Cuando la mujer fue desnudada, sus frenéticos movimientos hicieron que recibiera innumerables patadas en el suelo de parte de los custodios hasta que cayó en la inconsciencia, luego, arrastrando se la llevaron de vuelta por la galería, camino al ascensor. La marcha se reanudó, esta vez con sólo el gordo delante. Caminaron mucho rato antes de dar una vuelta en una esquina; las dos mujeres habían pensado que la galería tan sólo era un estrecho túnel recto, pero había otros perpendiculares a éste.
Al doblar la esquina se vieron las mismas celdas con abiertas rejas en las paredes y en el suelo, mas algunas tenían sus rejas cerradas y dentro a sus reclusas; en la mayoría de ellas las prisioneras estaban todas apretujadas entre sí. En compartimentos hábiles para dar lugar a una reclusa con dificultad, podían verse hasta tres; sus caras presionadas contra las rejas revelaban una inmensa angustia e incomodidad, gemían y gemían y, las que podían hacerlo, extendían sus manos al ver pasar a los custodios, implorando agua. Si el hedor era inmenso en las celdas vacías, este se volvía insufrible en las ocupadas, mezcla de sudor, flujo menstrual y mierda. Cada tanto comenzaron a ver prisioneras encadenadas a los aros fijados a la pared, ya sea colgadas de las muñecas o de cabeza, colgadas de los tobillos; en todos los casos sus cuerpos, cruzados por rayas sanguinolentas, revelaban haber sido flagelados con ferocidad. Al doblar otra esquina, una reclusa era doblemente penetrada por dos custodios, uno adelante y otro detrás, estaban en medio del laberinto y obstruían el paso; el gordo se limitó a mover las cejas a sus colegas en señal de saludo sin manifestar la menor sorpresa ninguno de los hombres. Si bien la compañera de Claudia no gemía ni expresaba una conducta intranquila, demostraba su desazón a través de las profusas lágrimas que se iban derramando por su cara. Después de pasar por el lado de los dos hombres que violaban a la reclusa, el gordo se volvió y dirigiéndose a Claudia dijo,
-¡hey¡ tetona, no pareces tener miedo, te ves muy controlada, me gusta eso. No has llorado, conozco a las de tu tipo, me gustan así ya que cuando les llega la hora es divertidísimo.
Cuando les llega la hora ¿a qué se refería? era una amenaza ciertamente pero ella no temía, aún le parecía raro esa tranquilidad, había visto lo más degradante de su vida y ella estaba a punto de vivirlo, mas la dejaba casi indiferente, era raro considerando que al escuchar la sentencia en el tribunal casi se había orinado por la impresión.
Llegaron a una puerta de hierro que el gordo abrió, daba a una habitación un tanto amplia, esculpida también en la roca, las antorchas la iluminaban con algo más de luz que el laberinto anterior. Dentro también había celdas con las rejas abiertas y vacías pero lo que, de inmediato, llamó la atención de Claudia y su compañera fueron dos enormes cepos de madera y metal: uno para atrapar la cabeza y las manos y otro para los tobillos. Al lado, unos instrumentos de variado diseño hicieron suponer a Claudia que se trataba de otros artilugios de tortura. Tres custodios, muy pálidos y flacos se encontraban allí y saludaron con sonrisas al gordo, quien volviéndose hacia ellas comenzó a hablar.
-Bien, perras, es éste lugar en el que oficialmente serán incorporadas a "Las entrañas del dolor" por lo que les doy la bienvenida de rigor….. de mucho rigor JAJAJAJAJAJA. Se les despojará de sus ropas y deberán andar completamente desnudas. Serán afeitadas de cabeza y marcadas con el signo infame de "las entrañas ", es una marca hecha por un hierro candente; en verdad dos serán las marcas, la I de infame en la frente y el número que les corresponde aquí dentro y que reemplazará al nombre de ahora en adelante, dicho número irá en la nalga derecha. Además sus narices serán atravesadas por una argolla metálica, ella servirá para que, con posterioridad, los custodios las manipulen con mayor facilidad, similar función cumplirán los aros en los pezones de sus tetas y en sus lenguas y luego serán incorporadas de inmediato al lugar que les corresponderá.
1555 y 1556 fueron los números asignados a las mujeres. Claudia fue la 1556. La 1555 fue tomada de los brazos por dos custodios y se le quitaron los grillos del cuello y muñecas, rasgaron sus vestidos quedando desnuda. En un movimiento reflejo trató de taparse con las manos el pubis y los pechos, pero una fuerte bofetada en la cara la hizo comprender que eso no era del agrado de los custodios quienes la sobajearon con lascivia por todo el cuerpo, a pesar de ello los hombres no se mostraban entusiasmados y parecía ser un hábito casi rutinario el de sobar. Se le puso su cabeza en el cepo quedando fijados su cuello y manos y su cuerpo en ángulo recto, con el culo exponiéndose a los hombres. Cuando estuvo instalada en la incómoda posición se tomó a la 1556 (Claudia) y se le desnudó; también, instintivamente, la 1556 procuró cubrirse las tetas con las manos pero los pechos eran de tales dimensiones que era prácticamente imposible lo que causó risa en todos los hombres. El gordo se acercó y con una mano agarró una teta y con la otra una gordura de su cintura, apretó fuerte, la 1556 sintió dolor pero aguantó el quejido, el gordo, sin soltar la teta, acarició toda la redondez de su enorme trasero y luego la peluda entrepierna, pasó los dedos por la vagina y tiró fuerte de sus vellos, nuevamente la 1556 ahogo un grito. El gordo, luego de lamer su cara, se dirigió a sus compañeros.
-¡Como me gusta esta gorda tetona¡ es una zorra, lo sé bien y se hace la valiente, cree ser mejor que las otras perras e incluso les aseguro que las desprecia, pero les apuesto que sus berrinches serán chillones al extremo, sufrirá un ataque de nervios precisamente porque es una zorra, una perra, mírenla.
Al decir eso agarraba brutalmente las enormes tetas de la 1556 y les daba de palmadas para que se balancearan.
-¿Lo ven? ¿miran esto? ¿éstas ubres?, estos volúmenes, aquí se acumulan los berrinches, acá, aquí están los ataques nerviosos jajajajaja, en éstas gorduras, en éstas tetas; este animal exuda alaridos agudos, es toda una mujer y gritará, ya lo verán, llorará histéricamente porque eso es, es una mujer, la más mujer que he visto pasar por este penal y por eso se cree lista y tiene esa actitud de reina, es una zorra. AAAAAAH, ¡COMO ME GUSTA¡ ¡COMO ME GUSTAS, GORDA TETONA¡ SERÁS MIA.
El gordo, hambriento de lujuria, apretaba una y otra vez los senos, los estrujaba, daba palmadas en sus nalgas, la tironeaba del cabello y la cacheteaba en la cara. La 1556 no demostraba emociones y se mantenía, en lo posible, fría, sin temor e indiferente ante la lascivia del gordo. Podía oler la transpiración de ese hombre y sentir repugnancia, pero no estaba intimidada y esperaba resistir así hasta el final. No lo lograrás, gordo asqueroso, pensaba, te ganaré, no me verás llorar porque no tengo miedo y ya estoy muerta. Fue puesta también en el cepo. Cuando les metieron los enormes cilindros metálicos ¡tan helados¡ por el ano, se escucharon los gritos de dolor de las dos, mas sólo los de la 1555 se prolongaron en todo el tratamiento. La 1556 se reprimió y se decía mentalmente que al fin y al cabo no era tan doloroso, aunque si incómodo y desagradable, sólo cerrar los ojos y resistir.Terminado el tratamiento de cilindros, comenzó el corte de cabello y posterior afeitado. La 1555, al ver su pelo en el suelo, lloraba sintiéndose impotente y ultrajada; la 1556 nada decía. El gordo, dando una palmada en el culo de la 1556 dijo.
-Me gusta escuchar los quejidos de las mujeres en esta parte del tratamiento, pero la 1556 no nos colabora, se resiste ¡vamos, tetona¡ llora de una vez ¿no ves que eso me excita?, me hará quererte más, no lo entiendes eh.
El gordo pellizcaba el rollizo cuerpo de la 1556, pero nada lograba, algún pequeño grito pero ninguna lágrima.
-¿Crees que no te quebrarás eh?, o crees que lo harás si te causo dolor, créeme que lo harás y no necesitaré ponerte la mano encima, gorda tetona, mira como quedas pelada.
Cuando estuvieron completamente afeitadas, ambas sintieron la cabeza muy fresca en ese lugar tan caluroso; lo sintieron más caluroso que nunca y era porque detrás de ellas y sin repararlo hasta el momento, los hombres calentaban los hierros en una fragua. Sin mediar aviso la 1555 recibió su bautizo de fuego en su nalga; su fuerte grito estremeció a la 1556, la que trató de girar su cabeza para mirar el rostro de su compañera sin lograr ver demasiado. Gotas de abundante sudor llenaron la calva y frente de la 1555 y ese mismo número quedó estampado para siempre en su trasero. La 1556 se preparó para recibir el punzante dolor del rojo metal y cerró los ojos apretadamente.
-¡AAAAAAAAAH, AAAAAAAAY¡.
-JAJAJAJAJAJAJAJA ¿duele, tetona?, ¿duele? desde ahora en adelante tu nombre es 1556, pero de cariño siempre te llamaré gorda tetona, aunque si te quedas conmigo demasiado tiempo te aseguro que muy pronto ya no serás gorda, JAJAJAJAJA.
La 1556 sintió que se le mojaba el rostro y la cabeza rapada de transpiración, también le salieron lágrimas pero aún así ella no estaba vencida. Sintió un mareo y la vista se le humedeció. Un grito (de la 1555) la vino a sacar de su momentáneo sopor y de primeras no se explicó la razón de ese alarido hasta que un calor la hizo reaccionar, el hierro candente y rojo se acercaba a su rostro, la iban a marcar en la frente, de ahí en adelante ya no habría esperanza de nada, era mierda ¡oh, no¡ ¡cuanto va a ser el dolor¡.
Gritó la 1556 con todas las fuerzas de su garganta, se le cayeron babas de la boca y parecía sentir que se derretía su cabeza entera, que se quemaría en sus ojos, en su cerebro y hasta en su corazón, luego, todo se oscureció. La frescura la sintió primero en su cabeza y luego en la frente, tomó algo del agua que le daba el gordo, trató de mirarlo levantando las cejas pero al hacerlo, la frente recién marcada le provocó un dolor de mil aguijonazos. El gordo le echó, luego, agua sobre su espalda inclinada y en la quemadura de la nalga. La 1556 sentía todo su cuerpo bañado en sudor y agradeció mentalmente el agua que se le echaba encima; volvió a desmayarse. Ahora el dolor dentro de su boca casi en la garganta la despertó abruptamente y pudo ver que unas tenazas metálicas atrapaban su lengua desde casi el nacimiento, se la sacaron fuera y una gruesa aguja la traspasó, acto seguido atravesaron un aro por el agujero; el gusto amargo de su propia sangre pudo sentir y estaba concentrada en eso y con los ojos cerrados cuando un fuerte dolor los hizo abrir. Un instrumento de metal había, ahora, agujereado su nariz la que fue atravesada por una enorme argolla que le llegaba hasta el mentón; sintió que esa argolla sí que era ridícula en extremo y denigrante, pero de inmediato eliminó ese pensamiento. La sangre caliente descendió hasta su boca y la amargura que percibió su lengua fue mayor. Cuando fue sacada del cepo y le ayudaron a ponerse de pie, vio que la 1555 no dejaba de llorar; lo hacía como una niña pequeña, con hipos y carcajadas de llanto y muy suave, no había ataque nervioso como la histérica que fue mandada a la cruz, pero lloraba con pasión; la 1556 sintió pena de ella hasta que la otra fijó su mirada en ella y recrudeció su llanto al verse a sí misma a través de la cara de su compañera: rapada, marcada y denigrada con un aro en la nariz; la 1556 se dio cuenta de eso, de la razón del recrudecido llanto y quiso llorar por efecto demostración, pero se reprimió y pensó que sólo le sucedía aquello porque la histeria es contagiosa, mas en realidad no le daban auténticas ganas de lagrimear.
Un custodio tomó por detrás a la 1555, pasándole su brazo por el cuello mientras otro agujereaba las areolas de las tetas: chillidos de la prisionera y ya estuvieron las grandes argollas colgando como adornos desde las abultadas femineidades; dos pequeños hilos de sangre dejaban su rastro hacia el vientre de la mujer dolida. Le tocó el turno a la 1556 y cuando la punta metálica se abrió paso entre la suave piel y carne de sus pechos, ella pensó que, después de todo, el dolor de los hierros candentes hacía que éste otro dolor de las argollas no fuera nada en comparación, de modo que la 1555 estaba exagerando al chillar cuando le atravesaban los pechos.
-Serás mía, tetona, te ves bonita con tus aros- decía el gordo y le lamía la cara con su lengua viscosa. La tetona 1556 mantenía su vista baja mientras el gordo la babeaba en la cara y cuello, sin moverse en absoluto. Ponte en cuatro patas, 1556- le ordenó y ella lo hizo dispuesta a aguantar los embestidas de todos los custodios que se encontraban presentes, mas el gordo dijo a sus colegas,
-diviértanse con la 1555, que ninguno de sus hoyos quede sin ser bautizado por ustedes; ésta tetona es mía así que déjenmela, quiero gozar solo esta carne de mujer antes de que la escuchemos relinchar de desesperación JAJAJAJAJAJA. CONTINUARÁ.
«La bruja»: Adelaide Crapsey; poema y análisis.
Hace 3 horas
1 comentario:
jajajjaja
Pobre... la quiero leer en trocitos ya :P.
Saludos!
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