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SVETLANA SOLA , EN EL PUERTO PRINCIPAL.(Parte 4)
Los sádicos continuaron con su castigo a la colgada, le dieron otros 20 azotes para luego marcarle las nalgas con un hierro candente. La mujer, ante tanto dolor y para sorpresa de todos, gritó desgarradoramente logrando expulsar la bolita que ocupaba su boca. El cuerpo le sudaba copiosamente.
Svetlana, al tener la boca abierta y no poder tragar la saliva debido a su lengua afuera, babeaba como si se tratara de una retrasada mental. Torció los ojos y se miró al espejo; pensó que se veía más humillada y ridícula que el señor X, recordó que cuando lo azotaba su barriga y poto peludos temblaban como gelatina y ponía una cara que a ella le producía hilaridad, más de alguna vez se había sentido culpable de humillar así a don X, tal vez por eso la vida le devolvía ese mal que ella había provocado, claro que con intereses, pero ese pensamiento no era razonable ya que don X pedía el castigo y pagaba por él porque sentía placer con la sumisión y ella no.
Se observó de nuevo en la postura denigrante en que se encontraba. Ella no podía sentir placer al estar atada dentro de la jaula, con la lengua afuera y salivando.
Los hombres bajaron a la colgada hasta que sus pies tocaron el suelo. La mujer pareció descansar, estaba a punto de desmayarse. El grande se volvió a Svetlana y le dijo,
-mira, perra, terminó el castigo de ésta, lo que significa que ahora la ejecutaremos. Ese es el destino de ustedes.
Svetlana quiso contestar algo: que no era puta, que ella no los conocía, que ¿qué había hecho para merecer esto? pero no pudo por la tensión de su lengua. El hombre, como si supiera de antemano lo que ella le quería decir, le replicó,
-nos conocemos, puta- se quitó el pasamontañas y Svetlana vio brillar una cabeza rapada, era el neonazi que la había amenazado en el puerto.
-te lo dije, puta, te dije que me las pagarías.
Ella no se lo explicaba ¿cómo era que el rapado había dado con ella?, ¿qué estaba pasando?, algo no estaba bien.
El bruto se quitó la camiseta para quedar con el torso desnudo. Tenía el cuerpo de un fisicoculturista: sus brazos, hombros y pectorales eran enormes y atravesados por venas. Ella, que sabía admirar la belleza de un cuerpo atlético masculino, se horrorizó al pensar que la musculatura de ese hombre iba en proporción a su brutalidad y maldad.
El musculoso tomó del cuello a la colgada, que estaba con los ojos cerrados, le introdujo nuevamente la bolita en la boca, puso una pinza en su nariz y envolvió su cabeza con una bolsa de plástico transparente a fin de que se asfixiara. Svetlana veía cómo la mujer abría con desmesura los ojos por la desesperación. El otro tipo, que seguía enmascarado, dijo algo al oído del rapado.
-parece, rubia, que mi amigo te tiene simpatía y no quiere que veas como muere esta puta, así que me la llevaré para el final.
El rapado descolgó a la mujer y la arrastró fuera.
Svetlana se quedó sola con el otro, este se acercó a ella y le susurró,
-sufrirás y morirás, eso te mereces por tu pecado, piensa en eso, piensa cuál es tu pecado.
¿Qué sabía ese fulano de ella? no lo conocía.
El hombre recogió de entre los fierros viejos un largo cilindro metálico, de regular diámetro. Le arrancó el colaless, le introdujo el objeto en el culo, ella pensó que se lo hundiría hasta empalarla y que moriría de esa forma, pero solamente metió la punta; no era demasiado grueso y la molestia no fue mayor, sin embargo sus ojos se desorbitaron de miedo al ver que el hombre comenzó a calentar con un soplete el otro extremo del metal, al cabo de unos minutos todo el cilindro comenzó a entibiarse y cada vez estaba más caliente. Se me quema el culo ¡por Dios¡, NOOO. El ano le ardía, su cuerpo temblaba y estaba bañada en transpiración. Se miró al espejo y vio que la frente y la espalda le brillaban. Con el tembleteo de su cuerpo, la lengua le dolía y babeaba más que nunca.
¿Cuál era su pecado?, ¿ser puta?, ¿era un pecado eso? si así fuera, entonces estaba lleno de pecadoras y de hombres dispuestos a pecar con ellas, incluso el rapado; no, no podía ser ese el pecado; las profesiones no son pecado. El enmascarado le volvió a susurrar.
- piensaaa ¿cuál es tu pecado? tu condición de puta no lo es.
¿Cómo supo lo que ella estaba pensando?, ¿merecía todo ese martirio? estaba siendo escarnecida. Le vino a la memoria la imagen de don X ¿podría, ella, extraer placer sexual con este castigo? ¡qué cosas pienso¡ el miedo me hace delirar, se dijo.
Tal vez estos hombres la torturaban debido a su belleza, si era así, debía entonces sentirse alagada ¿podría ese sentimiento de alago convertirse en placer sexual?, no, definitivamente no, porque su culo le estaba ardiendo y se quemaría por dentro. ¡por Dios, cuanto sufrimiento¡, ¡cuanta soledad¡ nadie la podía ayudar.
Cuando el fierro caliente estaba a punto de quemar sus entrañas, el hombre lo extrajo. Había llegado el rapado.
La sacaron de la jaula y le desengancharon de su lengua. Svetlana lloraba.
-Por favor, déjenme ir, lo imploro. Haré lo que ustedes quieran, pero no me maten, quiero vivir.
-JAJAJA tú morirás y de todas formas haremos lo que se nos venga en gana contigo.
-POR FAVOR, NOOOO, NO, culéenme, se los chupo, les lamo el culo, lo que sea, me hago su esclava, pero perdónenme la vida, no me hagan sufrir de este modo, por favor, por el amor de Dios.
-Debes resignarte, ser humilde, reconocer tu pecado, dejar el orgullo.
-lo haré.
-no, rubia, no lo estás haciendo, sólo quieres salvarte y sigues tan altanera como siempre.
-NO, NO, NOOO.
El rapado le propinó una lluvia de bofetadas tirándole del cabello, lo que sólo aumentó el llanto.
-vamos, resígnate, sólo así te salvarás.
-¡aaay¡ no, no por favor.
-con cada ruego das nuestras de que no estás resignada, de ser orgullosa, de no aceptar tu destino, de saberte persona y ya no lo eres; eres sólo un guiñapo, candidata a la nada ....y muestra de eso es tu desamparo.
-piedad, por favor.
-¿lo ves? no te resignas, no es fácil resignarse a ser un estropajo.
Otra cachetada.
-apresuraremos tu fin.
-NOOOO.
-JAJAJAJAJA.
-NOOOOOO, NO, se los voy a chupar a ambos.
-te es fácil no.
El otro sujeto (que todavía cubría su cara) desenfundó su falo y ella, presta, se arrodilló y chupeteó; procuró hacerlo lo mejor posible; lo lamió, lo baño con su saliva, intentó ser humilde y servil, pero no dejaba de llorar y sudar, el calor era agobiante. De pronto el rapado dijo,
-terminemos con esto de una vez, esta huevona no da muestras de arrepentimiento.
La levantó, le introdujo la bolita en la boca, fue puesta en la misma postura que la otra mujer, con lo brazos en alto, pero sus pies no quedaron en el aire. Estaba en su cadalso. Ella sintió un gran alivio, sus músculos se estiraron después de haber estado recogidos dentro de la jaula. Las gotas de sudor de su frente siguieron la fuerza de gravedad, se mezclaron con sus lágrimas, mocos y babas, siguieron bajando por el cuello, llegaron a su pecho, luego a sus senos hasta la punta de los pezones.
Se miró al espejo. Todo su cuerpo estirado brillaba a la luz de la lámpara. Se veía hermosa en verdad, a pesar de todo sí, hermosa, pero si le daban la muerte de la anterior mujer no sería así. Recordó una película policial que vio cuando niña sobre un asesino que había matado a una joven de la misma forma; el homicida ataba a su víctima, le llenaba la boca con una bolita y le envolvía la cabeza con un plástico transparente; la joven, con los ojos abiertos y saltones en el colmo de la impotencia, se desesperaba sin siquiera poder emitir un grito; moría asfixiada; sus ojos continuaban abiertos y desorbitados aún después de muerta. El asesino le quitaba el nylon de la cabeza y luego la bolita de la boca y la víctima quedaba así, con cara de espanto y la boca abierta, como lanzando un grito póstumo y silencioso, inútil y solitario; con esa cara de horror la hallaba la policía, así la encontrarían también a ella y aparecería su foto publicada en los diarios bajo el título "Prostituta de alto nivel asesinada por pandilla neonazi en Valparaiso". La imagen de su cadaver no sería nada de estética. Morir con ese rostro después de haber sido la más bella de las Afroditas, ¿esa era la venganza de la vida?, ¿el precio de vivir como mujer bonita?, ¿por eso se le daba una muerte así?, de nuevo pensó en el alago que eso le provocaba, un alago macabro, es cierto, pero alago al fin.
Los azotes la sacaron de sus absurdos pensamientos. Cada golpe lo sentía como una quemazón irritante. No podía gritar por la bolita en su boca y el sudor de su cara y cuello se multiplicaban en cientos de gotitas saladas que le escocían las marcas que iba dejando el vapuleo en su espalda, vientre, nalgas, tetas y piernas. El chicoteo fue brutal, ambos individuos la golpeaban y ella sólo podía responder con gemidos, -pobrecita de mí- pensaba, ¡Dios mio¡ ayúdame ¿por qué?, ¿cuál es mi pecado?, el tipo había dicho que pensara en eso.
Los azotes pasaron de 20 y continuaban.
La lujuria era el pecado, ¿el apetito sexual? sí, ella tenía un gran apetito sexual, pero había visto a otras peores. Concluía que nunca había perjudicado a nadie con su libidinosidad, es más, su profesión de acompañante sexual le ayudaba a dominar ese instinto que había sido despertado tempranamente; ello no había sido su culpa, de niña había sido hermosa y los chicos se enamoraban perdidamente, los hombres la miraban y asediaban y ella terminaba por ceder a sus requerimientos ya que parecía que al hacerlo, más bella la encontraban, más bella se sentía; había un resto de vanidad en eso; tanta experiencia la hizo descubrir el placer sexual y le había gustado, pero lo había descubierto como lo hacen muchas mujeres, afortunadas mujeres. Svetlana recordó a viejitas que ella conocía y que jamás lo habían experimentado, mas siempre la lujuria estaba ahí, latente o explícita, era la naturaleza, era Dios quien la proporcionaba y por eso, pensaba, no debía ser ese, su pecado.CONTINUARÁ.
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