Claudia razonó bien; un dolor quita otro dolor, dijo. Un dolor quita otro dolor, elimina aquel dolor que implica el término del placer. El sufrimiento se vuelve placer porque nos libera del otro sufrimiento que consiste en el fin del placer; cuando este placer termina queda un vacío insoportable ( bueno, no tan insoportable, pero bastante desagradable aunque a veces es insoportable) y el placer, por propia definición, por esencia, siempre finaliza. En cambio el dolor es prolongable a voluntad y, por eso termina por volverse placer, esto es, porque no finaliza (depende de nuestra voluntad). El dolor que queremos eludir es el del fin, el de la muerte y por eso preferimos el dolor de estar vivos. Atrapados entre el dolor y el dolor, entre el dolor y el placer, entre la vida y la muerte, entre la plenitud y el vacío, tira y afloja, afloja y tira (¡que pajeo, dios mío¡) .
Si nos ponemos a hilar fino, sadomasoquistas como Claudia y yo, en el fondo, tenemos un ansia desorbitada de placer eterno, pero como este gozo no es eterno lo convertimos en dolor, para así tenerlo siempre cerca, al alcance de la mano, casi acariciándonos y a nuestra vista. Un ansia de vida a través del sufrimiento, con migajas construimos una vida, con piedras nos hacemos una cama para dormir. Pero todo este seudo razonamiento (hay que reconocerlo) es viejo y alucinado.
«La bruja»: Adelaide Crapsey; poema y análisis.
Hace 4 horas
3 comentarios:
Voy a ser sinceramente feroz!
ESTA VEZ ES UNA MIERDA LO QUE ESCRIBISTE!
Y, así de una.
Chileno trolo.
Cristian, desestima el comentario anterior, es más! borralo... No fui yo, y te podes dar cuenta porque firman sin estar logueados.
Mil disculpas.
Besos!
Excelente texto!!!!, muy acertado
Publicar un comentario