sábado, 27 de septiembre de 2008

CARTA A UNA PRINCESA ESLAVA .

Te dije en un mail, mi princesa, que me parecía te verías espléndida crucificada. Tú me respondiste pidiéndome que te describiese, con detalles, cómo haría eso y cómo te flagelaría previamente. ¡Que tentador¡. Eres una de esas niñas a las que no se les puede negar nada. Por supuesto que una fantasía así excluye de partida los azotes sanguinarios y la crucifixión con clavos. No soy criminal ni desalmado y aunque un suplicio de esa naturaleza fuera posible llevarlo a la práctica con impunidad, creo que no lo haría contigo, digamos que te salvaría el privilegio de ser una juguetona rata geminiana.
Iríamos a un lugar eriazo, al campo o tal vez a alguna de las tantas encrucijadas que se forman en la cordillera de los Andes. Un lugar solitario, de los que abundan cerca del rio Maipo. Estamos bajo el supuesto de que contamos con todos los recursos (látigos, sogas, cruz de madera, etc) para proceder a tu martirio.
MARTIRIO .... PRINCESA MÁRTIR, que delicioso suena.
Contar con ese aparato logístico (aunque no se trate de una crucifixión real y sanguinaria) es tan difícil que ya esto es una fantasía casi irrealizable, es decir, estás doblemente salvada del dolor, mi princesa rusa.
Llegaríamos a esas soledades un día de verano de mucho sol y calor. Correría el viento, un viento cálido como el que sopla por esos lugares en esa estación. Te ordenaría quitarte los zapatos, te tiraría del pelo y te abofetearía la cara.
-¿Por qué estamos aquí?
-porque he sido condenada al dolor de la cruz- responderías tú. Volvería a abofetearte.
-¿Por qué has sido condenada?-
-Soy una pecadora llena de impudicia.
Lo de "pecadora" tú me lo sugeriste, princesa, y por eso lo pongo aquí. Sin dejar tu cabello te tomaría del cuello, te lo apretaría unos segundos para luego presionar mis dedos en tus mejillas. Sentiría la suavidad de ellas. Metería los dedos medio e índice dentro de tu boca para sondearla, para tocar tu lengua, paladar, dientes y encías. Luego pasaría mi pulgar por tus cejas, como si las estuviera peinando. Te volvería a dar otra bofetada.
-Quítate la ropa.
Quedarías tan sólo en sostenes y colaless. Me gustaría admirar por un momento tu cuerpo semi-desnudo y comprender las razones de tu condena. Te caería otra cachetada. Deberías ponerte de rodillas y luego tocar tu frente en el suelo, estando así, arrolladita, te ataría ambas muñecas por detrás de la espalda, lo mismo tus tobillos bien juntos. Tu espalda quedaría curvada; los azotes comenzarían a caer sobre ella, muy duros. Con los golpes, instintivamente intentarías levantarte, pero con mi pie en tu nuca te volvería la frente a tierra y te advertiría que a cada nuevo intento el golpe sería más fuerte y se multiplicaría por cuatro. Veinte serían los azotes pero con los intentos por alzarte quedarían en 28 o más. La piel de tu espalda terminaría cruzada por las líneas rojas del vapuleo. De nuevo te tomaría del cabello y te llevaría a un tronco acostado que allí habría muy cerca. Como estás atada de pies y manos irías a saltos. Todavía estás en ropa interior. Te haría acostar sobre el tronco de tal manera que queden tus nalgas a mi vista. Veinte azotes más en los cachetes de tu trasero. Coloradito y ardiendo quedaría. No me importarían oír tus quejidos y lloriqueos, de hecho me gustan. La tercera parte de tu azotaína se la llevaría la planta de tus pies. Te acostaría de bruces en el suelo, tomaría tus tobillos y golpearía fuerte debajo de tus pies. Eso duele, mi princesa. Si no eres orgullosa o arrogante, entonces rogarás que pare. No pararía y estaría satisfecho de tus súplicas porque comenzarías a ser digna de llamarte mártir. Te pondría de pie y te ataría a un árbol.
Tus pies seguirían juntos, al igual que tus muñecas atadas detrás de tu espalda, pero rodearían el tronco, es decir, tu espalda estaría pegada a la corteza del árbol. Pondría una soga alrededor de tu cuello para que la cabeza no se moviera. Veinte azotes repartidos en tu vientre, pechos y la parte delantera de tus piernas. Los sostenes te protegerían algo los senos. Tu pubis no sería tocado. Una vez terminado, te sobajearía toda, con pasión salvaje. Te lamería la cara con furia, como si fuera un perro y lo mismo el cuello y el abdomen; te desataría ......... otra cachetada. Ahora tu calvario. La parte en que cargas la cruz.
Te ordenaría vestirte y calzarte de nuevo, aunque tu torso debería quedar con tan sólo el sostén para que el hombro desnudo pruebe la dureza de la madera. Caminaríamos mucho por encima de las piedras y bajo ese sol de verano. Quiero verte sudar, oír los quejidos de tu esfuerzo. Cada muestra de lentitud sería pagada con un latigazo o bofetón.
Ya llegamos a tu Gólgota, princesa. La cruz en el suelo. Desvístete. Esta vez quedarás sólo con tu tanguita. Dado el calor que tienes, resulta agradable para tí estar desnuda. Tu frente está mojada, el cuello húmedo y tu hombro marcado por el peso de la cruz. Hago que te acuestes encima de la cruz, boca arriba. Tomo tus dos pezones y los pellizco fuerte, muy fuerte y tiro de tus tetitas de gata con brutalidad. Lanzas un grito ahogado. Te prometo que será peor si no me chupas el pene. Lo haces, pero cada vez que paras para tomar aire yo vuelvo a tirar de tus tetas; luego refriego mi falo por tu cara, cuello, tus pechos, abdomen y lo paso por tu espalda. Te vuelvo a poner encima de la cruz y te ato de las muñecas y tobillos, muy apretado. Aquí, princesa, te doy a elegir: ser crucificada de cabeza o de pie. Si estás invertida, la sangre se te irá a la cabeza y tu respiración se hará dificultosa. Si es de pie, de nuevo debes elegir entre ser crucificada totalmente estirada; en tal caso debería pasarte una cuerda por la cintura para que quedes bien fijada; o ser crucificada a la "romana", esto es, no estirada sino que con las piernas flectadas o recogidas. Cualquiera de estas posturas es sumamente incómoda.
Ya estás en la cruz. Sientes el sol vertical en la claridad de tu piel y el viento cálido del verano. Te dejo así un rato, ¿15, 30 minutos? no sé, mi capricho lo dicta. Me voy a bañar a un rio cercano,
y tú crucificada.
Tomo empelotas un poco de sol,
y tú crucificada.
Dormito debajo de un árbol,
y tú crucificada.
Te comienzan a doler los brazos, se te entumecen. Las manos y pies se te amoratan por la presión de las sogas. Estás toda incómoda y expuesta. Te comienza a dar sed. Yo te miro;
tú crucificada.
Me tomo una bebida, me acerco a tí. Te coloco unas pinzas en los pezones.Te arranco la tanga. Quedas totalmente desnuda, con los brazos abiertos. Todo tu adorable cuerpo es para mí. Te arranco el vello púbico de a poco, lentamente y con dolor van saliendo las matas de pendejos hasta quedar totalmente pelada, con la concha a la luz. Lo más probable es que te afeites o depiles el púbis, entonces, peor para tí porque, en tal caso, introduciré mis dedos en tu vagina, luego toda la mano y la empuñaré dentro. Gritarás, te arderá, sentirás que te rompes por dentro y me gustará tu suplicio, mi princesa pecadora. Te pegaré unos cuantos latigazos. La idea es que las lágrimas se mezclen con las gotas de tu sudor, que tu vientre se convulsione y tu pecho suba y baje alternativamente por la desesperación. Volvería a dejarte ahí, sola, crucificada. Daré un paseo de 15 o 30 minutos,
y tú crucificada.
Me siento en una piedra y miro la cumbre de los cerros,
y tú crucificada.
A los 15 o 30 minutos vuelvo. Te doy un poco de agua. Tus labios están secos. Limpio el sudor de tu frente, lamo tu cuello, siento la salinidad de tu transpiración. Tal vez te de un besito. Me conmueve tu angustia. Te desato, te bajo de la cruz. Estás algo quemada y deshidratada, fatigada a más no poder. Eres una princesa delicada. Te doy una bebida helada. Te llevo al rio y te sumerjo en el agua para que te refresques. La piel te arde. Beso las marcas que surcan tu cuerpo. Sólo quiero consolarte y ser tierno contigo. Siento el sabor de tu lengua, te acaricio el cabello.
-ya pasó, mi princesa, los pecados son una tontería.
Copulamos desnudos bajo la sombra de un árbol. Nos vestimos y pasamos la tarde en algún local típico de los alrededores. Comemos, bebimos, nos reimos. Te recuperas y te digo: estaremos iguales, seré justo, la próxima vez yo seré tu mártir y tú me has de sacrificar en la cruz, debajo del sol.
FIN.

1 comentario:

lady morbo dijo...

wow, que cachondo, me encantó