Hago un dibujo en un papel de un cuerpo de mujer, muy curvilíneo como una guitarra, las tetas enormes, caricaturescamente gigantes, y en el lugar de la cabeza pego -cual collage- la cara de Cleo de Merodé recortada de una foto que aparecía en una revista "EVA", de las mismas que vende Claudia en la feria. Le muestro mi "collage" y le digo, indicándole con el índice,

-esa eres tú.
-¿y quien es?
-tú. Es la cara de Cleo de Merodé. Siempre te encontré parecida a ella. Era una bailarina belga de cabarets, de la época de la "belle epoque", de los años 20 en París, muy famosa y que tenía loco a una tropa de hueones, todos se enamoraban de ella incluso reyes y príncipes.

Claudia, se queda mirando la foto de la vedette unos segundos con mucha atención.

-No, no me parezco. Esta era una mina linda, yo no soy así, ella era distinta, me estás hueveando.

Espera de mi parte que le diga algo, tal vez un piropo, pero yo no contesto, le disparo un torpedo de silencio, como los que ella me lanza a menudo y sólo sonrío. Se propone indagar y me pregunta,

-y ¿desde cuándo conoces a Cleo de Merodé?
-desde chico, tal vez desde los ocho o nueve años; en mi casa había un montón de revistas viejas de los años 50, heredadas por mi mamá de mi abuela. Un día descubrí un reportaje sobre ella. Había muchas fotos y croquis con su retrato, yo recorté un par y las guardé. Desde esa época las llevo siempre en mi billetera. Cuando niño me lo pasaba haciendo dibujos tratando de copiar su rostro.
-siempre tan compulsivo y fetichista- me dice Claudia.

Vuelve a mirar el "collage" atentamente.

-¿Qué te parece?

No contesta a mi pregunta, otra vez esos silencios que nacen de su misma mirada. Ignoro si la comparación le halaga o le molesta.

-¿y esta Cleo era tan tetona como yo?
-Mmmm no, no para mi gusto, más bien normal. Hubo un escultor que le hizo una estatua en que aparece desnuda con el cuerpo de una Venus, pero no se si es muy fidedigno. Seguramente era rellenita, las mujeres de esa época lo eran.
-¿cómo yo?

Por un instante me hace vacilar en la respuesta.

-tal vez.

Sonríe un poco y me devuelve el dibujo-collage.

-No, Claudia, te lo regalo, guárdatelo para tí; es más, le voy a escribir una dedicatoria.

Tomo el Collage y pongo: " Para la Dolorosa, de un Perro silvestre". Vuelve a mirar la foto de Cleo (transformada ahora en Clau) con el dedo me señala la corona que la Merodé lleva sobre la cabeza.

-Si la corona hubiera sido de espinas, habría sido ideal, habría hecho juego con tu dedicatoria.
-Todavía me queda otra foto y podría.......
-No, quédate con esa para que te acompañe siempre en tu billetera.

Vuelve a guardar un prolongado silencio y dice,

-Así que desde los ocho años, mmmmm ¡vaya, vaya¡, que interesante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

fetichista?

Via dolorosa, compadre. That's all (!)