viernes, 21 de mayo de 2010

EL CUENTO DE CLAUDIA (Parte 9).

"HIRAM"

Después de esa noche vagué durante semanas por las calles de la ciudad como una vagabunda pordiosera, implorando mendrugos en el puerto y el mercado, estuve así hasta que me encontré con Hiram. Como a María, tampoco le reconocí al principio. Cinco monedas de plata puso en mi mano suplicante. Esa pequeña fortuna me impulsó a verlo a la cara encontrándome con ese rostro barbado y alegre que me llamaba por el nombre de Claudia. Comprendí que era Hiram, el rico mercader amigo de Plinio Claudio y que frecuentaba las fiestas de la finca. Su riqueza y generosidad eran tan impresionantes como su lascivia. Le besé los pies agradecida y le imploré me convirtiera en su esclava ya que sólo hambre y sed habían sido las consecuencias de mi libertad. Él hizo ademán de alejarse y yo le propuse con desesperación,
-Seré vuestra esclava ramera, por favor aceptadme, os suplico, tengo hambre, disponed de mi como os plazca.

Hiram me hizo ver que yo no tenía deudas para con él y que, por lo tanto, no podía ser su esclava. En todo momento sonreía y no dejaba de hablarme con cortesía, siempre había sido así, incluso en aquellas impúdicas orgías del pasado manifestaba dichos modales los que no dejaba ni siquiera en el trato con los esclavos. Dijo haberse enterado de las desgracias de mi ex-Amo Plinio y que lo sentía, que no necesitaba otra esclava y que, por sobre todas las cosas, él era un mercader que buscaba hacer una buena inversión y que ello no pasaba por comprar una esclava lujuriosa; al decir aquello soltó una gran carcajada para luego agregar que la riqueza no necesariamente se logra teniendo muchos esclavos, que su experiencia en los negocios le decía que los esclavos no generan toda la riqueza que podrían generar ya que siempre están tristes y triste no se puede trabajar de maneraproductiva. Sólo los hombres libres trabajan con ahínco porque lo que producen es para ellos mismos........al menos en parte; volvió a soltar otra carcajada cargada de ironía al decir esto.

-Os propongo un negocio, Claudia, seremos socios y obtendremos grandes ganancias. Mi ojo avizor me dice que vuestra lujuria es generadora de riquezas. Seréis mi inversión y no precisareis convertiros en mi esclava.

Me llevó a la posada donde se alojaba. Me alimentó y dio vestiduras nuevas, compró otras hermosas y me las obsequió y llegada la noche retozamos como en los pasados tiempos. Yo estaba verdaderamente agradecida y la vida volvía a sonreírme después de esas tres semanas de incertidumbre por las calles de Cesarea. Imaginé que me volvería su ramera. Lo que no comprendía era por qué no me tomaba como esclava para ello. Al amanecer me lo explicó con detalles ¡Oh Dios¡ el enemigo se viste con ropajes que impiden reconocerle en su fealdad, sus máscaras son múltiples y atractivas. Hiram era cortés, de modos suaves, muy generoso, nunca lo vi en un acto de crueldad con sus esclavos como los veía en casa de Plinio y debo confesar que gracias a él me volví rica, sin embargo era un emisario de Belzebú a través del cual fui azuzada en los pecados de la lujuria, la vanidad, la codicia y el orgullo. Hiram me llevaría a Jerusalem, gran ciudad a la que concurrían los hebreos de toda La Palestina en peregrinaje a su templo, poseedora de grandes mercados en donde griegos y árabes tenían negocios de todo tipo. Me instalaría en una cómoda casa de su propiedad, dotada con muebles y esclavos para mi servicio. Me compraría joyas y vestidos. Dijo que mis dones, lujuria y belleza harían el resto. Con lo que ganara le pagaría a él el alquiler de la casa. Mis ganancias serían tantas que ambos estaríamos contentos. El se encargaría de presentarme a ricos hombres potentados, con lo que iniciaría mi vida de meretriz de alta categoría. Mis clientes serían ricos árabes y griegos, además de autoridades del imperio. No podía dar crédito a semejante propuesta en que la inversión sería mucha al igual que el riesgo y así se lo manifesté. Hiram sólo se limitó a decir que mi juventud me impedía ver con claridad y que él tenía amplia experiencia. Esto último era verdad; Hiram ya había hecho esto con otras mujeres en ciudades como Sidón, Tiro y Cesarea con exitosos resultados.
Mi Socio, personalmente me enseñó modales, a leer en griego y arameo, fórmulas para destacar mi belleza y suscitar la lascivia de los hombres y el arte de administrar un patrimonio. Agradecida, puse el mayor empeño en aprender y ni él ni yo nos arrepentimos. Era cierto, lo pude comprobar, las personas libres generan más riqueza al saber que el fruto de su trabajo será suyo.
CONTINUARÁ.