Esta vez sí, Claudia se extrañó de no sentir temor ni horror, tan sólo miró la escena de la chica siendo arrojada a lo insondable y se quedó como si nada extraordinario hubiera ocurrido; debía de estar enferma, sólo una enferma era tan indiferente; miró a las compañeras de la arrojada y se sintió plenamente identificada con la indiferencia de ellas ¿sería que ya estaba aprendiendo a comportarse como le corresponde a una perra condenada a "las entrañas"? si era así entonces aprendía muy rápido. Los sollozos malamente reprimidos de la histérica ahora le causaron desprecio, sólo un año de condena y se comportaba mal, ¿qué le quedaba a ella que estaba condenada a diez años? un castigo a la histérica le habría parecido bien merecido, el más humillante, el más degradante le habría producido placer; interesante sería comprobar la reacción de la mujer al anuncio de algo así, seguro se habría meado, jajajaja ¡que divertido¡ con sorpresa comprobó que ya asumía sin culpa su condición de criatura despreciable, le serviría sin duda para soportar lo que se le venía, así todo sería más fácil.
Emprendieron marcha las tres mujeres por el laberinto de la galería; atrás quedaron las otras esperando el ascensor con sus cestos de mierda, el gordo iba delante y dos custodios atrás de ellas. Cada dos pasos dos argollas sobresalían de las paredes y cada cinco se veía una celda, todas estaban vacías y con sus rejas de metal abiertas. Las reclusas se encontraban en la superficie trabajando en el campo; cada tanto además, un pequeño foso (en el suelo) les obstaculizaba el paso, por lo que debían bordearlo; esos fosos eran también celdas; hay que decir que no había patrón común en diseño y tamaño, las había muy amplias, otras de techo curvado, unas estrechísimas como una tumba en donde una sola persona habría cabido con esfuerzo y apretujada, aquellas en donde se percibía claramente que a gatas se entraba o en donde sólo era posible permanecer con la espalda curvada y las piernas encogidas. Las celdas estaban esculpidas en la roca y mal olían.
Los sollozos de la mujer histérica causaban una sonrisa en los custodios, aunque no parecían tener ánimo de castigarla. Caminaban y caminaban y no encontraban más que penumbra y un calor que, si bien era similar al del desierto que estaba en la superficie, se sentía más sofocante debido al enrarecimiento del aire. Claudia vio que las ropas de sus compañeras y de los custodios estaban mojadas, se miró las suyas y comprobó que también lo estaban, se tocó entonces la frente y se dio cuenta que empapaba en sudor. Los sollozos histéricos se detuvieron de improviso y Claudia, que venía con la vista pegada al suelo, levantó la cabeza y se tropezó con la visión de una prisionera que se encontraba parada en un costado del camino; les daba la espalda, la que estaba cruzada por marcas frescas y rojizas de latigazos en nalgas y piernas, su nuca echada hacia atrás permitía apreciar plenamente su cabeza rapada brillante de transpiración; unos grilletes en los tobillos le mantenían las piernas juntas y otros en sus muñecas con los brazos cruzados por detrás. Se quejaba y parecía respirar con dificultad, lo que era efecto de tener su lengua atravesada por un fino anzuelo metálico unido a una de las argollas que pendían de la pared por sobre su cabeza; su lengua fuera de la boca se mantenía estirada al máximo y la chica debía hacer un esfuerzo continuo por permanecer en puntas de pies si no quería desgarrarse la lengua; las lágrimas le corrían por las mejillas y una abundante baba le chorreaba de su boca sin poder evitarlo. El gordo, volteándose hacia sus conducidas, dijo:
-Colgada de la lengua por hablar demasiado, JAJAJAJAJAJAJA ¿qué les parece, recién llegadas? un tratamiento que no falla. Hace una hora dejamos aquí a la reclusa 1009 y ya no da más, estará tres días allí, sin comer ni beber, no dormirá demasiado cómoda, JAJAJAJAJA, pero no debe reclamarnos ya que quedará exenta de trabajar en las extenuantes jornadas del campo, YA VEN, NO SOMOS TAN DESCONSIDERADOS, JAJAJAJAJAJA.
La risa del gordo fue coreada por los otros custodios y ya la histérica estalló en un berrinche; se comenzó a dar golpes ella misma en la cabeza y a rasgar sus vestiduras. El gordo la miró serio y la que acompañaba a la gritona padeció terror al recordar que un error de una reclusa era pagado por la compañera de al lado. A Claudia nada le pasó y no sintió miedo. El gordo tomó a la histérica por el cabello y principió una lluvia de cachetadas en la cara las que no eran suficientes para acallarla, por lo que un fuerte puñetazo en el abdomen dio cuenta de su algarabía; cayó al suelo aturdida y sin aire en los pulmones, abriendo al extremo sus ojos y boca tratando de recuperar el aliento. Mientras la histérica aún boqueaba en el suelo, el gordo hizo ademán de dirigirse a las demás; Claudia se dijo, este es el final, anunciará mi fin o el fin de nosotras dos, y todo por culpa de ésa, pero mejor así, no temo.
-Amigas mías, ustedes han sido testigos de que he explicado a su compañera la regla según la cual el error de una es pagado por las demás o por la que está al lado, ello para estimular la solidaridad y buenos sentimientos generosos en las delincuentes cuyo defecto radica precisamente en su egoísmo malsano; pero veo que esta prisionera no tiene remedio alguno, es muy egoísta y no le merece importancia la vida de su prójimo, el comportamiento que ella acaba de tener debería ser pagado por ustedes dos pero, por otro lado, soy un hombre justo y no puedo amparar una iniquidad como esa, menos viniendo de una mujer egoísta a la cual ya antes se le había explicado el sistema de sanciones y que ya había enviado al castigo a una compañera. Recuerden que le di una oportunidad de arrepentirse y cambiar de lugar con la que quedó colgada de tetas allá arriba, ustedes son testigos, nada invento, no pueden reprocharme, pero debo observar reglas a cabalidad y una infracción ha de ser pagada siempre, es menester que así sea para mantener los equilibrios de "Las entrañas del dolor" por lo que les daré a elegir a ustedes entre tres alternativas, lo que ustedes elijan eso cumpliré, lo prometo y sólo de ustedes dependerá lo que ha de suceder, mas cuando elijan una alternativa han de darme un buen fundamento, debe ser convincente y de acuerdo al espíritu de lo que se pretende inculcar en este recinto de dolor y castigo; recuerden, deben convencerme y yo ejecutaré lo que decidan, JAJAJAJAJAJA, NO pueden decir que en este lugar no hay diversión, JAJAJAJAJAJA.
CONTINUARÁ.
«La bruja»: Adelaide Crapsey; poema y análisis.
Hace 3 horas
2 comentarios:
claudia: la eterna obsesión!!
salu2
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