


Quedé pasmado con la voluptuosidad sádica de Julia. Fui transparente al revelarle cada una de mis impresiones en relación al tema y a ella misma. Directamente la llamé, mujer sádica y cruel. Le conté de las furiosas erecciones que me provocaban sus cartas, de mi miedo, de mis pajas y de las horrorosas y sensuales pesadillas que llenaban mis noches desde que estuve en contacto con ella.

No me retiré del Grupo, pero ya no ingresé a su página. Julia me hizo la oferta sin que a pesar de la turbación que me causó, la tomara demasiado en serio. Me preguntó si deseaba ser su víctima; Sandra y ella me crucificarían luego de una prolongada sesión de torturas y flagelación. Con el pene enhiesto le respondí, en una carta lo que para mí significaba un performance de ese calibre; le señalé que sería revivir una antigua fantasía erótica que hoy se encontraba dormida y sustituida por la búsqueda de una chica que estuviera dispuesta, ella, a ser crucificada por mí. Traté de argumentar las razones que me impulsarían a imaginar vivir un teatro como el que ella me proponía; el significado del dolor como expresión del sometimiento y medio de comunicación para con el otro, y otras cosas por el estilo. Le dije que sí. Ella pidió confirmación y recalcó que, si bien podía ser llamado performance y hasta juego, no se trataba de ningún teatro. Entonces confirmé mi respuesta afirmativa bajo el presupuesto interno que sería poco menos que imposible que algún día nos reuniéramos en vivo Julia y yo, ya que jamás saldría de mi país. Después de esa carta transcurrieron varios meses -cuatro para ser exactos- sin que tuviéramos contacto; ella no escribió y yo, poco a poco, fui calmando mi excitación. Casi me olvidé de ella y también del club.
Para mí, dicho Club era una especie de sueño, de juego mental sucedáneo o trasunto de una peregrinación del alma y del cuerpo que había empezado en un tiempo que no acierto a precisar.

Para mí, dicho Club era una especie de sueño, de juego mental sucedáneo o trasunto de una peregrinación del alma y del cuerpo que había empezado en un tiempo que no acierto a precisar.

Los primeros recuerdos de la perturbación que me provocaban las imágenes de Jesús colgado de la cruz datan de los seis años de edad, extensiva esta inquietud a toda la obra pictórica y cinéfila que tenía como motivo los martirios de los cristianos, la esclavitud en la antigüedad y la de los negros, y las persecuciones de la inquisición. El suplicio de Santa Cecilia o Santa Eulalia, Quovadis, Juana de Arco, la serie de TV "Raíces" o la telenovela "La esclava Isaura", entre otros, fueron títulos de mis favoritos.


CONTINUARÁ.
1 comentario:
Encuentro algo muy familiar en tus relatos, me encantaría poder saber que es...
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