FLACH BAK: Falta una vuelta alrededor de la propiedad, queda poco, ya no doy más. Cada paso con mis pies previamente bastinados me significa un molesto dolor. Es cierto que me encuentro en buena forma, pero esta armazón de madera está demasiado pesada; mi espalda está curvada y mis hombros heridos por sostener, desnudos, la tosca madera. Este sudor que moja mi cuerpo me provoca escozor en las marcas que han dejado los azotes. Ir caminando completamente empelotas y cargando una cruz bajo las miradas de personas que apenas conozco es realmente humillante; la verdad, quisiera terminar con esto ahora. ¿Por qué me metí en esto?, porque te gusta, porque lo deseaste toda tu vida, huevón; sí, lo deseé toda mi vida, pero ahora estoy a punto de cagarme de miedo. Es extraño, estoy arrepentido de haber aceptado participar en la "pasión", pero no voy a dejarlo; en parte es por orgullo, por cumplir el compromiso adquirido y, por supuesto, porque me excita. Es el miedo, es la humillación y el dolor lo que morbosamente me calienta y, cómo no, la visión de la joven desnuda que carga su cruz delante mío; sus glúteos son grandes, duros y bien formados, están atravesados por unas cuantas marcas de azotes ¡que precioso cuerpo tiene¡ nada de más y nada de menos; posée las medidas perfectas y la belleza que da la juventud; va llorando la pobrecita; suplica, pide piedad, pero al igual que yo no ha anunciado su renuncia por la palabra de seguridad; también es una morbosa masoca. Nos hemos hecho compañía en nuestro dolor y humillación y seremos crucificados finalmente uno junto al otro. Chilla y chilla, su novio no deja de golpearle para que apure el paso ¡que abusador es¡. Yo también chillaría, como lo hice antes, pero no puedo, tengo una pinza en mi lengua que me obliga a tenerla afuera y la boca abierta; se me cae la saliva, ¡que vergüenza¡ los espectadores me miran con cara burlona, pero estoy seguro que muchos de ellos sienten envidia de mí, les gustaría estar en mi lugar.

¡Que buena idea ésta la de poner los cables eléctricos en el camino¡; cada paso con los pies descalzos se hace insoportable, lo que se aumenta por el peso de la cruz que cargamos. Ya estoy escuchando las risas de todos esos huevones que se han reunido en torno a la mesa preparándose para lo que viene. Tengo ganas de llorar, pero no puedo; ésta diabla de Julia tenía razón, mi orgullo me impide hacerlo y lucho por aguantarme. No sé cómo he llegado hasta aquí sin haber gritado la palabra de seguridad después de la tremenda paliza recibida junto a ésta mina española, ella me preocupa, tan delicada, tan frágil, sus gritos son desgarradores, pero también excitantes.
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Cuando Julia me dijo que era mexicana de inmediato me la imaginé vestida con ropas típicas de ese país o con la fisonomía morena de Anita, otra ciber-amiga azteca (que era morena por cierto) pero esa imagen se borró al instante cuando me contó de su lujuria sádica para con los hombres.
Confieso que yo le escribí primero impulsado por mi curiosidad y mi morbo, preguntándole por qué estaba inscrita en el Grupo. Si era socia del Club era evidente que algún gusto sadomasoquista tenía; lo que me intrigaba era su condición de fémina. Pocas eran las mujeres del Club virtual, y de esas pocas tan sólo dos habían tenido alguna participación; una, enviando dos cuentos truculentos pero fantásticos, y la otra haciendo unas cuantas preguntas de respuesta bastante evidente. Las mujeres habían sido esquivas; múltiples podían ser las razones: miedo, desinterés, incomprensión, qué se yo. La verdad, sólo una vez tuve contacto virtual con una chica que fantaseaba con lo que convocaba al Grupo y, como suponía, su fantasía era la de ser crucificada desnuda, algo así como una Jesusa, una Crista; aquella chica desapareció en el ciber-espacio y nunca más supe de ella dejándome un dejo de nostalgia.
El Club me estaba aburriendo. Lo había creado hacía dos años, mas la participación era casi cero; los pocos que estábamos activos éramos varones. Estaba a punto de retirarme, pero antes decidí revisar la lista de miembros; así había encontrado a Julia. La había elegido al azar de entre las mujeres. Le escribí haciéndole la imbécil pregunta de por qué estaba en el Club, más exactamente si ella gozaba con imaginarse a sí misma en la cruz o siendo ella la verduga crucificadora. Me parecía increíble encontrar una mujer que gozara o soñara con ser una Crista, pero más inverosímil para mí era pensar en una crucificadora. Estaba claro que había mujeres dominantes que en el contexto de relaciones de d/s o de BDSM podían castigar a sus esclavos o sumisos crucificándolos, pero me era difícil pensar que lo hacían por una sensualidad sádica y fetichista como la planteada en el Club; había de esas dóminas en nuestro grupo, pero pronto lo abandonaban; no entendían el sentido del Club o esto no era lo suyo; por lo demás, algunos socios iban más allá de lo meramente sadomasoquista y le daban un sentido trascendente, estético y hasta místico -estilo Santa Teresa de Jesús- a nuestra extravagancia erótica.
Para mi sorpresa, Julia respondió mi carta. Me manifestaba con palabras de agradecimiento su alegría por el mail que le escribí, era muy gentil y florida en sus expresiones lo que contribuyó a que causara mayor impacto en mí cuando me contó, de sopetón, que su mayor deseo en la vida era estar al pie de un árbol del cual colgara crucificado un hombre desnudo, clavado en sus manos y pies, todo incómodo y doloroso y ella ante él, altiva, orgullosa y cruel, burlándose de su sufrimiento y con la entrepierna húmeda por la excitación. Cuando leí lo anterior, la piel se me puso de gallina, me estremecí de miedo, sorpresa, escalofríos, rematando en un endurecimiento del miembro viril. Calentura sexual, morbo y temor se entremezclaron; antiguas fantasías de horror y masoquismo de la juventud resucitaron y me estimularon a volver a escribirle.
CONTINUARÁ.
5 comentarios:
Un
regalo
para
tí:
http://bdsmvideo.blogspot.com/
Se arrepintió el hombre
jajajjaa
Comparte el sitio aca!!!
Simplemente delicioso...
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